El Festival ha logrado reunir a actores privados y públicos para que esta esta reunión sea más que un espectáculo musical: es la expresión nacional de la complejidad del Pacífico.
Manuel Sevilla*
El patrimonio cultural
El pasado domingo 18 de agosto se cerró la versión 23 del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, en Cali. El espectáculo final fue un ensamble de la agrupación caucana Herencia de Timbiquí y la Orquesta Filarmónica de Cali, y la última canción de la noche fue una emotiva versión de “Mi Buenaventura”, el currulao que compuso Petronio en los años sesenta.
La idea de combinar en un mismo escenario música académica y música popular no es nueva, pero en este caso cobra particular relevancia porque representa dos transformaciones drásticas que se han vivido en los últimos años en Colombia. Por una parte, en la forma en que muchos colombianos nos relacionamos con elementos culturales propios del Pacífico.
De otro lado, las transformaciones en la dinámica social en torno al patrimonio cultural. Como veremos, el Festival Petronio Álvarez ha sido central en el agenciamiento de muchos de esos cambios y, al mismo tiempo, es una tribuna privilegiada para observarlos y vivirlos.
La última canción de la noche fue una emotiva versión de “Mi Buenaventura”.
Durante la última década, la dinámica social en torno al patrimonio cultural en Colombia ha sufrido numerosos cambios que pueden verse en varias dimensiones. La asociación casi exclusiva del concepto con edificios, objetos artísticos y monumentos celebratorios ha dado paso a una mirada mucho más amplia que abarca distintas formas de patrimonio cultural, incluyendo lo objetual (archivos fotográficos o sillas de elaboración artesanal), las prácticas culturales (como las músicas tradicionales), los sistemas de saberes (como las formas de construcción con tierra pisada) y otras manifestaciones colectivas.
![]() Bailarines del festival Foto: Harold Paz. Secretaría de Cultura de Santiago de Cali. (2019) |
En el caso del Petronio Álvarez, esta apertura del concepto del patrimonio es evidente. El reglamento base del festival fue redactado en 1997 por el entonces gerente de cultura del Valle del Cauca, Germán Patiño, junto con un grupo de conocedores de la música de la región, y reza que el objetivo del evento es “Estimular la creación, interpretación, difusión y proyección de la música del Pacífico Colombiano y ecuatoriano a nivel nacional e internacional” (sic).
Hoy, la música sigue siendo el eje del Petronio. El festival está estructurado como un concurso musical, en el cual compiten 44 agrupaciones que son seleccionadas en varios zonales en puntos como Tumaco (Nariño), Buenaventura (Valle), Guapi y Villa Rica (Cauca). La gran mayoría son intérpretes de géneros tradicionales que provienen de localidades a varios días de camino de la capital del Valle del Cauca, y muchos solo podrán tocar durante 12 minutos (el tiempo reglamentario para estar en tarima). Aun así, cada año emprenden el viaje con nuevos bríos y esperanzas, pues la sola participación en el Petronio se ha convertido en un elemento de prestigio.
Pero junto a la música se han posicionado otros elementos culturales del Pacífico, como la comida, las bebidas tradicionales (el viche y sus derivados como el curao y la tomaseca), y la llamada “estética afro” entre las mujeres que visitan el festival (pelo crespo, las trenzas y los accesorios coloridos para la cabeza).
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Igualmente, el mapa mental del Pacífico se ha expandido más allá de los nombres recurrentes, y hoy se habla con relativa propiedad de puntos como Barbacoas, Mandivá, Condoto y Timbiquí. En síntesis, la idea fundacional de la música como elemento cultural patrimonial digno de ser visibilizado, ha dado paso a un imaginario extenso del “mundo Pacífico”, poblado de sabores, vestuarios, lugares y maestros portadores de tradición.
Asunto de todos
La Convención de la Unesco para la protección del patrimonio mundial cultural y natural de 1972 prefiguraba el papel central de los entes oficiales en la gestión del patrimonio. A ese papel preponderante del Ministerio de Cultura y de las secretarías departamentales y municipales, se suman hoy grupos de ciudadanos que, con grados variables de formalización, adelantan sus propias acciones de protección y salvaguardia.
El caso más representativo de esta acción ciudadana son los grupos gestores asociados a manifestaciones que tienen reconocimiento oficial de patrimonio nacional, que gozan de reconocimiento oficial y en las comunidades (algo que no los exime de críticas, en todo caso).
![]() El Petronio Álvarez es uno de los festivales afro más importantes de Latinoamérica Foto: Alcaldía de Cali |
En el Petronio, los niveles de apropiación y agenciamiento del patrimonio cultural de ese “mundo Pacífico” han ido creciendo. El festival surgió como una iniciativa de la Gobernación del Valle del Cauca, en medio del entusiasmo generalizado por celebrar la diversidad cultural que se vivió en Colombia luego de la Constitución de 1991. Años después la Alcaldía de Cali asumió la organización y financiación del evento, y a partir de 2012 amplió el rango de actores oficiales a las alcaldías de una decena de municipios del Pacífico, aliados para realizar las zonales clasificatorias.
Hoy, junto con la garantía oficial, hay varios colectivos de la “sociedad civil” que asumen la planeación y organización de los distintos espacios del festival, y todos tienen asiento en el comité central del evento: las colonias de migrantes del Pacífico radicados en Cali, los vendedores de comidas y bebidas, los artesanos y fabricantes de productos de belleza, y las universidades públicas y privadas.
Sus acciones colectivas empiezan en septiembre con el balance de lo que acaba de pasar (el festival se realiza en la segunda semana de agosto) y continúa por un año hasta dejar a punto la siguiente versión. Este proceso no es necesariamente armónico y hay voces críticas que reclaman cambios, lo cual es un indicador de genuina preocupación por un patrimonio cultural diverso que es bien de todos.
Por estos escenarios de discusión han pasado:
- La necesidad de proteger las bebidas tradicionales (hubo un intento de patentar el viche del Pacífico por parte de un empresario, que finalmente fue reversado por la presión popular y las acciones legales),
- Los cambios al concurso (en 2008 fueron incluidos los violines caucanos como una nueva modalidad), y
- El mejoramiento de las condiciones para los músicos que llegan a Cali (hoy se discute la posibilidad de crear un incentivo para los grupos que no resultan ganadores), entre otras.
En síntesis, el festival y los elementos culturales que lo integran dejaron hace mucho tiempo de ser un asunto exclusivo de la administración local y tienen hoy dolientes de distintos orígenes.
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Nuevos conceptos
En la actualidad el patrimonio cultural ha dejado de ser asunto exclusivo de los iniciados y ha pasado a ocupar un papel central como recurso en distintas esferas de la sociedad. Una mirada ágil a las noticias nacionales y del hemisferio permiten constatar que el patrimonio cultural y sus diferentes manifestaciones están en el centro de múltiples procesos sociales de alta relevancia para diversas comunidades:
(a) Son elementos fundamentales en la construcción de identidades colectivas y memoria,
(b) Son un referente de peso para la constitución de territorios físicos y simbólicos,
(c) Son herramientas fundamentales de discusión y negociación entre actores políticos de distinto orden (étnicos, regionales, nacionales, etc.); y
(d) Son recursos preciados en procesos de búsqueda del desarrollo económico y simbólico (reconocimiento y reivindicación).
El festival está estructurado como un concurso musical, en el cual compiten 44 agrupaciones
Esta es, quizá, la dimensión donde más ha impactado el Petronio Álvarez. En el reglamento fundacional, uno de los objetivos era “convertir a la ciudad [de Cali] en el centro de difusión de la música del Pacífico colombiano”. En esto se ha avanzado y, como sabemos, los intérpretes de músicas tradicionales y de las fusiones derivadas ven al Petronio como la plataforma principal de proyección.
Pero el patrimonio hoy no se circunscribe a la experiencia estética y en el festival se canta, se conversa y se actúa sobre muchos otros temas. De tiempo atrás, las agrupaciones utilizan la excusa de la canción inédita (un requisito en el reglamento) para hablar sobre sus preocupaciones como comunidad: la violencia del conflicto armado, la depredación del medio ambiente y la encrucijada de la minería ilegal en territorios sin más opción económica, por mencionar algunos casos.
![]() Foto: @Anyelik para Razón Pública. |
Por fuera de tarima, en las cocinas que atienden miles de comensales cada día, hay pendones con las biografías de las maestras cocineras, y se entiende allí que hay una geografía de saberes y tradiciones en caseríos que jamás son mencionados por fuera de ese espacio, que no se conocen por el resto del país.
En los conversatorios de la agenda académica hace tiempo se dejó de hablar solo de música y ahora se discuten temas como el liderazgo de las mujeres para reconstruir sus comunidades a través de las artes, las nuevas formas de narrar el territorio por parte de jóvenes armados con celulares, o los aportes de hombres y mujeres del Pacífico a la construcción de una nueva nación, a propósito de la celebración del Bicentenario.
En síntesis, el Festival Petronio Álvarez pone de presente el papel de las artes y las expresiones culturales en la sociedad contemporánea. Un papel que incluye la mirada alternativa a los problemas del país y la presión por ampliar las fronteras de los conceptos sobre nuestras concepciones como nación. Todo eso, claro está, sin perder la magia de las músicas, los sabores y la mística que caracterizan al Pacífico colombiano (vea aquí una guía al Festival).
*M.A. y Ph.D en Antropología de la Universidad de Toronto, comunicador social de la Universidad del Valle, profesor titular de la Universidad Javeriana Cali y miembro del Comité Conceptual del Festival Petronio Álvarez.
**Foto de Portada: Harold Paz, Secretaria de Cultura de Santiago de Cali. (2019)