
Mientras el gobierno nacional da un paso al lado, la alcaldía propone confinamiento sectorizado y “renta básica”. ¿Por qué sí y por qué no?
Pablo Andrés Martínez, M. D.*
Un nuevo momento
Tras varios meses en confinamiento “preparativo” y otro de una “apertura inteligente”, Colombia se acerca a lo que los expertos llaman el “pico” de contagios: un cenit de casos confirmados del nuevo coronavirus.
Después de las situaciones explosivas en lugares como Leticia, Ipiales y Buenaventura, los grandes municipios empiezan a ser objeto de especial preocupación. Hay un aumento desproporcionado de contagios y muertes en lugares como Barranquilla, y un ascenso sostenido en Medellín, Cali y Bogotá.
La capital, por ejemplo, ya supera los 60.000 casos confirmados y se acerca a las 1.500 muertes por coronavirus, mientras el 90,9% de las unidades de cuidado intensivos destinadas para Covid-19 están ocupadas. Los estudios epidemiológicos recientes señalan que el momento más duro de la pandemia en la ciudad se está acercando.
Hay pues razones suficientes para pensar que este momento vendrá acompañado de nuevos retos, y que en el corto plazo tendrán que adoptarse medidas extraordinarias para hacer frente a la situación.
¿Qué está haciendo el gobierno nacional?
Tal vez lo más característico del nuevo momento es el cambio de discurso del gobierno nacional.
Hasta hace unas semanas, el espacio de divulgación “Prevención y Acción” del presidente Duque, así como las redes sociales institucionales y de sus funcionarios operaban como una vitrina de rendición de cuentas. El gobierno presentaba información sobre los equipos médicos adquiridos y los que esperaba recibir, sobre la ampliación de la capacidad asistencial, especialmente de unidades de cuidado intensivo, entre otros.
Con el comienzo de las medidas de apertura, y de las “excepciones”, que permitieron una aparente normalidad de sectores productivos y comerciales, el discurso se concentró en los protocolos de bioseguridad, y más recientemente, en mensajes claves de autocuidado. Así, el gobierno delega una parte importante de la responsabilidad del manejo de la pandemia en la ciudadanía e intenta esquivar las críticas que puedan hacerle a su gestión.
Duque también ha cambiado su actitud frente a las autoridades locales. Los momentos de alta tensión —por ejemplo, alrededor del cierre del aeropuerto El Dorado—, fueron seguidos en el gobierno nacional por actitud conciliadora. Ahora Duque da un paso al lado y deja a los mandatarios locales la responsabilidad de monitorear y regular lo relacionado con la pandemia en sus territorios.
Como si fuera un tablero de mando, Duque señala en un mapa a las entidades territoriales libres de Covid-19 y a las que están comprometidas en distintos grados, un ejercicio que también favorece la delegación de responsabilidades. Algunos expertos han dicho que la representación oculta más de lo que aclara, pues la pandemia se comporta de forma distinta en cada lugar.

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Lo que se necesita
Aunque el conocimiento sobre el coronavirus y la Covid-19 ha aumentado y es posible que en el mediano plazo se cuente con vacunas y terapias para tratarla, por ahora el objetivo principal sigue siendo el mismo que el de hace unos meses: desacelerar el contagio.
Para lograrlo, el aislamiento domiciliario, confinamiento o “cuarentena” estricta sigue siendo una herramienta sanitaria posible, aunque muy discutida por sus implicaciones en la vida social y económica.
En todo caso, el confinamiento debe ser acompañado de otras medidas, como el aislamiento de casos sospechosos y confirmados y el rastreo de contactos en corto tiempo. Los lugares que han adoptado esta herramienta como complemento del aislamiento han logrado desacelerar la transmisión de la enfermedad. Si a esto se suman las medidas de autocuidado, el efecto es aún más positivo.
También es imprescindible ampliar la capacidad asistencial, tanto para Covid-19 como para otras enfermedades y trastornos. Con las medidas anteriores se busca desacelerar el contagio para disminuir la necesidad de atención de alto nivel, pero también hay que garantizar que todos los casos que la ameriten puedan tenerla.
La propuesta de Claudia López
En Bogotá se tomaron algunas medidas tempranas que estaban correctamente encaminadas a enfrentar el momento que se avecina:
- Monitoreo de las Unidades de Cuidado Intensivo,
- Habilitación de un espacio asistencial en el recinto de ferias, y
- Progresivo diálogo entre la alcaldía, la academia y otros expertos.
Más recientemente, la alcaldesa López propuso un confinamiento sectorizado. Esto evita someter a un cierre a la totalidad del Distrito Capital, con una desaceleración del contagio por localidades, empezando por las que vienen mostrando los indicadores de mayor alerta —contagios, contactos y muertes—.
Algunos han rechazado un nuevo confinamiento bajo la idea que “ya se hizo uno y no mejoró nada”, y por sus efectos negativos en los sectores productivos y comerciales. Al contrario, algunos actores del sector salud han señalado que el confinamiento sectorizado es inviable y que es necesario uno general.
Adicionalmente, mientras dure la cuarentena por localidades, se entregarán montos de 240.000 pesos a 550.000 familias pobres o vulnerables. La medida recoge la lección aprendida del primer confinamiento: su cumplimiento depende de la resolución de unas necesidades básicas.
Este ingreso no tiene el alcance de una renta básica, como lo ha presentado la alcaldía, y por eso ha producido rechazo. Más bien, es un recurso de apoyo para aquella población que por su situación no puede quedarse en casa.

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Un balance sosegado
El primer confinamiento general que se realizó en el país buscaba prepararnos. La desaceleración del contagio fue notoria, permitió mejorar la red de servicios y de infraestructura tecnológica, aunque sin lograr las metas propuestas. También permitió hacer ejercicios de rastreo de contactos incipientes. Sin embargo, con la progresiva apertura y relajamiento de las medidas, esos rastreos se vieron insuficientes.
Ahora bien, la apertura y relajamiento tienen una razón de fondo: la profunda desigualdad. Y es aquí donde el ingreso de apoyo o la renta básica pueden facilitar el cumplimiento de las medidas del confinamiento, como muestra la experiencia de otros países. De esa experiencia también se pueden extraer lecciones. En Perú, por ejemplo, el uso del mecanismo bancario para la entrega de los recursos aceleró la propagación del virus.
Frente a la sectorización del confinamiento, no ha habido ejercicios en ciudades semejantes. Alemania y Austria, por ejemplo, tuvieron muy buenos resultados con confinamientos sectorizados por provincias, pero son infraestructuras semiurbanas, muy distintas de una ciudad como Bogotá. Teóricamente, parece una alternativa óptima, pero las dinámicas urbanas hacen difícil predecir los resultados. Este ha sido el argumento esgrimido por los defensores del confinamiento general.
Ante estas incertidumbres, poner en marcha esta propuesta en Bogotá es un ejercicio exigente. En las localidades confinadas el rastreo y aislamiento de casos debe ser muy eficiente, lo cual implica contar con un talento humano suficiente. Y el autocuidado individual y colectivo tiene un peso importante, por lo cual la información, educación y comunicación del riesgo debe tener mensajes claves, concretos y contextualizados.
En unas semanas podremos ver los resultados.