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Investigación social y políticas públicas

Escrito por Victoria Kairuz

Auditorio Yasuda de la Universidad de Tokio.

Victoria KairuzEn el mundo -y en Colombia- se abre campo la tesis de que sobra la formación de estudiantes en las humanidades y en las ciencias sociales. Por eso dedicamos este espacio a recordar por qué las ciencias sociales importan y a reseñar un ejemplo  constructivo.

Victoria Kairuz Márquez**

Universidad de Ibagué

Investigación social y políticas públicas

Elsy Bonilla Castro, Liliana Andrea Castro y otros

Universidad de Ibagué, 2015.

Sobran las ciencias sociales

Es alentador que las universidades decidan invertir recursos –por cierto bien escasos-, para financiar investigación en ciencias sociales, cuando en el mundo se registran hechos tan estridentes como el de Hakubun Shimomura – nada menos que el ministro de educación de Japón- quien dio la orden de eliminar o reorientar drásticamente las carreras de humanidades o de ciencias sociales para concentrarse en las carreras tecnológicas y de ciencias “duras”, “que atiendan mejor las necesidades de la sociedad”. El ministro argumentaba que Japón, con diez millones de habitantes mayores de 80 años, tiene un problema demográfico de gran magnitud, y que el país necesitará muchos trabajadores calificados y útiles para mantener esta población.

Así, en un plazo muy breve, las humanidades habrían dejado o dejarán de ser parte de los currículos de los colegios y universidades niponas. Sobra advertir que, con un par de honrosas excepciones – las universidades de Tokio y de Kioto- las instituciones educativas japonesas habían o han comenzado a obedecer la orden. Y digo que “habían o han comenzado” porque el ministro en cuestión se vio forzado a dimitir, no a raíz de aquella  orden curricular, sino del costo escandaloso del principal estadio para los Juegos Olímpicos que acogerá Japón en 2020.

Gran equivocación  

El exrector de la Universidad Nacional, Moisés Wasserman.
El exrector de la Universidad Nacional, Moisés Wasserman.
Foto:Wikimedia Commons

Bajo el título “La mala hora de las humanidades”, el editorialista de El Espectador en Colombia comentó la noticia inicial sobre Shimomura y aclaró que “aplicar un criterio de rentabilidad a la productividad científica en humanidades no sólo es injusto, sino que es una simplificación inadecuada del aporte que éstas les dan a los estudiantes y al país entero. Las ciencias sociales existen, precisamente, para pensar e intentar comprender los problemas complejos de nuestro mundo. Como dijo Marc Augé, director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París: ´sin este esfuerzo intelectual, el futuro se nos escapará´”.

Por su parte dos rectores colombianos expresan  opiniones contundentes frente a hechos de este tipo – donde infortunadamente hay que incluir declaraciones y decisiones recientes (aunque menos estridentes) de Colciencias, que en esta misma revista examinaron María Victoria Uribe y Eduardo Restrepo-:  

-Moisés Wasserman, ex rector de la Universidad Nacional manifestó hace poco en su columna en El Tiempo, a raíz de la calificación de grupos de investigación hecha por Colciencias, que “hay problemas en la enseñanza de las ciencias sociales. El más serio es el deterioro que ha sufrido el estudio de la historia, la geografía y la filosofía en la educación básica y media. Cuando se está formando a la persona, es importante que entienda de dónde viene y dónde está parada. El empobrecimiento de estas asignaturas contradice el propósito de formar mejores ciudadanos. Es fundamental que la gente comprenda los procesos sociales…”

-Con mayor detenimiento y en un acto académico reciente Alfonso Reyes, rector de la Universidad de Ibagué, precisó que “esta tendencia a desvalorizar socialmente el papel de las humanidades y las ciencias sociales no es nueva. Hace cinco años Martha Nussbaum, brillante y prolífica filósofa de la Universidad de Chicago, publicó un libro con el sugestivo título “Sin fines de lucro”, donde desarrolla un manifiesto en favor de las artes liberales. Su argumento parte de observar que el estudio de las humanidades se ha venido abandonando en casi todos los niveles de escolaridad, y en gran parte de los países del mundo. Entre estos se encuentran los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), cuyas prácticas están siendo copiadas de manera poco crítica por los  países que, como Colombia, desean ser, a toda costa, parte de este selecto grupo”.

Y agregaba el rector Reyes: “Esta tendencia global podría explicarse al consultar el propósito con el que fue creada la OECD. Su acta fundacional claramente establece que este es un foro de países comprometidos con la democracia y con la economía de mercado. Es decir, que la “lógica del mercado” es el sustento ontológico del desarrollo de las “mejores prácticas” que estos países han adoptado, y que les exige implantar a quienes desean ser miembros de esta organización. Se espera que esta lógica guíe la manera de concebir y estructurar, entre otros, los servicios de salud, justicia y educación.”

Bajo esta ideología, “los jóvenes son formados para ser profesionales eficientes, para que se inserten adecuadamente, en los procesos productivos nacionales o internacionales o que desarrollen habilidades para crear nuevas empresas. Con esta misma lógica se ha ido imponiendo la moda de concentrar la formación, en todos los niveles educativos, en una formación en competencias”. Y añade Reyes: “Consecuente con esta manera de  entender los procesos educativos, el Ministerio de Educación de Colombia definió una competencia como “un saber hacer en contexto”, es decir, el énfasis está en el hacer, y desaparecen o se minimizan habilidades como el reflexionar, el sentir, el reflexionar sobre el sentir y, más sutilmente, el reflexionar sobre el reflexionar, es decir, el pensar críticamente. En otras palabras, se privilegia la enseñanza de habilidades técnicas en desmedro del estudio de las humanidades, como afirma Nussbaum en el libro citado.

Esto está llevando a formar profesionales que ejercen sus profesiones sin consideraciones éticas ni estéticas. Se educa para saber cómo obtener beneficios económicos o, en otras palabras, para aprender a jugar las reglas del mercado y no para vivir como ciudadanos responsables; se forma para vivir con calidad pero no para vivir en comunidad”.

Pasos constructivos

La filósofa norteamericana Martha Nussbaum, autora del libro “Sin Fines de Lucro” donde expone la validez e importancia de las Artes Liberales.
La filósofa norteamericana Martha Nussbaum, autora del libro “Sin Fines de Lucro”
donde expone la validez e importancia de las Artes Liberales.
Foto: Wikimedia Commons

Dadas la intensidad, complejidad y alcances de la tendencia que podríamos llamar anti-humanista  y anti- ciencias sociales, hay que exaltar y apoyar la tarea de formación de docentes e investigadores en ciencias sociales y humanidades que llevan a cabo las universidades, y reclamar mayor inversión de Colciencias en este campo.

El panorama deja mucho que desear pero en Colombia sin duda hemos tenido avances. Con más exactitud cabría decir que las ciencias sociales y por ende la formación en estas disciplinas han tenido altibajos en nuestra historia reciente. A épocas de auge reconocido, asociadas especialmente con los inicios de las carreras de sociología y antropología,  sucedieron épocas de retroceso, también relacionadas con los cierres de algunas de las facultades que ofrecen estas carreras. Y después se produce el resurgir, con una oferta variada de formación y de resultados de investigación, en universidades públicas y privadas y en centros de pensamiento o de investigación.

En esta dirección hace un par de años se creó el Programa de Formación de Investigadores (PROFIN) de la Universidad de Ibagué, con el fin de continuar preparando a los profesores de ciencias sociales para la investigación como una de sus funciones misionales, pero entendida no como la investigación disciplinar, o referente a las preocupaciones teóricas propias de las disciplinas, sino como la  “generación de conocimiento científico sobre la  problemática social del entorno de la Institución, la ciudad y el país”, es decir, no circunscrita a la descripción de los problemas sociales, sino comprometida con su solución y con la contribución a las política públicas asociada con dichos problemas.

De los primeros resultados de este programa, al cual pertenecen grupos y semilleros de investigación de la Universidad, da cuenta un libro reciente – Investigación social y políticas públicas- con la edición académica de Elsy Bonilla Castro y la coordinación de Lilian Andrea Castro Villarreal. Esta publicación es el resultado de las investigaciones realizadas en los años 2013 y 2014, agrupadas en cuatro partes: educación, problemas urbanos, apropiación del patrimonio cultural, economía del cuidado y diseño de servicios sociales.

El Programa de Formación de Investigadores que precede a la publicación el libro ha sido muy riguroso: incluye conferencias, seminarios y talleres orientados por investigadores y profesores de amplia trayectoria en la docencia y la investigación en Colombia. Esto se refleja en la calidad de los trabajos que publican los investigadores, en la variedad y solidez de los enfoques y metodologías, que justamente es lo que hace rica la formación y la investigación en ciencias sociales.

*Razón Pública agradece el auspicio de la Universidad de Ibagué. Las opiniones expresadas son responsabilidad de la autora.

** Socióloga, asesora de la Universidad de Ibagué.

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