Estados Unidos: economía en crisis y polarización en una potencia que ha perdido el rumbo - Razón Pública
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Estados Unidos: economía en crisis y polarización en una potencia que ha perdido el rumbo

Escrito por Francisco Thoumi
Francisco Thoumi

Francisco ThoumiAl cumplirse dos años del gobierno Obama queda claro que el problema económico es de fondo, que el país está partido en dos, que nadie se atreve a mencionar lo inevitable y que el camino está lleno de obstáculos. Un análisis estructural a raíz del reciente discurso de Obama.

Francisco E. Thoumi *

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Como cada año…

El discurso anual del presidente de Estados Unidos ante el congreso tiene por objeto presentar una evaluación por parte del Ejecutivo sobre “el estado de la Nación” y fijar el rumbo de las políticas del gobierno. A continuación del discurso, tradicionalmente un representante del partido opositor al presidente responde con otro discurso generalmente corto.

El discurso de este año fue pronunciado el pasado martes 25 de enero,  por  un presidente Barack Obama bajo presión. Los comentarios le correspondieron al representante republicano Paul Ryan, quien ocupa el cargo de Presidente del Comité de Presupuesto de la Cámara. En esta ocasión intervino también el Tea Party, representado por Michele Bachmann, elegida recientemente a la cámara por el Estado de Minnesota y quien tiene pretensiones presidenciales para el 2012.

El discurso del presidente tuvo lugar dos meses después de su gran derrota electoral, cuando el partido republicano – del cual el 

Tea Party constituye el ala más a la derecha –  retomó el control de la cámara. Los demócratas conservaron su mayoría en el senado, debido a que solamente una tercera parte de sus miembros es elegida cada dos años, mientras que en la cámara de representantes la totalidad es sometida a elecciones con esa frecuencia. De todas formas, los republicanos obtuvieron 46 de las 100 curules de senador.

Diagnósticos profundamente diferentes

Actualmente los diagnósticos hechos por los demócratas y los republicanos sobre la economía del país difieren sustancialmente. Desde la perspectiva demócrata, Obama recibió un país en una crisis profunda, que requirió un fuerte aumento en el gasto del gobierno federal para conjurarla, o por lo menos para evitar una gran depresión.

Desde la republicana, se acepta que el país tenía problemas, pero que estos deberían haber sido resueltos por el sector privado y el mercado sin una fuerte intervención estatal. Este conflicto hizo que durante los últimos dos años la legislación reformista promovida por Obama hubiera encontrado una oposición republicana continua e intransigente en el congreso. Estos se opusieron en bloque a la reforma en el sector de salud, al programa de estímulo fiscal y al gran gasto para apoyar al sector financiero en crisis, aunque este último haya sido concebido y empezado por la administración republicana de George W. Bush.

Para los demócratas, el problema en el corto plazo es el alto desempleo actual, por encima de nueve por ciento. Pero para ellos hay también problemas estructurales enormes: alrededor de 50 millones de personas (un séptimo de la población) sin seguro médico, una concentración creciente del ingreso y de la riqueza, acompañada de niveles de pobreza injustificables en el país más rico y poderoso de la tierra, un agudo deterioro en la infraestructura física, un gasto muy alto en defensa agravado por la guerra injustificada en Irak, una dependencia muy fuerte del petróleo como fuente de energía, y un sistema de educación ineficiente que no genera destrezas adecuadas para competir en el mundo globalizado.

Los republicanos admiten que esos problemas existen, pero no que el gobierno federal deba resolverlos por medio de aumentos en el gasto público y la regulación. Ellos resaltan el hecho de que la burbuja en la finca raíz se debió a normas inadecuadas y regulación mal enfocada por parte del gobierno federal y a la ineficiencia de sus agencias.

Para ellos, la intervención federal socava los más caros derechos individuales y la ética social. Los republicanos alegan que el éxito de la sociedad americana se basa en el individualismo y la competencia individual. Para muchos de ellos el país ha experimentado un deterioro moral muy fuerte y tienden a rechazar el aborto, el matrimonio homosexual y las limitaciones al derecho de poseer y usar armas. La solución para ellos es limitar el gasto público, especialmente cuando el déficit fiscal ha llegado a niveles insospechados de alrededor de diez por ciento del PIB, y eliminar muchas de las reformas que el gobierno Obama implementó en los últimos dos años. 

Reformas necesarias pero improbables

En las recesiones pasadas, el problema del desempleo se podía resolver aumentando el gasto, bien sea en el sector privado o en el público, utilizando las políticas fiscales y monetarias tradicionales. Hoy la situación es mucho más compleja, porque Estados Unidos ha perdido competitividad en muchas industrias. Por eso se requiere un cambio estructural que genere actividades donde la productividad de la mano de obra sea mayor.

El discurso de Obama empezó reconociendo tácitamente este hecho, cuando afirmó que “ el mundo cambió en una generación” y que el desafío actual era “conquistar el futuro promoviendo la innovación americana”. En otras palabras, generando empleos diferentes y de mayor productividad que los del pasado.

Esta es una meta de mediano plazo, por lo menos, y para lograrla Obama postula la necesidad de “mejorar sustancialmente la educación”, especialmente en ciencias y matemáticas, con el fin de desencadenar la creatividad de la sociedad americana. Este desafío lo compara al que en 1957 representó el Sputnik, primer satélite soviético. En la reforma educativa se requiere no solamente un aumento en los recursos financieros, sino también un compromiso de los padres y de los maestros y un cambio social que eleve el estatus de los maestros

La innovación se concentraría en generar energía limpia y otras industrias de punta, así como en el sector de las comunicaciones,  para integrar a los productores americanos con los mercados mundiales. Esto implica extender la cobertura del Internet de alta velocidad a todas las regiones del país, inclusive zonas rurales apartadas, y reconstruir la infraestructura vial, haciendo uso de  nuevas tecnologías y de trenes rápidos. 

Estos desarrollos permitirían un aumento en las exportaciones americanas. Todo esto requiere  fortalecer el sistema educativo, cuyos logros en ciencias y matemáticas están por debajo de los de otras naciones desarrolladas. Sin embargo, las metas en educación no son responsabilidad del Estado solamente. Obama insistió en la importancia y responsabilidad de los hogares en la formación de los jóvenes y niños y apoyó el “sueño” de los hijos de inmigrantes ilegales, a quienes se les debe dar la oportunidad de legalizar su situación si aprovechan las oportunidades educativas.

Se buscan ideas movilizadoras

Obama tiene claro que los cambios estructurales requieren una movilización masiva de la población alrededor de una meta común. Por eso apeló a la analogía con el “momento Sputnik”,  cuando Estados Unidos respondió al desafío soviético con el ambicioso proyecto de llegar a la Luna en 10 años, logro obtenido el 20 de Julio de 1969.

Para controlar el problema de la deuda, propone congelar el gasto discrecional durante cinco años, lo que ahorraría unos 400 mil millones de dólares, una cifra que Obama reconoce como muy pequeña comparada con el déficit proyectado para 2011 de un millón quinientos mil millones.

Por eso insiste en que es necesario aceptar las recomendaciones de la Comisión Fiscal Demócrata-Republicana que él convocó y que recomienda fuertes cortes en defensa y salud y la simplificación de la legislación impositiva eliminando los “micos” o exenciones a actividades económicas específicas. La idea no es aumentar las tasas impositivas a las empresas sino eliminar los privilegios y hacer la legislación más trasparente, para así elevar el recaudo de impuestos.

Al principio de su mandato, el presidente G. W. Bush promovió una disminución en las tasas de los impuestos a la renta de las personas, las cuales durarían hasta el primero de enero de 2011. El presidente Obama intentó mantener las tasas bajas, excepto para individuos que ganaran menos de 250 mil dólares por año. Los republicanos se opusieron terminantemente a este cambio y amenazaron con dejar expirar las exenciones y aumentar los impuestos a todos los americanos, incluyendo la clase media y los de menores ingresos. Por eso Obama aceptó una extensión de las rebajas en las tasas durante dos años, y en su discurso insistió en la necesidad de eliminarlas para las personas de altos ingresos en 2012. Este será uno de los puntos álgidos en el debate durante la próxima campaña presidencial.

Los republicanos tampoco saben qué hacer

La respuesta republicana se concentró en resaltar los problemas del déficit fiscal y la deuda y subrayó la falta de especificidad de las propuestas fiscales de Obama. Criticó la propuesta de invertir más en educación, infraestructura e innovación, porque contribuiría a aumentar el déficit. Además resaltó el problema del desempleo sin atribuir sus causas a las políticas del gobierno republicano anterior y ofreció una solución simple: atacar el déficit fiscal sin aumentar impuestos porque esto generaría mucha incertidumbre con relación al futuro, lo cual es el mayor desincentivo para la inversión del sector privado. 

Por eso, la solución es cortar el gasto público y dejar que el sector privado resuelva el problema. La respuesta del Tea Party  fue más allá y presentó un cuadro con la serie de las tasas de desempleo totalmente descontextualizado: el desempleo durante el gobierno de G. W. Bush se mantuvo a niveles muy bajos y aumentó con Obama, lo cual “prueba” las bondades de las políticas de Bush y las maldades de las de Obama.

Esta patética presentación implícitamente niega que la burbuja en finca raíz tuvo lugar durante los ocho años del gobierno de Bush, que el gran aumento en el gasto público empezó con las guerras de Irak y Afganistán y se aceleró con el plan de rescate del sector financiero, diseñado y ejecutado por ese gobierno, durante el cual los salarios disminuyeron en términos reales y la riqueza e ingreso se concentraron de manera sin precedentes.

Soluciones simplistas, malas consejeras

La respuesta del Tea Party  me recordó una afirmación frecuente de William Brownfield, el ex embajador estadounidense en Colombia: “ Somos un pueblo simple y por tanto nos gustan las soluciones simples ”. No hay duda de que cada problema complejo tiene no solamente una, sino muchas soluciones simples, que  resultan erradas.  

Es cierto que las propuestas de Obama dejan mucho que desear, porque efectivamente no son suficientemente específicas. Sin embargo, presentan otras deficiencias tal vez mas graves, porque insisten en que Estados Unidos es un país excepcional, cuyo nivel de vida debe aumentar continuamente de generación en generación. Lamentablemente la crisis actual es un reflejo de cambios profundos en el mundo que han hecho que la “ excepcionalidad ” americana cada vez sea menos excepcional.

Ni los demócratas ni los republicanos reconocen algo fundamental: el país gastó más de lo que producía durante más de una década, el nivel de ahorro de los hogares mientras tanto era muy bajo y para muchos negativo. Mientras eso ocurría, Estados Unidos perdía ventajas comparativas en muchas industrias y además el sector financiero creció desproporcionadamente.

Cualquier solución realista implica disminuir el gasto total, exportar más de lo que se importa, aumentar el ahorro de los hogares y pagar la deuda. Todo esto implica desmejorar el nivel de vida. El asunto real es cómo distribuir esa disminución en la sociedad: ¿Quiénes deben comprar menos ropa nueva, tener casas más pequeñas, automóviles menos lujosos y que consuman menos gasolina, quiénes pueden tener acceso a la medicina ultra costosa de punta, etc.? Nada de esto se discute abiertamente.

Argumentos ideológicos frente a problemas prácticos

La coyuntura macroeconómica es particularmente adversa para abordar estos temas. La derecha simplemente ataca los aumentos en el gasto público con argumentos relacionados con la sostenibilidad del endeudamiento. Sin duda los actuales niveles de gasto del gobierno son insostenibles, pero cortarlos también aumentaría el desempleo en el corto plazo.

La afirmación de que el sector privado invertiría si tuviera certeza de que el gobierno no subiría los impuestos es bastante débil. Por un lado, el sector privado “sabía” que la disminución en las tasas impositivas expiraría el 31 de diciembre de 2010 e invirtió en la burbuja de finca raíz y en el sector financiero. Por otro lado, el capital en muy móvil en el mundo y cualquier empresario hoy contemplaría invertir en muchos lugares, no solamente en Estados Unidos. No es claro que un aumento en las tasas impositivas de unos cuantos puntos desvíe mucha inversión fuera de  Estados Unidos.

Es notable que la derecha no haya formulado su propio programa alternativo. Ataca la reforma en la salud, especialmente el requisito de que cada ciudadano compre un seguro médico, con el argumento de que el gobierno no puede ordenarles a las personas comprar algo especifico. Sin embargo, no explican que la razón de esta medida es lograr que todos los usuarios del servicio médico contribuyan a él, y que sin medidas de ese tipo no sería posible extender la cobertura de los seguros médicos.

En el sistema actual los servicios de emergencia tienen obligación de atender a todos los pacientes, aunque no tengan seguro. Esto significa que quienes están asegurados pagan a través de precios más altos, por los servicios a los no asegurados. Si la derecha fuera consistente, propondría que no se requiriera a nadie comprar un seguro y que los hospitales no atendieran a los que no tienen seguro. Es obvio que nadie se atreve a hacer tal sugerencia.

La derecha tiene otras posiciones que tienen muy poco que ver con los problemas económicos actuales, pero que producen votos, como la oposición a que los hijos de inmigrantes ilegales, que han crecido en el país y son culturalmente americanos, puedan acceder a la residencia legal; la defensa de los derechos extremos de los individuos a poseer armas independientemente de qué tan letales sean, bajo el pretexto de que la segunda enmienda a la Constitución reza: “Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas”; la oposición al aborto y al matrimonio homosexual, etcétera.

El discurso de Obama tuvo elementos que sugerían un acercamiento a los republicanos que ahora controlan la cámara, como el congelamiento del gasto discrecional, pero a su vez estaba diseñado para preparar el campo de la campaña presidencial del año entrante. En ella presentará un escenario donde los republicanos aparecerán como defensores de los millonarios y prejuiciados con respecto a grupos sociales importantes.

Obama y los demócratas apuestan a que la mayor parte de la crisis haya pasado el año entrante y a que el empleo se haya recuperado. Sin embargo, no es claro que entiendan que en la economía globalizada muchos empleos antes bien pagos no volverán a Estados Unidos. En efecto, un titular en CNN Money del 31 de Enero resume esta situación de manera dramática: “¡Vuelven los empleos! Pero el sueldo apesta”.

Futuro incierto, sociedad dividida

El futuro de Estados Unidos es claramente nublado y confuso. No es probable que Obama cohesione al país con su idea del momento “Sputnik”. Hoy la situación es muy diferente de la de 1957, cuando el enemigo era externo y en el imaginario americano amenazaba con la destrucción del mundo.

Hoy la lucha es por la repartija de la torta y el enemigo es interno: “aquellos que me quieren quitar lo que merezco”. La idea de aumentar la competitividad en los mercados internacionales es además mucho más etérea que la de enfrentar a la Unión Soviética. Además el ethos americano valora la fuerza y la valentía mucho más que la ciencia y las ideas.

Por eso, muy probablemente el ingreso aumentará, pero el desempleo se mantendrá a niveles altos y los salarios difícilmente aumentarán en los próximos años. Se tendrá un ajuste estructural hecho por el mercado (y sin la participación del FMI, que contribuiría a acelerar y regular el proceso),  pero el desencanto podría cundir, lo cual favorecería al eventual candidato republicano a la presidencia, aunque en el firmamento no se ven estadistas republicanos que enfrenten la crisis actual tomándola por los cachos.

El pronóstico actual sugiere que Obama tendrá una probabilidad alta de ser reelegido. Sin embargo, si los republicanos, y especialmente Sarah Palin, ganan la elección e implantan un programa como el que proponen, podrían generar una reacción tal entre las masas frustradas que elegirían en 2016 un gobierno populista de izquierda, que hará recordar a Obama como un aventajado discípulo de Milton Friedman.

 *Cofundador de Razón Pública. Para ver el perfil del autor, haga clic aquí. 

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