¿Avaricia o convicción? Las disidencias de las FARC son complejas, son distintas, y por eso enviar fuerzas especiales –como ahora- no podrá ser la solución del problema.
Kyle Johnson*
Análisis equivocados
El tema de las disidencias de las FARC ha vuelto a cobrar importancia. Esto se debe a las grandes operaciones militares contra alias Guacho, jefe del Frente Oliver Sinisterra que opera en Nariño.
Estos grupos armados han sido objeto de muchos análisis que desde distintos ángulos buscan explicar:
- Por qué existen,
- Cómo se crearon, y
- Qué significan para el acuerdo de paz
Desafortunadamente, muchos de los análisis anteriores proponen respuestas inadecuadas a estas y otras preguntas. En este texto resaltaré:
- Los errores más comunes de esos análisis,
- Algunas propuestas para superarlos, y
- Sus implicaciones para la política de seguridad.
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Una discusión cerrada
A finales de la década de 1990, surgió una “escuela” entre los estudiosos de los conflictos armados, según la cual la principal motivación de los insurgentes era la búsqueda de rentas o ganancias económicas. Las demandas políticas —en inglés grievances— serían nada más que una fachada de la codicia —en inglés greed—. Por el debate consiguiente se conoce como “¿greed or grievance?”
Numerosos académicos señalaron problemas metodológicos y conclusiones erróneas de los autores que defendían aquella tesis. También llamaron la atención sobre casos donde lo político jugaba un papel importante aun cuando pareciera que la plata lo era todo (como en la guerra civil de Sierra Leona).
Los grupos armados que participan en economías ilegales para ganar dinero también tienen intereses y motivaciones políticas.
Eventualmente se llegó a un consenso según el cual para que se libre una guerra civil es necesario, por lo menos:
- Que haya financiación suficiente, y
- Que existan ciertas condiciones políticas
Así tomó fuerza la idea de que los grupos armados no obedecen a una única motivación, sino que actúan según un conjunto de intereses diversos.
Simplismos
![]() Zonas Veredales Foto: Defensoría del pueblo |
Y sin embargo en Colombia es común oír que:
- En Guaviare y Meta, las disidencias lideradas por Iván Mordisco y Gentil Duarte sí son disidencias porque han rechazado el acuerdo de paz en virtud de convicciones políticas.
- En cambio los grupos armados en Nariño solamente están interesados en el dinero del narcotráfico. Este sería el caso del Frente Oliver Sinisterra (FOS) o de las Guerrillas Unidas del Pacífico (GUP) lideradas hasta hace poco por alias David -quien ya fue reemplazado por alias Borojó-.
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Esta mirada binaria impide profundizar en la realidad del asunto, que es más compleja.
En Nariño, por ejemplo, Guacho se desvinculó de las FARC después de una pelea con Romaña. Según algunas versiones, la discusión no tenía que ver con la plata sino con las actuaciones de otro comandante cercano a Romaña que también operaba en la zona. Esas peleas entre comandantes o desacuerdos dentro del grupo no entran fácilmente dentro de la mirada de codicia versus reclamo político.
Tampoco queda claro dónde caben los miembros de la guerrilla que abandonaron el proceso por la falta de una política clara de reincorporación. ¿Se trata de una motivación política o es pura codicia? Ese debate fue superado hace años a nivel internacional, pero ahora se está aplicando en los análisis sobre las disidencias.
Lo político y lo ideológico no son lo mismo
En el fondo, lo que quieren decir estos análisis es que muchas de las disidencias no tienen una ideología clara, como sí la tenían las FARC. Por lo tanto, es evidente una confusión entre lo político y lo ideológico, que no son lo mismo.
Esta distinción resulta esencial. Hoy predomina la idea de que en Nariño hay un fenómeno “mafioso” mientras que el Guaviare y Meta hay un proyecto de “control político y social”. Pero en realidad lo que quiere decirse es otra cosa: que en Nariño hay codicia y en los llanos hay ideología, porque las “mafias” en todas partes del mundo ejercen ese “control político y social”. Por lo tanto, estas categorías no sirven para diferencias las disidencias.
Estudios de distintos tipos y en países tan distintos como Colombia, México, Brasil, Europa oriental y África han demostrado que los grupos armados que participan en economías ilegales para ganar dinero también tienen intereses y motivaciones políticas.
En el caso del casco urbano de Tumaco por ejemplo, tanto las GUP como el FOS (a través de la Gente del Orden) han consolidado su poder político a pesar de los altos niveles de violencia. Resuelven disputas entre vecinos, ofrecen protección frente a los ataques de terceros, mantienen la economía local y se aprovechan de ella. Pero al mismo tiempo hacen cumplir ciertas normas de comportamiento, como las de no pelear en la calle y evitar el chisme.
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El “control político y social” de la población se da través de tres actividades: resolución de disputas, mantenimiento de una economía y oferta de protección. Cabe señalar que para hacer esto no hay necesidad de una ideología clara.
El asunto también va en la otra dirección: grupos armados con ideología no necesariamente logran un control político. Por ejemplo, en Guaviare la disidencia del primer frente no siempre es capaz de ofrecer protección a la comunidad donde opera frente a las operaciones de erradicación forzada.
Por el río Inírida, la disidencia a menudo presiona a la población civil para que enfrente a la Fuerza Pública cuando llega a erradicar cultivos ilícitos, en vez de atacarla militarmente. Es difícil calificar esto como protección, aunque el grupo tiene cierta ideología expresada en carteleras, panfletos y reuniones con varias comunidades.
¿Cómo reconocer la ideología en las disidencias?
![]() Intervención Narcotráfico Foto: Flickr |
Reconocer una ideología es difícil, pues siempre está la duda de si los reclamos políticos de los grupos armados son una fachada o son reales. Sin embargo, según un texto de Francisco Gutiérrez y Elizableth Wood, sin profundizar en el tema aquí tanto como lo hacen los autores para decir que un grupo armado tiene ideología deberían cumplirse los siguientes requisitos:
- Manifestar su defensa de un sector de la población más allá del grupo mismo,
- Identificar los desafíos y quejas de ese sector de la población,
- Expresar objetivos relacionados con la superación de esos desafíos y
- Tener algún plan de acción, así sea muy general, para lograrlo.
Por otro lado, según Michael Mann la ideología es una de las formas de ganar poder social, pues a través de ella se obtiene un monopolio o influencia sobre las interpretaciones del mundo y de la realidad. Aplicar estas dos miradas a las disidencias de las Farc resulta interesante.
Por ejemplo, las GUP en Nariño dicen defender a la población en los territorios donde tienen control, pero no tienen un discurso claro frente a sus desafíos y reclamos. Tampoco expresan un objetivo que represente la superación de esos desafíos, y mucho menos un plan de acción. Por lo tanto, bajo la mirada de Gutiérrez y Wood no hay una ideología.
Sin embargo el grupo sí gana poder al promover su interpretación del mundo y de la situación política. En conversaciones con un mando de las GUP este expresó que la llegada de Duque al poder significaba el regreso de Álvaro Uribe, “el paramilitar más grande del país”. Ello, a su vez, significaba que la situación política nacional iba a llevar a un intento de incursión paramilitar en Nariño.
La política actual debería cambiar, y para eso es clave que la protección de la comunidad pase a estará en el centro de la política de seguridad.
En pueblos como San Juan Pueblo Nuevo —en el que David, el anterior comandante de las GUP, fue dado de baja el 8 de septiembre—, los pobladores realmente temen un regreso del paramilitarismo.
Ellos recuerdan cómo hace un año y medio alias Cusumbo, un paramilitar rearmado, incursionó violentamente en la zona mediante desplazamientos y asesinatos. Concuerdan con las GUP en que ese es un riesgo actual y por ende la oferta de protección del grupo disidente se convierte en una fuente de poder.
Alguien podría entonces concluir que las GUP no tienen una ideología con propuestas sobre cómo las comunidades que dicen defender pueden hacer frente a sus desafíos. Pero el hecho de tener una cierta visión del mundo da legitimidad a su papel «protector» entre algunos habitantes —o sea que produce poder ideológico—. La diferencia radica en que la primera lectura se enfoca en visiones hacia el futuro, y la segunda se basa en interpretaciones del presente y el pasado.
Mirando otros grupos disidentes, como el frente 1, el frente 33 y el frente Estiven Gonzalez sí reúnen los criterios para una ideología hacia el futuro, según sus propias comunicaciones.
¿Y ahora qué?
Entender esas diferencias y mejorar nuestro análisis es esencial para asegurar que la política pública responda realmente al problema.
Reconocer el control político que ejercen las disidencias en numerosos lugares del país es condición para que la estrategia del Estado se dirija a:
- Resolver las disputas entre vecinos, aprovechando además los mecanismos informales y el concurso de actores con legitimidad en el territorio;
- Cambiar la economía ilegal por una legal, lo cual implicaría sustitución de cultivos más que erradicación;
- Ofrecer protección a los habitantes.
Entre los planteamientos del gobierno Duque no está claro el papel que tendrían las acciones anteriores frente a las disidencias. Lo cierto es que la política actual debería cambiar, y para eso es clave que la protección de la comunidad pase a estará en el centro de la política de seguridad.
Si la Fuerza Pública se dedica a desarticular grupos armados, las operaciones militares y policiales se dirigen hacia la zona de la operación pero no se quedan allá. Pero cuando hay un giro hacia la protección se necesita de su presencia permanente y su interacción respetuosa con las comunidades. Esto a su vez implicaría una mayor presencia de la Policía rural, quien hasta ahora no ha recibido el respaldo necesario ni ha podido tampoco formular propuestas claras.
Seguir enviando más tropas con fuerzas conjuntas especiales, como ha ocurrido en Tumaco y recientemente en el Bajo Cauca Antioqueño, es una respuesta típica para combatir a los grupos armados. Pero queda corta, y apunta hacia donde realmente no es.
*Analista de International Crisis Group en Colombia
@KyleEnColombia