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“Fragmentos” de un acuerdo de paz: la obra de Doris Salcedo

Escrito por Diana Galindo
Fragmentos, la obra de Doris Salcedo.

Diana GalindoEl Acuerdo con las FARC incluyó un elemento simbólico que la obra “Fragmentos” busca representar. ¿Logra este contra-monumento honrar el espíritu de la paz?

Diana Galindo Cruz*

El proceso de una obra

La obra “Fragmentos”, de la artista colombiana Doris Salcedo, es el resultado de los avances en el cumplimiento del Acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC. El punto tres del Acuerdo señala que parte del armamento entregado por la guerrilla debe utilizarse para hacer tres monumentos: uno en La Habana, otro en la sede de la ONU (Nueva York) y el tercero en territorio colombiano.

Tras una convocatoria pública, el tercer monumento fue encargado a Salcedo, una artista con amplia trayectoria, cuyo trabajo suele referirse a la relación del arte con la política, muchas veces específicamente con el conflicto armado.

“Fragmentos” está compuesta por tres espacios articulados por una superficie de 1300 láminas hechas con el metal de las armas fundidas, que cubren un piso de 800 metros cuadrados y están rodeadas por las ruinas de un antiguo edificio del siglo XIX, en el centro de Bogotá. Las láminas, como se ha señalado reiteradamente, fueron martilladas por un grupo de mujeres víctimas del conflicto.

Doris Salcedo no es un nombre nuevo en el campo del arte que trata sobre el conflicto armado. Desde los años ochenta ha expuesto en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, en la Tate Modern de Londres, en el Centro Pompidou de París, en el Art Institute de Chicago y en el Museo Reina Sofía de España, entre otros lugares. Sus intervenciones en el espacio público son conocidas; entre ellas se destaca la conmemoración de la toma y retoma del Palacio de Justicia y “Sumando ausencias”, realizada en la Plaza de Bolívar.

Fragmentos de un debate

Doris Salcedo
Doris Salcedo
Foto: Wikipedia

Por supuesto, una obra de estas magnitudes no ha escapado a la polémica, lo cual no es algo malo. Es necesario que este tipo de iniciativas sean reconocidas por la comunidad y un camino para que la obra se convierta en un símbolo es la crítica, incluso la negativa.

Para entenderla mejor hay que tener en cuenta las circunstancias que rodearon la elaboración de la obra. No se trata de una iniciativa particular ni se enmarca en la política de exhibición de una institución. “Fragmentos” está inscrita en el Acuerdo de paz y, como señala la experta en arte y derechos humanos Yolanda Sierra, debe responder a un marco jurídico específico e incorporar puntos del Acuerdo. Sierra propone una serie de criterios que deberían ser tenidos en cuenta para realizar una obra de esta índole. Entre ellos se destaca la desterritorialización, es decir, que el monumento debe pensarse para todo el país.

Un camino para que la obra se convierta en un símbolo es la crítica, incluso la negativa.

No es claro por qué se decidió que la obra estuviera en Bogotá, centro administrativo que en muchos sentidos solo ha vivido tangencialmente el conflicto. Pese a lo dicho en algunos medios, el Acuerdo no dice que la obra debía ubicarse en Bogotá, sino “en territorio colombiano en el lugar que determine la organización política surgida de la transformación de las FARC-EP, en acuerdo con el Gobierno Nacional”.

Otro elemento problemático señalado por Sierra es el de la autoría suprapersonal, pues el monumento no debería asociarse con el nombre de una persona sino cobijar a todas las víctimas. Sin duda la autoría de un trabajo de tal envergadura merece el crédito correspondiente, pero la selección de una artista con una trayectoria tan reconocida tiene repercusiones, como se verá a continuación.

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¿Un contra-monumento?

En su discurso de inauguración, Salcedo resaltó su renuencia a realizar un monumento tradicional, una figura que en la actualidad no es afín con nuestra sensibilidad artística y cultural. Por eso decidió acoger el término contra-monumento.

En este caso no se trata de una representación que glorifique a los héroes de la patria, pero esto no quiere decir que se anule el sentido general de lo que implica un monumento. Las definiciones tradicionales de “monumento” aluden a la conmemoración, al recuerdo de un hecho. Muchas veces se hace referencia a sus grandes dimensiones, pero priman el valor otorgado por la comunidad y su capacidad de convertirse en un referente para ella.

Salcedo critica la idea de jerarquización y de autoridad propia de los monumentos. No obstante, el peso de su trayectoria ha desviado la atención sobre la naturaleza del proyecto y la ha centrado en ella, en gran medida por el tratamiento que se le dio en los medios.

El problema no es el beneficio personal de la artista, sino que su nombre viene respaldado por el poder del círculo del arte (museos, galerías, curadores y críticos), al cual Salcedo ha respondido con un lenguaje artístico acorde con estos espacios. Por eso no es posible pensar que la idea de “autoridad” no está presente en “Fragmentos”.

Se intentó matizar este peso de la autoría con la participación de un grupo de mujeres que hicieron parte de la elaboración de la obra en un proceso que linda con la catarsis. A pesar de que sus nombres aparecen en una de las paredes y sus voces pueden ser escuchadas en un video que se proyecta en el lugar, es difícil hablar de una construcción participativa en este caso, cuando la línea de producción está determinada por una sola persona: la artista.

Otro aspecto que reafirma la idea de autoridad es la decisión de que las láminas se usaran para cubrir el piso. Aunque puede no ser la intención original, el gesto de pisar el metal puede ser leído como una reproducción de la lógica de vencedor (el gobierno) y vencido (las FARC). No se debería olvidar que estas armas no solo son una metonimia (una parte que representa el todo) de la guerra, sino que son objetos cargados de sentidos para quienes una vez las utilizaron.

Que esta interpretación no sea compartida por todos los visitantes de “Fragmentos” no quiere decir que no esté latente. El principal problema es que este mensaje afecta la comprensión del monumento como un mecanismo de justicia restaurativa, pues su aspiración debía ser reconciliar víctimas, victimarios y sociedad, y no insinuar el triunfo de un bando sobre el otro.

Recorrer “Fragmentos”

Obra Shibboleth de Doris Salcedo
Obra Shibboleth de Doris Salcedo
Foto: Flickr Paul Simpson

La sensación que produce el recorrido de “Fragmentos” es la aridez y el vacío. El metal fundido pierde su razón de ser original, la muerte, y se le somete para cumplir otra función. Las únicas marcas que permanecen en él son las de los golpes de martillo realizados por las mujeres incluidas en el proyecto.

En la obra se perciben elementos comunes en el trabajo de Salcedo, como su particular relación con el espacio, no solo por las dimensiones del lugar sino por las ruinas de ladrillo y la naturaleza naciente que la circunda, en contraste con la frialdad del metal, así como el uso de la “huella” para recordar hechos y personas particulares, pero también su ausencia.

Al fundir las armas y hacer con ellas una superficie para ser recorrida, estas quedan reducidas a ser material y pierden la capacidad de aludir a su pasado. Esto puede interpretarse de distintas maneras.

Se puede relacionar la ausencia de significado de las armas fundidas con el sinsentido de la guerra.

La idea de que objetos como las armas, representantes de un poder sordo e incuestionable, sean doblegados por mujeres que fueron sus víctimas, resulta potente. También se puede relacionar la ausencia de significado de las armas fundidas con el sinsentido de la guerra y su ubicación en el piso con el peso del dolor o de la culpa.

No obstante, el reconocimiento del mérito artístico de la obra (no el patrimonial, que es más evidente) depende en gran parte del conocimiento del arte (y de la trayectoria de la artista) que tenga el visitante. Por ello resultan fundamentales los guías en el lugar, quienes señalan aspectos claves de la obra para que cada visitante haga su propia interpretación.

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La activación del espacio

Un aspecto al que no se le ha prestado suficiente atención es que “Fragmentos” es un espacio para la creación, lo cual le agrega valor.

Así como entre las ruinas que rodean la obra reverdece la vida, los espacios que componen “Fragmentos” fueron pensados para contener otras intervenciones artísticas que tratarán sobre el conflicto armado, la memoria de las víctimas y la construcción de la paz.

Tras una convocatoria pública ya fueron seleccionados dos proyectos que se abrirán al público en el segundo semestre del año. Si bien las bases de la convocatoria no exigen que los artistas cuenten con formación académica, sí llama la atención que deban demostrar una trayectoria respaldada por exposiciones y publicaciones.

Los espacios de “Fragmentos”, operados por el Museo Nacional, podrían ser la oportunidad para dar cabida a otro tipo de manifestaciones artísticas, justamente alejadas de la idea de autoridad consagrada, para que se cumpla aun más la aspiración del “contra-monumento”.

Queda pendiente la inauguración del monumento encargado a Mario Opazo en la sede de la ONU en New York. Por ahora, nada se ha dicho sobre el tercer monumento en La Habana, pero los hechos de orden público más recientes, que han afectado las relaciones entre Cuba y Colombia, hacen pensar que no tendremos noticias al respecto en poco tiempo.

*Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Javeriana, magister en Museología y Gestión del Patrimonio de la Universidad Nacional de Colombia.

 

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