

Aunque representa un punto de inflexión, la renuncia del máximo mando del ELN no implicará grandes cambios.
Charles Larratt-Smith*
Andrés F Aponte**
Luís Fernando Trejos***
Sin Gabino
A finales de junio, Nicolás Rodríguez Bautista, alias Gabino, renunció a la comandancia del Ejército de Liberación Nacional (ELN) aduciendo motivos de salud. Su salida suscitó una serie de discusiones e interrogantes sobre el futuro de esta guerrilla y las implicaciones que tendrá para la organización.
En este texto argumentamos que, si bien se pueden esperar unos cambios moderados en la doctrina y las acciones militares del ELN, esto no significa una nueva época o un nuevo rumbo para la guerrilla. Más bien, es probable que el ELN siga la trayectoria que ha tenido en la última década, con un carácter organizacional muy fluido y de gran adaptación en los márgenes del país y de gran parte de Venezuela.
El último mohicano
La renuncia de Gabino a la dirección nacional del ELN tiene un impacto simbólico nada despreciable. Guardando las proporciones, Gabino puede ser equiparado a la figura de Manuel Marulanda Vélez en las antiguas FARC-EP.
Gabino hizo parte de las primeras marchas en el magdalena medio santandereano, antes de la fundación oficial del ELN. Fue testigo de la incorporación y muerte de Camilo Torres, presenció los ajusticiamientos, debates y contradicciones de la época de Fabio Vásquez Castaño, lideró la reconstrucción del proyecto armado y fue el jefe militar de la organización hasta la muerte de Manuel “el Cura” Pérez.
Además, vivió la derrota estratégica del ELN y el retroceso militar a manos de los paramilitares. Fue testigo del proceso de criminalización de la guerrilla y del giro en su estrategia armada, que ha ido de la mano de la llegada de una nueva generación de mandos medios.
Por eso no es descabellado afirmar que en él está toda la memoria histórica del grupo: las vivencias de los sucesos más oscuros y dorados de la guerrilla y la memoria institucional que no tiene ningún otro comandante. Gabino fue quien ayudó a diseñar las estrategias militares de la organización, estuvo en la fundación las instancias de comando y control e ideó el ELN que conocemos hoy.
La salida de alias Gabino del ELN no significa una nueva época o un nuevo rumbo para la guerrilla
Por eso su partida marca un punto de inflexión: ya no hay representantes dentro de la organización de la etapa fundacional, algo que es muy importante para el ethos eleno, porque se tiende a recurrir a imágenes y personajes emblemáticos (por ejemplo, Camilo Torres) para darle contenido a la violencia de sus combatientes.
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Las repercusiones
La renuncia de Gabino no tiene las mismas repercusiones para el ELN que la muerte de Manuel Marulanda para las FARC-EP.
La figura de Gabino no tiene el mismo poder que la de Marulanda ni su posición representaba un liderazgo real sobre todos los frentes del ELN. Además, desde hace más de tres años, Gabino se fue debilitando por una intensa depresión que lo aquejó y lo alejó de las vías revolucionarias.
Recordemos que el ELN colegió y democratizó el mando de la organización y la toma de decisiones en la comandancia nacional, para evitar los males iniciales de la dirección de Fabio Vásquez Castaño. Por eso, la muerte o renuncia de mandos estrategicos no tiene las mismas repercusiones que en las antiguas FARC-EP.
En las FARC-EP, las muertes de Manuel Marulanda, Iván Ríos, el Mono Jojoy, Raúl Reyes o Alfonso Cano tuvieron serias implicaciones para la organización y la estructura de mando. En el ELN, este tipo de golpes no ha tenido las mismas consecuencias: las capturas de alias Francisco Galán o Felipe Torres, la muerte de Amilkar Grimaldos y, más recientemente, de Uriel o Gallero no hicieron mella en la organización y los ausentes fueron reemplazados con rapidez. Esto es coherente con la autonomía que tienen los frentes de guerra del ELN respecto del comando central.
Las tensiones internas
Se sabe de la existencia de dos alas dentro del ELN, una política y otra militar. Muchas de las tensiones dentro de la guerrilla se han debido a fricciones entre las dos alas: mientras la una ha buscado sentarse a hablar de paz con el Estado, la otra rechaza estos acercamientos.
Como Gabino, los nuevos comandantes del ELN, Antonio García y Pablo Beltrán, representan el ala histórica de la guerrilla. Los tres provienen de la matriz santandereana o de la Universidad Industrial de Santander, y son fieles seguidores del legado camilista. Sin embargo, García se diferencia de Beltrán por estar asociado con la rama militar y radical tradicional de la organización.
Por otra parte, Pablito representa otra ala militar más dura, pragmática y anclada: la de raíz araucana. Este mando de tercera generación tiene una experiencia distinta de la de otros comandantes, ya que es producto de la colonización del Sarare de los años 60 y 70, e ingresó al recién fundado frente Domingo Laín en su adolescencia.
El joven guerrillero ascendió rápidamente por su destacada capacidad operativa y un talento belicoso que demostró como comandante militar de la Compañia Simacota. Fue el supuesto autor intelectual del asesinato del arzobispo Jesús Emilio Jaramillo y de la masacre de Cararabo. Además, bajo su comandancia se diversificó el portafolio tributario con actividades legales (agricultura y comercio), semi ilegales (comercio informal, prestamistas y moto taxismo) e ilegales (minería de coltán, explotación aurífera y cobro a las rutas de comercialización de coca).
Por lo anterior, la actual comandancia del ELN no solo está dividida entre lo político y lo militar; también en torno a la forma de hacer la guerra. Cabe destacar que entre Antonio García y Pablito hay conflictos de vieja data sobre la captura y detención del mando araucano en 2008, un revés por lo cual Pablito culpa a García.
Esta tensión ya existente entre el ala política y militar se ve agravada por la autonomía de los frentes de guerra comandados e influenciados por Pablito. En la práctica, esto debilita aún más a Beltrán, quien se encuentra varado en Cuba desde el comienzo de este gobierno y sin ninguna tropa.
El poder de Pablito sigue creciendo, pues comanda el Frente de Guerra Oriental, la unidad que acumula la mayoría de los recursos económicos y capacidades militares de esa organización en Colombia y Venezuela.

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Una insurgencia binacional
Muchos podrían pensar que el ELN padece de una cierta debilidad por el hecho de que los primeros tres comandantes estén fuera del país, desde hace varios años. Por ejemplo, se presume que García y Pablito están en Venezuela y Beltrán se halla en exilio forzoso en Cuba.
No obstante, hay que tener en cuenta que durante las dos últimas décadas el ELN ha consolidado su presencia en Venezuela para evitar los esfuerzos contrainsurgentes de la fuerza pública colombiana. En este propósito, la guerrilla ha aprovechado su cercanía con el proyecto bolivariano del fallecido mandatorio Hugo Chávez.
Como Gabino, los nuevos comandantes del ELN, Antonio García y Pablo Beltrán, representan el ala histórica de la guerrilla.
Actualmente gran parte del ELN se encuentra en suelo venezolano y los frentes de guerra con mayor capacidad operativa en Colombia son el Oriental (Arauca) y el Nororiental (Catatumbo), ambos ubicados en la frontera con ese país. Además, García y Pablito tienen una relación estrecha con funcionarios venezolanos de alto perfil, que ya han demostrado ser muy eficientes para controlar las poblaciones civiles y las economías ilícitas en la franja fronteriza del lado venezolano, desde Zulia hasta Alto Apure y una parte importante del Arco Minero del Orinoco.
Esto no cambiará mientras el Estado venezolano siga teniendo capacidad para controlar su territorio y mientras el gobierno colombiano mantenga su hostilidad hacia Caracas. Por eso la llegada de García al mando del ELN y el ascenso de Pablito pueden acelerar aún más este proceso de “venezolización” de la guerrilla.
¿Hacia una urbanización de la guerra?
La renuncia de Gabino también puede intensificar la estrategia militar de urbanizar la guerra. El liderazgo de sectores más militaristas, encabezados por Antonio García y Pablito, pueden traer como consecuencia el crecimiento y fortalecimiento del Frente de Guerra Urbano, con el cual se han llevado a cabo las acciones armadas más mediáticas de esta insurgencia en los últimos años:
- los ataques a la estación de policía del barrio San José en Barranquilla (2017);
- la instalación de artefactos explosivos cerca de la plaza de toros La Macarena (2017), y
- el atentado a la Escuela de cadetes General Santander en Bogotá (2019).
Más que ser estratégica, esta nueva forma de operar es mediática por los métodos, formas y objetivos. No en vano han quedado atrás las voladuras de oleoductos y los ataques a la infraestructura eléctrica o vial, que demandan concentración de fuerzas en los espacios rurales. Esto se ha reemplazado por atentados con explosivos a objetivos de alto valor táctico en las principales ciudades.
¿Y la paz qué?
Es probable que la renuncia de Gabino no represente una alteración sustancial de las posibilidades de paz con el ELN.
Las opciones de paz con esta guerrilla son prácticamente nulas por las posturas y acciones erráticas del gobierno Duque. Además, la coyuntura actual del país –las movilizaciones sociales, los problemas en el cumplimiento de acuerdos de paz y el asesinato de líderes– les dan peso y sentido a los argumentos del ELN.
El ELN debe decidir si reconstruye o sepulta el consenso interno por la paz consagrado en su V Congreso. No se sabrá el rumbo de la guerrilla hasta que sus comandantes se reúnan de nuevo. Por un lado, su sector más político (representado por Beltrán) seguirá intentando abrir una mesa de negociación con el gobierno de turno; en cambio, es probable que Pablito se oponga a las negociaciones por convicción y porque el poder acumulado en la frontera y en Venezuela se convierten en incentivos para continuar en armas.
Una posible mesa de negociación también depende de la dimensión geopolítica regional. Pero no hay comunicación oficial entre Bogotá y Caracas, y el Estado colombiano ha perdido credibilidad internacional por su relación con Cuba y el desconocimiento de los protocolos de negociación.