Este festival es un espectáculo de la cultura, y precisamente por eso hay que valorarlo: como un espacio para mostrar lo que se ofrece en arte y literatura, conocer escritores nuevos y viejos e interesarse por los libros que se leerán durante el año.
Darío Rodríguez*
Festival excluyente
Para quien tiene con qué y quiere asistir, el Hay Festival Cartagena es una oportunidad de oro. Sin duda, no es exagerada la publicidad cuando lo pondera como el evento donde se puede observar en vivo y en directo lo mejor de la literatura mundial.
Es muy difícil saber si las conversaciones con escritores, conciertos y conferencias del Hay cambian las vidas de los públicos participantes (como también prometen sus anuncios publicitarios) pero algo sí es claro: el encuentro brinda una buena visión panorámica del estado en que se encuentra el fenómeno literario global.
Si alguien quiere saber qué se está leyendo y por qué, cuáles son las tendencias dominantes en la producción editorial y cuáles las figuras literarias renombradas, además de informarse de cómo está la literatura en la actualidad, su lugar sin duda es Cartagena de Indias desde finales de enero hasta principios de febrero.
Estas garantías, empero, no alcanzan para acallar las críticas que le han formulado al festival columnistas y especialistas de diverso calibre, que han acusado de elitismo, exclusión y esnobismo a la organización y a los asistentes.
El encuentro brinda una buena visión panorámica del estado en que se encuentra el fenómeno literario global.
Tienen razón. La fiesta literaria de Cartagena no está concebida para multitudes, ni es una celebración enmarcada en las lógicas de la cultura popular masiva. No solo porque los diálogos con escritores requieren, por ejemplo, cierta preparación previa (conocimiento cuando menos superficial de sus trabajos literarios) que no toda la población tiene, sino debido a uno de los componentes sustanciales de la literatura misma: su carácter de exclusividad y de arraigo personal.
Resulta impensable la imagen de un escritor como el premio nobel Jean Marie LeClézio siendo aclamada por millones de personas gracias a los medios de comunicación como si se tratara de una estrella de rock, cuando sus obras (vale citar aquí Urania o El éxtasis material) son invitaciones a crear complicidades muy íntimas entre quien escribe y quien lee, vínculos muy personales ajenos a los estruendos colectivos.
En ese sentido se comprende que la literatura como fenómeno de masas dista mucho de su raíz primera, el pacto silencioso entre lector y escritor.
No debe exigírsele al Hay Festival lo que es incapaz de ofrecer: la masificación o fortalecimiento del potencial lector de miles de ciudadanos. La culpa de que se organice una entrevista pública para la finlandesa Sofi Oksanen con público aparentemente selecto y dándole la espalda a la mayoría de cartageneros y a un sinnúmero de colombianos que leen bestsellers y libros de autoayuda, no es de quienes coordinan el Hay, ni de los poderosos consorcios editoriales que lo patrocinan. La responsabilidad es de nuestros deficientes sistemas educativos, de su precaria formación, ya no literaria sino humanística.
![]() La escritora finlandesa Sofi Oknasen. Foto: Wikimedia Commons |
Lo que hay en el Hay 2015
La versión del Hay 2015 trae, además de los citados Sofi Oksanen y LeClézio, una estela más que respetable de artistas y escritores. Más allá del cantautor Juan Luis Guerra y de Juan Esteban Constaín, Ricardo Silva Romero, Almudena Grandes, Luis García Montero, Juan Villoro, Juan Gabriel Vásquez y demás luminarias del mundo artístico y literario celebradas quizás en exceso por los medios y a cuyas presentaciones acudirá la mayoría de los públicos, conviene destacar la presencia de otros autores no tan famosos, como la prolífica escritora mexicana Margo Glantz, cuentista y ensayista, quien viene a presentar su libro Yo también me acuerdo.
También proveniente de México, el cronista Sergio González Rodríguez analiza las razones por las cuales su país se ha convertido en un escenario del horror en el libro Campo de guerra que es, asimismo, un prisma indirecto para entender nuestros conflictos colombianos.
Destinada a los cinéfilos, la conversación entre el realizador colombiano Sergio Cabrera y la escritora cubana Wendy Guerra acerca de Todos se van (la novela y el film) es un buen pretexto a la hora de establecer lazos entre literatura y cine.
Los amantes del ensayo como género y posibilidad literaria tienen el privilegio de observar en diálogo a tres ensayistas fundamentales de nuestro continente: Christopher Domínguez Michael, Pablo Montoya y Carlos Granés.
Aparte de lo puramente literario, las charlas del psicólogo experimental Steve Pinker (dueño, dicho sea de paso, de una envidiable prosa) y del ilustrador y diseñador español Isidro Ferrer, forman parte de las joyas secretas de la cita cartagenera.
Pinker es conocido por sus investigaciones en torno al carácter innato del lenguaje humano y por sus cercanías con las más recientes escuelas evolucionistas. Por su parte, Ferrer es la quintaesencia del ilustrador como artista visual y una autoridad en el diseño de portadas de libros o carteles, y viene a disertar sobre el intrincado tema del proceso creativo, algo por los demás insólito en un profesional del diseño, disciplina poco acostumbrada a reflexionar en torno a su propio quehacer.
El psicólogo experimental Steve Pinker. Foto: Wikimedia Commons |
Diez años y en crecimiento
Para celebrar los diez años del Hay Festival los organizadores publicaron un libro conmemorativo con algunos diálogos memorables y las fotografías del que se ha llamado “fotógrafo de los escritores”: Daniel Mordzinski.
Asimismo, el festival continúa extendiendo sus redes con algunas conferencias y conversaciones en Riohacha y en Medellín con el nombre de ‘Sostenibilidad y Cultura’, que se ha llamado popularmente el ‘Hay Verde’. En estos encuentros, el énfasis estará puesto en algunas disertaciones acerca de la protección del medio ambiente y su defensa (curiosa y excelente novedad dentro del marco de una fiesta literaria).
Cabe mencionar el impacto social que quiere lograr la dirección del festival con este satélite antioqueño: junto a la alcaldía de Medellín y a su dirección de cultura ciudadana se han emprendido exitosas campañas de arborización y diversas cruzadas ecológicas, algo que los contradictores del Hay tal vez no alcanzan a notar porque estas se realizan lejos de las agencias de noticias y durante todo el año, no solo en enero.
Así se establecen lazos con una de las organizaciones hijas del festival original en Gales, el Hay on Earth, cuya dedicación es la defensa del medio ambiente.
El objetivo de este tipo de expansiones del Hay es que un mayor número de personas lo conozca de primera mano. El esfuerzo por descentralizar y por fijar otros lugares distintos de Bogotá para la movida cultural y literaria tiene en el Hay uno de sus grandes promotores y propulsores.
Con idéntico impulso se realiza el Hay Festivalito y el Encuentro de Talento Editorial, como actividades anexas que respaldan y le brindan una frescura diferente a las actividades centrales.
El primero acude a diversos sectores de Cartagena y centra su interés en los niños como público, lo lidera la Fundación Plan y está centrado en el encuentro de algunos autores con comunidades infantiles, así como en talleres pedagógicos.
El segundo es un espacio de debate alrededor del mundo del libro y de las publicaciones: este año el tema eje del encuentro es el porvenir no del libro físico (como pudiera sospecharse) sino de los formatos electrónicos de lectura y en el empeño editorial de adaptarse a ellos y de, incluso, producirlos.
Festival para todos
Para quien no tiene con qué y quiere asistir, el Hay Festival es más que todo un acicate de lectura y de discusión. Algunas entidades como el Ministerio de Educación pondrán a disposición de los internautas algunas conferencias y conversaciones del festival, y no faltará quien grabe con sus propios dispositivos a los escritores y comparta esas grabaciones en internet.
Esto servirá para que nadie tenga la tentación de quejarse por no haber podido ir a Cartagena, y de paso para aplacar un poco a quienes critican la aparentemente cerrada, exclusiva y antidemocrática estampa del festival.
No debe exigírsele al Hay Festival lo que es incapaz de ofrecer: la masificación o fortalecimiento del potencial lector de miles de ciudadanos.
Si estos recursos no están a la mano, el Hay siempre será una buena excusa si de buscar algunos autores se trata. Sobre todo a aquellos que jamás son reseñados en los suplementos dominicales de los diarios, y mucho menos mencionados en los grandes medios masivos. Puede que nunca se los vea en persona, pero sus libros están disponibles en bibliotecas y librerías, accesibles a la curiosidad de quienes leen.
Eminente festejo literario o conjunción de arribismos, show mediático o ágora posmoderna, el Hay Festival Cartagena de Indias es y seguirá siendo un gran pretexto para acercarse al universo de las letras. Al fin y al cabo, el festival también revitaliza costumbres acompañantes de lo literario como son la tertulia y la disertación.
El Hay Festival es puro espectáculo, y precisamente por esa razón vale la pena echarle un vistazo, aprovechar cualquier simiente que nos deje, y retornar silenciosos a los modestos oficios de la escritura y de la lectura.
* @etinEspartaego