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El Arzobispo y el Guerrillero

Escrito por Rocío Londoño
Jorge Andres Hernandez

Jorge Andres Hernandez​Polémica respuesta a un análisis publicado en Razón Pública sobre el talante "liberal y democrático" del presidente Juan Manuel Santos. En el contexto antiliberal propio de la sociedad colombiana, el Partido Liberal en realidad ha encarnado un proyecto antiliberal y antidemocrático, como demuestran los presidentes liberales desde Eduardo Santos hasta Álvaro Uribe Vélez.

Jorge Andrés Hernández*

Entre el ser y el deber ser

Una de las lecciones clásicas de la filosofía de David Hume es su famosa distinción entre los enunciados descriptivos (sobre lo que es) y los enunciados normativos (sobre lo que debería ser) y su apelación a no confundir tales ámbitos[1].

En un artículo reciente publicado en Razón Pública, "¿El antiliberalismo y la antidemocracia de Uribe vs el liberalismo y la democracia de Santos?"[2], el profesor Francisco Cortés oscila entre las actitudes mencionadas y, al final, el lector no logra concluir si se trata de un análisis basado en hechos políticos o, más bien, en sus deseos y sus convicciones normativas liberales.

En cuestiones políticas, una cosa es describir o pretender describir la realidad tal como es y otra, bien diferente, es desarrollar planteamientos sobre cómo debería estar configurada la realidad. Hemos convenido en la época contemporánea que de lo segundo se ocupa la filosofía política, y de lo primero, la ciencia política y la sociología política. Pero, a menudo, los estudiosos de la política mezclan tales ámbitos y lo que es aparece como lo que debería ser o viceversa.

Dudas del propio autor

Cortés pretende demostrar en su ensayo que el anterior presidente, Álvaro Uribe, representa la antidemocracia y el antiliberalismo, mientras que el actual presidente Santos "encarna la democracia y el liberalismo". Existen abundantes razones teóricas y evidencias empíricas y judiciales que demuestran la primera afirmación[3], así que me ocuparé de la segunda.

A través del texto queda claro que el profesor Cortés vacila respecto de su tesis central, y parece dudar de que Santos encarne efectivamente la democracia y el liberalismo:

-Paradójicamente, el título mismo del artículo plantea este asunto como un interrogante;

-La primera afirmación del texto lo establece como un hecho ("Santos encarna…"):

-En la mitad del artículo se nombra como posibilidad ("Santos… puede llegar a encarnar…")

-Y al final del texto se enumera una serie de condiciones para que Santos pueda encarnar los ideales del liberalismo.

La tesis central aparece así de forma contradictoria como interrogante, hecho, posibilidad o hipótesis condicional en diferentes lugares de aquel breve escrito.

 

Las dictaduras pueden surgir del liberalismo

El texto del profesor Cortés acusa un problema central: carece de dimensiones históricas y sociológicas y permanece en el puro mundo de las ideas. Esta ausencia se traduce en no captar la complejidad de la relación histórica entre democracia y antidemocracia, de un lado, y liberalismo y antiliberalismo, de otro, que el profesor Cortés analiza como dos pares meramente antagónicos y mutuamente excluyentes.

Pero, para parafrasear a Hume, una cosa es el mundo de las ideas políticas y otra, bien diferente, es su ejecución y desarrollo en la realidad. Si los textos de los grandes pensadores liberales (Locke, Montesquieu, Madison, Mill, Berlin, Rawls y otros) contienen de manera clara, coherente y definida el proyecto liberal y democrático desde el punto de vista normativo, otro asunto es la manera como el liberalismo concreta su proyecto en el mundo real.

Como demuestran estudios de ciencia política contemporánea, existen conexiones dialécticas entre democracia y liberalismo y sus respectivos contrarios. Uno de los estudiosos más lúcidos del totalitarismo del siglo XX y eminente constitucionalista liberal, Carl Joachim Friedrich[4], demostró que el antiliberalismo y el autoritarismo del siglo XX, de cuño fascista y nacionalsocialista, surgieron de las entrañas mismas de las instituciones democráticas y liberales.

Hitler, el gran ejemplo

Hitler asciende al poder en Alemania gracias al sufragio popular en elecciones pluripartidistas, la institución emblemática de la democracia liberal contemporánea. Y consolida su poder mediante el estado de excepción, una institución contenida en las constituciones liberales contemporáneas, que busca salvar un orden constitucional en crisis, a través de medidas de "dictadura constitucional" (suspensión de las libertades y de la división de poderes), pero que se justifican en la teoría constitucional liberal por su carácter provisional y transitorio.

Es una gran ironía histórica, como profusamente ha discutido la ciencia historiográfica y política germanas, que Hitler haya utilizado las elecciones para acabar, de un lado, con el régimen democrático y, de otro, con la constitución liberal de Weimar, y así establecer un estado de excepción permanente, y de paso eliminar las libertades y garantías propias de un estado constitucional.

La gran enseñanza de esta experiencia histórica es que las instituciones liberales y democráticas pueden ser utilizadas por sus antagonistas políticos. Una cuestión decisiva a este respecto es el modo como se establecen las alianzas político-sociales a favor o en contra de la democracia.

¿Quienes defienden la democracia?

La discusión contemporánea en la sociología política sobre el éxito de la democracia liberal en una sociedad moderna oscila entre dos tendencias:

  • Los que sostienen, como Barrington Moore, que el éxito de la democracia depende del poder que tenga la burguesía liberal, de su capacidad para desarrollar alianzas con las fuerzas sociales y políticas progresistas, como el proletariado, y de que la oligarquía rural y terrateniente sea muy frágil[5].
  • Otros, como creen que la fuerza social decisiva para el éxito de la democracia es un proletariado fuerte que, en alianza con la burguesía, lograría un bloqueo de las fuerzas reaccionarias y antidemocráticas[6].

¿Por qué para Colombia es relevante esta discusión "puramente" teórica? Porque democracia y antidemocracia, liberalismo y antiliberalismo, están también conectados en el caso colombiano. Cuando se plantea que Uribe y Santos son antagonistas, el uno como encarnación de la antidemocracia y el antiliberalismo, el otro como expresión de lo contrario, surgen numerosos interrogantes:

  • ¿No fue Santos el ministro estrella del gobierno que encarna, en palabras del profesor Cortés, "el antiliberalismo y la antidemocracia"?
  • ¿No fue Santos como ministro de Defensa responsable político de ejecuciones extrajudiciales, que el propio profesor Cortés considera "inmorales y contrarias al derecho"?
  • ¿Cómo se explica que la encarnación del liberalismo y de la democracia surja políticamente de un gobierno que encarnaría todo lo contrario?
  •  

Los primeros dos interrogantes contienen ya implíctamente una respuesta, pero creo que carecemos de suficientes evidencias para responder adecuadamente la última pregunta[7].

En toda caso caben dudas razonables sobre el optimismo de muchos que ven en los primeros seis meses del gobierno Santos el inicio de "una nueva época", como plantea el profesor Cortés, con toda la radicalidad de cesura histórica que implica este concepto.

Un nuevo estilo y un clima nuevo

No cabe duda del cambio de estilo presidencial y del diferente clima político que vive el país. Pero el analista debe proceder con cautela y esperar un tiempo razonable para analizar el curso de los acontecimientos con mayor distancia.

Muchos de los que ahora enfatizan las notables diferencias entre Uribe y Santos son los mismos que hace seis meses aseguraban la continuidad del proyecto político uribista con su fiel y leal heredero.

Como nos enseña la política comparada (de "línea" Moore o de "línea" Rueschemeyer) la promoción de la democracia y del liberalismo en Colombia, o de sus contrarios, dependerá de las alianzas políticas y sociales que los promuevan, de su poder real y de la coherencia que demuestre el presidente Santos en llevar a cabo su proyecto autocalificado como liberal y democrático: la gran alianza de la "Unidad Nacional".

Santos ya demostró que puede ser un ministro funcional para un proyecto político antiliberal y antidemocrático. Pero aún debe demostrar con hechos de largo alcance que puede liderar un cambio democrático y liberal. Como reza el viejo adagio popular, "el camino al infierno está sembrado de buenas intenciones." Amanecerá y veremos.

El liberalismo latinoamericano no ha sido liberal

Un segundo déficit en el análisis del profesor Cortés es su creencia infundada en que el trapo rojo enarbolado históricamente en las plazas públicas colombianas por "la estirpe de viejos liberales" es la fiel encarnación de las ideas de Locke, Mill y de lo más granado del liberalismo moderno.

Como bien han mostrado diversos historiadores latinoamericanos, como Tulio Halperin Dongui y José Luis Romero, desde el movimiento de la emancipación el liberalismo latinoamericano ha estado envuelto en una curiosa paradoja: adhiere explícitamente a las ideas del liberalismo europeo y norteamericano, pero en la práctica política y constitucional, cuando se comprueba que tales instituciones liberales hacen ingobernables a estas naciones, procede a la derogación práctica, nunca formal, de las instituciones liberales.

Se trata, en últimas, de las condiciones de recepción de ideas políticas configuradas en un proceso social e histórico ajeno. Las ideas liberales surjen en el contexto norteamericano y europeo a partir de procesos sociales liberadores: la secularización, el fin del absolutismo, el ascenso de la burguesía y el ocaso de la clase terrateniente, la industrialización y la emergencia del proletariado, la creación de los estados nacionales y el establecimiento de la tolerancia religiosa, entre otros fenómenos.

Para decirlo en términos de Hegel, las ideas liberales son la traducción conceptual del mundo liberal existente. Pero las ideas liberales en América Latina deben operar en un contexto patrimonialista, clientelista, autoritario, poblado de cacicazgos políticos y grupos armados ilegales. Esto es, en un contexto antiliberal.

El "liberalismo latinoamericano" es, pues, la traducción práctica de un mundo diferente del de Locke, Mill y Rawls. La historia colombiana y la "estirpe de viejos liberales" de que habla el profesor Cortés nos proporcionarán los ejemplos para explicar lo que aquí se quiere decir.

El récord poco liberal de los Santos

El primer gobierno de López Pumarejo prefiguró lo que podría haber sido una auténtica revolución liberal y por eso es recordado en el país, por sus notables impulsos reformistas. Pero este proyecto se quedó corto por la poderosa reacción de las fuerzas sociales que se oponían al proyecto liberal y por su propia timidez e inconsecuencia para llevar a féliz término sus nobles propósitos. De ahí en adelante, tendremos un proceso largo y lamentable en el desarrollo de un liberalismo antiliberal y antireformista.

El gobierno de Eduardo Santos representa el freno definitivo al proyecto reformista de López. El profesor Cortés menciona a la familia Santos como defensora del liberalismo frente a la dictadura de Rojas Pinilla, pero olvida que el golpe militar del 13 de junio de 1953 fue apoyado por el partido liberal y por el diario El Tiempo, como una "solución necesaria" ante los excesos de la dictadura civil de Laureano Gómez.

El editorialista de ese diario – probablemente el propio expresidente-propietario Eduardo Santos – escribe el 1 de julio de 1953, dos semanas después del golpe: "El país (…) mira ese empeño nobilísimo del Presidente Teniente-General Rojas Pinilla con simpatía y lo aplaude con esperanza. Porque en esa transformación indispensable está el secreto del buen éxito de sus honestos y generosos prospectos de servicio nacional de la paz dentro del derecho y de la libertad dentro del orden" (p. 2, subrayados míos).

El mismo día escribe el columnista Calibán, Enrique Santos Montejo, abuelo del Presidente Juan Manuel Santos, en su habitual columna "Danza de las horas": "Restaurar el orden moral es la obligación imperativa del régimen, en buena hora presidido por un hombre puro como el general Rojas Pinilla" (p. 2, subrayado mío).

No viene al caso ahondar en los acontecimientos que ocasionan el rompimiento del partido liberal con la dictadura de Rojas Pinilla. Se trata sólo de confirmar esa compleja relación entre liberalismo y antiliberalismo, democracia y antidemocracia.

Lleras, Lleras, López, Turbay, Uribe muy poco liberales

Lamentablemente, carecemos de una historiografía seria sobre el liberalismo colombiano que supere las crónicas y anécdotas de los epígonos. Sin embargo está viene establecido que

-Lleras Camargo tuvo una ambigua relación con la derecha extrema, y en todo caso representó al partido liberal para pactar con Laureano Gómez -la encarnación del antiliberalismo- los acuerdos del Frente Nacional en Benidorm y Sitges, un pacto que muchos justifican en nombre de la paz, pero que es antiliberal y antidemocrático.

En su momento también se justificó el acuerdo con el ospinismo para llevar a Rojas Pinilla al poder en 1953: en un caso se acuerda la dictadura militar, en otro se acuerda un régimen de partidos oficiales que la politología contemporánea denominaría autoritarismo electoral[8].

De otro lado, Lleras Carmargo promete en 1958 el retorno a la normalidad constitucional, tras un estado de excepción permanente que comienza en 1949. Pero pronto gobernará Lleras Camargo con las herramientas del estado de sitio y, al final de su período presidencial, por iniciativa del Ejecutivo, el Congreso de la República incorpora como leyes ordinarias de la Nación toda la legislación dictada en virtud del estado de excepción permanente entre el 9 de noviembre de 1949 y el 20 de julio de 1958[9].

Es decir, se legitima toda la normatividad excepcional de las dictaduras precedentes, incluída la de Rojas Pinilla y se inaugura el largo período de estado de excepción permanente que caracteriza al Frente Nacional. Como sabe cualquier estudiante de teoría constitucional liberal, esto significa la autodisolución de un estado constitucional y el tránsito a un estado autoritario o un estado de hecho: de este modo gobernaron los regímenes autoritarios como el nacionalsocialismo alemán entre 1933 y 1945, la Junta Militar chilena entre 1973 y 1989 y la Junta Militar argentina entre 1976 y 1983.

-De Carlos Lleras Restrepo se destaca su ímpetu reformista, pero también su fracaso en la reforma agraria, ante la oposición radical de los terratenientes. Pero se destaca aún más su participación en la noche lamentable del 19 de abril de 1970, que propició un muy probable fraude electoral. La defensa de los acuerdos del Frente Nacional, con resultados electorales predeterminados, primó sobre la voluntad popular.

-Alfonso López Michelsen, el niño rebelde del MRL, el gran contradictor de los acuerdos antidemocráticos del Frente Nacional, enfrenta grandes convulsiones sociales como presidente (1974-1978)y responde con medidas de estado de excepción: se restablecen los consejos de guerra militares, se aumentan los delitos juzgados por militares y se autorizan los allanamientos sin orden judicial a cualquier hora del día.

Mencionaré sólo dos perlas jurídicas, de claro tinte antiliberal y antidemocrático, dictadas por el gobierno López: el Decreto 2195 de 1976 estableció reclusión hasta por seis meses para quienes alterasen el curso normal de las actividades, para quienes hiciesen reuniones sin requisitos legales y para quienes pintasen frases ultrajantes en las paredes. El Decreto 2578 de 1976 sancionó con multas "a quienes por sus antecedentes, actividades, hábitos y costumbres fuesen sospechosos de cometer delitos (!)" (subrayado mío).

Tras este breve repaso histórico puede comprenderse que un posterior gobierno del partido liberal, como el de Turbay Ayala (1978-82), no sea, como plantea el profesor Cortés, "la primera estocada que el liberalismo se clavó a sí mismo", sino la cumbre de un largo proceso del liberalismo colombiano en su tarea de destrucción del ideario y del constitucionalismo liberales.

Quizá tampoco sorprenda entonces que un militante liberal de toda la vida, alcalde, senador y gobernador elegido en representación de tal partido, haya liderado a nombre de un proyecto pluripartidista el proceso más antiliberal y antidemocrático de la historia contemporánea colombiana.

Compromiso y distancia por dignidad intelectual

El trabajo de un intelectual conduce a una encrucijada esencial: el equilibrio entre compromiso y distancia, como formula el gran sociólogo alemán Norbert Elias. En estas tierras sudamericanas, donde muchos habitantes soportan las tiranías locales de múltiples grupos armados, el abandono estatal y diversas formas de crueldad, el intelectual liberal tiene un compromiso con la dignidad humana. Pero este compromiso, que involucra también sus pasiones y sus emociones políticas, debe permitir un mínimo de distancia, aquélla que ilumina el análisis y la comprensión de lo que ocurre en esta realidad política tan nebulosa.

* Abogado y Licenciado en Filosofía y Letras, candidato a Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Maguncia. Profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.

Notas de pie de página


[1] David Hume. Tratado de la naturaleza humana. Madrid: Orbis, 1985.

[2] Razón Pública, 24 de enero de 2011 y Portal Virtual Universidad de Antioquia, 7 de febrero de 2011

[3] Algunos profesores universitarios, con notable presencia mediática en la última década, ejecutan aparatosos malabares discursivos para defender las tesis de que Uribe sería la encarnación criolla de los proyectos liberales de Rawls o Habermas y "la cima de la modernidad". Es muy significativo que tales juicios provengan de antiguos militantes marxistas antiliberales, quienes (antes y ahora) cultivan proyectos políticos con fervor cuasi-religioso, pero no han cambiado en lo fundamental: siguen siendo antiliberales. Tales juicios no pueden ser tomados en serio en un debate académico riguroso, pero fueron muy útiles en la tarea de darle una base pretendidamente intelectual y académica al proyecto político antiliberal del uribismo.

[4] Carl Joachim Friedrich. Dictadura totalitaria y autocracia. Buenos Aires: Libera, 1965.

[5] Barrington Moore Jr. Los orígenes sociales de la dictadura y de la democracia. Barcelona: Península, 2002.

[6] Dietrich Rueschemeyer, Evelyne Stephens & John Stephens. Capitalist Development and Democracy. Chicaco: Chicago University Press.

[7] Algunos plantean la hipótesis de que Uribe representa fundamentalmente la oligarquía rural y terrateniente, mientras que Santos representa la tradicional burguesía comercial. Pero esto aun no explica el desarrollo de la anterior alianza ni la pretendida actual disputa.

[8] Cfr. Andreas Schedler. Electoral Authoritarianism. Boulder & Londres: Lynne, 2006; Steven Levitsky y Lucan Way. Competitive Authoritarianism. Cambridge: Cambridge University Press, 2010.

[9] Ley 141 de 1961.

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