
La igualdad de género sigue siendo una fantasía, pues incluso los partidos más progresistas, dificultan que las mujeres tengan carreras políticas exitosas.
Angélica Bernal Olarte*
Las complejidades del feminismo
El feminismo es a su vez una propuesta teórica que busca entender el mundo y una práctica política que busca transformarlo. El feminismo ha estado presente en todas las denuncias y luchas en pro de la igualdad de género. Ha sido un movimiento político y social, pero nunca una estructura política. Las feministas hemos aprendido a desconfiar de las jerarquías y los partidos políticos que buscan hablar por todas y fijar una agenda única.
El feminismo es tan amplio y heterogéneo que es mejor hablar de él en plural. Así mismo, es transversal, pues ha participado de muchos movimientos sociales y políticos como colectivos antirracistas, académicos, étnicos, juveniles y campesinos. El feminismo ha supuesto una crítica profunda a las grandes desigualdades de género que aquejan al mundo entero.
El feminismo ha enfrentado un gran número de conflictos internos y se ha enriquecido de las agudas críticas que muchas mujeres negras, indígenas, campesinas, jóvenes, lesbianas y transgénero le han hecho al feminismo académico y liberal.
Esas mujeres han señalado acertadamente que el feminismo hegemónico ignora muchas voces y luchas, y habla en nombre de todas las mujeres pese a que solo beneficia a las más privilegiadas. El feminismo ha fallado cada vez que se ha abstenido de criticar el racismo, el etnocentrismo, la primacía del binarismo heterosexual y las lógicas del capitalismo salvaje que condenan a la pobreza a millones de personas. También ha fallado cada vez que se ha prestado para recortar derechos, legitimar guerras y justificar la violencia colonizadora.

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Una relación tensa
Teniendo en cuenta estas tensiones, vale la pena preguntarnos por la relación entre el feminismo y los partidos políticos en Colombia. Para empezar, es importante señalar que se trata de una relación de vieja data. Tras el Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe que tuvo lugar en 1981 en la capital colombiana, se decidió que el 25 de noviembre se conmemoraría el día contra la violencia de género, pero también se excluyó a varias mujeres de diversos partidos políticos con el argumento de que su principal militancia era el feminismo y no la ideología de dichos partidos.
Ese es el origen de un debate que sigue vigente en nuestros días: mientras algunas personas afirman que es posible hacer feminismo dentro de los partidos políticos, otras aseguran que es impensable porque se trata de organizaciones jerárquicas que aceptan las reglas de la democracia procedimental que no se ha interesado en combatir la desigualdad de género.
Uno de los interrogantes que ha tenido más importancia dentro de este debate es si las mujeres que forman parte de partidos políticos que están en contra del reconocimiento de las mujeres como sujetos políticos que tienen autonomía sobre sus cuerpos y sus vidas pueden identificarse como feministas.
Aunque este interrogante no tenga una respuesta definitiva, sí tenemos certeza de que los partidos políticos colombianos no han sido terreno fértil para la lucha feminista. De hecho, muchas mujeres que no se identifican como feministas han enfrentado un sinnúmero de obstáculos dentro de los partidos a los que pertenecen. Por ejemplo, Piedad Córdoba pudo llegar a ser Directora Nacional, pero los demás miembros del Partido Liberal lo impidieron. La persecución en su contra fue tal que llegó a ser despojada de sus derechos políticos pese a que comprobó su inocencia. Sin embargo, su partido nunca le manifestó su apoyo oficialmente.
Algo similar ocurrió con Cecilia López, pues pese a su impresionante preparación académica y su trayectoria pública, nunca fue impulsada como directora ni como candidata presidencial del Partido Liberal. Por su parte, Clara López llegó a ser presidente y candidata del Polo Democrático Alternativo, pero nunca contó con un apoyo real de sus compañeros, por lo cual se vio obligada a armar su propio partido. Ángela Robledo ha militado en el Verde y en la Colombia Humana, pero su militancia feminista le ha costado bastantes detractores.
Todos estos ejemplos demuestran que en Colombia, incluso los partidos que aseguran defender la igualdad de género, dificultan que las mujeres tengan carreras políticas exitosas. Numerosos estudios han demostrado que los partidos colombianos son propensos a reconocer la importancia de las mujeres en sus estatutos, pero se rehúsan a tomar decisiones concretas que promuevan sus candidaturas. En efecto, muchos obedecen la Ley 1475 por obligación y no por convicción.
Los partidos colombianos son propensos a reconocer la importancia de las mujeres en sus estatutos, pero se rehúsan a tomar decisiones concretas que promuevan sus candidaturas
El caso de la Colombia Humana
Un tema tan importante como la violencia de género dentro de los partidos políticos fue discutido por primera vez cuando Hollman Morris fue denunciado por acoso y Ángela Robledo se distanció de la Colombia Humana a pesar de haber sido la fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro.
Muchas militantes de la Colombia Humana son feministas y quieren que su partido se identifique como tal. Concejalas como Ati Quigua, Ana Teresa Bernal, Heidy Sánchez y Susana Muhamad ofrecen una luz de esperanza a todas las mujeres que sueñan con un partido político que respalde los liderazgos femeninos en la práctica y en el papel.
Hacer feminismo en organizaciones mixtas que no tienen una tradición feminista es sumamente difícil porque sus miembros suelen reproducir ideas y prácticas sexistas
Si bien se ha acusado –con argumentos válidos– a la Colombia Humana de hacer un uso instrumental del feminismo para ganar adeptas, debemos reconocer que es un logro que un partido en el que priman las voces masculinas esté avanzando en este aspecto. Además, es injusto desconocer la labor de las mujeres que han impulsado este proceso.
Sin embargo, es cierto que la adopción de un protocolo para evitar el acoso y la violencia de género no necesariamente implica que el partido vaya a librarse automáticamente de ese tipo de episodios.
Sin duda, las feministas están trabajando para que la Colombia Humana reconozca a las mujeres como sujetos políticos y asuma la igualdad de género como uno de sus principios más importantes. El principal reto que enfrentan es desarrollar una herramienta que permita juzgar ética y políticamente a quienes inflijan violencias contra las mujeres. Además de obligarlos a reconocer sus errores y a ofrecer disculpas, es necesario establecer garantías para garantizar que estos hechos no se repitan.
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Hacer feminismo en organizaciones mixtas que no tienen una tradición feminista es sumamente difícil porque sus miembros suelen reproducir ideas y prácticas sexistas, racistas, heteronormativas y clasistas. Esto no significa que se imposible hacer feminismo en esas organizaciones, sino que no debemos ignorar las violencias estructurales cometidas por sus integrantes.
Muchas feministas que forman parte de partidos políticos alternativos han impulsado luchas valiosas por la igualdad dentro de sus organizaciones, y las feministas que formamos parte de la academia y de distintos movimientos sociales no debemos demeritar su labor ni creernos superiores a ellas.
No tiene sentido exigirle al feminismo que sea unánime porque aún debemos avanzar en muchos frentes para lograr que todas las mujeres tengan una vida digna en Colombia. Se equivocan quienes pretenden erigirse como la autoridad del feminismo, determinar quién es feminista y dictaminar dónde se puede o no hacer feminismo.