Elecciones territoriales, balances precipitados | Columna Especial
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Elecciones territoriales, balances precipitados

Escrito por Mauricio Jaramillo-Jassir

En el afán de convertir las elecciones territoriales en un plebiscito en contra o a favor de Gustavo Petro, medios y analistas se equivocan equiparando las lógicas nacionales a las territoriales. En Colombia no existen las elecciones parciales o totales de renovación de Congreso como en Argentina, Estados Unidos, Francia o Irán, donde en medio del mandato presidencial una parte o el total del legislativo se renueva con un voto de apoyo o de censura hacia quienes gobiernan.

El principal error está en pensar que el país se mueve única y exclusivamente según las lógicas de las grandes ciudades sobrerrepresentadas en los análisis, Barranquilla, Bogotá, Bucaramanga, Cali y Medellín. En algunas de éstas, determinados candidatos se identificaron con el gobierno nacional y apareció el voto castigo. En la capital antioqueña se mezcló la fuerza histórica de la derecha y la mala gestión de Daniel Quintero sumada a su renuncia precipitada. Se trata de una decepción generalizada de quien aparecía hace cuatro años como una de las promesas de los partidos alternativos de izquierda. La movilización en favor de Petro en las presidenciales de 2022 fue mal augurio, y el discurso provocador terminó por ser castigado en las urnas. El candidato Juan Carlos Upegui jamás entendió que la viabilidad de su aspiración dependía precisamente de desmarcarse de Quintero y de reconocer los errores. En una desconexión total, la izquierda terminó abatida electoralmente, solamente tres puntos la alejaron del voto en blanco.

Bogotá merece comentario aparte porque es tal vez la ciudad donde hubo más rechazo al gobierno nacional, lo cual debe estimular una reflexión en el seno del Pacto Histórico, pues la capital ha sido desde los 2000 bastión del progresismo. La izquierda en Bogotá cometió tres errores que pagó caro. Primero, llegó tarde a la contienda, apenas a mediados de este año y como estudiante malo promedio, casi el día en que se cerraban las inscripciones. Perdió tiempo para hacer campaña y llevar un mensaje de corrección o cambio respecto del tono autoritario que ha dejado entrever la alcaldesa en estos años. Segundo, las divisiones y las acusaciones mal manejadas en el seno tanto del Pacto como del Polo Democrático causaron daño. En rueda de prensa cuando se lanzaba a Bolívar, Carlos Carrillo arremetió con duras acusaciones contra la forma en que se depuraron las listas y acusó al Polo de ser una microempresa electoral. La candidatura quedó en un segundo plano y dejó en evidencia una izquierda fragmentada y expuesta por no tramitar las diferencias interna y transparentemente.  Y en tercer lugar, Bolívar jamás entendió que debía distanciarse del gobierno nacional. Desde su primera entrevista a la revista Semana y en el afán de recuperar el tiempo perdido, se reivindicó como el candidato de Petro, estrategia equivocada para una ciudad donde la autonomía respecto de los gobiernos nacionales ha sido parte de su identidad política. No es que Bogotá sea rebelde como dijeron en redes sociales (rebelde ha sido y será Nariño), sino autónoma respecto de la nación, sea cual sea, el color político del presidente. Más que el centro, ganó el Nuevo Liberalismo que se recupera en algo luego del modesto desempeño en las elecciones de 2022. Su retorno es una revancha y una oportunidad política pensando en 2026. El balance para los Verdes es incierto, llegaron sin candidato, divididos y deberán sumarse a Galán en un matrimonio por conveniencia donde los consensos no serán automáticos (o ¿genuinos?).

En los casos de Bucaramanga y Barranquilla vale decir que no estaban gobernadas por la izquierda. En el análisis apresurado parecería que todos los gobiernos subnacionales fueran del Pacto Histórico. Más que voto castigo se confirma la continuidad lo cual no deja de ser una victoria significativa para la derecha y en concreto para proyectos que a pesar de no poder dar el salto hacia la política nacional, consiguen volver con éxito a los gobiernos nacionales como ocurrió con Barranquilla y Medellín. Con la llegada de Jaime Beltrán, confeso admirador de Bukele, a la alcaldía de Bucaramanga se constata el atractivo del discurso de mano dura y populismo punitivo. Preocupante que lleguen mandatarios que vean un dilema entre derechos humanos y orden público, tendencia que llegó para quedarse. Esto es más complejo aún tomando en cuenta el esquema de Paz Total propuesto por el gobierno y los compromisos derivados de los Acuerdos de La Habana. El postconflicto pasa por la gestión territorial.

Extraña también que en los análisis, aunque con algunas excepciones, poco se habló del voto en blanco que ocupó segundos lugares en la gobernación de Cundinamarca (le ganó a Nancy Patricia Gutiérrez candidata del CD), Valle del Cauca y en la alcaldía de Barranquilla. Esto confirma que la elección no fue en todos los casos suficientemente plural, el desencanto frente a la política en su conjunto y deja entrever los serios problemas para el ejercicio de la oposición. De las elecciones deben surgir dos mandatos, para gobernar y para la oposición, cuando el voto en blanco desplaza al segundo, se puede pensar que no será fácil contrarrestar a quien detentará el poder los próximos cuatro años. Más grave aún son los casos de Maicao, Guajira, y Gamarra, Cesar, donde se deben repetir los comicios. El primero sería consecuencia de la invitación a votar en blanco de Santa Lopesierra el ex narcotraficante inhabilitado, y el segundo por los violentos hechos producto de una asonada que terminó en tragedia.

De otra parte, la izquierda obtiene algunos avances que son modestos pero significativos en particular en Magdalena donde el proyecto de Fuerza Ciudadana logró la gobernación y la alcaldía, al igual que Nariño un departamento tradicionalmente progresista. En general en el sur, el Pacto Histórico se sigue consolidando como la primera fuerza con lo que se confirma una división centro periferia en la que la segunda suele inclinarse hacia el progresismo. En esta consideración también sobresale Curimbo, Vichada donde Armel Caracas Viveros, firmante del acuerdo de paz, será alcalde. Aunque poco análisis se han dedicado, vale la pena señalar que cierra un ciclo virtuoso de desarme y reincorporación en la vida civil. Estos casos merecen visibilidad, pero la lógica centralista de la información lo hace poco probable.

Desafortunadamente en términos de paridad de género los pasivos son inocultables pues en un número insólito de casos no hubo siquiera mujeres aspirantes. Como excepcional se rescata la elección de Nubia Carolina Córdoba del Partido Liberal la primera gobernadora electa del Choco. La noticia habría pasado de agache de no ser por Mábel Lara que llamó la atención sobre su relevancia y significado. Aún así, los partidos se rajaron en los mecanismos para la elección de candidatos confirmando la crisis de democracia interna y con una clara advertencia, si no renuevan sus bases, la apatía y las pocas ganas de votar seguirán como comunes denominadores.

La elección confirmó que los grandes ganadores fueron los partidos políticos tradicionales que están lejos de ser irrelevantes en lo regional. Si bien en el plano nacional parece haber una constelación de movimientos alternativos y una crisis de representatividad de las viejas colectividades, en las elecciones territoriales parece casi que imposible hacer política sin su apoyo. Preocupa la ausencia del tema de la paz, las migraciones y el desarrollo sostenible en la mayoría de los discursos de los electos, al menos en las grandes capitales. Optaron por la demagogia y por lanzar criticas a Petro y aunque algunas sean comprensibles, no guardan relación con su rol de administrar y ejecutar, pero no de control político sobre la nación. Las concesiones y la articulación son un deber tanto del gobierno nacional como de los territoriales.

La viabilidad de la descentralización está en juego, por eso sigue siendo lamentable la desidia de medios y analistas por algunas regiones. Más fácil interpretar todo según la lógica centralista que ir asomarse y descubrir dinámicas políticas desconocidas para la mayoría del país. Todo pasa por superar el infundado lugar común de que la alcaldía de Bogotá es el segundo cargo más importante de Colombia y comprender, de una vez todas, que cada región merece una visibilidad que sistemáticamente les hemos negado.

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