El gobierno y los medios: se desploma la confianza
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El gobierno y los medios: se desploma la confianza

Escrito por Mario Morales

¿“Golpe blando” o autogoles del gobierno? Petro ha cometido errores de comunicación y la oposición ha hecho maniobras periodísticas para llegar a la crisis de confianza que hoy tenemos.

Mario Morales*

Se desploma la confianza

Este podría ser el titular de la reflexión sobre los medios, los políticos y las instituciones:

  • los medios están desesperados por conseguir notoriedad,
  • los políticos son descubiertos en oscuras maniobras o inclusive en enredos criminales, y
  • las instituciones parecen tambalearse.

En medio de un ambiente polarizado, el escándalo penal, policial y político, la desinformación y las bodegas han desfigurado la opinión de la gente.

Pero si las cosas se miran con más detenimiento, podemos decir que se trata de una nueva versión de la vieja cultura política basada en la propaganda y la contrapropaganda: hay una lucha por ganar atención y por imponer ideologías a partir de una agenda fundamentada en la rabia y el miedo.

La mala estrategia de Petro

Los primeros meses del gobierno fueron un monólogo del presidente Petro a través de Twitter, la plaza pública, los escenarios nacionales e internacionales y una que otra entrevista.

Así se diluyeron los líderes de la oposición, pero después encontraron un segundo aire gracias al llamado “fuego amigo” y al trabajo de unos medios militantes, seguidos por los medios tradicionales que usaron el escándalo como estrategia de oposición.

se trata de una nueva versión de la vieja cultura política basada en la propaganda y la contrapropaganda: hay una lucha por ganar atención y por imponer ideologías

La reacción de Petro fue responder directamente a periodistas y a medios a través de las redes sociales. Estas respuestas se volvieron señalamientos leves y después ataques injustamente generalizados que acabaron en la petición de una congresista del Pacto Histórico para que la Fiscalía interviniera un medio de comunicación.

Todo esto acabó por viciar el ambiente favorable que tuvo el gobierno en el momento de su inauguración.  Los medios de comunicación y las voces especializadas fueron unánimes en condenar las expresiones del presidente en sus trinos, la estigmatización y el riesgo para la libertad de prensa y la libertad de expresión.

Por eso se presentaron denuncias públicas de periodistas por acoso digital, matoneo, censura indirecta o intentos de cancelar su posición crítica frente a las políticas del gobierno. De hecho, la Fundación para la Liberta de Prensa (FLIP) ha documentado 58 amenazas a reporteros en 22 departamentos y 175 violaciones de la libertad de expresión en lo que va del año.

No hay comunicación sin consecuencias, más aún si proviene de la majestad presidencial.

El escándalo como estrategia de oposición

Por su parte, la prensa de oposición militante, activista o de agitación encontró un bastión para quitarle a Petro la iniciativa en la agenda mediática, política y pública.

Para eso se apoyó en funcionarios afines con información privilegiada, en influenciadores y en las conocidas bodegas o granjas. Allí encontró las fisuras de la coalición de gobierno, los decires deslenguados de sus cercanos, las actuaciones poco delicadas o ilegales y la serie de escándalos que no paran.

De ese modo se creó una narrativa que empezó con el desprestigio y acabó con la idea de que el gobierno no es capaz de gobernar.

Así, un sector de la prensa dejó de ser testigo de los acontecimientos y pasó a ser su protagonista, dejando de lado los estándares de calidad o los mandatos éticos. Se creó el escándalo y se avivaron la desconfianza, el pesimismo, la impotencia y la rabia.

Como decía Lippman, los ciudadanos no actúan en respuesta a los acontecimientos, sino a lo que los medios muestren sobre esos acontecimientos. Según John Thompson, el propósito del escándalo político no es debatir o demostrar sino deconstruir, fragmentar, personalizar, desfigurar para resignificar desde la indignación, la espectacularización y el sensacionalismo acumulativo.

No deja tiempo para pensar y persuade con facilidad, tal y como lo hemos visto ahora en hechos como el robo en la casa de la jefe de gabinete, el uso indebido de polígrafos, el origen y la cantidad del dinero y las múltiples versiones, suposiciones y decires alrededor de la muerte del coronel Dávila, algunas de ellas malintencionadas o fantasiosas.

El escándalo, como sabemos, se basa en una dramaturgia verosímil, que suscita reconocimiento o gratificación de las audiencias que consumen las historias sobre una estructura mítica, de héroes y villanos, del bien contra el mal, de paraísos perdidos con ingredientes estéticos de la novela negra, el suspense y el amarillismo. Un coctel informativo.

Allí no hay cortapisas morales, ni fuentes acreditadas, ni verificaciones previas, ni coherencia en el relato en beneficio del info-entretenimiento. Es el enraizamiento de lo que Sartori llamó “video-política” y que Beatriz Sarlo relaciona con el actual ecosistema mediático, donde no es importante la verdad sino la sensación de verdad.

Origina una desacralización de la política hasta desnudarla en todas sus miserias, en un continuum donde solo importan el presente, el talante mediático de los acontecimientos y el desplazamiento de la democracia representativa hacia la democracia de opinión, la misma de la que habló el presidente Álvaro Uribe.

Cuál será el relato ganador

Así el escándalo político compite por la construcción del relato entre las élites del poder político y el poder mediático, donde éstas tienen las de ganar si logran que ese relato se masifique para constituir una historia oficial difícilmente controvertible o sustituible. Parece una estrategia de manual.

Según Thompson, el escándalo político es eficaz cuando involucra tres elementos:

  1. El escándalo moral y conductas sexuales inapropiadas, en las cuales algunas voces han querido involucrar al presidente,
  2. La corrupción, que es el segundo caballo de batalla de la oposición y
  3. La falta de regulación en el ejercicio del poder político, que en el caso de Petro está siempre en el punto de mira gracias al fantasma del castrochavismo.

Paradójicamente, el resultado de la estigmatización es el comienzo del escándalo. Según Thompson, este proceso no busca seguidores fieles, sino votantes no comprometidos, como muestra de la decadencia de la política ideológica y la emergencia de la política de la confianza, esa que como dije al comienzo de este artículo está de capa caída.

Foto: Facebook: Presidencia - El presidente ha respondido a periodistas y medios a través de las redes sociales, lo cual ha sido catalogado como estigmatización y un riesgo para la libertad de prensa.

estamos a la espera del periodismo de calidad por el cual numerosos medios y periodistas siguen batallando pese a la escasez de recursos, a la ausencia de editores y de maestros en el oficio para lidiar con las emociones y los sesgos conscientes e inconscientes.

Dicho esto, la pregunta es si hubo un cambio intencional en la estrategia comunicativa de la oposición para ganar adeptos entre ciudadanos afectados por el estado de alarma y el miedo permanente.

¿Pasamos de la construcción del enemigo sobre la base de la ofensa y la confrontación a su desfiguración y debilitamiento mediante ataques permanentes, marcados por el escándalo, sin que haya tiempo de responder o de hacerlo de manera adecuada? ¿Tiene algo que ver en esto el interés de la familia Gilinski en quedarse con Semana con El País de Cali y, según parece, con El Heraldo de Barranquilla?

La confianza en los medios está en riesgo. En un ambiente crispado por la desinformación, la mentira, el activismo y la irresponsabilidad de algunos comunicadores, estamos a la espera del periodismo de calidad por el cual numerosos medios y periodistas siguen batallando pese a la escasez de recursos, a la ausencia de editores y de maestros en el oficio para lidiar con las emociones y los sesgos conscientes e inconscientes.

Queremos un periodismo que establezca diálogos, que se cuide de los intentos de control y vigilancia que son censura maquillada.

La prensa “desbordada” tiene derecho a existir, pero también la crítica argumentada que reflexione, la interpele y le dé prioridad al buen periodismo.

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