Gobierno de izquierda y Congreso con mayoría de la derecha
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Gobierno de izquierda y Congreso con mayoría de la derecha

Escrito por Javier Duque

La coalición del presidente Petro se está debilitando. ¿Cuáles son las opciones para cumplir con sus promesas y para sacar adelante los proyectos de reforma? Mejor dicho: ¿cómo y para dónde va Colombia?

Javier Duque Daza*

Setenta años de mayorías parlamentarias

Entre el Ejecutivo y el Legislativo se pueden presentar dos tipos de relaciones:

– Gobierno unificado: la bancada o la coalición de bancadas que ganó la presidencia cuenta con mayorías en el Congreso.

– Gobierno dividido: la bancada o la coalición de bancadas que ganó la presidencia no cuenta con mayorías en el Congreso.

En el primer caso, los proyectos del gobierno son aprobados con algunos regateos y modificaciones menores. La oposición es impotente y se limita a la función de control. En el segundo caso, el gobierno necesita conformar mayorías para sacar adelante sus programas, y esto puede crear bloques de gobierno-oposición.

En Colombia, después del condominio del Frente Nacional y su distribución milimétrica del poder (1958-1974), los presidentes liberales contaron con mayorías en el Congreso y los conservadores no tuvieron problema e incorporaron a su adversario al gobierno —Belisario Betancur, 1982-1986— o a sectores disidentes liberales —Andrés Pastrana, 1998-2002—.

Desde 2002, bajo un sistema multipartidista fragmentado, los gobiernos también contaron con amplias mayorías en el Congreso, construidas mediante incentivos burocráticos. La izquierda siempre fue minoritaria y marginada de las decisiones.

La ruptura

Estos modelos de gobiernos unificados o de mayorías fabricadas mediante cuotas burocráticas se rompieron con el triunfo de Gustavo Petro.

Por primera vez en la historia reciente se iba a ser realidad un gobierno dividido; por eso antes de posesionarse el nuevo presidente debía empezar a resolver el problema y, en el lenguaje de los periodistas, “ganar gobernabilidad”.

Pero a la hora de las reformas sociales sustanciales que había prometido en la campaña, afloraron las diferencias y los antagonismos. Se hicieron evidentes las diferencias entre la izquierda que habita la Casa de Nariño y la mayoría de derecha que domina el Capitolio.

Aunque el Pacto Histórico es la primera bancada en el Congreso —20 senadores y 27 representantes—, es minoría frente a bancadas de centroderecha y derecha. Como mucho, puede llegar a sumar apoyos de la Alianza Verde y el Centro Esperanza, de Comunes, Alianza Social Independiente (ASI), de las minorías indígenas y de algunas afrocolombianas. También de algunos de los representantes a la Cámara de las circunscripciones de paz y minorías regionales.

El remedio inicial

Para resolver el problema del gobierno dividido, Gustavo Petro —de la mano experta de Roy Barreras— optó por seguir la tradición de fabricar mayorías a través de los mismos mecanismos y la fórmula criticada por la izquierda en el pasado: la gobernabilidad por reparto.

Petro logró un gobierno unificado con amplias mayorías artificiales que le garantizaron al menos 79 de los 108 senadores y 142 de los 188 representantes. Una coalición mayoritaria endeble y volátil con diversidad de intereses, con sectores de diversa procedencia, algunos cercanos y afines, otros lejanos y muy diferentes. Todos, ávidos de burocracia.

El artificio de la coalición funcionó durante media legislatura y sirvió para aprobar la reforma tributaria, la Paz total, el Presupuesto Nacional y el Tratado Internacional de Escazú.

Pero a la hora de las reformas sociales sustanciales que había prometido en la campaña, afloraron las diferencias y los antagonismos. Se hicieron evidentes las diferencias entre la izquierda que habita la Casa de Nariño y la mayoría de derecha que domina el Capitolio.

Una nueva geografía en el Congreso

Los cambios propuestos por el gobierno son apoyados por las agrupaciones de izquierda y por sectores afines, pero son rechazados por dos grupos de bancadas:

  • Los que perdieron las elecciones y hacen parte de la coalición de gobierno, pero amenazan con retirarse si no se cumplen sus exigencias; las bancadas Liberal, Conservadora, de la U y de la Alianza Verde.
  • Las que también perdieron las elecciones, pero están en la oposición y quieran que nada cambie; Cambio Radical —irónico nombre— Colombia Justa-Libres y el Centro Democrático.

Otras bancadas menores resucitados artificialmente entran de forma marginal en la discusión, como el Nuevo Liberalismo y Salvación Nacional.

En conjunto, son más los que se oponen a las reformas que los que las apoyan.

Cuatro consignas para bloquear al gobierno

En su estrategia de oposición y para presionar al gobierno, han adoptado cuatro frases de acusación constante:

  1. La mayoría de los colombianos no votó por Petro. Es cierto. Si sumamos los votos de quienes votaron por Rodolfo Hernández y de los abstencionistas, Petro ganó con el 28,9 % de los votos del potencial.

Pero poco se dice que esta ha sido una constante en Colombia. Como muestra la gráfica siguiente, todos los presidentes han tenido un gran déficit de legitimidad, no han contado con el consentimiento explícito de las mayorías de quienes pueden elegirlos. Las mayorías electorales siempre han sido minorías de todos los ciudadanos.

Esta realidad explica en mucho los bajos índices de favorabilidad de los mandatarios, que tienden siempre a la baja. Con algunas excepciones, como la de Álvaro Uribe durante sus dos mandatos.

  1. La mayoría de los colombianos no quiere las reformas. No hay manera de demostrarlo de forma convincente.

Los que no quieren el cambio son las bancadas que suman mayoría en el Congreso, así como los gremios, los empresarios, los terratenientes que poco o nada pagan de impuestos y los “analistas” que hablan por todos en sus propias emisoras y diarios.

El Centro Democrático, el Partido Liberal, el Partido de la U, el Partido Conservador y Cambio Radical hablan en nombre de toda la sociedad, la misma que de forma mayoritaria los rechazó en las urnas y prefirió a otros. La sociedad que desconfía de ellos. La sociedad que los rechaza.

¿Sobre qué bases los dirigentes y congresistas argumentan que los colombianos no quieren el cambio? ¿Olvidaron tan pronto la ola de protestas entre 2019 y 2021 en las que rechazaron sus políticas y su manejo de los gobiernos durante décadas?

  1. Construir sobre lo construido, se ha convertido en el eslogan de las bancadas que perdieron las elecciones y no aceptan que un gobierno de izquierda haga las reformas que ellos no hicieron.

¿Cómo construir sobre lo construido si no se comparte lo existente y se prometió en campaña que se cambiaría?

  • ¿Construir sobre la corrupción sistémica que arrasa con los recursos públicos?
  • ¿Construir sobre los cimientos de uno de los países más inequitativos del planeta y el segundo más desigual de América Latina?
  • ¿Construir sobre la base de un sistema de salud que confunde cobertura con acceso y cuenta con grandes EPS que periódicamente se declaran en quiebra y que adeudan centenares de miles de millones a la red de hospitales?
  • ¿Construir sobre la base de que seis de cada diez personas trabajan en la informalidad?
  • ¿Construir sobre la alta dependencia de los ingresos del Estado de una sola empresa, Ecopetrol, el creciente peso de las remesas en los ingresos del país y el abandono de la economía agraria?

“Construir sobre lo construido” es una consigna neoconservadora de bloqueo al cambio. Hay instituciones y programas que parcialmente funcionan bien y que merecen preservarse. Pero no se puede negar la necesidad de cambio en muchas otra que funcionan mal y deben ser transformadas.

  1. El gobierno está ideologizado. ¡Claro que lo está! Pero también lo está la oposición.

Las bancadas que perdieron las elecciones señalan al gobierno por defender lo público-estatal; de reorientar la diplomacia restaurando las relaciones con Venezuela y reforzando los nexos con Venezuela, Chile, Brasil, Cuba, “el eje del mal” de la izquierda; de defender una alternativa distinta del prohibicionismo en el manejo del narcotráfico.

Pero también lo acusan de atentar contra la estabilidad de la joya de la corona, Ecopetrol, con su defensa de la transición energética en Colombia; de querer estatizar al sector salud; de ser enemigo del sector privado y de los empresarios; de actuar en defensa de las minorías sindicalizadas o de oponerse a la economía extractivista.

Es contradictorio, cuando menos. Puede plantearse el mismo argumento sobre la dirigencia de las bancadas, los economistas, los exministros revestidos de comentaristas-analistas: ¿acaso no es ideologizado defender la primacía del mercado y rechazar el papel activo del Estado en la economía o suspender las relaciones con Venezuela por no compartir su modelo de sociedad y su estilo de gobierno?

Todos están ideologizados. El gobierno y la oposición. Ahora y desde siempre. Acusan a los políticos de ser políticos. Incluso, cuando se apela al saber de los “técnicos” se presume que estos son asépticos, pura tecnocracia ajena a la política. Extraña crítica.

Alternativas más o menos factibles

Hay alternativas más o menos factibles, más o menos convenientes y más o menos radicales frente al bloqueo eventual de las bancadas al gobierno.

  1. Dialogar y llegar a acuerdos con los congresistas y no con la dirigencia de las bancadas.

Este diálogo-negocio es más costoso para el gobierno en pequeñas cuotas de poder y en concesiones burocráticas. Puede ser efectivo por la débil cohesión de las bancadas, por la indisciplina, por las motivaciones clientelistas de los congresistas. Por ahora funcionó en la Comisión séptima que dio vía libre a la reforma en la salud.

Pera la situación será distinta cuando se trate de votaciones en las plenarias. Con seguridad la dirigencia partidista esgrimirá sus armas de la disciplina de bancadas y, en un año electoral, acudirá al chantaje con los avales de candidatos cercanos a los congresistas que se salgan del redil.

  1. Bloqueos y tensión política permanente.

Los proyectos del gobierno son bloqueados y se “hunden” en el Congreso, en tanto que las leyes aprobadas por el Congreso no son sancionadas por el presidente por inconveniencia, son debatidas de nuevo y el presidente tiene que firmarlas. Aumenta la confrontación política, el país se polariza.

  1. Una asamblea constituyente. Difícil, pero no descartable.

Es el Congreso mediante mayorías en una y otra Cámara quien aprueba que el pueblo decida convocar esa Asamblea. Dependería de que el Pacto Histórico y sectores afines logren atraer a otros congresistas y obtener mayorías. Una eventual movilización social masiva podría incidir en esta decisión. Es una opción que ha estado latente en momentos críticos del país.

  1. Referendo convocado por el gobierno o por ciudadanos.

El referendo es de obligatorio cumplimiento si la opción del SÍ tiene la mitad más uno de los votos, siempre y cuando participe al menos la cuarta parte de los ciudadanos que componen el censo electoral.

Es una vía tortuosa que incluye debates y alta tensión política. En el país se han dado varios intentos frustrados de referendos, incluso el del presidente  Uribe en 2003 que fracasó. Es una vía incierta.

Invocar al pueblo

La izquierda tiene experiencia en movilizaciones sociales y es proclive a convocar el respaldo del pueblo. Además, en diversas ocasiones el presidente Petro ha expresado su disposición a convocar al pueblo en apoyo de sus políticas. Cuando fue alcalde de Bogotá lo hizo con éxito.

Foto: Facebook: Gustavo Petro - Los partidos que perdieron las elecciones acusan al gobierno de estar ideologizado por decisiones como restaurar las relaciones con Venezuela.

Todos están ideologizados. El gobierno y la oposición. Ahora y desde siempre. Acusan a los políticos de ser políticos. Incluso, cuando se apela al saber de los “técnicos” se presume que estos son asépticos, pura tecnocracia ajena a la política. Extraña crítica.

Petro obtuvo más de diez millones de votos y la coalición del Pacto Histórico incluye 21 organizaciones partiditas, pero también organizaciones sociales, sindicatos como FECODE o la Unión sindical Obrera (USO) y a colectivos culturales de diverso tipo. Este es su ejército civil de reserva.

La movilización social es una forma legítima de hacer política. También lo es para la oposición.  Con nuestra larga tradición de violencia y las recientes muestras de confrontaciones y concepciones de la política basadas en la lógica amigo-enemigo, esta estrategia puede causar violencia callejera y radicalizar a los sectores enfrentados.

Una vía válida, pero, incierta, complicada y riesgosa.

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