¿Qué hay detrás del transfuguismo? Los partidos y el balance de poder - Razón Pública
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¿Qué hay detrás del transfuguismo? Los partidos y el balance de poder

Escrito por Mónica Pachón
Monica Pachon

Monica PachonLa prensa se limitó a censurar la “desbandada” de los “voltiarepas” en lugar de contarnos quiénes ganan, quiénes pierden y por qué se realinearon los partidos. La profesora de la Universidad de los Andes contesta a estas preguntas.

Mónica Pachón

Desbandada y realineación

En los últimos días, los colombianos vimos cómo han dejado de existir muchos de los partidos que participaron en las elecciones del 2006. Según los cálculos de Congreso Visible, partidos como Alas Equipo Colombia o  Apertura Liberal se quedaron sin su personería, y otros como Cambio Radical sufrieron una desbandada importante, pues en Senado y Cámara perdieron respectivamente el 11 y 14% de los votos obtenidos en 2006. Los receptores más beneficiados fueron el Partido de la U y el Partido Conservador, al igual que Convergencia Ciudadana (sobre todo en la Cámara), los cuales hacen parte de la coalición gobiernista. En el cuadro siguiente se indican los resultados más significativos.  

 

Total legisladores que cambiaron Partido

Porcentaje de votos perdidos

Partido Político

Senadores

Representantes

Senado

Cámara

 

 

 

 

 

Alas Equipo Colombia

5

5

46%

57%

Apertura Liberal

 

 

 

51%

Cambio Radical

4

4

11%

14%

Colombia Democrática

1

1

1%

19%

Colombia Viva

2

2

18%

 

Convergencia Ciudadana

3

3

21%

10%

Movimiento Nacional

 

 

 

19%

Partido Conservador

2

2

4%

2%

Partido Liberal

 

 

 

4%

Partido de la U

 

 

 

2%

Polo Democrático

 

 

 

3%

 

17

17

 

 

Fuente: Elaborado por la autora, con datos de Congreso Visible.

¿Qué tanto debe preocuparnos el "transfuguismo"?

En lo que resta de este artículo sostengo que ni la "desbandada" ni el cambio de partido es lo que debe quitarnos el sueño. De hecho esta estrategia estaba planeada desde mucho antes de ser promulgado el Acto Legislativo No. 1 del 2009,  que en su "parágrafo transitorio No. 1" autorizó el cambio de partido, y cuya lógica política es la misma que la de otros países donde existe nuestro mismo sistema electoral (este es el caso de Brasil o el de Italia, que han sido estudiados en detalle por politólogos como Barry Ames y Scott Desposato, respectivamente).        

En efecto. El fortalecimiento de los partidos no es algo que convenga siempre sino que debe ser examinado a la luz del contexto político e institucional. Cuando el Presidente concentra muchos poderes, la posibilidad de que los congresistas cambien de partido puede incluso servir de contrapeso al poder presidencial. Es decir: creo que en el contexto colombiano, donde el Presidente reúne tantos poderes constitucionales, administrativos y presupuestales, y donde hoy tiene además tan altos niveles de popularidad, el "deseo" aislado por partidos fuertes pueda llevarnos a un mundo menos democrático que el que vivimos hoy.

Los partidos son más fuertes de lo que parece

En un artículo famoso, Ronald Archer y Matthew Shugart (1997)[1]  clasificaron el Presidente de Colombia como "potencialmente dominante" puesto que (antes de la Constitución de 1991) él disfrutaba de grandes poderes legales pero no lograba concretar sus reformas porque se lo impedían la fragmentación y los intereses "conservadores" del Congreso, sobre todo a la hora de cambios a la Constitución. Este argumento siguió siendo válido incluso bajo la Carta del 91[2], pues aunque los presidentes tenían un gran poder constitucional, siguieron sin poder tramitar sus reformas.

Gracias a la reforma política de 2003, hoy tenemos partidos más fuertes que durante las dos últimas décadas. En el Congreso, los líderes de los partidos pueden pactar nuevas coaliciones de cara a las elecciones venideras. Este es un buen negocio para los congresistas que buscan ser reelegidos aunque están inconformes con su bancada, pues de otro modo tendrían que sobrepasar sólos el "umbral" de votación requerido. Y para los nuevos aspirantes es una oportunidad de sumarse a una lista que ha demostrado su capacidad de "arrastre" y que no les exige comenzar su carrera política "desde cero".

Más aún, al menos en principio, hoy por hoy los partidos  pueden sancionar a los miembros que no respeten sus normas o sus acuerdos. Esta reforma saludable no habría sido posible sin el cambio de sistema electoral, que hoy establece fuertes incentivos para la agregación de las listas electorales: aún los más independientes entre los independientes necesitan estar en un partido para presentarse ante los electores y necesitan de alianzas que antes habrían tenido muy poco sentido (la unión de los "tres tenores" en tordo al Partido Verde ilustra bien este punto).

El mal está en la concentración del poder

El problema no viene de la ley de partidos sino de que los incentivos a la agregación fueron acompañados por un aumento sin precedentes en el poder  presidencial a raíz de la primera reelección de Álvaro Uribe.

En principio, la primera reelección no hubiera sido un mal diseño si hubiera sido acompañada de ajustes al poder nominador del Presidente de la República. Pero estas reformas complementarias no se dieron y el Presidente actual no pertenece formalmente a un partido político, de suerte que los incentivos a la agregación podrían acabar jugando en contra de los defensores de la democracia y la dispersión de poderes.

Los partidos políticos fuertes de por sí no generan balances o contrapesos. Son los balances y contrapesos quienes crean incentivos para que los partidos tengan vocación de poder, puedan ejercer la oposición, sean consistentes con sus promesas de campañas y por ende, sean más fuertes.

Un partido además tiene que tener mecanismos claros de democracia interna para que la voluntad de un individuo no prime sobre la de la colectividad.

Pero si el presidente es una figura demasiado dominante, los partidos fuertes pueden acabar siendo un obstáculo para el funcionamiento de la democracia. Dada la gran influencia que el Presidente puede ejercer para la reelección o no reelección de los legisladores, muchos de ellos optarán por dar su voto a cambio del favor presidencial. Como decía Medófilo Medina en esta revista, "La historia de la reelección en la era uribista no es prolongada pero está erizada de sobornos, compra de votos, embajadas, notarías y transfuguismo. Luce  adornada por figuras de farsa, la han hecho viable carteras ministeriales dedicadas a cruces, cada cual más edificante. Pero podremos ver cosas, cuerdas y escenas aún peores que las vistas en la parte ya corrida del espectáculo."[3]

Los profesores Cox y Morgenstern (2001)[4] llaman a éste el caso de las  "asambleas veniales o arrodilladas" que pierden su capacidad de controlar y ejercer contrapesos al poder ejecutivo. Este, sin duda es un escenario menos democrático que otro donde le Congreso le impide al Presidente que re-diseñe las instituciones para asegurar su permanencia – y cualesquiera sean los motivos del Congreso, principios o ambición.

¿Quién ganó en la desbandada?

Creo, por lo anterior, que "el problema" no estuvo en las defecciones de los congresistas. A fin de cuentas muchos de los legisladores que cambiaron de partido ya venían actuando como adeptos o como seguidores del gobierno. Lo grave es que apenas cinco de los 17 senadores que cambiaron de partido se fueron de la coalición de gobierno, y ninguno de los miembros de la cámara que cambió de partido se fue para un partido de oposición. Esto habría sido lo normal para una época electoral, donde las re-alineaciones son tan comunes y donde a muchos no les conviene seguir atados o todavía menos, acercarse a un gobierno que tiene, como se dice, "el sol a sus espaldas". Pero el cuadro siguiente muestra que la ganancia fue para el oficialismo:

Partidos receptores

Total Cámara

Total Senado

Cambio Radical

1

1

Convergencia Ciudadana

5

1

Partido Conservador

6

6

Partido Liberal

4

 

Partido de la U

11

9

Fuente: Elaborado por la autora, con datos de Congreso Visible.

¿Quien perdió?

Lo que realmente debe preocuparnos es que la causa de esta desbandada y el fortalecimiento de la coalición de la mayoría no pueda explicar sino por la pérdida de balances y contrapesos en el sistema, donde el presidente es dueño y señor de la coalición: no en virtud de un debate interno de la coalición mayoritaria, sino porque detenta el poder ejecutivo y no existe un mecanismo de crítica porque no pertenece a ningún partido.

Hoy no tenemos Fiscal, y la Corte Constitucional que ha sido considerada por muchos la institución más fuerte en el balance institucional, es cuestionada por su independencia. Aunque algunas de las instituciones se sostienen a pesar de la tensión que ha generado el poder de la coalición, su desgaste es inminente porque en ellas recae el peso de lo que deberían ser muchas más[5].         

Por esto, más que la intranquilidad aislada acerca de si los partidos son o no son partidos, si  son fuertes o son débiles, o si son grupos estables o alianzas temporales, creo que lo importante es entender que sin un sistema de balances y contrapesos y sin mecanismos de democracia interna, los partidos – fuertes o débiles – poco le sirven a la democracia, y más bien le hacen el favor de legitimar el "estado de opinión" al presidente que desee permanecer en el poder, aún a costa de la democracia misma.  

No existe democracia sin alternación ni oposición. Y eso es lo que está en juego en Colombia hoy.

 

* Profesora asistente de la Universidad de los Andes. Directora del Proyecto Congreso Visible.

 

Notas de pie de página


[1] Ronald Archer y Matthew Soberg Shugart. 1997: El Potencial Desaprovechado del Predominio Presidencial  en Colombia. En: Scout Mainwaring y Matthew Soberg Shugart: Presidencialismo y Democracia en América Latina, Barcelona. Editorial, Paidós, 1997. Pp.121-175

[2] Además, durante el Frente Nacional por ejemplo, se exigía que el ministerio de gobierno fuera ocupado por el partido contrario, así como la Contraloría y Procuraduría, para poder establecer algunas garantías a los demás grupos políticos. 

[3] "Gobierno y oposición en la era uribista", en http://www.razonpublica.com/index.php?option=com_content&task=blogcategory&id=107&Itemid=65 (Consultado el 21 de septiembre de 2009)

[4] Cox, Gary W and Scott Morgenstern. 2001. "Latin America's Reactive
Assemblies and Proactive Presidents." Comparative Politics, Vol. 33,
No. 2. Pp. 171-189

[5] Ver, Bustamante Roldán, Jorge, "Colombia: una democracia amenazada": La concentración del poder político, con la primera reelección inmediata del Presidente de la República, sin ajustes a la Constitución, permitió que éste pudiera intervenir en forma directa e indirecta en la conformación de la Corte Constitucional, de la Corte Suprema de Justicia, del Consejo de Estado, de la Comisión Nacional de Televisión, del Consejo Superior de la Judicatura, de todas las Comisiones sectoriales de Regulación, de la Contraloría General de la República, de la Procuraduría, de la Fiscalía y de la Defensoría del Pueblo. Hoy por hoy por ejemplo, el presidente Uribe terminará nombrando a todos los miembros de la Junta del Banco de la República, cuando según la intención de los constituyentes, sólo podría designar a dos." En http://www.razonpublica.org.co/?p=2856 (Consultado el 21 de septiembre de 2009)

 

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