Repaso desconsolado de la cadena de imprevisiones, desaciertos y sin salidas queresultaron en la crisis financiera, económica, social y política de los pasados seis años. La economía comienza tal vez a reponerse, pero ¿el tejido social, el horizonte politico?
La burbuja y la crisis
El fin de la dictadura de Franco y el posterior ingreso a la Comunidad Europea contribuyeron a la modernización institucional y a la inserción internacional de España, a través de los fondos de la Unión Europea, que permitieron financiar proyectos en casi todos los sectores relacionados con el desarrollo.
Hacia 2008, España llegaba al pináculo de ese proceso, rompía récords en crecimiento, superávit comercial, infraestructura, turismo y desarrollo, por encima de países como Italia y Portugal.
Era uno de los Estados con más activa cooperación internacional para el desarrollo hacia regiones como África y América Latina. Incluso alcanzó a verse como un centro de poder en el Mediterráneo europeo, alterno a Berlín y París. Además, su participación en la coalición militar con Estados Unidos y Gran Bretaña en Irak envió el mensaje de independencia y capacidad operativa en asuntos mundiales de alto nivel.
Los efectos de esa crisis son ya bien conocidos: un desempleo en el orden del 25 por ciento de la población.
Los españoles conocían una mejora sustancial en la calidad de vida, en relación con la generación anterior. Pero, como todas las economías desarrolladas, la española gozaba de una amplia participación en el casino que llegaría a ser el mercado internacional de capitales. La demanda interna estaba basada esencialmente en el crédito, por unas tasas de interés atractivas que propiciaron la burbuja inmobiliaria.
Pero la crisis financiera internacional obligó a hacer correcciones súbitas a esos desequilibrios, lo cual afectó al sector bancario y bursátil. En el natural efecto dominó, alcanzó al sector real de la economía a través de la construcción, uno de los pilares de la economía española.
Los efectos de esa crisis son ya bien conocidos: un desempleo en el orden del 25 por ciento de la población donde la mayoría son jóvenes, los empleos inestables y de baja durabilidad, todo sumado a una fuga masiva del capital humano.
Foto: Adolfo Lujan |
El salvamento
Ante la imposibilidad de depreciar la moneda y hacer más competitivas las exportaciones, la única solución posible fue recortar el gasto público. Ello supuso una serie de medidas impopulares: un aumento de los impuestos y recortes en todos los mecanismos que daban la idea de vivir en un Estado benefactor: subsidios familiares, presupuesto en educación, ayudas a las personas dependientes, presupuesto en I+D, reformas en las pensiones, etc.
Pero una de las medidas más difíciles de asimilar ha sido el rescate de la banca española. Más de 30.000 millones de euros han sido otorgados por la Unión Europea y por el mismo Estado para mantener a flote el sistema financiero; y se espera recibir al menos 100.000 millones de euros adicionales para proseguir la tarea (Memorando de entendimiento sobre condiciones de política sectorial financiera).
Lo anterior evidencia una condición típica de de las crisis económicas por parte de las democracias liberales: la socialización de las pérdidas es decir, la financiación con dineros públicos y comunitarios (en el caso de la Unión Europea) de los daños causados por una operación interna e internacional irresponsable del sistema financiero, que sin embargo no redistribuye a la sociedad en la misma proporción el beneficio de sus operaciones exitosas.
El panoramasociopolítico
La sociedad española, creyendo que se trataba de una fórmula ideada por el gobierno de Zapatero, eligió por mayoría aplastante a su opositor de derecha en la Moncloa y en la mayoría de las Comunidades Autónomas. El gobierno de Rajoy no solo ha demostrado ser igual de incapaz para conjurar la crisis, sino que bajo su tutela ésta se ha agravado por las siguientes razones:
Cada vez menos españoles se sienten identificados o respaldados por la realeza borbónica
1. La crisis económica se está convirtiendo en una de tipo social-nacional debido a una creciente brecha entre quienes han logrado mantenerse inmunes y el grueso de la población afectada por el desempleo, el desahucio hipotecario (en favor de la banca) y la precarización de las condiciones de vida en general. De la misma manera, en ocasiones el discurso xenófobo se ha radicalizado en distintas esferas de la política y la sociedad, argumentando la necesidad de otorgar las escasas oportunidades laborales a los españoles antes que a los extranjeros. Por otra parte, ha tomado fuerza nuevamente el nacionalismo independentista, especialmente en Cataluña.
2. Hay un aumento de la corrupción financiera, pues el afán de liquidez, algunos bancos españoles e italianos recibieron capitales provenientes del crimen organizado, tal como lo denunció: el director de la Oficina de Naciones Unidas para la Prevención de la Droga y el Delito (UNODC por su nombre en inglés).
3. Los episodios de la primavera árabe, la guerra en Siria y las tensiones europeas con Rusia a raíz de Ucrania han elevado el precio de los commodities esenciales para el funcionamiento de muchas industrias, aumentado los costos y ahuyentando a los inversionistas extranjeros.
4. El congelamiento de cuentas de los magnates rusos en Europa, por causa de la crisis en Ucrania, influye sobre el mercado inmobiliario español, pues muchos de los clientes e inversionistas en el sector son rusos. No en vano el índice de operaciones inmobiliarias en marzo de 2014 fue el peor de estos seis años de crisis.
5. Las relaciones económicas con América Latina se han reducido significativamente: la muerte de Chávez, la crisis inflacionaria y política actual de Venezuela redujeron las onerosas compras de bienes militares que le hacían a España. Argentina le expropió a Repsol la explotación petrolera de su suelo y Bolivia hizo lo propio con el negocio de la energía.
6. Los casos de corrupción política que enfrenta el Partido Popular, suman un componente de debilidad institucional al complejo escenario económico y social. Episodios como el renombrado Caso Bárcenas y el Caso Gürtel han puesto en evidencia una red de corrupción político-económico-administrativa que produce repudio y desencanto general en España.
7. Por su parte, la monarquía parece ensombrecer aún más el panorama. Cada vez menos españoles se sienten identificados o respaldados por la realeza borbónica (Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas). Casos como el juicio por corrupción que enfrenta la Infanta Cristina o las jornadas de cacería del rey en medio de la crisis han sido tan impopulares como las medidas de austeridad económica. Son muestras de una monarquía ajena a la realidad de una España fracturada en donde la cohesión social se debilita cada día.
El Rey Juan Carlos en África de cacería en 2012, año en el que el desempleo llega por primera vez al 25 por ciento.
![]() Los recortes en el gasto público causaron gran malestar entre los españoles. Foto: Jonas Banhos |
Para el futuro
El pasado 22 de marzo en una movilización masiva, la sociedad española manifestó una vez más su descontento y desesperanza. Esta es la crisis más aguda que ha vivido España desde su regreso a la democracia.
Independientemente del partido que gobierne, parece claro que las soluciones no pueden reducirse a más austeridad y a rescatar los banqueros. Con eso apenas se perpetuaría este proceso de pauperización laboral y social, de restricción del consumo, del ahorro, y de socialización de las pérdidas sin contraprestaciones efectivas por parte del sistema financiero y político.
Algunas señales, dan cuenta de que la crisis tarde o temprano terminará, Pero más allá de ello cabe preguntarse ¿cuánto tiempo tomará la reconstrucción del tejido social?, ¿aplicara el gobierno tanto esfuerzo y pasión en el rescate de la sociedad española como lo ha hecho hasta ahora con la banca?
*Internacionalista de la Universidad del Rosario, magíster en Análisis de Problemas Políticos, Económicos e Internacionales del Externado de Colombia y maestreando en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Sorbona Nueva de París.