Aunque muchos interpretan Historia Doble de la Costa como un trabajo finalizado, su esencia está en la continua construcción de interpretaciones, en la democratización y apropiación del conocimiento.
Vladimir Montaña*
Un sociólogo notable
Estamos conmemorando el nacimiento del más influyente sociólogo colombiano y uno de los más notables de América Latina: Orlando Fals Borda. Son muchos los aportes que se le reconocen, entre ellos el desarrollo de una metodología de acción política a través de la investigación científica, la famosa Investigación Acción Participativa, y también los notables aportes hacia una reconfiguración territorial de Colombia, entendido como un país de regiones naturales alrededor de las cuales se desarrolló el poblamiento.
Fals Borda fue político, exconstituyente en 1991, y hasta presidente honorario del Polo Democrático. Fue y es un referente del vínculo inextricable entre las ciencias sociales y las expectativas de transformación política.
A manera de homenaje y como un ejercicio de crítica a su legado, en este texto hablaré de una obra tan importe como incomprendida: la Historia Doble de la Costa.
Una historia del Caribe en dos narrativas
La Historia Doble de la Costa se editó en cuatro volúmenes durante los años 80’s, llevando a cabo dos relatos paralelos. Por un lado, se diferenció la experiencia del investigador en su contacto con el mundo social. Por el otro, se intentó desarrollar una explicación teórica desde el marxismo de la época. Se podría decir que son dos libros que funcionan en paralelo y se leen al mismo tiempo.
Para este objetivo Fals Borda ideó el siguiente sistema:
- al lado izquierdo o en el anverso de cada página (que llamaremos columna A) profundiza en la experiencia investigativa y el diálogo con la gente.
- en el verso de cada página al costado derecho (columna B), lanza una interpretación magistral –sin citas o referencias documentales– con la pretensión de interpretar teóricamente lo que había visto en terreno y descrito en paralelo.
Aunque esté muy ameno, el lector se pierde entre verso y anverso; al final la lectura integral es poco posible. En efecto, es infortunado que en aquellos años 80’s no se hubiese desarrollado todavía la hipertextualidad de hoy.
Según Germán Colmenares, quizás el más notable crítico de este trabajo, “el resultado deja la impresión de una doble condescendencia: una, hacia la historia, cuyo valor como conocimiento se desdeña a favor de sus virtualidades como elemento de manipulación ideológica o como mito de autorrepresentación colectiva. Otra, hacia un auditorio popular, al que sólo podría entregársele una materia prima en bruto para que sirva de alimento a su limitada capacidad de comprensión”.
No se trata de hacer cartillas explicativas o “pedagógicas” al final de cada proceso –labor ciertamente cosmética–, sino de crear obras dotadas de autonomía cognoscitiva, que delaten el talante del espíritu académico y se dirijan al público sin fachadas bienhechoras.
Más allá de defender velozmente a Fals Borda de tan cortante crítica, de intentar contextualizar en su época la interpretación esencialmente marxista de cara al fortalecimiento de un proceso de emancipación en el otrora tiempo presente, o de realzar el vínculo del investigador en su contacto con las poblaciones que inspiran la pesquisa, es preciso repensar el lugar de este trabajo tan representativo como inacabado para generar una participación, divulgación y apropiación social del conocimiento. En últimas, de eso hablamos cuando nos referimos a Fals Borda.
El gran aporte de esta obra es la columna A. Y no por lo que dice en sí misma, sino por el contraste y preguntas que plantea a la narrativa teórica paralela. En medio de dos relatos, el lector –cualquiera que sea– tiene la oportunidad de buscar y encontrar respuestas concretas frente a la realidad social. Allí encuentra (o no) respuestas que le satisfacen (o no), creando una lectura crítica en el paso a paso.
Es así como la apuesta de Fals Borda más que sustentar un modelo explicativo unívoco (es posible que en efecto lo hubiera intentado), logra construir un artilugio científico y literario que activa la capacidad política del lector neófito. La obra es un dispositivo arquetípico en la búsqueda de maneras interactivas e hipertextuales de leer el pasado en función del presente.
La Historia doble de la Costa fue un intento por llevar a la práctica netamente académica los postulados y discursos de la Investigación Acción Participación (IAP), que entrando en consonancia con la pedagogía crítica de personas como Paulo Freyre y colegas, buscó construir metodologías de investigación y enseñanza contrahegemónicas.

Rituales de participación
Todo esto contrasta con aquellos rituales de la actualidad donde se supone que las comunidades participan del proceso de construcción científica. Casi que a manera de “contentillo”, investigadores, funcionarios públicos, consultores y ONG’s que se ubican desde lo políticamente correcto organizan unas reuniones consultivas en donde se parodia la construcción colectiva del saber.
Los resultados son unas actas que exponen que “se escucha a la gente” y en las que se cambian palabras problemáticas. Después se construye la fábula de un conocimiento incluyente. En ocasiones se reparten cámaras y grabadoras para que las comunidades sean las que registren la toma de la información. Otras veces los liderazgos son contratados y entran a formar parte de un equipo convenientemente anclado a la comunidad.
Al final se elaboran cartillas donde se desmenuza un conocimiento cuya versión académica o teórica resulta ininteligible para un público más neófito que sapiente. La crítica de Colmenares a propósito de la obra de Fals Borda sí que resultaría apropiada para estas prácticas venidas desde lo políticamente correcto y el mínimo ponderado de inclusión.
Esta burda herencia del legado de la IAP y de la Historia Doble de la Costa – la más audaz y futurista obra de Orlando Fals Borda– deja sobre el tintero la necesidad de poner en el centro del debate las formas que debe adoptar la participación, divulgación y la apropiación social del conocimiento científico.
No se trata de hacer cartillas explicativas o “pedagógicas” al final de cada proceso –labor ciertamente cosmética–, sino de crear obras dotadas de autonomía cognoscitiva, que delaten el talante del espíritu académico y se dirijan al público sin fachadas bienhechoras.
Tampoco se trata de diseñar escenarios de participación al interior de la política asamblearia; es decir, de decidir los objetivos de una investigación por mayoría neta y no por pertinencia lógica o metodológica.
Una herramienta para el saber de hoy
La Historia Doble de la Costa es un ejercicio trascendental justamente por ser inacabado. Además, porque se lanzó a lo interpretativo y porque abrió preguntas sobre temas relacionados con la democratización del saber. Sin duda, quienes consideran que es un trabajo finalizado e insigne lo sepultan.
Más allá de preguntarse si esta obra tiene o no vigencia como lo escuché hace poco en un evento en la Universidad Nacional, es preciso reconocer el espíritu de la obra y la necesidad de no petrificarla.
Muy seguramente la voluntad de Fals Borda hubiese sido que a su Historia Doble de la Costa la volvieran papilla y que ese relato marxista fuera contrastado con otras lecturas del cambio social; es decir, que se le agregara una lectura feminista o se avanzara en la lectura crítica de las tradiciones inventadas.
Es así como la apuesta de Fals Borda más que sustentar un modelo explicativo unívoco (es posible que en efecto lo hubiera intentado), logra construir un artilugio científico y literario que activa la capacidad política del lector neófito.
La Historia Doble de la Costa debería ser multiplicada, quintuplicada, sextuplicada. En todo caso, que no fuera solamente doble ¿Se imaginan si lleváramos esta obra al hipertexto?
En el mundo de hoy donde la información abunda, no se trata de transmitir e imponer “el relato”, sino de permitir que las personas escojan lo que quieren y lo que necesitan para adaptarlo a sus propias lecturas. Solo allí hay apropiación.
Todo esto es posible si se crea una estrategia de divulgación del conocimiento que no tema lanzarse a nuevas aventuras que posibiliten la democratización del saber académico en su inmensa complejidad, tal como lo intentó en su época Orlando Fals Borda.
1 Comentario
Ver la crítica del historiador Charles Bergquist a La historia doble de la Costa: https://repositorio.unal.edu.co/handle/unal/71209