Irán y América Latina: oportunidades y riesgos de un acercamiento - Razón Pública
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Irán y América Latina: oportunidades y riesgos de un acercamiento

Escrito por Mauricio Jaramillo-Jassir
Mauricio Jaramillo Jassir

Mauricio Jaramillo JassirUna ventana de oportunidad abierta para América Latina, ante el desdén de Estados Unidos y de la Unión Europea, enfrascados en sus crisis internas y concentrados en otras regiones del mundo. El Medio Oriente ofrece oportunidades políticas y culturales, más allá del comercio.

Mauricio Jaramillo Jassir*

Visita algo exótica

La visita del presidente Mahmmoud Ahmadinejad cierra un ciclo de acercamientos entre Irán y algunos Estados latinoamericanos. Llaman la atención tres hechos en torno a su reciente gira:

  • En primer lugar, sorprende que siendo Brasil buen socio de Teherán, no hubiera estado incluido en la agenda de Ahmadinejad.
  • En segundo lugar, que la visita ocurriera justamente cuando la tensión entre Irán y Estados Unidos alcanza un nivel álgido.
  • En tercer lugar, estos encuentros confirman que América Latina no es de interés pasajero para Irán, sino que podría convertirse en una de las prioridades en la agenda global de un Estado con aspiraciones de fungir como potencia media regional.

La distancia de Brasil 

Una de las principales inquietudes que despertó la visita de Ahmadinejad consiste en que Brasil no hubiese sido incluido en su periplo. Este hecho llama la atención por ser una de las naciones latinoamericanas que ha tenido mayores acercamientos al régimen de Teheránen los últimos años.

Cabe recordar las importacionescrecientes de productos brasileños por parte de Irán y el apoyo efectivo de Brasilia al programa nuclear iraní en 2010, mediante acercamientos entre Ankara, Teherán y Brasilia. En un momentodado, la mediación en cabeza de Tayyip Erdogan, primer ministro turco, y de Lula Da Silva, hizo pensar en un diálogo entre potencias emergentes con impacto real, más allá de la retórica que ha caracterizado estos asuntos.

Tanto Brasil como Turquía mostraron su escepticismo en cuanto a la posibilidad de aislar a Irán y contribuyeron a los argumentos de Teherán para rebatir la postura de Washington. No obstante, la presidenta Dilma Roussef ha preferido tomar distancia frente al denominado régimen de los Mollah. ¿A qué se debe el cambio de postura?

Desde que Brasil emprendió el proyecto de convertirse en una potencia media regional,se ha ido encontrando con la reticencia de algunos países latinoamericanos,que no se sienten identificados con su política global. Prueba de ello fue el voto negativo de Colombia, Argentina y México en la Asamblea General de Naciones Unidas en septiembre de 2006, cuando Brasil se postuló como candidato para ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Es probable que Roussef vea con recelo el tono desafiante que ha asumido el presidente iraní en declaraciones cada vez más subidas de tono frente a Estados Unidos y a Occidente. Dos hechos exacerbaron dichas tensiones: la retención por parte de Irán de un avión espía estadounidense y la amenaza de cierre del estrecho de Ormuz. Es innegable que Estados Unidos aumenta la presión para acorralar a Teherán. En medio de tensiones tan vivas, Brasil ha optado por mantener un perfil bajo.

En resumidas cuentas, a Brasil le urge proyectar una imagen de potencia responsable y percibe a Irán como un actor incapaz de contraer compromisos con la comunidad internacional, dadolo restringido que ha resultado el margen de maniobra del presidente iraní en materia nuclear.

Dicho margen depende del líder supremo Ali Khameini, figura religiosa y nacionalista, que ha tomado distancias de Ahmadinejad. Aún peor: en algunos medios comienza ahacer carrera la idea de una nueva guerra en el Golfo Pérsico.

Máxima tensión entre Irán y Estados Unidos

No es fortuito que la visita se produzca en estos momentos, cuando la tensión parece alcanzar un cierto paroxismo. De hecho, el presidente iraní sabe que la mejor forma de lograr consensos internos antes de terminar su mandato gira en torno a la política exterior.

Las divisiones internas en Irán son innegables. La disputa entre el líder supremo, el presidente y otros sectores de la sociedad —liderados por personajes como Alí Larijani, antiguo consejero de seguridad nacional y Esfandiar Rahim Mashaïe, consuegro del presidente — han reducido el margen de maniobra interno de Ahmadinejad.

Uno de los principales frentes donde sepueden forjar consensos internos es justamente la política exterior. Por esa vía, desafiar abiertamente a los Estados Unidos en el plano militar constituye una maniobra efectiva.

Entre Irán y Estados Unidos no existen relaciones diplomáticas desde el triunfo de la Revolución Islámica en 1979 y la posterior toma de la embajada norteamericana por parte de miembros de la Guardia Revolucionaria. Desde entonces, el régimen teocrático iraní ha logrado sobrevivir a severas sanciones económicas impuestas por Estados Unidos, que han debilitado su economía. No obstante, el régimen ha revertido hábilmente la situación convirtiendo las sanciones de Washington en una puesta a prueba de la mística que ha marcado la revolución.

Tampoco se puede desconocer el daño que sufrió el país durante la larga guerra contra Irak, entre 1980 y 1988. Es preciso recordar el franco apoyo estadounidense al entonces gobierno de Saddam Hussein. El gobierno iraquí pudo así violar de forma execrable derechos elementales de la guerra en su enfrentamiento con Irán. Lo sucedido difícilmente puede ser borrado de la conciencia colectiva iraní. Por ello es importante traer a colación la idea de que Irán se percibe como un país pacífico en un entorno hostil.

Esa hostilidad exterior no sólo se manifiesta en la agresividad de Estados Unidos, sino en la animadversión de la mayoría de sus vecinos árabes de población sunita. Estas características contrastan con el carácter persa y chií de Irán. En virtud de esta derivación del Islam, Teherán ha sido percibido con desconfianza por la mayoría de sus vecinos. Este contexto explica por qué resulta tan útil proyectar ahora la imagen de un Irán que defiende su dignidad, a pesar de los hostigamientos del exterior.

Para ese propósito América Latina le resulta un socio inmejorable: una de las mayores comunidades musulmanes por fuera de Medio Oriente, acercamientos cada vez más acelerados entre el mundo árabe y América Latina (aunque Irán no sea árabe dicho acercamiento facilita la relación de todos modos) y, por supuesto, un continente que comienza también a tomar sus distancias frente a Estados Unidos son razones que explican la importancia de nuestra región para los intereses de Irán y una compatibilidad en ascenso, a pesar de la distancia cultural y geográfica.

América Latina: ¿Una prioridad para el Medio Oriente o lo contrario?

En las últimas décadas, América Latina ha sido testigo de cómo sus principales “aliados”, Estados Unidos y Europa, han dejado que la región pase a un segundo plano.

Actualmente, los intereses vitales de Washington se concentran en Asia Central para resolver la complicada cuestión afgana, que depende de la situación del otrora aliado estadounidense, Pakistán. En el Próximo Oriente, las vicisitudes de un proceso de paz entre Palestina a Israel inquietan a Estados Unidos. En Asia Nororiental, una Corea del Norte que cambia de gobernante, pero cuyo riesgo nuclear sigue latente, concentra la atención de Washington. En ese orden de ideas, América Latina no es una prioridad para Estados Unidos, a pesar de los tratados de libre comerciorecientemente aprobados.

Las prioridades en política exterior para la Unión Europea se concentran hoy en Rusia y en Europa Oriental, la reconstrucción de los Balcanes Occidentales, el conflicto árabe –israelí, y dependiendo del país, una región u otra de África. En ese escenario, América Latina también ocupa un lugar residual, a pesar de algunos avances como los intentos por firmar acuerdos de asociación con países como México, Chile y Brasil.

En contraste con la Unión Europea y Estados Unidos, otras regiones del mundo empiezan a interesarse de veras en América Latina. El liderazgo cubano y brasileño que históricamente ha jalonado el esquema de cooperación Sur-Sur es testimonio de ello. Por propósitos distintos y en contextos dispares, ambos han operado un cierto acercamiento con Medio Oriente desde hace varias décadas y se han involucrado en temas relevantes para esa zona. Cuba en su momento fue un actor activo en el tema palestino y en el reconocimiento de la revolución iraní. Brasil por su parte viene impulsando con fuerza acercamientos al mundo árabe y musulmán.

Más allá de la polémica que despierta la figura del presidente iraní en Occidente, la importancia que ha otorgado a América Latina debería llamar la atención sobre la necesidad de mirar hacia otras regiones del mundo por razones que trasciendan lo puramente comercial.

Por años se ha pensado que el propósito exclusivo para explorar nuevas regiones es comercial. Sin embargo, ¿Por qué descuidar las oportunidades políticas y culturales de profundizar relaciones con potencias emergentes de Oriente, como Irán o Turquía? Esto no sólo significa una apertura para América Latina, sino un nuevo peso específico en política internacional, del que hasta ahora había carecido.

* Profesor de las Facultades de Ciencia Política y Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario e Investigador del Centro de Estudios Estratégicos Sobre Seguridad y Defensa Nacional (Ceeseden) de la Escuela Superior de Guerra.

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