
Normalmente el presidente dedica el último año a consolidar su legado y garantizar una transición tranquila; pero este gobierno no es normal ni vive en la realidad.
César Caballero*
La recta final
El presidente Duque ya comenzó a transitar el tramo más difícil de su gestión: el cierre.
La coalición de gobierno se debilitará, los escándalos de corrupción seguirán explotando, los balances y críticas a su gestión serán insumo de las campañas y los funcionarios empezarán a pensar en su futuro personal más allá del 7 de agosto del 2022.
En la práctica, la capacidad de Duque para tomar iniciativas se acabará en diciembre. El año entrante estará en vigencia la ley de garantías y, por lo tanto, la contratación directa —que tanto le gusta— no podrá seguir haciéndose; el Congreso estará en plena campaña y las reformas legislativas estarán aún más paralizadas; los nombramientos serán apenas los de recambio, siguiendo con el pago de favores en el servicio exterior para algunos de sus actuales funcionarios.
De aquí en adelante su gestión se concentrará en inaugurar obras, rendir cuentas en espacios gremiales amigables y defender su gestión.
Un gobierno atípico
Lo normal sería que un mandatario intente consolidar sus obras, resaltar lo que considera su legado, garantizar unas elecciones libres y transparentes y una transición del mando presidencial lo más tranquila posible. Pero este gobierno no es normal; por el contrario, su mandato se ha caracterizado por varios hechos excepcionales:
El primero es la polarización en el debate público que dirigió durante estos tres años. No hay diálogo fluido con sectores de la oposición, su equipo incluye apenas a la coalición que lo eligió y mantiene una pugnacidad con todo aquel que le hace un comentario crítico, por pequeño y trivial que sea.
Esto produjo una respuesta de igual crispación. Por eso en casi todos los frentes sus palabras son contestadas con un nivel de radicalidad equivalente. El resultado es un clima de intolerancia que desafortunadamente se expresa en el asesinato de cientos de líderes sociales y firmantes de la paz e, incluso, en los atentados contra la vida del primer mandatario. Como dice el adagio: “siembra vientos y recogerás tempestades”.
El segundo hecho atípico de este gobierno son sus escasas ejecutorias. En su primer discurso como presidente, Duque destacó entre sus propósitos los de superar la polarización, detener el asesinato de líderes sociales y mejorar la confianza en las instituciones. Con los indicadores disponibles es claro que ninguno de estos tres propósitos se logró.
El presidente también habló de tres reformas prioritarias: la pensional, la política y la del sistema de salud. Respecto de la primera, el gobierno ni siquiera pudo armar una propuesta para presentarla al Congreso. Las otras dos se presentaron, pero no fueron tramitadas.
En general, el ritmo de gestión no ha sido alto. El mismo Departamento Nacional de Planeación (DNP), señala que, a junio de 2021, el avance global del Plan de Desarrollo es apenas del 58%; según la consejera Presidencial, María Paula Correa, la meta del gobierno es dejarlo en 85% al 7 de agosto del año entrante.
En el seguimiento por sectores, es curioso que entre el grupo de mayores avances se incluyan las relaciones internacionales y un sector que el Plan de Desarrollo llama “de inteligencia”. Los mayores retrasos se dan en materias de salud, vivienda, inclusión y medio ambiente, todos con ejecuciones por debajo del 47%.
El tercer hecho es el trámite y aprobación de la cuarta reforma tributaria del gobierno Duque. Eso es una anomalía en un país donde, en promedio, cada presidente presenta dos tributarias. Cada una de las reformas que presentó este gobierno tuvo sus particularidades:
- La primera puede ser llamada la incompetente: por vicios de trámite claros a lo largo de los debates, que fueron advertidos antes por muchísimas personas, la Corte la declaró inconstitucional.
- La segunda, la inconveniente, amplió las gabelas tributarias y agravó los problemas fiscales del país. No en vano Guillermo Perry señaló que había sido la peor tributaria en la historia del país, que, de por sí, está lleno de tributarias muy malas.
- La tercera, que podríamos llamar la indolente, propuso aumentar los impuestos a los ingresos laborales y el IVA (con lo cual estoy de acuerdo) para poder mantener las gabelas tributarias a las empresas y las rentas de capital (con lo que no estoy de acuerdo). Tan indolente sería que la misma ANDI, Probogotá y el Comité Inter Gremial pidieron retirarla y, en cambio, deshacer varios de los beneficios que les dio la reforma anterior.
- La última puede llamarse la urgente. Es modesta, trata de corregir la plana mal hecha de las tres anteriores y anuncia de entrada la necesidad de una nueva reforma hacia finales del 2022.
El cuarto es el tema de la vacunación. Es una prioridad bien identificada y es un tema donde es justo reconocer los logros. La disponibilidad de vacunas y su ritmo de aplicación han mejorado. Es posible que se cumpla la meta de 35 millones de colombianos vacunados para finales de este año.
No obstante, no podemos olvidar ni pasar por alto que en el país han muerto más de 123.000 personas por la COVID-19 y frente al dolor que esta cifra acarrea sería prudente no calificar la política sanitaria como un éxito rotundo. El plan comenzó tarde y durante los primeros meses avanzó muy lentamente.
El quinto punto, al que también hay que hacerle un reconocimiento claro, es el estatuto de protección a los migrantes como una política que garantizaría el trato humanitario hacia los migrantes venezolanos y crear las condiciones para que aporten más al desarrollo de nuestra sociedad. Esperemos que en el cierre no descuiden este frente y, por el contrario, lo desarrollen más allá de la expedición de la norma.
La realidad alternativa de Duque
El presidente ha dicho, de forma un tanto extraña, que su legado será la equidad. Sin embargo, cuando se miran todos los indicadores de su gestión, es evidente que la equidad se ha deteriorado en casi todos los frentes:
- aumento en el índice de pobreza,
- aumento en coeficiente de Gini,
- mayores tasas de desempleo, con cifras aún más dramáticas entre las mujeres y los jóvenes,
- menos colombianos con acceso a educación superior.
Comparando los números al comienzo del gobierno y lo que serían al final de su mandato, se observa un claro deterioro en la equidad.
La pandemia agravó muchas situaciones, es cierto; pero recordemos que la pobreza, la inequidad y el desempleo venían aumentando de forma constante entre agosto del 2018 y febrero del 2020. Recordemos también las palabras del anterior ministro de Hacienda, quien dijo no entender por qué el desempleo estaba aumentando tanto.
Pero Duque acostumbra a cambiar los referentes de las cifras para dar la impresión de que las cosas están mejorando. Por ejemplo,
-Frente al desempleo no se habla de la situación en agosto del 2018 sino de su punto máximo durante la pandemia.
-Lo mismo pasa con las vacunas: al comienzo se referían a la existencia del maravilloso plan de vacunación y el bajo número de muertes, después se habló de la disponibilidad de vacunas y, después, de las dosis administradas diariamente.
– En cuanto a las obras de infraestructura y transición energética, pasaron de hablar de kilómetros de obras entregadas, a contratos que se harían y, en este momento, obras que se dejarán diseñadas. Si el lector es curioso y examina las notas de prensa, notará que un gran número de obras estarán listas… ¡en 2030!
-Frente a la corrupción, los recortes y la austeridad fiscal, el presidente piensa pasar las normas necesarias al final de este año, de tal forma que les apliquen a sus sucesores y no a él. En otras palabras, todo el gasto, el despilfarro y el poco cuidado de los recursos públicos fueron la norma de este gobierno, pero, eso sí, que el próximo gobierno actúe de forma transparente, cuidadosa y responsable.
Hay otros temas bandera del gobierno que confirman el poco conocimiento del Estado que tiene la actual administración y que han tenido poco éxito o impactos. Entre estos se cuentan la economía naranja, las “horas contadas” de Maduro, los cien días de reconstrucción de Providencia y el plan de reactivación económica.

En últimas, la mayor anomalía del final de este mandato parece ser la lectura de la realidad que tienen el presidente y su grupo cercano. El país que ellos ven es muy distinto del que reflejan las propias cifras oficiales. Tal vez por eso el celebre tuitero César Betancur (@Yopucheros) dijo: “En la lista de géneros de ficción (simulación de la realidad) está faltando el balance presidencial hecho por cualquier presidente en ejercicio y sus asesores”.
En este género, sin duda, el gobierno Duque se llevaría un Oscar.