
La realidad del fútbol profesional colombiano dista mucho de ser la que nos pintan dramáticamente periodistas, hinchas y fanáticos.
Andrés Dávila* – Simón Dávila Saravia**
Los problemas
Comenzó este 2020 futbolero con muchos ánimos crispados y una agenda agobiante de torneos a disputarse. Los resultados, la titularidad, las convocatorias y la entrada en funcionamiento del fútbol pago por televisión han ocasionado un ir y venir de argumentos exaltados y de juicios apasionados. Las redes sociales y algunos comentaristas del fútbol devenidos en analistas políticos han atizado el fuego en estas disputas.
Ante voces que hablan de la debacle del fútbol colombiano y de la culpabilidad del canal pago, vale la pena respirar y sugerir algunas desapasionadas y desinteresadas reflexiones sobre: primero, la decisión de obligar el pago para ver los partidos de la liga; segundo, el nivel de la liga con algunas ideas sobre el desempeño de los equipos colombianos en los torneos internacionales; finalmente, el fenómeno del canal a poco más de un mes de iniciar.
El pago de los partidos
En relación con lo primero, es importante recordar que, siendo un espectáculo público de gran alcance, el fútbol profesional depende de empresarios privados quienes corren con la responsabilidad y los beneficios del negocio. Al profesionalizarse, el espectáculo permitió cobrar por las entradas. Asunto que, en el fondo, corresponde a la misma lógica del pago por ver.
Durante un buen tiempo, la transmisión radial buscó la masificación y el acceso ilimitado. Esto era posible gracias a la publicidad. La televisión se montó en ello y la mundialización del fútbol dio lugar a un gran negocio. Allí surgieron algunas diferencias en la forma de transmitir y vivir la experiencia.
Para Colombia, fue el modelo de programadoras y la OTI el que se impuso. A cambio, nos acostumbramos a ver el fútbol con publicidad a lo largo y ancho de la pantalla y durante todo el partido, a diferencia de lo sucedido en el mundial del setenta cuando por pasar a comerciales nos perdimos de algunos goles. Aunque culturalmente veíamos el partido escuchando la radio, obedecía también a contraponer un relato continuo frente a jingles y mensajes.
Hace décadas ya, con la aparición de la televisión por cable, el fútbol se volvió de pago por ver salvo en Colombia. Aquí, con la llegada de los canales privados se tuvo una división social del negocio: RCN transmitiendo dos partidos de la liga en el fin de semana y algunos entre semana y Caracol monopolizando lo relativo a la selección Colombia.
De manera relativamente tardía, por no decir decididamente atrasada en el concierto mundial y regional, la liga y la copa se hicieron semicerradas: para ver fútbol había que suscribirse a algún operador por cable. Pero apenas este año se adoptó el modelo del canal Win +.
El fútbol profesional depende de empresarios privados quienes corren con la responsabilidad y los beneficios del negocio.
Un modelo que refleja de manera interesante la naturaleza de la dirigencia del fútbol profesional colombiano, presta a llegar tarde. En sus orígenes dicha dirigencia fue innovadora y poderosa, aprovechando una huelga en el fútbol argentino para montar El Dorado, reinventarse el negocio y conseguir la sede del mundial gracias al peso específico de don Alfonso Senior en la FIFA pre-Havelange.
Una directiva que luego cedió ante los recursos y la necesidad de legitimación de los capos del narcotráfico. Desde los años noventa, se mueve entre sectores que quieren profesionalizar y modernizar el negocio, sectores que viven de legados poderosos y que los reproducen y transforman, y oportunistas que invierten, ganan y pierden. Una dirigencia con vínculos muy variados con la política y los partidos. De allí que adoptar decisiones como las del canal se tarden.

Foto: Alcaldía de Bogotá
Estadio Nemesio Camacho el Campín, de Bogotá
Hay antecedentes que ilustran rasgos de esa variopinta dirigencia: cuando fue extraditado Hernán Botero Moreno, entonces presidente del Nacional, amenazaron con una huelga del rentado que desmontó el gobierno; o cuando fue asesinado un árbitro y suspendido un torneo, posiblemente por la injerencia del gobierno y la presencia de don Alex Gorayeb como presidente de la Dimayor.
Años después, en pleno siglo XXI, hubo una intentona por prohibir la transmisión del fútbol internacional por los canales de cable: el argumento era que se afectaba la asistencia a los estadios. Luego se negoció el fútbol profesional en cable hasta que se creó Win y se mantuvo la transmisión por señal abierta. Allí se habló de montos significativos, pero también de negociaciones caseras para resolverlo y, hace algunos años, de la iniciativa del pago obligatorio.
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La liga de fútbol colombiana
Sobre el nivel de la liga cabe advertir que no hay referente objetivo. A cada cual le parece muy buena, mediocre o pésima. Algunos de los que la descalifican sin rubor nunca la ven. Por gusto, arribismo, moda o figuración, les parece guácala un Jaguares-Rionegro o un Chico-Equidad, pero suspiran por un Sassuolo-Brescia o un Levante-Rayo Vallecano y, obviamente, con un Real Madrid-Barcelona.
El colombiano ha sido un fútbol de extranjeros. En los ochentas se volvieron importantes y costosos los jugadores colombianos y nuestro fútbol se volvió de exportación. Sin el dinero del narcotráfico, es una liga de nivel medio: se pagan salarios altos a los jugadores de los principales equipos, pero es difícil traer un jugador top o retener a los jóvenes que quieren una rápida transferencia.
Los hinchas viejos suspiran con nostalgia y suponen que Pandolfis, Convertis o Scottas eran supercracks, cuando ninguno estuvo cerca de ser de la selección. En los ochentas todo cambió y no solo vinieron jugadores mundialistas y de selección, sino que los nuestros se cotizaron. Luego logramos algo impensable: exportar jugadores a México, Argentina y, eventualmente, a las ligas europeas.
Nuestra liga es competitiva. Se ven buenos partidos y jugadores, se finge mucho y se pierde mucho tiempo. Nos va mal en las copas internacionales por falta de jerarquía. En la última década solo Nacional y Santa Fe lo han conseguido. En la historia del fútbol colombiano no es la primera vez, ni será la última. Sin dramatizar.
Ahora bien, cuando se entienden restricciones y posibilidades, se deja de lado el arribismo y las trampas de la nostalgia, puede uno disfrutar algunos partidos: unos salen bien, otros regular y otros mal. Pasa igual en todas las ligas, todas las fechas.
¡Ah!, pero faltaba otra característica: hay que superar la amargura y prepotencia de los comentaristas, encabezados por las dos principales figuras de esta profesión, que lamentablemente se ha transmitido a sus jóvenes imitadores. Así, disfrutar del fútbol requiere de varias virtudes teologales: paciencia, templanza, prudencia y clemencia. No por los partidos, sino por los obstáculos que el entorno y sus sabihondos comentaristas imponen.
El canal
Y, ¿qué pasa con el canal? Pues es pronto para un balance. En redes hay el ruido de unos cuantos miles que, por diversas razones, pusieron a la mamá a pagar. Otros proyectan falsamente la imagen de que el pago por ver acabará con el fútbol profesional. El canal y los directivos del fútbol sacan cuentas que requieren confirmación: 200 mil suscriptores.
Hay que superar la amargura y prepotencia de los comentaristas
Con seguridad hay sobredimensionamiento, pero sin duda la cuestión no los ha sorprendido y el negocio es un reto. Eso sí, les sobra el tono gubernamental desafiante: “entonces vayan al estadio”. Es obvio que ninguno de los periodistas que trabaja en el canal se va a poner en contra. La mayoría, como era de esperarse, informan, comentan y defienden la propuesta. De allí que sobre la sobreactuación y el despotricar a quienes los critican.
Y una sugerencia para el canal Win + plus: una transmisión con sonido ambiente, sin Carlos Antonio, sin Luis Eduardo, solo un locutor que nombre a los jugadores que toquen el balón. Nada más. Win + plus premium y que cobren lo que quieran…

Foto: Facebook Win Sports +
El nuevo canal opera desde el 20 de enero de este año.
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Algunas cifras para la comparación, más allá de pasiones y odios: si se revisan las asistencias a los estadios se tiene que en la fecha de clásicos hubo un aumento del 18 por ciento en 2020 con respecto de lo sucedido en el segundo torneo de 2019. ¿Debacle en la Liga?, de ningún modo. ¿Algún efecto del canal?, vaya usted a saber. ¿Se confirma la mala calidad del torneo?, no se sabe.
Si se mira el número de vistas de videos en Youtube en que se reproducen los resúmenes de los partidos, se tiene que hay un aumento del 11 por ciento. Con un porcentaje mucho mayor en las vistas de los goles que de los resúmenes en 2020, con respecto del segundo torneo de 2019. ¿Catástrofe, debacle o superéxito? En realidad, un comportamiento normal, predecible y mucho ruido en redes y en medios. Nada más, pero tampoco nada menos.
* Politólogo, maestro y doctor en Ciencias Sociales FLACSO, México. Profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana.
**Estudiante de Ingeniería de Sistemas de la Pontificia Universidad Javeriana, vicepresidente del Club Deportivo Atlético Banfield de Bogotá.