García Márquez, el periodista - Razón Pública
Inicio TemasArte y Cultura García Márquez, el periodista

García Márquez, el periodista

Escrito por Nicolás Pernett

Con motivo de la entrega del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo esta semana, hacemos un repaso por los muchos años que el premio nobel le dedicó a este oficio, los peligros que corrió por ejercerlo y los desafíos que ahora enfrenta el quehacer periodístico.

Nicolás Pernett*

Una vida rotativa

Cuando Gabriel García Márquez dijo en 1982, al recibir el Premio Nobel de Literatura, que la mitad de ese reconocimiento se lo debía al periodismo no estaba exagerando. No solo porque las páginas de sus artículos de prensa fácilmente equivalen en extensión a sus páginas literarias, sino porque la mitad de su vida la dedicó al que en repetidas ocasiones llamó “el mejor oficio del mundo”.

En el periodismo García Márquez jugó en casi todas las posiciones posibles. Fue editorialista y comentarista de temas variados en sus primeros años de trabajo en El Universal de Cartagena y El Heraldo de Barranquilla, y posteriormente volvería a ejercer como columnista durante los primeros años de la década de 1980, con sus colaboraciones para El Espectador de Bogotá y El País de Madrid.

En el periodismo García Márquez jugó en casi todas las posiciones posibles.

También fue reportero, y tal vez uno de los mejores de nuestra historia en esta labor, la más difícil del periodismo. Famosos fueron sus reportajes entre 1954 y 1955 para El Espectador (donde había publicado sus primeros cuentos), en los que desarrolló un estilo que combinaba la investigación minuciosa sobre los incidentes con una acentuada capacidad para fijarse en los detalles minúsculos o desapercibidos de cada noticia.

Su serie de reportajes “Relato de un náufrago”, sobre la aventura de un marino que pasó diez días en altamar sin comer ni beber, fue un pequeño best-seller de su tiempo y todavía es un referente necesario para aquellos que quieren intentar este género. En este diario capitalino García Márquez también ensayó la crítica cinematográfica y fue el primer periodista del país que lo hizo regularmente, en su sección “Estrenos de la semana”.


El General Gustavo Rojas Pinilla.
Foto: Wikimedia Commons

Pero tal vez su legendario paso por El Espectador ha hecho que se olviden otros monumentales reportajes garciamarqueanos, como los que escribió para la revista caraqueña Momento sobre la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez en 1958, o los que hizo para la revista Alternativa, cofundada por él, en la segunda mitad de la década de 1970.

También estuvo García Márquez detrás de la máquina, corrigiendo y editando el trabajo de otros colegas, cuando fue jefe de noticias de la agencia Prensa Latina, fundada por el gobierno revolucionario de Cuba para contrarrestar la desinformación impulsada por Estados Unidos sobre el proceso político de la isla, y poco después tuvo que ganarse la vida revisando y editando artículos que no eran de su interés en trabajos esporádicos en revistas de Venezuela y México.          

Por último, García Márquez también fue patrocinador financiero y “ángel de la guarda” de varios proyectos periodísticos en su país de origen, entre los que se incluyen la mencionada revista de izquierda Alternativa, el noticiero de televisión QAP y la revista Cambio. Pero se quedó sin realizar el que fue su proyecto periodístico más ambicioso: la creación de un diario al que pensaba llamar El Otro y que quería enfrentar a los diarios dominantes de la prensa colombiana.

Aunque los proyectos que patrocinó fracasaron después de unos años, por agotamiento monetario o persecución política, el hecho de que estos hayan perdurado más allá de su primera edición, en un país donde la información siempre ha estado ligada al poder político y donde las publicaciones alternativas todavía naufragan rápidamente, es muestra de su inquebrantable amor por el periodismo, al que nunca vio como un simple trabajo alimenticio mientras realizaba su literatura, sino como una extensión natural de su pasión incorregible por contar historias.

Afortunadamente, el compromiso de García Márquez con el mundo interior que quería expresar en su literatura fue tan fuerte como el que tenía con la realidad, y eso impidió que se quedara trabajando toda la vida como periodista exitoso y reputado pero con un montón de novelas pudriéndosele en el corazón, como le ha pasado a tantos escritores extraviados en las salas de redacción. 

Periodista bajo fuego

Pero la vida de García Márquez en el periodismo no fue nada fácil. ¿Cómo iba a serlo en un país que en varias ocasiones se ha ubicado en el primer lugar de los lugares más peligrosos del mundo para esta profesión?

Desde que empezó a escribir sus notas en la Cartagena de 1948, descubrió que el fantasma de la censura y de las amenazas gravitaba como un enemigo agazapado detrás de las esquinas a la salida del periódico, en un momento en el que el país se desangraba a causa de la violencia política.

Sin contar que ya había sufrido la confiscación del primer periódico que había impulsado en compañía de sus compañeros de colegio: la Gaceta Literaria del Liceo de Zipaquirá, que fue destruida por las autoridades locales como un panfleto subversivo.  

El único proyecto periodístico fundado por García Márquez con vocación de duración ha sido su Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano.

Algunos años después, al averiguar que el marino arrojado al mar en su “Relato de un náufrago” había caído porque el buque de la Marina colombiana en que viajaba venía lleno de contrabando, el joven reportero estrella del “mejor periódico del mundo” tuvo que salir corriendo, enviado por su periódico como su primer corresponsal en Europa, pues el gobierno del general Rojas Pinilla no estaba dispuesto a permitir que se pusiera en duda la legitimidad de sus Fuerzas Militares.

Pero el peligro del periodismo no había de terminar allí para García Márquez. Múltiples fueron las intimidaciones y amenazas que recibieron él y sus allegados cuando decidió trabajar en  Prensa Latina o en la revista Alternativa, proyecto que le creó un ambiente hostil en Colombia y por el cual tuvo que exiliarse nuevamente en 1981 ante un inminente arresto bajo el Estatuto de Seguridad de Turbay por presuntos vínculos con la guerrilla, una acusación coadyuvada además por uno de los periódicos de la capital.

A finales de siglo, sus experiencias como impulsador del noticiero QAP y de la revista Cambio también se vieron frenadas por los gobiernos de turno que no veían con buenos ojos la oposición que se hacía desde estos medios a sus administraciones.

Estos ejemplos demuestran que, como periodista, García Márquez fue uno de los miles de informadores que en Colombia han sido perseguidos de múltiples maneras y se han visto obligados a salir del país o a acallar sus publicaciones si no quieren enfrentarse a una cacería despiadada.

Es posible que en Colombia los poderes de la sombra no maten novelistas porque sencillamente no los leen, y si los leyeran no los entenderían. Pero se puede afirmar que, por su labor de periodista, si García Márquez no hubiera salido del país hubiera podido correr la misma suerte que corrieron valerosos colegas que cayeron abatidos en ejercicio de su oficio (como le pasó a su entrañable amigo Guillermo Cano), aun siendo premio nobel y celebridad internacional.


Gabriel García Márquez.
Foto: Fundación Nuevo Periodismo Colombiano

Un periodismo para el nuevo siglo

Al final, el único proyecto periodístico fundado por García Márquez con vocación de duración ha sido su Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), que se acerca a cumplir veinte años haciendo talleres en investigación, edición, crónica y periodismo digital para periodistas de todo el continente, y que se proyecta como uno de los legados más importantes del recientemente fallecido escritor.

Si bien el periodismo ha presenciado en los últimos años cambios radicales en la forma de hacerse y de divulgarse (cambios que el propio García Márquez alcanzó a atestiguar), en su base todavía están las mismas necesidades que el premio nobel preconizó toda la vida: la ética inherente a la labor informativa, el exhaustivo trabajo investigativo, la enriquecedora imaginación narrativa del reportero y la conveniencia de tener el tiempo necesario para sacar las notas sin la premura de la primicia.

Pero, ¿cómo pueden pelechar estos llamados del mejor escritor de nuestra historia en un contexto donde la información se ha convertido en una mercancía barata o en un activo más de los gobiernos y las grandes corporaciones? ¿Qué pensaría García Márquez de muchos de los periodistas de los grandes medios que hoy definen, entre la mediocridad y la perversidad, la agenda informativa del país?

Tal vez la esperanza para el futuro esté en los caminos que ofrecen los medios digitales y en profesionalizar proyectos parecidos a los que alguna vez hizo el propio García Márquez, quien sacó en Cartagena algunas ediciones de un pequeño periódico llamado Comprimido, escrito enteramente por él y repartido personalmente a los lectores (un antecedente muy adecuado para estos tiempos de microblogging), o en la labor mancomunada de aliados que unen esfuerzos para crear medios y establecer una comunicación directa con sus lectores, que a la vez son sus patrocinadores.

Sin duda, las nuevas generaciones esperan que otro periodismo tenga una nueva oportunidad sobre la tierra y les despierte el mismo amor y respeto que le despertó a Gabriel García Márquez, en su momento, el mejor y más antiguo de los oficios.

    

*Historiador.   

@HistoricaMente

Artículos Relacionados

Dejar un comentario

*Al usar este formulario de comentarios, usted acepta el almacenamiento y manejo de sus datos por este sitio web, según nuestro Aviso de privacidad

Este sitio web utiliza cookies para mejorar tu experiencia. Leer políticas Aceptar

Política de privacidad y cookies