


Los lugares comunes que conforman la propuesta política del nuevo Presidente son un simple saludo a la bandera. Pero el coctel donde los mezcla sin pensar bien lo que hace pone en peligro el ejercicio de la oposición, e institucionaliza el clientelismo y la figura del tránsfuga.
Francisco Leal Buitrago, Elizabet Ungar Bleier, Felipe Botero y Medófilo Medina*
Razón de ser histórica
La importancia de esta propuesta radica en la búsqueda de una gobernabilidad sin antecedentes en el gobierno de Juan Manuel Santos, ya que el nuevo presidente no necesitaba de todos los apoyos que buscaba para alcanzar un triunfo en la segunda vuelta. Si algo se ha visto durante los ya largos ocho años del gobierno de Uribe es su persistente gobernabilidad, que ha sido autoritaria. Pero lo que se aprecia ahora es que podría ser superado por Santos. Y eso es lo que él seguramente busca.
Sin embargo, el gran éxito que obtuvo en poco tiempo, con adhesiones al tropel, no puede explicarse a cabalidad en términos coyunturales. Para ello, es necesario observar ciertos factores políticos de la historia contemporánea del país. Pero como el espacio disponible es limitado, hago sólo una presentación en forma de tesis, sin mayores explicaciones.
Después del fracaso de la opción militar
La propuesta de Santos podría ser sólo un remedo de Frente Nacional, en la medida en que éste fue único e irrepetible. Tal régimen fue el resultado de un acuerdo entre dos ‘jefes naturales' del bipartidismo -vigente en ese entonces- para solucionar la confrontación violenta entre dos partidos pre modernos y sectarios que cubrían el espectro político nacional. Dicho acuerdo se buscó luego del fracaso del gobierno militar -el de Rojas Pinilla-, inducido como solución por otros ‘jefes naturales', ya que buscó perpetuarse en el poder a costa del bipartidismo.
Dispersión política de fuerzas sociales emergentes
Los cuatro gobiernos alternados del Frente Nacional transcurrieron en medio de una sociedad con veloces y desordenados cambios hacia una modernización capitalista, incluida la de un Estado que creció en burocracia y recursos sin superar su tradicional debilidad política. Los acicates de esta modernización fueron la diversificación institucional propia de un Estado moderno y la obligación constitucional de exclusividad paritaria del bipartidismo en la creciente burocracia. La ausencia en la Constitución de una oposición democrática, unida a la diversificación social y a la reproducción de la violencia facilitada por la debilidad del Estado, permitieron que las fuerzas sociales emergentes trascendieran, legal o ilegalmente, el cada vez más estrecho espacio de las prácticas políticas.
Sistema político del clientelismo
El tradicional cacicazgo (¿clientelismo?) pre moderno, cuyo ejercicio no diferenciaba los espacios públicos y privados, encontró un medio propicio para proyectarse como clientelismo político moderno. Este se sustenta en contraprestaciones apoyadas en el antiguo valor de las lealtades sociales, en espacios públicos alimentados por el poder y el enriquecimiento, y se caracteriza por la apropiación privada de recursos oficiales con fines políticos. Pero el ‘caldo de cultivo' social y político del Frente Nacional fue de tal magnitud que configuró lo que he llamado ‘sistema político del clientelismo', ya que se convirtió en el eje operativo de las relaciones políticas de la sociedad. El corolario de esta nueva situación fue el desarrollo y la diversificación de la corrupción.
Debilitamiento del bipartidismo
La cobertura generalizada de contraprestaciones del régimen frentenacionalista proyectó en el tiempo un sistema político afín apoyado en el bipartidismo, al menos hasta la vigencia de la Constitución de 1991. No obstante, el costo de esta ganancia para el bipartidismo fue enorme: las prácticas clientelistas sustituyeron al sectarismo como fuente de reproducción de los dos partidos, a costa de debilitarlos en sus antiguas ideologías de pertenencia. Su progresivo fraccionamiento desdibujó más su identidad, proceso que se aceleró con el estímulo posterior para la apertura de opciones partidistas en la nueva Constitución.
Un gobierno caudillista
La lenta agonía del bipartidismo alcanzó su punto de quiebre en 2002, con el triunfo de un candidato presidencial disidente de uno de sus dos partidos -Álvaro Uribe Vélez- en la primera vuelta electoral. Esta situación fue reforzada con la búsqueda de un gobierno caudillista inédito, cuya característica central es la ausencia de partidos fuertes, facilitada por el debilitamiento mundial de ese tipo de organizaciones. La tendencia entonces fue la creación de partidos de bolsillo y la cooptación de los demás. El instrumento para lograrlo fue el clientelismo exacerbado y la corrupción desbocada, fenómenos mediados por antiguas prácticas violentas en el nivel regional de la política, expresado a nivel nacional en el Congreso.
Poder clientelista y corruptor
Esta situación desembocó en las campañas electorales de 2010: el Partido Liberal, debilitado y disminuido por 12 años de ostracismo, en compañía de un partido de izquierda dividido que lucha por sobrevivir, y el Conservador, fortalecido artificialmente por los gajes clientelistas y la corrupción, en medio de remedos de partidos copartícipes del sistema, todo esto en un ambiente sólido propicio para el ‘deslizamiento' de grupos atraídos por los imanes de un poder clientelista y corruptor.
Oposición sin espacios políticos
Este es el medio político en el que Juan Manuel Santos desarrolló su actividad. Con gran sagacidad, el nuevo presidente supo interpretarlo y aprovecharlo desde hace cuatro años. El riesgo de que perdure la gobernabilidad autoritaria es grande, ya que la ‘unión nacional' propuesta no dejaría espacios para el ejercicio de una oposición democrática que enfrente el unanimismo servil del consolidado ‘sistema político del clientelismo'. Pero al menos existe un resquicio para mantener la esperanza de recuperar la dignidad política nacional: ¿Será capaz la ‘Ola Verde' de construir un verdadero partido, movilizando de manera sostenida la considerable franja de opinión pública hastiada del deterioro político del país?
* Sociólogo, Profesor Honorario de las universidades Nacional de Colombia y de Los Andes.
El porqué de las alianzas
Las coaliciones y las alianzas no necesariamente son negociaciones clientelistas ni implican hacer concesiones que transgredan los principios éticos que deben guiar el quehacer político. Por el contrario, son de la esencia de la política, y lo son, en especial, en los sistemas electorales que contemplan la segunda vuelta presidencial. Esta le permite al candidato ganador conformar unas mayorías y así mejorar su gobernabilidad. Sin embargo, no pueden ser un vehículo para desconocer a las minorías o para imponerle una agenda al Congreso, restándole autonomía y debilitando el ejercicio del control político, una de las funciones centrales de los legislativos.
El punto medio
La propuesta de Unidad Nacional de Juan Manuel Santos puede tener diferentes interpretaciones. Por un lado puede significar la consolidación de las mayorías uribistas en el Congreso. Pero en la medida en que aún es prematuro hablar de mayorías santistas, también puede ser interpretada como un primer paso para la reconfiguración del uribismo, precisamente con el fin de darle identidad al proyecto político de Santos y para deslindarse de algunos temas que pueden resultar incómodos para un presidente que apenas inicia su mandato. Es decir, para encontrar un punto medio entre el continuismo irrestricto y la búsqueda de elementos distintivos.
De cualquier manera, lo que hasta ahora se ha presentado como un acuerdo programático alrededor de los diez puntos de la propuesta de Santos, no parece haber sido otra cosa que la sumatoria de los votos de la mayoría de los partidos políticos en torno al ganador de las elecciones presidenciales del 20 de junio, que buscaron con ese paso no quedarse por fuera del gobierno. O por lo menos, no se ha hecho público en qué consistieron los acuerdos programáticos entre Cambio Radical y el Partido de la "U", o entre éste y los liberales o los conservadores.
Institucionalización del tránsfuga
Esto es particularmente preocupante porque contribuye al desdibujamiento de los partidos políticos, a que los ciudadanos los sigan percibiendo como simples intermediarios de prebendas y favores y a que su legitimidad y credibilidad sigan siendo cuestionadas. Y porque "institucionaliza" el transfuguismo como una práctica aceptada y aceptable.
La oposición acorralada
Otro de los efectos de la Propuesta de Unidad Nacional entendida en estos términos, será una limitación aún mayor al ejercicio de la oposición, que en los últimos ocho años fue estigmatizada y en algunos casos descalificada con epítetos que pusieron en riesgo a muchos de sus integrantes. Y que también es de la esencia de la democracia.
¿Hacia el unanimismo?
Por último, no sobra insistir en que la democracia no puede existir sin partidos fuertes, con programas y propuestas definidos, con una estructura organizativa sólida y con procedimientos transparentes. La historia ha demostrado que el unanimismo es uno de los peores enemigos del fortalecimiento de la democracia y de los partidos. Ojalá la Propuesta de Unidad Nacional no nos lleve a esto.
Deslegitimizar la oposición
La propuesta de Juan Manuel Santos alrededor de un proyecto de Unidad Nacional pudo ser sólo una estrategia electoral para asegurar su victoria en la segunda vuelta, o una fórmula para lograr una coalición amplia que busque soluciones a los principales problemas del país. Mirada de manera independiente respecto de su naturaleza, una de sus consecuencias previsibles es que se debilitará la oposición y se dificultará el fortalecimiento de los partidos políticos en general. Sin embargo, lo preocupante de la propuesta es que pareciera haber calado en Colombia el dogma de deslegitimizar la oposición, que promovió durante ocho el presidente Uribe. Con excepción del Polo y del ínfimo Partido Verde, los partidos rápidamente se plegaron a la propuesta, posiblemente con temor de ser excluidos del, en ese entonces, eventual nuevo gobierno y deseosos de recibir las dádivas que vienen por añadidura al formar parte de la coalición en el poder.
Un saludo a la bandera
La propuesta en sí es vacua y el decálogo que la conforma es más un saludo a la bandera que una fórmula concreta para resolver los graves problemas del país. ¿Acaso hay alguien que no quiera más empleo, más salud, más institucionalidad? ¿Alguien que no rechace el terrorismo, la corrupción o la impunidad? En esto, en últimas, se terminará convirtiendo en un proyecto personalista que se compromete a todo y no se compromete a nada. Por su misma formulación es difícil oponerse. El verdadero asunto es cómo piensan llevar a la realidad este etéreo ramillete de buenos deseos.
Unidad, ¿cómo mantenerla?
No se trata de algo de poca monta. Es cierto que durante la era Uribe se consiguieron logros importantes en materia de crecimiento económico y seguridad. Pero las tareas pendientes son enormes. A la crisis del sector salud y el desempleo hay que agregarle otros hechos preocupantes revelados recientemente y que están relacionados de forma directa con una de las égidas del actual gobierno: la seguridad. Colombia es uno de los países más violentos del mundo[i] -solamente superado por Irak, Afganistán, Chad o Sudán- y es el campeón mundial en asesinatos de sindicalistas[ii], dos hechos tan dramáticos como aberrantes. Es previsible que la posición de los distintos partidos frente a estos temas no converja; que las soluciones que se planteen desde distintas orillas difieran. La preguntas que surgen son ¿cómo se va a mantener la Unidad Nacional?, y ¿qué va a pasar cuando haya indisciplina partidista a la hora de votar los proyectos en el Congreso?
Bendición y satanización
Santos también heredará del gobierno de Uribe una forma particular de relacionarse con la coalición y la oposición. A los primeros se les premia su disciplina con cuotas burocráticas (v. g. la notaría de Teodolindo), y a los segundos se les margina y sataniza (v. g. el «bloque intelectual»). La propuesta de Unidad Nacional pareciera encaminada a continuar con este esquema, el cual puede tener repercusiones negativas sobre el papel de los partidos políticos. Los resultados de las elecciones legislativas y presidenciales muestran que el sistema de partidos pasa por un momento difícil. Los partidos tradicionales sobreviven por sus maquinarias -lo que explicaría su adecuado desempeño en las legislativas y sus paupérrimos resultados en las presidenciales- y los partidos emergentes aún no se consolidan como proyecto político (¿cuáles son las diferencias entre la U y Cambio Radical?).
La democracia se fundamenta en el disenso. Acá pareciera que criticar es traición a la patria y que los opositores son los parias de la sociedad. Sería más sano para la institucionalidad democrática que Santos hiciera un gobierno de partido, y que desde la U formulara proyectos concretos para ser debatidos en el Congreso. Así, los demás partidos, afines y opositores, tendrían la oportunidad de contribuir al debate con críticas y recomendaciones, lo que redundaría en mejores políticas públicas y le permitiría a los ciudadanos evaluar efectivamente la gestión de sus representantes. Apostarle a la Unidad Nacional dilatará en el tiempo la tarea urgente que tienen todos los partidos de definir con claridad su proyecto político y los amalgamará en un pastiche indescifrable.
Desde mediados del siglo XIX el sistema político colombiano avanzó reproduciendo un patrón: alternación de períodos de enfrentamiento-rivalidad con otros de acuerdo-frente nacional bipartidista. Fernando Guillén Martínez desarrolló su modelo teórico a partir del estudio de tal secuencia. El gobierno de un partido (liberal o conservador) por las aguas del sectarismo y las tecnologías de la exclusión, desembocaba en una guerra civil en el siglo XIX o en la violencia partidista en el siglo XX. Entonces se abría paso el consenso bipartidista, que desde luego excluía a cualquier otra corriente política. La excepción la constituyó el golpe militar del general Rojas Pinilla, en junio de 1953, al cual le puso fin, para variar, un Frente Nacional sancionado en la Constitución mediante el plebiscito de diciembre de 1957. Pactado inicialmente para doce años, se prolongó a dieciséis en la medida en que a los dirigentes bipartidistas los sobrecogía el vértigo cuando se veían ante la necesidad de romper ese matrimonio compulsivo amarrado por los fuertes lazos del contubernio burocrático y el clientelismo corruptor, y abroquelado en el ejercicio del castigo a los disidentes.
Con la frescura de quien presenta una política inédita, Juan Manuel Santos ha sacado del bolsillo la desgastada receta en un momento en que el sistema bipartidista que le dio vida y la alimentó por más de un siglo ha desaparecido. Produce sentimientos que fluctúan entre la hilaridad y la repugnancia asistir al espectáculo de los conservadores, los parlamentarios liberales y la línea dirigente de Cambio Radical, precipitándose hacia el salón del banquete burocrático.
Como tal sistema se proyecta en los marcos de la Seguridad Democrática, las fuerzas políticas que se resistan a entrar en el delirio unitario se verán condenadas a ese exterior amenazante que supuestamente asedia a la Nación, a la Patria y por supuesto a los huevitos, que afortunadamente estarán protegidos por las Fuerzas Armadas, a su vez amparadas por el ala poderosa de los Estados Unidos.
Tan innovadora es la fórmula de la Unidad Nacional como sorprendente e imaginativo es el eslogan del Buen Gobierno de Juan Manuel, bajo el cual cubrían su política los borbones del siglo XVIII en España.
*Francisco Leal: Sociólogo, Profesor Honorario de las universidades Nacional de Colombia y de Los Andes.
@fboteroj
*Elizabet Ungar: miembro fundador de Razón Pública. Para ver el perfil de la autora, haga clic aquí.
*Felipe Botero: profesor asociado de Ciencia Política de la Universidad de los Andes y asesor de la Misión Especial Electoral.
*Medofilo Medina: miembro fundador de Razón Pública. Para ver el perfil del autor, haga clic aquí.
Notas de pie de página
[1] Índice Global de Paz: http://www.visionofhumanity.org/gpi-data/#/2010/scor/
[2] Internacional Trade Union Confederation, Informe anual sobre las violaciones de los derechos sindcales: http://survey.ituc-csi.org/