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Entre el extractivismo y la modernidad verde

Escrito por Jorge Iván González
Campo.

Jorge Ivan GonzalesHoy se sabe que proteger el medio ambiente debe ser la prioridad de la política económica en el mundo, pero en Colombia solo lo dice claramente un candidato.

Jorge Iván González*

Dos modelos

En las elecciones del próximo domingo se enfrentan dos visiones del desarrollo colombiano. Una, que pone el énfasis en las bondades de la economía extractivista y, otra, que propone una modernidad que sea sostenible. La tensión entre los dos enfoques se observa en todos los candidatos. Y, en los extremos, mientras que Duque y Vargas confían en las bondades de la economía extractiva, Petro claramente se muestra partidario de un crecimiento verde, que deje de lado la dependencia del petróleo y del carbón.

La opción por uno u otro enfoque tiene consecuencias sobre la política económica, sobre el ordenamiento del territorio y sobre la equidad.

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Un consenso que ya existe

Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
Foto: U.S Mission to the European Union

Gustavo Petro está muy lejos ser el primer político o analista que advierte sobre el agotamiento del modelo extractivista.

Desde 1972, cuando se presentó el Informe al Club de Roma “Los Límites del Crecimiento”, ya se anunciaba que la explosión demográfica y el aumento masivo del consumo serían insostenibles en el mediano plazo. Pero se han necesitado varias décadas para que este mensaje sea asimilado por la comunidad internacional.

La Convención Marco Sobre Cambio Climático de 2015 (más conocida como Acuerdo de Paris) reconoce la urgencia de decisiones para controlar el calentamiento global; el papa Francisco se ha unido a este clamor mediante su encíclica Laudato Si.

En el 2011 la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD publicó su informe Hacia un Crecimiento Verde, donde advierte de manera taxativa que “Cambiar los patrones actuales de crecimiento, los hábitos de consumo, la tecnología y la infraestructura es un proyecto a largo plazo y tendremos que vivir durante algún tiempo con las consecuencias de las decisiones tomadas en el pasado. La “dependencia del camino recorrido” probablemente intensificará los riesgos ambientales sistémicos incluso si se obtienen los entornos de política en forma correcta con relativa rapidez”.

Los candidatos que más insisten en la conveniencia de hacer parte de la OCDE son los que más temen seguir las directrices urgentes de esta organización.

Esta frase es más radical que cualquiera de las afirmaciones de los candidatos colombianos, incluyendo a Petro.

Y hace poco en Colombia, el Departamento Nacional de Planeación entregó las conclusiones de la Misión de Crecimiento Verde, donde también se llama la atención sobre la necesidad de cambiar el actual tipo de desarrollo. Entre otras denuncias dramáticas, este documento señala que entre 2016 y 2017 la oferta hídrica por persona se redujo de 41.328 a 40.872 metros cúbicos, una tendencia que se ha ido acentuando.

A la luz de los diagnósticos mencionados, que son radicales y contundentes, Petro apenas sería un vocero moderado de los principios de la OCDE sobre crecimiento verde.

Y en este punto es interesante observar la esquizofrenia de Colombia. Los candidatos que más insisten en la conveniencia de hacer parte de la OCDE son los que más temen seguir las directrices urgentes de esta organización. Y en contravía de las tendencias de la modernidad, siguen pensando que el futuro de Colombia se encuentra en el petróleo y la minería.

La política económica

La modernidad verde obliga a cambiar la política económica, comenzando por diseñar los instrumentos que modifiquen la matriz exportadora.

Si se juzga con criterios de sostenibilidad ambiental, la actual composición de las exportaciones colombianas es vergonzosa. Las ventas de petróleo, carbón, químicos y gas natural representan el 68,4 por ciento del total de las exportaciones, mientras que el café, las flores y el banano ascienden apenas al 8,87 por ciento.

Las exportaciones industriales se han quedado en el sueño de los planeadores de otra época. Por la década de 1960, Carlos Lleras Restrepo o Raúl Prebisch desde la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) pensaban que Colombia y América Latina podrían reducir su dependencia de productos primarios y convertirse en fabricantes y exportadores de bienes de consumo duradero (automóviles, neveras, etc.). Y algo de eso se logró.

Pero hoy, lejos de aquellas ilusiones, el aparato productivo colombiano (industrial y agropecuario) se encuentra moribundo y está siendo ahogado por el peso del petróleo y los minerales.

El cambio hacia una modernidad verde necesitará de tiempo y de visión estratégica. Cuatro años no serían suficientes, pero es fundamental que el próximo presidente tenga claro el horizonte de largo plazo y comience a sentar las bases para un cambio estructural.

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El ordenamiento del territorio

Extractivismo
Extractivismo
Foto: Razón Pública

El ordenamiento del territorio alrededor del agua tendría que ser una prioridad del próximo gobierno.

En este tema el candidato más enfático también ha sido Petro, seguido por De la Calle. Y, otra vez, las declaraciones de Petro son menos taxativas que las propuestas que se hacen en documentos oficiales como el Programa Nacional para la Formulación y Actualización de Planes de Ordenamiento Territorial aprobado por el Consejo Nacional de Política Económica y Social (CONPES) en 2016. Allí se muestra el potencial los POT para hacer un uso eficiente del suelo, generar ingresos, mejorar la calidad de vida y lograr convergencia entre las regiones.

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El catastro multipropósito es otra pieza central para ordenar el territorio, que además quedó previsto en el Acuerdo de La Habana. Este instrumento es necesario para modernizar el campo y aumentar su productividad para que pueda atender la demanda creciente de los centros urbanos.

Por eso la resistencia de Duque y de Vargas a adoptar esta técnica moderna es el reflejo de una mentalidad profundamente conservadora, marcada por tintes medievales. Desde finales del siglo XIX, los países desarrollados resolvieron los problemas relacionados con la concentración de la tierra, y con la presencia de latifundios improductivos. Los rentistas del suelo dejaron de existir a principios del siglo XX.

Pero Colombia sigue en la pre-modernidad. La concentración de la tierra y la falta de información sobre las propiedades han obstaculizado la modernización del campo, han agudizado la exclusión y han ensanchado la brecha urbano-rural.

El ordenamiento del territorio alrededor del agua tendría que ser una prioridad del próximo gobierno.

La sostenibilidad de las ciudades depende del cuidado que se haga de su territorio. Desde esta perspectiva son bienvenidas la Región Administrativa y de Planeación (RAP) Pacífico (Cauca, Valle del Cauca, Nariño, Chocó), la RAP Caribe (Sucre, La Guajira, Cesar, Atlántico, Magdalena, Bolívar y San Andrés) y la Región Administrativa y de Planeación Especial (Rape) Región Central (Bogotá, Cundinamarca, Tolima, Meta y Boyacá). Estas modalidades del ordenamiento territorial ponen en evidencia la necesidad de armonizar proyectos estratégicos que garanticen, entre otros propósitos, la conectividad y la sostenibilidad.

Equidad y sostenibilidad

Los desafíos enormes que plantean el crecimiento verde y la sostenibilidad únicamente se pueden enfrentar si se logra una distribución radical de la riqueza y del ingreso.

La relación estrecha entre sostenibilidad y equidad ha sido puesta de manifiesto en numerosos documentos de Naciones Unidas. Y el ya citado informe de la OECD también muestra que sin distribución no puede haber crecimiento verde: “Las estrategias de crecimiento verde debe prestar atención específica a muchos de los temas sociales y preocupaciones relacionadas con la equidad que puedan presentarse como un resultado directo del avance hacia una economía verde, tanto en el nivel nacional como en el internacional.”

Los asuntos distributivos no nacen del llamado castro-chavismo sino de la OCDE y de Naciones Unidas. Y para distribuir el ingreso, la humanidad solamente ha descubierto un mecanismo: los impuestos a la riqueza y al patrimonio.

Pero precisamente, este es el tema que casi ninguno de los candidatos ha querido mencionar.

¿Hacia atrás o hacia adelante?

Por la miopía que ha caracterizado esta campaña electoral, la modernidad verde se ha relacionado con los planteamientos de la izquierda. Y, peor aún, con una noción etérea que es el castro-chavismo. Más allá de este simplismo, que castra la discusión informada, los diagnósticos existentes se han inspirado en estudios nacionales e internacionales, que ponen en evidencia la necesidad de tomar medidas urgentes, que ordenen el territorio y garanticen un desarrollo sostenible. Los candidatos que han desconocido la relevancia del crecimiento verde van en contravía de la modernidad y de los postulados de la OCDE. Sería triste que el próximo presidente insistiera en conservar los rasgos pre-modernos de la sociedad colombiana.

*Cofundador de Razón Pública. Par ver el perfil del autor, haga clic aquí.

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