Es indiscutible que la inteligencia artificial (IA) está transformando la industria periodística de manera irreversible. Si bien ofrece ventajas innegables en términos de eficiencia y personalización, también plantea riesgos importantes para la garantía del derecho a la información y el futuro mismo de la profesión periodística.
Al igual que lo que ocurre en otros campos, la actividad periodística ha encontrado en la IA un aliado valioso. Algunos argumentan que la IA puede liberar a los periodistas de tareas tediosas y permitirles centrarse en la investigación y el análisis de alto nivel, aumentando la eficiencia y la precisión en la producción de contenido. La generación automática de noticias y el análisis de datos masivos para identificar tendencias son prácticas cada vez más comunes en el ejercicio de esta actividad. La capacidad que tiene la IA para generar textos coherentes y convincentes, difíciles de distinguir de los escritos por humanos, ha permitido la creación de algoritmos capaces de redactar noticias y artículos de opinión sobre una amplia gama de temas que van desde la política hasta el entretenimiento.
Sin embargo, en un contexto caracterizado por la alta concentración de la propiedad de los medios de comunicación tradicionales, y una situación financiera cada vez más precaria debido a la disminución en los ingresos publicitarios y de suscripción, la presencia de la IA en la actividad periodística puede jugar un papel disruptivo, poniendo en riesgo el derecho a la información, un componente fundamental de la libertad de expresión y la democracia.
Cuando los medios de comunicación carecen de recursos suficientes la IA puede resultar atractiva porque hace más eficiente el trabajo periodístico, permite automatizar funciones y bajar costos. La automatización del sistema, sin embargo, no está exenta del riesgo de caer en sesgos algorítmicos, reflejando consciente o inconscientemente los valores de los humanos que están implicados en la codificación y recolección de datos usados para entrenar el algoritmo. La IA puede ser programada para producir contenido con el objeto de obtener fines determinados, los cuales pueden ir desde el simple deseo de aumentar el número de lectores hasta manipular la información.
De otra parte, a medida que los medios de comunicación tienden a adoptar estas tecnologías con el objeto de reducir costos y aumentar la eficiencia, los periodistas humanos podrían encontrarse compitiendo con algoritmos, o simplemente ser reemplazados por estos. La eliminación de empleos periodísticos tradicionales puede dar lugar a una pérdida de diversidad en la narración de historias y enfoques periodísticos. Esto va en detrimento de la pluralidad de perspectivas y la necesaria representación de minorías y grupos marginados. Debido a que la IA aprende de datos existentes, hereda y replica los sesgos presentes en esos datos, y por tanto tiende a reflejar las perspectivas predominantes.
Si estos sesgos no se abordan adecuadamente, se corre el riesgo de que se perpetúen en los materiales generados por la IA, y de que se abra la puerta a una infinita e incontrolable desinformación, plagada de noticias falsas. Esto puede socavar la integridad e imparcialidad del periodismo, lo que resultaría en la pérdida de la confianza pública en los medios. La supervisión humana constante y la mejora de los algoritmos son cruciales para mitigar este problema.
La adopción de estas tecnologías debe hacerse de manera responsable y transparente, con un enfoque en mantener la integridad, la diversidad y la calidad del periodismo mientras se aprovechan las ventajas que la IA puede ofrecer en términos de eficiencia y profundidad en la narración de historias.
Para avanzar de manera ética en esta nueva era del periodismo, es fundamental establecer estándares y regulaciones claras. Los medios de comunicación deben adoptar políticas sólidas para garantizar la transparencia, la supervisión humana y la corrección de sesgos algorítmicos. Además, es importante invertir en la capacitación de periodistas en el uso responsable de la IA y fomentar la colaboración entre humanos y máquinas para lograr un periodismo de alta calidad. Esto, sin embargo, requiere no solo de la voluntad para hacerlo, sino también de recursos financieros, los cuales como ya se anotaba son cada vez más escasos, y los que existen se encuentran concentrados en manos, cuyos intereses no siempre están orientados hacia el bien público.
En síntesis, sin lugar a dudas la intersección entre la IA y el periodismo representa un capítulo apasionante en la evolución de los medios de comunicación y su papel en la sociedad. Pero debe ser abordada con sensatez y consideración de sus implicaciones éticas. El futuro del periodismo, como el de muchas profesiones, sin duda, será el de una interacción dinámica entre humanos y máquinas, y nuestra responsabilidad como ciudadanos es vigilar y asegurarnos de que sea una evolución positiva para la sociedad, manteniendo siempre la integridad y la confiabilidad de la información, principios fundamentales de toda democracia.