Descansa en paz, Coldeportes. Bienvenidos el Departamento Administrativo del Deporte y otras hierbas… Más recursos, éxitos internacionales, grandes eventos, pero también mucha politiquería y una brecha que se amplía entre deportes taquilleros y actividades que no son de relumbrón.
Alejandro Pino Calad*
El deporte en ascenso
El pasado 3 de noviembre el presidente Santos firmó el decreto 4183: el pitazo final para la entidad que ha regido los destinos del deporte en Colombia desde 1968, el Instituto Colombiano del Deporte (Coldeportes). El decreto crea un nuevo Departamento Administrativo, pero pasó sin pena ni gloria por los medios.
Este cambio administrativo y nominal — a partir de 2012 ya no hablaremos más de Coldeportes, hasta ahora dependiente del Ministerio de Cultura, sino del Departamento Administrativo del Deporte, la Recreación, la Actividad Física y el Aprovechamiento del Tiempo Libre (y habrá que ver qué sigla se nos ocurre, porque DADRAFATL resulta algo complicado) — significa que el deporte tendrá prácticamente un ministerio, con todos los beneficios de presupuesto, autonomía y libertad de inversión que esto representa. Este cambio puede presagiar una era dorada para la actividad física en el país.
En términos del organigrama, un Instituto como era Coldeportes tiene una serie de limitaciones. Un Departamento Administrativo podría calificarse de ministerio técnico, menos sujeto en principio a presiones políticas. Este tipo de entidad, que la Constitución de 1991 retocó parcialmente, se crea para formular y adoptar políticas del orden nacional en temas específicos.
Sólo existía para la Presidencia de la República (DAPR), Planeación Nacional (DNP), la Función Pública (DAFP), Estadística (DANE), Seguridad (DAS), que desaparece como tal y se transforma en la Agencia Nacional de Inteligencia Colombiana (ANIC), la Economía Solidaria (DANSOCIAL), la Ciencia, Tecnología e Innovación (el antiguo Colciencias).
El hecho de dotar al deporte nacional de un ente rector de esta categoría es histórico. Para explicarlo en términos de plata, el presupuesto de funcionamiento de Coldeportes para 2011 fue de 12.118 millones de pesos, mientras que el DANE dispuso de 22.000 millones de pesos: un Departamento Administrativo es más grande, tiene más jerarquía y maneja muchos más recursos.
Incluso, el presupuesto de inversión también deberá crecer, aún si este año la entidad debió ejecutar un volumen excepcionalmente grande de inversiones en virtud de las obligaciones asumidas por el gobierno para cofinanciar la infraestructura del Mundial Sub-20 de fútbol.
Política politiquera
Sin embargo, este ascenso en la jerarquía administrativa también representa un riesgo para el deporte colombiano. Al fin de cuentas, Coldeportes se había convertido en los últimos años en una reserva de cargos para pagar cuotas políticas. Si ya pasó con un Instituto, ¿por qué un Departamento Administrativo estaría mejor blindado?
Carlos Lleras Restrepo fue el campeón nacional en creación de Institutos en Colombia, una figura administrativa con la que trató de darle importancia a temas que nunca habían estado en la agenda de los gobiernos. Durante su mandato nacieron Coldeportes, Colcultura, Colciencias, el Inderena y el ICBF, entre otros. Por primera vez, la administración pública mostró interés explícito en el deporte, la cultura, la ciencia, el medio ambiente y la familia.
El primer director de Coldeportes fue el empresario caleño Adolfo Carvajal, miembro de la familia propietaria del poderoso grupo empresarial, el cual dirigió en 1969. Su llegada al cargo fue para asegurar la preparación de los Juegos Panamericanos de 1971 que se habrían de realizar precisamente en Cali.
Sin embargo Carvajal duró apenas un año en el cargo pues, con el cambio de gobierno en 1970 y la llegada de Misael Pastrana, se nombró al también vallecaucano (pero, por supuesto, conservador) Humberto Zuluaga, quien venía de dirigir la Junta de Deportes del departamento.
Para merecer el nombramiento en el cargo de director, evidentemente, había que exhibir credenciales netamente políticas desde sus inicios. Sin embargo, los diferentes gobiernos trataron de darle cabida al deporte, pues nombraron verdaderos dirigentes deportivos como el ya mencionado Zuluaga, Enrique Lara Hernández (al frente entre 1975 y 1977, ex jugador del Cúcuta Deportivo y también directivo de fútbol), Enrique Perozzo (hombre del patinaje), Miguel Ángel Bermúdez (histórico personaje del ciclismo, legendario por un escándalo de acoso sexual en los 90 y luego gobernador de Boyacá), Diego Palacios (tenis de mesa, voleibol… un dirigente de larga carrera en el mundo deportivo).
Lamentablemente nunca fue más evidente que en los últimos nueve años que la dirección de Coldeportes era un puesto más de la cuota burocrática para responder a intereses políticos. Antonio Pretelt Emiliani, experto en minería y finanzas (fue gerente de Carbocol), fue el primer director de Coldeportes de Álvaro Uribe y nadie en el mundo deportivo entendió muy bien su nombramiento. Lo sucedió Daniel García Arizabaleta (2003-2006), una de las cartas fuertes de la nueva generación uribista y quien tras su paso por Coldeportes, dirigió el Invías, de donde terminó destituido y suspendido por irregularidades.
En el 2006, se nombró a Everth Bustamante, exintegrante del M-19, con cuyo nombramiento la administración Uribe hacía un gesto a la izquierda, tal vez buscando acercamientos con la oposición.
A la llegada del gobierno Santos, fue nombrado Jairo Clopatofsky, extraña jugada que muchos críticos — entre ellos quien esto escribe — vieron más como un premio de consolación para uno de los líderes del Partido de la U que no logró una curul en el Congreso, que como una muestra de interés real en el deporte colombiano.
Claro, eso no significa necesariamente que estos directores hayan realizado una labor mediocre, todo lo contrario: si algo ha caracterizado a los gobiernos de Uribe y Santos ha sido el favorecimiento del deporte.
Deporte y nacionalismo
El programa del entonces candidato presidencial Álvaro Uribe, llamado ‘Manifiesto democrático’, tenía muy claro el uso de la actividad física en términos de representación para la sociedad colombiana: “La cultura y el deporte son puentes para hacer tránsito de una sociedad de masa hacia una auténtica comunidad de pueblo con lazos de solidaridad, sentido de pertenencia y responsabilidad frente a lo colectivo y público”. Esto se vio desde el primer día de su administración: el deporte iba a ser uno de los ejes para mostrar el desarrollo del país, su progreso y, en últimas, una estrategia de unidad.
Haciendo memoria, en los ocho años de la administración Uribe se realizaron tres megaeventos, todos manejados con un claro discurso nacionalista: los Juegos Bolivarianos (2005), los Centroamericanos y del Caribe (2006) y los Suramericanos (2010). Además, Uribe pidió Mundial de Fútbol, le concedieron el Sub20 que terminó ejecutando Santos (también con un marcado tono de patriotismo que ayudó a su popularidad).
Nunca en la historia se había invertido tantos recursos públicos en infraestructura y escenarios deportivos, con los problemas de malos manejos de fondos que se vieron en el torneo de fútbol juvenil de agosto pasado, sumados al enfrentamiento de “quién manda a quién” entre el gobierno y la dirigencia del balompié nacional. Ese pulso ha demostrado que las medidas estatales son más mediáticas que efectivas.
Lo cierto es que Coldeportes dejó de existir oficialmente, para transformarse en algo más grande y más importante. Buena parte de esto se debe a que la inversión de los últimos años, encaminada a lograr que surgieran nuevos ídolos deportivos e impulsando un cierto nacionalismo de cuño uribista, realmente ha sido todo un éxito.
Los recientes Juegos Panamericanos en Guadalajara lo demuestran: 24 medallas de oro, 25 de plata y 35 de bronce, para un total histórico de 82 y la promesa de que en los Olímpicos de Londres en 2012 se puede lograr algo nunca antes conseguido.
El más y el menos
¿En fin, este cambio será positivo para el deporte colombiano? Sí y no, pues si bien la nación entera celebra los éxitos de sus atletas de élite y se cumple la premisa de darle triunfos al país, lo que se ha hecho en los últimos años fue apostarle todo al caballo ganador y olvidar al deportista que no garantiza medallas.
Mejor dicho, el presupuesto es generoso, pero sólo cuando hay claras probabilidades de triunfos internacionales. De otra forma, el deportista individual y el mismo deporte no encontrarán respaldo. Casos como el béisbol y el baloncesto lo demuestran: son tremendamente populares en el país, pero no tienen suficiente proyección que garantice el éxito internacional, cosa que sí ocurre con el ciclismo o con el patinaje. Colombia produce beisbolistas y basquetbolistas de gran nivel que se ven obligados a salir del país, pues los torneos profesionales nacionales no disponen de patrocinios suficientes para retenerlos.
Habrá que ver si el larguísimo Departamento Administrativo del Deporte, la Recreación, la Actividad Física y el Aprovechamiento del Tiempo Libre logra mantener impulsadas las líneas de éxito, pero también reduce las desigualdades.
* Columnista, blogger y profesor del Externado de Colombia. Actualmente dirige el portal Golcaracol.com, fue editor de Futbolred.com, la Revista Fútbol Total y jefe de redacción del Diario Deportivo.
@PinoCalad