Esta serie producida en España ha cautivado millones de espectadores en el mundo entero. ¿Es equiparable a Rebelde y a Gossip Girl? ¿Cuál es el secreto de su éxito?
Jonathan Santos*
¿Otro drama adolescente?
El 5 de octubre de 2018 Netflix agregó Élite a su catálogo, una serie española que gira en torno a la llegada de tres becarios al prestigioso colegio Las Encinas y al posterior asesinato de una de las estudiantes más antiguas y destacadas del plantel.
Gracias a la gran aceptación del público, el pasado 6 de septiembre la plataforma estadounidense lanzó la segunda temporada y anunció que habría una tercera tanda de episodios.
De entrada, es posible insertar esta serie en dos grandes grupos: (1) el de la creciente lista de series españolas que han logrado cautivar al público internacional, como La Casa de Papel (2017 – presente), Merlí (2015 – 2018), Las Chicas del Cable (2017 – presente) y Vis a Vis (2015 – 2019) y (2) el de las series o telenovelas adolescentes que ponen en escena el choque entre dos esferas socio-económicas distintas como Rebelde (2004 – 2006), The O.C (2003 – 2007) y Gossip Girl (2007 – 2012).
Estas últimas coinciden en presentar adolescentes imposibles, cuyas vidas distan radicalmente de la de un estudiante promedio: tienen cuerpos y rostros perfectos, llevan una vida sexual envidiable, usan ropa de moda y salen de fiesta mucho más de lo que estudian. Así mismo, casi todas reproducen un sinnúmero de estereotipos de género, de preferencia sexual y de clase.
Sin lugar a dudas, Élite utiliza o, más bien, lleva al límite muchos de esos recursos: sus protagonistas son sumamente atractivos físicamente, beben alcohol y se drogan con regularidad, usan vestidos de diseñador y tienen tarjetas de crédito con cupo ilimitado.
Pero resulta llamativo que presenta personajes mucho más complejos que los antes mencionados: sus protagonistas son adolescentes llenos de zonas grises que enfrentan un sinnúmero de conflictos sociales y personales dentro de los que se destacan el sexismo, la homofobia, el clasismo, la drogadicción y la aceptación personal, problemáticas que impiden que sean planos, maniqueos y unidimensionales como sus pares de producciones similares.
Lo positivo: el género, la preferencia sexual y la moral
![]() Foto: Facebook: Élite |
Desde los primeros capítulos, la desigualdad de género aparece como un problema que todas las protagonistas enfrentan en su día a día.
Si bien todas ellas tienen personalidades diferentes, todas son conscientes de no ser tratadas de la misma forma que sus pares masculinos y coinciden en luchar contra algunos de los estereotipos que existen sobre las mujeres: mientras que Lucrecia (Danna Paola Rivera) y Nadia (Mina El Hammani) buscan destacar en el ámbito intelectual —un terreno tradicionalmente dominado por los hombres— Carla (Ester Expósito) y Marina (María Pedraza) se rebelan contra el ideal de mujer puritana a través de la exploración de su sexualidad. En ese sentido, aunque todas llaman la atención por su atractivo físico, son mucho más que la típica niña bonita que sabe sonreír, pero no pensar.
En cuanto a la preferencia sexual, la serie pone en escena una relación homosexual entre Ander (Arón Piper), el hijo de la directora del colegio, y Omar (Omar Ayuso), el hermano de Nadia. El primero explora su homosexualidad con libertad y, finalmente, decide salir del clóset ante sus padres y sus amigos. En contraste, el segundo lleva su sexualidad de forma cautelosa porque su familia, musulmana, interpreta la homosexualidad como un pecado imperdonable. Además de representar la homosexualidad de forma convincente y empática, esta pareja pone de manifiesto que en muchas ocasiones las relaciones de poder entre padres e hijos resultan más conflictivas que la aceptación misma de su deseo.
Las series o telenovelas adolescentes coinciden en presentar adolescentes imposibles, cuyas vidas distan radicalmente de la de un estudiante promedio
Por su parte, Polo (Álvaro Rico), hijo de una pareja de lesbianas influyentes en el mundo de la moda, descubre que es bisexual tras darle rienda suelta a un juego sexual que involucra a su novia Carla y a Cristián (Miguel Herrán), uno de los tres becarios. Este personaje resulta sumamente enriquecedor porque revela las tensiones que surgen al entender el deseo de forma binaria y, en últimas, su sexualidad aparece como un espacio de diálogo que permite entrever otras formas de entender y de vivir el deseo y el amor.
Por otro lado, los personajes de Samuel (Itzan Escamilla) y Guzmán (Miguel Bernardeau) se presentan como antagonistas que entienden el mundo de formas radicalmente distintas. Sin embargo, los dos pretenden ser pilares morales dentro de su contexto: el primero enaltece la humildad como un valor deseable, y el segundo entiende sus privilegios económicos como una especie de superioridad ética. Al final, ninguno de los dos logra evitar el asesinato de Marina –un personaje que los dos aprecian profundamente– y su deseo por revelar la verdad los obliga a traicionar los principios éticos que tanto se esfuerzan por conservar, lo cual implica que, al final, coinciden en derrumbar el modelo ético que ellos mismos han construido.
En este sentido, la elección del asesinato como punto dramático central es aprovechada al máximo. Este evento desata la rigidez con la que los personajes cargan sus contradicciones y preguntas. No las produce, solo las acentúa y las deja conversar. Por tal motivo, los personajes no pueden rastrearse desde un comportamiento unidireccional. Sus acciones y deseos no son aleatorios, pero sí responden a unas necesidades externas e internas específicas que podemos entender. Por lo mismo, permite comprender y desaprobar sus maneras de operar en ciertas situaciones con gran facilidad.
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Lo negativo: la familia y la religión
En cuanto a la representación de los núcleos familiares de los personajes, la situación resulta algo distinta pues, aunque la serie pretende ofrecer una mirada inclusiva que diversifique la idea de familia, no matiza los comportamientos de muchos padres y acaba presentándolos como individuos testarudos que se oponen a la identidad de los adolescentes sin ninguna razón de peso. Esta decisión reafirma estereotipos que entorpecen el desempeño de los personajes, pues muchas de sus acciones parecen no tener más motivación que la rebeldía per sé.
Sus protagonistas son adolescentes llenos de zonas grises que enfrentan un sinnúmero de conflictos
Por ejemplo, la familia de Nadia y Omar parte de una comprensión arcaica y reduccionista de la cultura musulmana: el padre es un déspota incapaz de interactuar con el entorno en el que vive y la madre no es más que una mujer sumisa que rara vez expresa sus pensamientos. En este aspecto, la serie reproduce muchos de los estereotipos en torno al islam, y además desaprovecha una oportunidad interesante al impedir un diálogo profundo entre oriente y occidente a través de una familia de migrantes de primera y de segunda generación. En realidad, esa familia es tan cliché que bien podría ser reemplazada por una familia católica, conservadora y sobreprotectora sin tener un efecto significativo en la serie.
Veredicto final
Indudablemente, Élite usa o, más bien, abusa de muchos de los elementos que caracterizan el género al que pertenece, pero también toma riesgos poco comunes en ese tipo de producciones y se aventura a proponer relaciones distintas con asuntos que otras series han abordado de forma superficial y reduccionista durante décadas.
![]() Foto: Wikimedia Commons |
También es cierto que su afán por satisfacer la demanda dominante en el mercado audiovisual contemporáneo, que exige incluir todo tipo de minorías, hace que la serie presente algunas minorías de una manera plana e incluso estereotipada. Pero eso no quita que Élite sea una serie disfrutable que resulta estimulante para todo tipo de espectadores porque además de una trama arriesgada, entretenida y llena de suspenso, cuenta con una fotografía amigable que captura la atención con facilidad. Además, en vez de condenarla o entronizarla, debe ser leída como un precedente que Netflix y otras productoras usarán para desarrollar producciones similares en el futuro cercano.
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En definitiva, se trata de una serie que se debate entre serle fiel a los dramas adolescentes y romper con ellos definitivamente: quizás el secreto de su éxito radique en que combina de forma efectiva elementos que han funcionado durante décadas con enfoques y temáticas novedosos propios de nuestro tiempo.
*Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Javeriana; y fotógrafo de Zona Cinco: Escuela de cine y fotografía.