La Tercera Vía parece haber llegado al poder en Colombia. ¿Sobre qué fundamentos económicos y políticos se ha construido esta visión de la política? Una mirada desencantada, en un contexto de optimismo generalizado, pero declinante.
Freddy Cante *
Tercera Vía, mutante del neoliberalismo
Entre la crisis económica de 1929 y las postrimerías de la segunda guerra mundial, cuando medio mundo era regido por la planificación centralizada, liberales conservadores como von Mises[1] y Hayek[2] argüían que el intervencionismo estatal legado por Keynes y el llamado "Estado benefactor" constituían un peligroso ‘camino de servidumbre' hacia el socialismo.
Hoy, el marxista moderado Philippe Van Parijs[3] sugiere una estrategia de bienestar social más ambiciosa que la de Keynes. La ha denominado ingreso básico universal incondicional, y ha sostenido que éste constituye una vía capitalista al socialismo. Sin embargo, hija de la moderada teoría de la justicia de John Rawls[4], tal propuesta mantiene un respeto reverencial ante el equilibrio óptimo de Pareto y, por tanto, no promueve una redistribución tan radical del ingreso que lleve a perjudicar el statu quo de los más ricos.
Por otra parte, el nuevo centro del siglo XXI, la Tercera Vía, es una mutación reciente del neoliberalismo, representada por políticos como Tony Blair, Gerhart Schroeder y el presidente colombiano Juan Manuel Santos. Marcha en dirección opuesta a la vieja y zurda economía del bienestar.
Sus exponentes se especializan, básicamente, en mantener una buena imagen mediática. Se adaptan al imperio mercantil e, implícitamente, reconocen cuán nimio y marginal es el papel de la intervención estatal: en vez de peligrosos ogros filantrópicos, se parecen a payasos cordiales y a actores creativos.
Coherentemente, no se oponen a la globalización. Son serviles ante los imperios empresariales que burlan las frágiles fronteras del Estado nación. Los gobernantes de países subdesarrollados terminan siendo doblemente vasallos, pues se arrodillan también ante los poderosos Estados de las naciones desarrolladas[5].
Pero la Tercera Vía, como nuevo centro del espectro político, tiene detrás de sí toda una serie de hallazgos y teorías psicológicas y de modelos conceptuales refinados que ayudan a entender por qué los seres humanos tendemos a preferir el centro. En los párrafos que siguen trataré de resumir esas ideas, aunque debo excusarme si esta parte del texto resulta un tanto difícil de leer, así que algunos lectores quizá prefieran saltarse tres inter-títulos y retomar el texto donde dice "El escurridizo justo centro".
Aversión a los extremos
Al indagar sobre los problemas de racionalidad limitada, Kahneman[6] y Tversky[7] han demostrado que los seres humanos elegimos con criterios sesgados. Experimentos realizados por estos autores para explorar cómo se toman decisiones en asuntos como el consumo personal, la asignación de recursos y el manejo de un portafolio, han llevado a un hallazgo conocido como "la aversión a los extremos". La atractiva moderación del centro permite predecir que la mayoría de las personas se aferrará al statu quo y cederá lo menos posible.
Quienes previamente poseen un recurso u ostentan una posición social (un simple pocillo de colección, una botella de vino, un electrodoméstico, un activo o un derecho) no van a renunciar a éste, a menos que les brinden una opción que represente por lo menos el doble de valor.
Pero aún en situaciones triviales, no siempre se eligen las opciones de centro, pues el statu quo del elector condiciona la elección. Otro hallazgo central conocido como la "aversión a perder", significa que valoramos más las pérdidas que las ganancias y, en ese sentido, somos ultra-racionales. Debido a tal efecto aumentan los conflictos y se reducen las posibilidades de llegar a acuerdos negociados.
Votante medio y opciones moderadas
Otros autores[8] buscaron, con cierto éxito, extender la lógica de las escogencias económicas al ámbito de las decisiones políticas. Según ellos, es posible que los votantes se inclinen por opciones o candidatos moderados o intermedios, a condición de que se cumplan condiciones tan restrictivas como las siguientes:
- que las alternativas correspondan a temas económicos medibles (el precio de un producto o las cantidades a producir, el monto del salario, la magnitud de un impuesto).
- que exista un ambiente determinista (sin incertidumbre y sin complejidad) en donde las opciones se puedan conocer plenamente y de antemano, a tal punto que se pueda hallar una opción óptima y, sin duda alguna, mejor que el resto de las alternativas.
- que las decisiones se tomen por mayoría simple.
- que tales opciones puedan compararse mediante un solo rasero y puedan agruparse en dos extremos opuestos y claramente rivales; y finalmente,
- que las ideologías sean a tal punto triviales, que puedan asimilarse a simples marcas o etiquetas de diferenciación comercial del producto político a vender.
Se puede encontrar cierta analogía entre la teoría del votante medio y los razonamientos sobre la existencia del precio de equilibrio en el mercado competitivo. En la competencia mercantil, los consumidores y productores ajustan sus pretensiones, huyen de los excesos de oferta y demanda y tienden a comprar y a vender al precio de equilibrio.
En la contienda política, los candidatos o los partidos extremos tienden a ofrecer opciones moderadas que, con alta probabilidad, serán preferibles para el conjunto de los electores, aún al costo de renunciar a sus principios y valores.
El espectro político, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, se puede graficar como una campana de Gauss (quizás más conocida como "distribución normal" en la Estadística) en donde la cumbre (máxima votación) corresponde al votante medio y los extremos aplastados (ínfima votación) representan a quienes se aferran tercamente a sus principios. En consecuencia, los partidos que ofrecen opciones de centro tienden a maximizar el número de votantes.
Por lo demás, las democracias más estables no están tan polarizadas, lo que significa que disminuyen las incertidumbres y las diferencias sustanciales entre izquierda y derecha. Los conflictos se domestican al punto de hacerlos maleables y reducirlos a querellas fútiles. En la competencia política, los partidos rivales se mueven hacia el centro. La izquierda tiende a parecerse a la derecha (y viceversa).
El mercado político
La esencia de la moderna teoría microeconómica es el llamado efecto sustitución: un consumidor o productor asigna su presupuesto diversificando y sustituyendo unos bienes por otros, o unos factores productivos por otros. En una canasta de bienes, se puede renunciar a más pescado a cambio de más carne; en una empresa se puede renunciar a emplear más mano de obra, a cambio de utilizar más maquinaria.
La teoría de la elección pública[9], exportó la lógica del efecto sustitución al ámbito de la política y mostró su propia versión de las escogencias moderadas de centro. Sus autores asumieron un mundo de preferencias electorales diversas y de diferente intensidad, donde sea posible la negociación, es decir, la compra y venta de votos y el intercambio de favores políticos.
Sin embargo, sintomáticamente, el acuerdo negociado se aleja de un centro neutral. Es frecuente que para alcanzar un consenso sobre una política pública (por ejemplo un megaproyecto) los grupos de presión con mayor poder económico terminen por convertirlo en un recurso privatizado, a imagen y semejanza de sus intereses, gracias a que pueden comprar las preferencias electorales de los grupos o estratos con preferencias menos intensas. Por ejemplo, dar puestos o becas a clases medias y un plato de lentejas o un regalo efímero a los más pobres.
El escurridizo justo centro
Aún bajo la lógica económica, donde las diferencias entre la derecha y la izquierda se reducen al tema distributivo y al grado de intervencionismo estatal, es sumamente difícil ubicar un justo centro que satisfaga a todos los electores.
En la realidad histórica, el centro aparece como un equilibrio inestable (como una bola de golf sobre un turupe de terreno, sujeta al capricho del leve impulso del viento en una u otra dirección).
Las preferencias de políticos y electores, que se autodenominan de centro, más inestables y volubles, suelen terminar sesgándose hacia la izquierda o hacia la derecha. Los políticos de centro más aferrados a la derecha, abogan por la reducción de impuestos al capital y, por tanto, mantienen exenciones y gabelas para los ultra-ricos. Defienden la flexibilización laboral, es decir, salarios bajos y disminución de costos laborales para los patronos.
Su tarea se reduce a crear confianza inversionista (un ambiente de estabilidad macroeconómica y sin sobresaltos) y a manejar un presupuesto equilibrado (aún a costa de reducir o suprimir gastos públicos, en particular en materia de salud y educación para los más pobres, como con la ya famosa regla fiscal).
Los autodenominados renovadores y progresistas, renegados de opciones presumiblemente radicales de izquierda, son los nuevos paladines de Liliput. He aquí algunas de sus hazañas:
- En el plano internacional surgen propuestas como la del economista Jeffry Sachs, encaminada a poner fin a la pobreza (aquella de carácter absoluto que sufren cerca de dos mil millones de seres humanos) y mitigar el daño al planeta, sin poner en riesgo el desarrollo capitalista y sin perjudicar la gula de los opulentos. Su propuesta es un sacrificio que apenas significaría un impuesto no mayor del 3 por ciento de la renta de las naciones desarrolladas.
- La banca para los más pobres ha emergido gracias al economista Muhammad Yunus, distante del mundo de abstrusos modelos económicos, meritoria por el compromiso con los más pobres. Se valora su lógica de otorgar crédito fácil a los más pobres, sin tasa de usura, y basar los compromisos financieros en la confianza que las comunidades mismas van generando. Se señala sin embargo el riesgo de que ésta y otras empresas similares hagan de los pobres una especie de micro-ciudadanos y de micro-burgueses, sin generar una lógica distinta de la descarnada competencia mercantil.
- O en un contexto más cercano a nosotros, se da la bienvenida al aumento de unos puntos porcentuales en el salario mínimo, gracias a los buenos oficios de Angelino Garzón y del presidente Santos. No obstante, con todo y el aumento, el salario mínimo sigue siendo irrisorio cuando se piensa en el ingreso necesario para vivir con dignidad.
¡Cuán pobres son entonces los clamores del sindicalismo colombiano, cuán lejanos están de propuestas algo más progresistas, como la del ingreso básico universal e incondicional¡ Saber que gran parte del Polo Democrático ha sido jalonado por aristócratas del sector obrero (los consentidos dirigentes de trabajadores privilegiados de Ecopetrol y del magisterio) produce por lo mismo bastante desazón.
- Emerge una nueva sub-especie de "antipolíticos", "neutrales", "independientes", en fin, de asexuados en materia política[10]. Entre los exponentes más notables están Peñalosa y Fajardo, quienes han asumido que la acción de gobernar se reduce a una labor gerencial neutra sin discusión sobre fines políticos, sin adversarios: una simple gestión pública de los recursos por parte de tecnócratas.
Sin tomar posición, Fajardo advirtió que no estaba ni con Uribe ni contra Uribe; Peñalosa arguye que no está en contra de adversario político alguno. Mockus trivializó su propuesta de legalidad democrática, al punto de evadir durante su campaña discusiones sobre la relación entre el conflicto armado y la injusticia social y de comprometerse a cuidar los tres huevitos del anterior mandatario.
- Al reducirlo al tema del secuestro de militares, policías o políticos, y al ritmo lento y pomposo de liberación a cuentagotas, el pretencioso acuerdo humanitario ha sido devaluado por la acción de personalidades como Piedad Córdoba.
Desafortunadamente se desatendió el sabio consejo de Alfonso López Michelsen, quien muy poco antes de morir, había propuesto una fórmula amplia de acuerdo humanitario que incluyera el tema de la tierra y la reforma agraria.
Tan sólo queda un resquicio de esperanza si la ley de tierras y de víctimas del presidente Santos no se reduce a su ínfima expresión y se avanza hacia una propuesta de paz que incluya elementos sustantivos de justicia social.
La perdurabilidad de propuestas moderadas y de centro va de la mano con la proliferación de votantes jóvenes, ‘nuevos godos', sedientos de libertades cosméticas y en pos de estrechos éxitos personales (un salario, un matrimonio feliz, un auto), huérfanos de utopías e indiferentes frente a los grandes proyectos de cambio social[11].
*Economista de la Universidad Nacional, profesor asociado de la Facultad de Ciencia Política e investigador del Centro de Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario.
Notas de pie de página
[1] Mises, L. von. 1951. Middle-of-the-Road Policy Leads to Socialism. Illinois: Consumes-Produces Service.
[2] Hayek, F. A. 1945, The Road to Serfdom, University of Chicago Press, Chicago
[3] Van Parijs, P. 1995, Real freedom for all: What (if anything) can justify capitalism?, Oxford University Press, Oxford.
[4] Rawls, J. 1999 [1970], A Theory of Justice, Belkhap Press of Harvard University Press, Cambridge (Mass.).
[5] Ver Jacques, (2000)
[6] Premio Nobel de Economía 2002, conjuntamente con Vernon Smith, por haber integrado aspectos de la investigación psicológica en la ciencia económica, especialmente en lo que respecta al juicio humano y la toma de decisiones bajo incertidumbre.
[7] Investigación abanderada por H. Simon (1989)
[8] D. Black (1948) y A. Downs (1957)
[9] Abanderada por los norteamericanos G. Tullock y J. Buchanan (1965).
[10] Ver columna de María Jimena Duzán, Semana, 4 de febrero de 2011.
[11] Ver columna de Julián Cubillos, Semana, 4 de febrero de 2011.