Escrito con humor y con pesar, este texto examina los rebotes del escándalo de corrupción que para colmo de sus males sacude a la madre patria. Mientras la gente del común vive sus días de angustia.
De bacías, yelmos y otras maravillas Está bien: es un cliché. Pero no viene mal una dosis de humor literario cuando se trata de España en estos días. Y qué mejor fuente para eso que El Quijote. Cuenta Cervantes que Don Quijote alguna vez obtuvo en “singular batalla” lo que él creía que era el mítico yelmo de Mambrino, que resultó ser, en realidad, la bacía de un barbero que abandonó la escena enfurecido.
Tiempo después, coinciden el barbero, Don Quijote, Sancho y otros personajes en una venta, que Don Quijote tomaba por castillo. El barbero llega resuelto a recuperar su bacía, pero se encuentra con que las voces más autorizadas de la venta, incluido el mismísimo cura, se empeñan en asegurar que se trata de un yelmo, ante lo cual el barbero termina por ceder, para mayor gloria de Don Quijote y tranquilidad de Sancho, a quien el episodio le generaba sus sospechas. Por cuenta de unos trajes de Mariano Rajoy — si algo hay que decir a favor de los políticos españoles es que se cuidan del buen vestir, como ya lo mostró Francisco Camps — por estos días en España estamos asistiendo a una mezcla similar de realidad y de fantasía, solo que, tal vez, ahora vaya en sentido inverso: de los seres de fábula a la realidad. En pleno siglo XXI, el imaginario español se ha poblado nuevamente de seres míticos: la “marca España,” una entelequia que, nos dicen, es apetecida en el mundo y que con su lustre asegura el bienestar; los “mercados,” una especie de Zeus plural y asustadizo que llena los cielos de truenos, rayos y centellas, pero no por rabia sino por nerviosismo; la “burbuja,” que viene siendo algo así como un reino mítico opulento que surgió de la nada, que — un poco como la isla volante de Laputa en los viajes de Gulliver — flotaba sobre España, poblado por alquimistas que transformaban el ladrillo en oro y que un día desapareció dejando al país en la ruina. En fin, yelmos mágicos, incomprensibles, cuya existencia era proclamada a pie juntillas por las mentes más sesudas y autorizadas. ¿Más venta que castillo? Ahora resulta que no eran yelmos sino bacías. Con “b” de Bárcenas, con “b” de Contabilidad B. De confirmarse los documentos que están emergiendo en los últimos días, el Partido Popular (PP), como tantos otros partidos en el mundo, no podrá negar que desde hace muchos años lleva dos contabilidades: la A, que es la pública, y la B, donde entran los dineros que la ley, miope y enemiga de los ciudadanos de bien, se empeña en prohibir. La cantidad oscila alrededor de los veinte millones de euros, depositados durante más de veinte años, que servían para socorrer a los necesitados del PP. Un sobresueldo para algún funcionario aquí, un préstamo de urgencia allá, unos pagos a algún periodista acullá, una fiesta infantil para alguna dirigente más allá, en fin, cosas de esas. Visto así, es un asunto de poca monta, más venta que castillo. Es verdad que pocos mortales se gastan 25 000 euros en trajes, lo que se supone que recibió Rajoy, pero pocos mortales tienen que comparecer ante los titanes de las finanzas internacionales sin suscitar comentarios mordaces. Pocos padres de familia pensarían en contratar cañones de confeti para una fiesta infantil, como al parecer lo hizo la actual ministra Ana Mato, pero los fabricantes de confeti también tienen que comer y, al fin y al cabo, los niños son el futuro del país. Pero hay más. Este asunto tiene mucho de historia de amistad: alguien quiere muchísimo al PP. Con amistad sincera, de la que se crece ante la adversidad. La contabilidad B muestra que en las épocas electorales entraban más fondos. Pero eso no es todo, mientras en las elecciones del 2000, el flujo neto fue de unos 200 mil euros, en las elecciones del 2004 y del 2008 fue cercano a 1 millón. Es preciso comprender esta efusividad en su contexto. Las elecciones del 2000 fueron facilísimas para el PP: obtuvo mayoría absoluta sin despeinarse. En cambio las elecciones del 2004 y del 2008 fueron muy reñidas y concluyeron en derrota. Aún falta mucho por aclarar en todo esto. Incluso, en aras de la objetividad periodística, hay que recordar que nada está probado y que la dirigencia del PP insiste en que los documentos son falsos. Sobornos disfrazados y ley de suelos Pero en medio de tantas incógnitas resulta interesante el perfil que empieza a delinearse sobre estos amigos entrañables. El lugar privilegiado en la lista de donantes de la contabilidad B lo ocupan grandes empresas del sector de la construcción.
Y así, súbitamente, la magia cede paso a realidades más burdas. Lo que antes parecía una batalla mítica sobre el papel del sector privado en la salud, resulta ser un asunto de empresas constructoras de hospitales que se benefician de la reestructuración del sector a cargo del PP. Los elefantes blancos — y ¿qué historia fantástica quedaría completa sin un elefante blanco? — resultan ser obras civiles acometidas por donantes de la lista Bárcenas. Hasta la burbuja inmobiliaria se ve distinta. Aquel supuesto encantamiento donde las señales de los precios enloquecieron, haciéndole perder el seso a miles de españoles, y vertiendo cemento sobre las costas, resulta ser producto de la ley de suelos del gobierno Aznar, que desreguló el uso del suelo para beneplácito de los miembros de la famosa lista. Mariano no se cae Como en las dualidades cervantinas, lo que queda tras el embrujo es duro: desempleo del 25 por ciento, estancamiento económico, recortes en servicios sociales. En un escenario optimista, el saldo la crisis económica será una década perdida. Pero los españoles no parecen creer en que alguien venga a “desfacer el entuerto.” Las encuestas muestran una caída de 9 puntos en la aprobación del PP, y un lánguido aumento de 1 punto en la aprobación del PSOE: los dos partidos tradicionales se están deslegitimando al ritmo del “no nos representan”, que tanto se corea en las calles de España. Aunque repuntan los partidos pequeños, en especial IU y UPyD, sus índices de aprobación se mantienen en un dígito. A menos que el escándalo Bárcenas dé un nuevo giro, Rajoy muy seguramente completará su legislatura. Su partido tiene la mayoría absoluta y una disciplina interna que es la envidia de muchos cuarteles militares. Hay sectores del partido que parecen querer pescar en río revuelto, pero Rajoy llegó a donde está tras una paciente labor de años de instalar el “marianismo” en los lugares estratégicos del partido. Si la Unión Europea no perdonó los problemas que tuvo Berlusconi con sus trajes (en especial al quitárselos) era porque no estaba cumpliendo con los dictados de la “troika”, mientras que Rajoy ha demostrado que sabe recortar como el mejor de los sastres. Así que la crisis económica y política seguirá en clave cervantina, entre mitos descomunales y realidades de pacotilla. Excepto por un detalle donde la imaginación de Cervantes excedió todo cuanto había concebido en historias de monstruos, gigantes y castillos. En el episodio del yelmo de Mambrino, al final el cura le paga el valor de la bacía al pobre barbero, que había llevado las de perder en todo el lío. ¿Hay acaso embuste más difícil de creer? * Investigador senior del Instituto Juan March de Madrid, con estudios de doctorado en economía en la Universidad de Stanford, ha sido profesor de Ciencia Política en las Universidades de Chicago y Virginia y ha escrito sobre aplicaciones de teoría de juegos a modelos de acción colectiva y economía política.
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