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¿Qué falta para propiciar la paz?

Escrito por Luis Fernando Medina
Luis Fernando Medina Libres Colombia Anyelik

Luis Fernando Medina Libres Colombia Anyelik

Luis Fernando Medina RazonpublicaPor qué las FARC parecen vivir en otro mundo y por qué se necesita una fuerza mediadora entre Estado e insurgencia. Tras la masacre de la Unión Patriótica, esta sería la tarea del Polo Democrático y buena parte del Partido Liberal. Una mirada distinta y perspicaz que se inspira en la experiencia mundial.

Luis Fernando Medina *

 

Insuficiencia de los gestos

Antes de entrar a fondo en el análisis, conviene consagrar aunque sea un momento al júbilo, pues tal vez no haya mucho espacio para alegrarse una vez terminado el análisis. Así que me sumo de una vez a la celebración de todos los colombianos ante el retorno a la libertad de los últimos diez uniformados “canjeables” que estuvieron en poder de las FARC durante catorce años.

Aparte de la satisfacción obvia que produce el hecho de que diez seres humanos recuperen una vida libre y digna, dejando atrás un drama inenarrable, este evento también es una buena noticia para quienes creemos en una solución política del conflicto.

Se trata sin duda de un gesto de paz por parte de la guerrilla. Como ya se ha dicho tantas veces, faltan más gestos: acaso por parte del gobierno y con seguridad por parte de las FARC, como la liberación de un número aún indeterminado de víctimas del secuestro extorsivo. Pero aparte de gestos, falta mucho más.

Falta del brazo político

Aunque se haya convertido en lugar común decir que las FARC se aislaron políticamente al adoptar métodos brutales, en cierto modo es al revés: es el aislamiento lo que les dio incentivos para escoger tales métodos. Un aislamiento que se remonta en gran medida al exterminio de la Unión Patriótica (UP).

Fernando Medina cruz roja

La liberación de diez seres humanos es una buena noticia para quienes creen en una solución política del conflicto. Foto: RNV.

Se trata de un oscuro episodio que – aún entre simpatizantes de la izquierda – sigue dando pie a debates ofuscados. No es éste el sitio para dirimirlos. Pero lo que sí está claro es que al desaparecer la UP, las FARC perdieron mucha de su presencia urbana y sindical, además de los propios cuadros con experiencia electoral.

Al observar procesos similares en otras latitudes, veremos que la ETA en España, el IRA en Irlanda, Hezbollah en Líbano, Hamas en los territorios palestinos, son solo algunos de los ejemplos de insurgencias que tienen un brazo político.

Generalmente se espera que estas formaciones logren persuadir al resto del movimiento para que dejen las armas, cosa que nunca sucede con la facilidad planeada. Pero sí han servido para poner cierto límite a la deriva militarista y violenta de la insurgencia, ya que le permiten ver en forma inmediata y palmaria el costo político de sus tácticas.

-Si el IRA hubiera tratado de apelar a la práctica sistemática del secuestro como las FARC, Sinn Fein hubiera encontrado los incentivos y la interlocución necesarios para disuadirlos, so pena de crear una insalvable división dentro del movimiento.

-En el País Vasco, los partidos de la izquierda abertzale (Herri Batasuna, Euskadiko Ezkerra, Acción Nacionalista Vasca, por ejemplo) aún en las épocas cuando se abstenían de condenar explícitamente la violencia de la ETA, jugaban un importante papel de barómetro: las ofensivas terroristas de la ETA tenían un costo político claro para sus partidos afines.

Ahora cuando estos partidos han marcado una distancia más explícita, sus buenos resultados electorales han sido decisivos para que la ETA entienda que la salida está en las urnas.

A juzgar por su trayectoria en los últimos años de su corta existencia, la UP iba camino a ser más que un simple brazo político de las FARC: de hecho se estaba ya desmarcando de la guerrilla, y habría sido un puente muy valioso a la hora de atraer a las FARC hacia la política.

Legitimidad alternativa

ETA cometió secuestros extorsivos y Hamas mantuvo prisionero al soldado israelí Gilad Shalit durante cinco años en busca de un canje. Mientras que para la ETA estos secuestros fueron un estrepitoso fracaso político — al igual que para las FARC — Hamas logró el canje por el que presionó, obteniendo la liberación de centenares de prisioneros políticos palestinos, sin que su popularidad sufriera mella.

Fernando Medina marcha justicia

El exterminio de la Unión Patriótica: un oscuro episodio que sigue dando pie a debates ofuscados.
Foto: Aporrea.org.

Normalmente una insurgencia trata de enmarcar sus actos en una especie de legitimidad alternativa. La ETA llamaba a sus rescates “impuesto revolucionario”, las FARC proclamaron la malhadada “Ley 002” y quisieron hacer ver a los soldados retenidos como prisioneros de guerra, en igualdad de condiciones legales a las de sus militantes presos en las cárceles colombianas.

Desde un comienzo era evidente que estos intentos de presentarse ante la opinión como un Estado embrionario, capaz de formular su propia legalidad, no tenían la más mínima probabilidad de éxito.

El ejemplo de Hamas muestra por qué: con todos los defectos que puedan tener, tanto el Estado español como el Estado colombiano gozan de una legitimidad de la cual carece la ocupación israelí a los ojos de los habitantes de Gaza.

Para que una insurgencia logre hacer reconocer su propia legalidad por parte de los ciudadanos, tiene que gozar de altísimos niveles de apoyo popular. Pero a ese privilegio solo pueden aspirar dos tipos de guerrillas:

  • aquellas que combaten a regímenes moribundos, como las guerrillas centroamericanas de los años ochenta;
  • aquellas que adquieren el carácter de movimientos de liberación nacional, bien sea independentista o separatista, aunque también se puede fracasar como lo demuestra la ETA.

Ven desde la periferia

La dirigencia de las FARC no es estúpida. Entonces ¿cómo pudo equivocarse tanto, por tanto tiempo y con tan desastrosos resultados? La respuesta simplista que usualmente ofrecen los comentaristas a este interrogante es que el mundo se ve distinto desde la selva. No es una respuesta errónea, pero sí superficial. Hay que ir más allá.

Sorprende el maximalismo de sus metas, que se vislumbran al leer la carta abierta de respuesta que el Comandante Timochenko dirigió a Medófilo Medina. Para el líder guerrillero, el conflicto colombiano pone en juego no solo a esta o aquella acción del ejército, a esta o aquella ley agraria, sino a toda la constelación de poderes fácticos del país e incluso sus alianzas geopolíticas con Estados Unidos. Leído en Bogotá, esto puede parecer desmesurado. Pero no lo es si atendemos al contexto donde operan las FARC.

Generalmente todo sistema político, por democrático que sea, muestra su rostro más duro en la periferia, ya que allí suele ser donde se disputan asuntos cruciales como la integridad territorial y las relaciones de poder con los sectores más débiles.

Fernando Medina presidente Santos

Santos: o es candidato con un acuerdo de paz en marcha, o se espera al segundo periodo presidencial. 

Foto: Presidencia de la República.

Las FARC operan en la periferia del país donde se juegan los intereses geopolíticos (relaciones con Estados Unidos en torno al narcotráfico), las relaciones con las empresas multinacionales (minería, sobre todo), la estructura de la economía campesina (colonización) y la extracción de recursos de zonas habitadas por las minorías étnicas más marginadas del país. Allí convergen algunos de los poderes fácticos más importantes.

El resultado práctico es la coexistencia de un pluralismo democrático en el centro (donde el establecimiento casi no se inmuta cuando la izquierda gana elecciones en Bogotá) con un autoritarismo militar o gangsteril en la periferia (donde abundan los asesinatos políticos).

Colombia no es única en esta dicotomía: Brasil, Israel o la India, cada uno a su manera, son ejemplos de democracias que toleran el disenso en el centro del sistema, pero que presentan fenómenos de represión brutales en la periferia.

No sorprende, entonces, que las FARC — así ellas mismas sean en gran parte responsables de la violencia de aquellas zonas — asuman una actitud vanguardista y maximalista, que resulta ininteligible para quienes operan dentro del sistema, independientemente de su ubicación ideológica.

Tareas de la oposición

En fin, más allá de los gestos de paz, para que las FARC se incorporen a la política es necesario que la política llegue a la periferia. Un proceso de paz realista tiene que incluir algunas reformas económicas y sociales que afecten temas vitales para las nuevas zonas generadoras de riqueza en el país. Será un proceso que tendría que incluir entre otros temas la coca, el petróleo, la palma africana, los minerales, el agua y la diversidad biológica y cultural, ¡casi nada!

Pero esto nos conduce directamente a un impasse: dada la debilidad política de las FARC, es muy difícil que de una mesa de diálogo salgan propuestas que se puedan aplicar sin más.

Fernando Medina Piedad Cordoba

A la oposición le corresponde la tarea nada fácil de formular propuestas progresistas sobre los temas de una eventual negociación. Foto: Flickr de Piedad Córdoba.

Aunque no les guste ni a las FARC ni al presidente Santos, es preciso que intervengan otras fuerzas políticas, especialmente de la oposición. Corresponde a la oposición la tarea nada fácil de formular propuestas progresistas sobre los temas de una eventual negociación, propuestas que cumplan un doble propósito: por un lado, suplir el déficit de legitimidad que dicha negociación va a enfrentar desde el comienzo y por otro, mostrar a la insurgencia que en Colombia sí hay caminos democráticos por donde puedan transitar en el momento de dejar las armas.

No queda mucho tiempo. Dudo que el presidente Santos vaya a lanzar un proceso de diálogo que se entrecruce con la campaña electoral, pues le representaría enormes riesgos: o es candidato con un acuerdo de paz en marcha, o se espera al segundo periodo. Pero, por otro lado, un proceso serio requiere mucha preparación. Si algo va a ocurrir en este frente antes del 2015, puede que ocurra en pocos meses.

Tal vez el próximo gesto de paz venga del gobierno, tal vez venga de la guerrilla. Pero el gesto que más falta hace corresponde a los partidos, en especial al Polo Democrático y a los sectores del Partido Liberal que históricamente han sido defensores de la solución negociada: leer, escuchar, escribir y hablar.

* Investigador senior del Instituto Juan March de Madrid, con estudios de doctorado en economía en la Universidad de Stanford, ha sido profesor de Ciencia Política en las Universidades de Chicago y Virginia y ha escrito sobre aplicaciones de teoría de juegos a modelos de acción colectiva y economía política.

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