La vulnerabilidad de las conexiones, los ataques cibernéticos y la difusión de mensajes engañosos son nuevas amenazas a la democracia a través de la Internet. ¿Cómo contrarrestarlas?
Omar Villota Hurtado*
¿Internet global o fragmentado?
Hoy existen dos visiones contrapuestas sobre cómo debería operar la Internet:
- Australia, Estados Unidos, India y Japón, países miembros del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (Quad), sostienen que Internet debe ser un “ecosistema tecnológico abierto, accesible y seguro”.
- En cambio, Rusia y China abogan por un Internet fragmentado por países, por considerarlo un tema de interés nacional y, por lo tanto, defienden el concepto de “cibersoberanía”.
Para expertos como Graham Webster, investigador de la Universidad de Stanford, y Justin Sherman, miembro de la Atlantic Council’s Cyber Statecraft Initiative, “dividir Internet en dos o más redes independientes significa duplicar cadenas de suministro altamente complejas”. Esto sería extremadamente costoso, ineficiente y dañino para el medio ambiente.
Después de la Guerra Fría, diplomáticos, académicos y tecnólogos confiaron en que la globalización de Internet contribuiría a difundir las libertades democráticas de la razón, la política y la economía. Hoy, muchos siguen creyendo en ese intercambio abierto como algo deseable por sí mismo.
Otros no pensaron lo mismo y la experiencia confirmó que el acceso a Internet y sus beneficios siguen siendo desiguales en el mundo. Las amenazas, la propaganda falsa, los agentes involuntarios, los ataques maliciosos, la información engañosa, las medidas activas y, sobre todo, el poder blando de Rusia y China, están presionando a las democracias para fragmentar Internet.
Lo digital, en manos privadas
Para la directora de Alliance for Securing Democracy, Laura Rosenberger, es importante entender que todas las actividades de la red ocurren a través de tres dimensiones integradas:
- Información (propagación, control y persuasión sobre la base de narrativas);
- Arquitectura (sistemas y plataformas que transmiten, arreglan, ordenan y recopilan la información); y
- Gobernanza (leyes, normas y estándares de contenido, datos y tecnología, en algunos casos).
El presidente del Grupo Eurasia, Ian Bremmer, denomina la vida en el espacio digital como un “momento tecnopolar”, que los gobiernos no pueden controlar por completo. Se trata de un ámbito dominado por las empresas de tecnología, donde los algoritmos y la inteligencia artificial completan lo que se escribe y les dicen qué pensar, qué creer y qué comprar a las personas.
Esto no es necesariamente negativo: las empresas orientan a las personas sobre cómo emplear mejor su tiempo, les dan oportunidades profesionales y sociales y, en última instancia, les ofrecen ideas y pensamientos. Pero las empresas han conseguido un poder inimaginable en el espacio digital, mientras que los gobiernos siguen caminando en el espacio físico.
Para darse una idea del poder de los privados en Internet, hay que recordar que cuatro empresas privadas satisfacen la mayor parte de la demanda mundial de servicios digitales: Alibaba (China), Amazon, Google y Microsoft (Estados Unidos).

Las políticas de ciberseguridad
Pero hoy en día, el ciberespacio es además una zona de guerra, como la tierra, el mar, el aire y el espacio. Por eso, en las últimas dos décadas, varias agencias de gobierno en el mundo han actualizado sus estrategias nacionales de ciberseguridad. Por ejemplo:
- La Estrategia Internacional para el Ciberespacio del departamento de Estado de Estados Unidos “fomenta una infraestructura de comunicación abierta, interoperable, segura y confiable, que respalda el comercio internacional, refuerza la seguridad internacional e impulsa la libre expresión y la innovación”.
- El parlamento de la Unión Europea se propone proteger su infraestructura de información para “estimular y sostener un alto nivel de desarrollo de la capacidad de preparación, seguridad y resistencia, a nivel nacional y europeo”.
- El gobierno de India adoptó una Política Nacional de Ciberseguridad para tener un “entorno informático seguro para una confianza adecuada en las transacciones electrónicas”.
- En 2015, Australia anunció un plan de seguridad y participación cibernética, con inversión de recursos “para cumplir los desafíos de un entorno cibernético complejo, que puede incluir pérdidas económicas, daños a la reputación, pérdida de capacidad a la propiedad intelectual e interrupción del negocio”.
- En 2018, Alemania aprobó una Ley de Aplicación de la red, con la intención de mejorar el cumplimiento de la ley en las redes sociales.
- En los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, Japón hackeó legalmente los dispositivos IoT de sus ciudadanos para protegerlos y así “evitar [otros] ataques rusos como el Olympic Destroyer”, ocurrido en los Olímpicos de Invierno en Pyeongchang (Corea del Sur).
- En 2020, Colombia aprobó el documento Conpes 3995 o la Política Nacional de Confianza y Seguridad Digital. Este documento establece medidas para “desarrollar la confianza digital y mejorar la seguridad digital para que el país sea una sociedad incluyente y competitiva” y destina una inversión aproximada de 8.342 millones de pesos.
La expansión de Huawei
La apertura de Internet ha traído beneficios, pero en el anterior contexto, ¿es un espacio seguro y confiable?
En años recientes, China ha tenido un crecimiento exponencial en el mercado de los teléfonos inteligentes en América Latina y el Caribe, donde su cuota de mercado pasó de 2,3 % en 2013 a 9,4 % en 2018, según la consultora Euromonitor.
Lo anterior, a pesar de las medidas de empresas como Google contra compañías chinas, como Huawei. En 2019, Google anunció que le impediría a Huawei hacer uso de algunas actualizaciones del sistema Android. Google y otras empresas occidentales sospechan que Huawei podría estar usando sus redes 5G como herramienta de espionaje a favor del gobierno chino. Por su parte, la empresa ha rechazado repetidamente estas afirmaciones y ha advertido que la medida «solo servirá para obligar a Estados Unidos a aceptar alternativas peores y más costosas”.
Según la International Data Corporation (IDC), Huawei está en el top 3 de compañías de muchos países de la región, como México, Colombia, Perú, Chile, y también de Centroamérica. Además, la consultora Counterpoint destaca que Huawei se convirtió en Colombia la segunda marca más grande en 2018, con una cuota de mercado del 25 %.
El marketing preferido de la tecnológica multinacional china se da a través de los clubes deportivos, como Alianza Lima y Sporting Cristal (Perú); Santa Fe (Colombia); Emelec (Ecuador); América (México); Bolívar (Bolivia); Boca Juniors y River Plate (Argentina). En México, Huawei se ha enfocado en dos sectores estratégicos: los jóvenes y los segmentos premium –consumidores con mayor poder adquisitivo–.
El poder blando de Rusia y China
Aunque parezca inofensiva, la expansión de Huawei podría hacer parte de una estrategia de “poder blando” de Rusia y China. Este tipo de poder resulta de hacer más atractiva la cultura y los ideales políticos, en vez de utilizar la fuerza militar o la coerción económica. Para Joseph Nye, la nueva influencia de las élites autoritarias de Rusia y China se desarrolla en tres áreas principales:
- Negocios. Los gobiernos invierten en el extranjero para obtener beneficios y ganar influencia en los países anfitriones. Su peor consecuencia para las economías occidentales es la captura de profesionales locales, que dependen del patrocinio foráneo y se convierten en profesionales serviles en términos de tiempo de trabajo y de valor del salario.
- Partidos políticos. Algunos Estados financian organizaciones y amigos políticos con el fin de aumentar su poder. Por ejemplo, Rusia ha financiado a partidos de extrema derecha, como el “Frente Nacional” de Francia, “Jobbik” de Hungría, “Alternativa para Alemania”, el “Partido de la Libertad” de Austria y la “Liga del Norte” de Italia.
- Opinión pública e instituciones. Algunos países hacen propaganda través de los medios de comunicación, las redes sociales, las organizaciones no gubernamentales, think tanks e instituciones culturales.
Un ejemplo es la cadena de televisión internacional RT de Rusia, que pretende fracturar las sociedades y gobiernos occidentales y socavar la fe en la democracia liberal, desacreditando a las instituciones y funcionarios democráticos. Otro ejemplo son los institutos Confucio, de China, que funcionan por el mundo como brazos del Estado chino.
El objetivo final es inclinar el orden global hacia el “iliberalismo democrático”. Según el presidente del Centro de Estrategias Liberales de Sofía (Bulgaria), Ivan Krastev, esta estrategia hacia el iliberalismo democrático “captura la naturaleza de los desafíos que enfrenta la democracia liberal con peligrosas mutaciones y por el lado contrario, se opone a la naturaleza representativa de las democracias modernas, a la protección de los derechos de las minorías y a las restricciones a la soberanía del pueblo, un rasgo distintivo de la globalización”.
Para contrarrestar estas estrategias, se necesita un debate público y crítico sobre el papel de Internet y el espacio digital en nuestras democracias. Además, según Benner, Estados Unidos y los países europeos deberían exigir a sus empresas y consultores que revelen las relaciones comerciales con clientes de Estados autoritarios, y a las organizaciones sin fines de lucro, clubes deportivos, grupos religiosos, universidades y partidos políticos que aclaren los fondos que reciben y las condiciones que se les imponen.