La adquisición de Twitter por parte de Elon Musk ha traído más dudas que certezas sobre el futuro de la plataforma en términos financieros, organizativos o de libertad de expresión.
Lucía Camacho Gutiérrez*
Escoba nueva barre bien
Elon Musk tomó el control total sobre la red social Twitter hace ya casi una semana, y en este plazo ha barrido la casa con el despido de casi la mitad de sus empleados, además de prometer reformas serias para que la compañía pueda producir más de lo que está perdiendo ahora —alrededor de 4 millones de dólares por día—.
Entre los cambios anunciados por el “Tuitero en jefe” figura la creación de un consejo de asesores encargado de las decisiones más importantes de moderación de contenidos. ¿Por qué este anuncio es importante? ¿qué se espera con su creación y qué limitaciones podría enfrentar en el futuro?
Regular lo que circula en Twitter
Según información obtenida por Reuters, en Twitter circula cada vez más contenido considerado para adultos o Not Safe For Work (NSFW), es decir, un contenido que no se considera apto para ser consumido en compañía o en público.
Desnudos, fotos explícitas y hasta pornografía pueden circular libremente en Twitter, porque sus políticas son laxas al respecto, a diferencia de las de otras redes sociales. Este tipo de contenido acapara el 13 % de la red social, lo cual ha motivado el retiro de algunos anunciantes y ha reducido el interés de los usuarios más activos.
Sobre esto último tuiteó Musk meses antes de la compra de Twitter, cuando se preguntó si acaso la red social está muriendo ante la inactividad del top 10 de los usuarios con más seguidores.
Días antes a la compra de la red, también aumentaron la creación de cuentas y la circulación de mensajes de desinformación, racismo, odio y violencia promovida por grupos de la ultraderecha de Estados Unidos, cuentas y contenidos que es más fácil difundir y adquieran eco en esa plataforma. Aunque no es claro que sea una consecuencia directa de la llegada de Musk, que se autodenomina como un absolutista de la libertad de expresión, seguro que tiene mucho que ver con su promesa de crear un entorno más libre para todos.
La idea de crear un consejo asesor que se encargue de tomar las decisiones más importantes sobre qué contenido y usuarios deben o no ser retirados de la red social no es nueva. La compañía Meta, propietaria de Facebook e Instagram, creó el primero de ese tipo en 2018. Su propósito es asegurar la existencia de un organismo independiente y externo a la compañía, para que las decisiones más importantes sobre el ejercicio de la libertad de expresión fuesen más justas.
Un consejo como el de Meta, seudo-tribunal compuesto por expertos en derechos humanos, parece mostrar autonomía frente a la compañía matriz que la financia. Pero se trata de un mecanismo de autorregulación que, de ser llevado adelante por Twitter, se quedaría corto pues su papel es el de reaccionar a la aplicación de reglas cuyo diseño quizá deba ser revisado no tanto por el afán de lograr su compatibilidad con los derechos humanos, como por retener a los anunciantes que no están dispuestos a publicitar sus marcas en un ambiente tóxico.
El dinero antes que los derechos
Twitter enfrenta un panorama económicamente difícil, al igual que otras redes sociales que se han visto afectadas por la difícil situación que atraviesa la economía global.
La huida en masa de anunciantes agrava esta situación si se tiene en cuenta que, para poder comprar a la compañía, Musk tuvo que pedir mucha plata prestada. En intereses se tendrán que pagar mil millones de dólares al año, más del doble que los ingresos que tuvo la empresa en 2021.
Decidir cobrar por el sello de verificación o autenticidad de las cuentas, así como ofrecer a los usuarios la posibilidad de poner muros de pago a los videos que publican, son medidas desesperadas para hacer frente a los balances en rojo. Sin embargo, pueden ser insuficientes de cara a la huida de usuarios que no están dispuestos a pagar por un servicio que en otro lado pueden usar de manera gratuita.
Días antes a la compra de la red, también aumentaron la creación de cuentas y la circulación de mensajes de desinformación, racismo, odio y violencia promovida por grupos de la ultraderecha de Estados Unidos, cuentas y contenidos que es más fácil difundir y adquieran eco en esa plataforma.
De hecho, estas dos medidas podrían afectar el futuro mismo de la plataforma, y no apenas en temas de derechos humanos. El pago mensual para mantener el sello de verificación puede dar lugar a suplantaciones de identidad de los usuarios. Algunos de ellos, como el novelista Stephen King, no están dispuestos a pagar y esperan, al contrario, que la red les pague por crear contenido de interés para otros, tal como lo hacen Tik Tok o Youtube con sus creadores de contenido.
Además, que los videos puedan ser visibles bajo pago es un riesgo de que el contenido para adultos aumente de manera vertiginosa, lo que transformaría a Twitter en una especie de Only Fans, pero en formato chico. Aún en ese caso, la red social tendría que esforzarse demasiado en moderar el contenido pornográfico violento o no consentido sobre todo el que involucra abuso sexual infantil.
Frente a la crisis financiera, es incierto cómo se garantizará la independencia del consejo asesor de Twitter, consejo que además tendría que ser financiado para llevar adelante sus labores.
No se puede ignorar que hay una gran presión externa sobre las futuras decisiones de Musk, dueño de una compañía de cohetes espaciales y de carros que se manejan solos. De hecho, uno de los socios comerciales más importantes de Musk es el Estado chino. Al respecto, organizaciones como Human Rights Watch advierten que ese es el escenario perfecto para que China pueda al fin moderar el discurso en una red social que muchos consideran una plaza pública digital, central para el debate y la discusión democrática en occidente.

El futuro de Twitter
Por último, la moderación de contenidos a cargo de un consejo asesor no resuelve otras dudas que no son nuevas, pero que son importantes.
Muchos afirman que la red social es vital para promover el debate democrático, y esto ha servido como presión para adoptar estándares y principios en derechos humanos. Pero ¿qué pasaría si ante la crisis económica, Musk decide simplemente cerrarla? ¿hay alguien que quiera apostar por su rescate? ¿los Estados están dispuestos a salvar a la red social como lo han hecho anteriormente con los bancos en quiebra? Parece improbable.
En un futuro próximo, lo único cierto es que Twitter tendrá que hacer frente al anuncio de las demandas laborales que están preparando los cientos de empleados despedidos en contravía de las leyes sobre preaviso cuando se trata de la terminación unilateral de un contrato. Demandas que significan un gran riesgo legal y económico para la empresa.
No luce para nada bien que, ante la caída de los ingresos experimentada por la compañía en el día viernes 4 de noviembre —cuando se produjo el despido masivo de empleados—, Musk señalara en un tuit que los “activistas” eran los responsables de esa situación ya que “destruyen la libertad de expresión”. Es una visión infantil pero desesperada y que da cuenta de la intensificación de la crisis con el paso de las horas.
Hasta el momento, la llegada de Musk a Twitter nos ha traído promesas de mayor libertad, miles de personas despedidas, y mucha incertidumbre. No sabemos cómo sobrevivirá la red a todos sus problemas económicos, ni sabemos si Musk cumplirá sus promesas de crear una red con total libertad de expresión —quizá esta promesa requiera también de un tribunal para que lo haga—.
Lo visto hasta el momento no parece gustar y nos queda estar atentos y atentas al futuro de una empresa que afectará, de un modo u otro, al futuro de nuestros ecosistemas digitales.