
Perfil de las milicias o grupos armados que defienden la supremacía de los blancos, son estimulados por el presidente… y tienen a Estados Unidos al borde de una guerra civil.
Jorge Mantilla*
Elecciones y terrorismo
Durante los últimos cuatro años, Estados Unidos ha dado un giro hacia el autoritarismo. La tierra de los libres (Land of the Free, como dice su himno nacional) transita ahora por una espiral de violencia, desinformación y caos, cuyo responsable principal es el presidente Donald Trump.
Su táctica es apelar a los cristianos ultraconservadores, grupos de extrema derecha y milicias supremacistas para ganar las elecciones de noviembre. Pero esta estrategia amenaza la democracia y puede desencadenar una violencia sin precedentes.
Desde hace un par de años, los servicios de inteligencia y de seguridad nacional clasifican a los grupos de extrema derecha, asociados con la supremacía blanca, como la principal amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos—por encima del terrorismo yihadista—.
De acuerdo con el FBI, desde el año 2016 aumentaron los crímenes de odio. A pesar de ser subvalorada por las principales cabezas del Ejecutivo, la seriedad y magnitud de la amenaza es tal que el Homeland Security lanzó un fondo de financiación especial para identificar y detener a estos grupos.
Esta amenaza doméstica tiene sus orígenes en la década de 1980, pero en los últimos años empeoró debido a la crisis económica, a la polarización política y a la participación de sectores radicales cuyo principal instigador es el presidente.
Por esto, el llamado de stand back-stand by (retrocedan pero sigan en alerta) que hizo Trump en el debate presidencial, cuando se le preguntó si condenaba a los Proud Boys (una banda supremacista) legitima las agrupaciones paramilitares y augura el desenlace violento que podrían tener las elecciones.
A esto se suma la peligrosa espiral de polarización y manifestaciones armadas de los últimos meses en las principales ciudades de Estados Unidos. Las alarmas en la comunidad de inteligencia están encendidas: según los expertos un ataque masivo es cuestión de tiempo.
Para algunos el libreto es claro: si Trump pierde las elecciones, desconocerá el resultado y alegará fraude electoral. En este caso, la presidencia será definida por la Corte de Suprema de Justicia, la cual tiene una mayoría conservadora tras la muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg. Esto en medio de una tensión armada en las calles y con las milicias supremacistas dispuestas a atacar.

Diversas milicias supremacistas
Uno de los más grandes peligros es la diversidad de factores que alimentan el fenómeno: misoginia, racismo, antisemitismo y terrorismo aparecen de manera reiterada en los análisis de los foros en línea y de las piezas mediáticas que producen.
Amparados en la desinformación que circula por las redes sociales, estos grupos reclutan por igual a jóvenes y a miembros activos de las fuerzas militares y policiales.
Este es el caso del grupo Oath Keepers (Guardianes del Juramento). Compuesto por veteranos y personal activo de las fuerzas de seguridad, esta agrupación alega proteger la Constitución contra el presunto plan del gobierno federal para despojar de sus derechos a los estadounidenses.
Para esto crearon una de las milicias antigubernamentales más grandes del país. A ojos de esta organización, Hillary Clinton o Barack Obama son traidores y merecen ser arrestados.
De igual manera está el movimiento Boogaloo. Aunque es menos organizado que los Oath Keepers, su base son las redes sociales y en los últimos años ha actuado como milicia armada.
Pregonan el anarcocapitalismo y el derecho a portar armas. Son detractores acérrimos del confinamiento y aislamiento social decretado por los estados para contener la pandemia.
El término Boogaloo proviene de una película de los años ochenta. En Estados Unidos se usa para referirse de manera peyorativa a la segunda parte de algo, en este caso, a la segunda guerra civil. Una guerra para la que declaran estar listos y prestos a combatir.
Debido a que su actividad es principalmente en internet, el número de adeptos es incierto. Sin embargo, al menos quince de sus miembros fueron procesados por cargos que van desde homicidio hasta terrorismo. Incluso fueron responsables del asesinato de dos policías en California.
Finalmente, están los Proud Boys, populares desde que fueron mencionados en el debate presidencial. Son un grupo intermedio entre una milicia nacionalista y un ‘club de la pelea’ de supremacistas blancos que únicamente acepta ‘hombres biológicos’ en sus filas.
Creado por uno de los fundadores del emporio mediático de Vice, está agrupación cuenta con ritos de iniciación al mejor estilo de una pandilla juvenil y se considera a sí misma como un grupo de defensa de los valores occidentales y de la raza blanca.
En realidad, es más parecido a un grupo de choque contra manifestaciones como las del Black Lives Matter; el grupo se caracteriza por la islamofobia, la transfobia, por ser abiertamente neonazi y por pregonar la ultra violencia.
Independientemente de los nombres, estos grupos esperan la oportunidad para desatar una guerra civil. Consideran que la supremacía blanca está bajo ataque y la violencia es la única forma de defenderla.
Aunque se fortaleció bajo la administración Trump, el ataque contra la democracia no era tan claro antes de este debate presidencial. Sin embargo, estas ideas datan de los años setenta y vieron su máxima expresión en el atentado perpetrado por el supremacista Timothy Mcveigh en la ciudad de Oklahoma en 1995.
La historiadora Kathleen Belew muestra cómo la desilusión de la guerra de Vietnam y los avances del movimiento por los derechos civiles de los negros causaron una reacción violenta de algunos veteranos y otros sectores radicales afectados por la guerra. Desde entonces una parte paramilitar de Estados Unidos sueña con traer la guerra de regreso a casa.
En la actualidad hay más de sesenta grupos extremistas identificados por la Liga Antidifamación y el Southern Poverty Law Center, dos de los centros que monitorean la actividad extremista. Sin duda alguna existen más grupos extremistas sin identificar.
A estos grupos hay que sumarle cientos de milicias locales que no necesariamente comulgan con la derecha radical, pero favorecen otro tipo de ideas como el derecho a portar armas y la no intromisión del gobierno federal en los asuntos locales.

Vientos de Guerra
Desde la muerte de George Floyd y la crisis económica derivada de la pandemia, la violencia aumentó en las principales ciudades del país. La presencia de los grupos armados en las manifestaciones desencadenó múltiples incidentes.
El más destacado ocurrió en Kenosha (Wisconsin). Allí, un joven asesinó a dos personas que protestaban contra el asesinato de un afroamericano a manos de la policía, sin que se ejerciera ningún tipo de control por parte de las autoridades locales.
Semanas después, un grupo cristiano recaudó más de 500 mil dólares en solidaridad para Kyle Rittenhouse, el tirador para quien la propia administración Trump lanzó una campaña de apoyo.
Este tipo de incidentes se repitieron en Portland y en Arizona, donde grupos armados se presentaron a las manifestaciones contra la brutalidad policial para evitar saqueos y ayudar a la Policía en las tareas de control social.
El despliegue de la guardia nacional, la militarización de Washington, la aparición de fuerzas de seguridad sin identificación en carros no oficiales en Nueva York y Portland, y las declaraciones de Trump sobre una “insurrección anarquista en marcha” aceleraron el crecimiento y margen de operación de estos grupos que llevan décadas preparándose para la segunda guerra civil.
De esta forma, los grupos antifascistas fueron declarados terroristas y objetivos militares. Por esto, y a pesar de no haber registro de su participación en homicidios o ataques armados, es probable que evolucionen rápidamente hacia grupos de autodefensa.
Estas manifestaciones no pasaron desapercibidas por las minorías raciales. En meses pasados un grupo denominado Not Fucking Around Coalition desfiló por las calles de Atlanta con cientos de afroamericanos vestidos de negro, portando armas automáticas y desafiando a las milicias supremacistas. Esto recuerda la época de las Panteras Negras y expone la fragilidad de la estabilidad social.
Por lo pronto hay desconcierto entre los analistas y expertos. El escenario es complejo y únicamente un desescalamiento bipartidista, mediado por una desbandada republicana hacia la campaña de Biden, podría reestablecer los términos del debate político para recuperar el rumbo de la democracia en Estados Unidos.