El próximo 28 de octubre Jair Bolsonaro y Fernando Haddad se enfrentarán en la segunda vuelta. Aunque los dos candidatos encarnan modelos de país radicalmente diferentes, emplearon estrategias similares para conseguir sus votos. ¿Qué pasará con el país vecino?
Mario Luis Grangeia*
Tiempos caóticos
Muchos brasileños creían que las elecciones de este año pondrían fin a la crisis que estalló en mayo de 2016 con la destitución de la presidenta Dilma Rousseff por los parlamentarios en un juicio político, y la posterior secuencia de denuncias contra su sucesor Michel Temer por corrupción, organización criminal y obstrucción de la justicia.
Pero los resultados de la primera vuelta que tuvo lugar el domingo pasado (siete de octubre) indican todo lo contrario: debido a que los candidatos moderados obtuvieron las votaciones más bajas, el futuro de Brasil quedó en manos de los representantes de los dos polos ideológicos tradicionales. Por un lado, el diputado federal de extrema derecha y miembro del Partido Social Liberal (PSL), Jair Bolsonaro, y por otro lado el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) —el movimiento de izquierda más grande en Brasil— y ex alcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad.
Pese a que el Bolsonaro obtuvo el 46,03 por ciento de los votos y Haddad apenas el 29,28 por ciento, los dos presentan altos índices de rechazo entre la población brasileña. Tanto así que en una encuesta realizada por Ibope Media un día antes de la primera vuelta, el 43 por ciento de los electores dijo que no votaría por Bolsonaro bajo ninguna circunstancia, mientras que el 36 por ciento dijo lo mismo refiriéndose a Haddad.
En una encuesta realizada por Ibope Media un día antes de la primera vuelta, el 43 por ciento de los electores dijo que no votaría por Bolsonaro bajo ninguna circunstancia, mientras que el 36 por ciento dijo lo mismo refiriéndose a Haddad.
La intensa oposición que suscitan ambos candidatos y la creciente ola de violencia política que azota a Brasil sugieren que —sin importar quién sea el ganador— habrá serios enfrentamientos entre el nuevo presidente y los electores insatisfechos por su triunfo.
Como si este escenario no fuera suficiente, Bolsonaro —favorito por el alto porcentaje obtenido en primera vuelta— manifestó abiertamente su desconfianza por la urna electrónica y aseguró que sólo reconocerá el resultado si es escogido como ganador. Indiscutiblemente, estas declaraciones son un estímulo para que sus seguidores se rebelen en caso de que la presidencia quede en manos de su oponente.
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¿Qué representan los candidatos?
![]() Fernando Haddad Foto: Alcaldía de Sao Paulo |
Resulta sorprendente que los dos candidatos que despiertan más polémica y más intensa resistencia dentro y fuera de Brasil derrotaran a once contrincantes en la primera vuelta y estén a portas de la presidencia. Para comprender esta situación es necesario aclarar qué representan Bolsonaro y Haddad y cuál es el electorado que lograron conquistar en primera vuelta.
Desde el comienzo de su campaña, Bolsonaro se presentó a sí mismo como un férreo opositor de los gobiernos de Lula da Silva (2013 – 2010) y Rouseff (2011 – 2016). La promesa de darles fin a la corrupción y al clientelismo que caracterizaron a los gobiernos mencionados hizo que su candidatura ganara fuerza de forma inusitada.
En el plano económico, Bolsonaro logró cautivar miles de votantes al incluir al reconocido economista Paulo Guedes en su campaña y lanzar propuestas de corte liberal que incluyen la privatización de varias entidades estatales, la redistribución de impuestos, la promoción de la inversión extranjera y la reducción del número de ministerios agrupando a varios en un ‘superministerio’ de Economía.
En el ámbito social, Bolsonaro suscita la resistencia de grupos feministas, defensores de los derechos humanos y minorías raciales y sexuales, pero atrae a ciertos grupos religiosos (especialmente evangélicos) y a los votantes que defienden agendas conservadoras como la reducción de la edad de responsabilidad penal, la penalización del aborto y el endurecimiento de penas contra el abuso sexual (incluyendo la castración química voluntaria a cambio de reducir las penas).
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Por su parte, Haddad heredó los votos de Lula y logró cautivar a muchos electores que ven a Bolsonaro como un peligro para la democracia brasileña y una amenaza para los derechos humanos. El candidato ha hecho énfasis en que “el futuro de la democracia está en juego” y ha rechazado tajantemente las polémicas declaraciones de su opositor en torno a la dictadura militar, la tortura, el medio ambiente, las mujeres, las minorías sexuales y raciales y los pueblos indígenas.
La primera apuesta del PT fue postular a Lula como candidato a pesar de que la ley “Ficha Limpia” —creada por iniciativa popular y firmada por Lula— prohíbe que un condenado en segunda instancia se presente a cargos electorales. Después de que el Tribunal Superior Electoral vetó su candidatura, el PT estableció alianzas con otros partidos de izquierda.
Gracias a esas coaliciones, Haddad logró obtener una votación significativa en la primera vuelta, especialmente en la región nordeste, donde el rechazo a Lula es menor que en el resto del país. Actualmente, el PT está intentando acercarse a los partidos de centro con la intención de lograr un resultado favorable en segunda vuelta; pero establecer alianzas no será nada fácil en tan poco tiempo.
El conflicto que se avecina: gobierno vs. sociedad
Los niveles de violencia que azotan a Brasil no habían sido registrados desde la caída de la dictadura en 1985. En medio de un acto de campaña en Minas Gerais, el pasado seis de septiembre, el ciudadano le propinó una puñalada a Bolsonaro. El candidato aprovechó el desafortunado acontecimiento para reafirmar su postura a favor del porte legal de armas.
Alegando recomendaciones médicas, Bolsonaro no se presentó a ninguno de los debates posteriores al ataque, pero conquistó millares de votantes con su discurso “Anti-Venezuela” basado en la idea de que, de llegar al poder, el PT instauraría un régimen autoritario como el del vecino país. El candidato convirtió este tema en una de sus principales banderas, al punto tal de pronunciarse a favor de las sanciones y, eventualmente, de la intervención militar contra la dictadura venezolana.
En vez de ofrecer propuestas sólidas a los votantes, Bolsonaro y Haddad se concentraron en resaltar los peligros que representaría la llegada al poder de su adversario.
Sin lugar a duda, el miedo, la desinformación, el odio y la violencia han sido los protagonistas de esta contienda electoral: en vez de ofrecer propuestas sólidas a los votantes, Bolsonaro y Haddad se concentraron en resaltar los peligros que representaría la llegada al poder de su adversario; la divulgación de fake news fue la estrategia más utilizada por partidarios de Bolsonaro para desprestigiar a su contrincante, y la población se dividió tanto que las peleas por motivos políticos llegaron a niveles exorbitantes.
A lo largo de la campaña presidencial se presentaron varios desacuerdos entre los candidatos, la opinión pública y las instituciones gubernamentales, lo cual permite prever que al llegar a la presidencia habrá enfrentamientos más directos con estas entidades. El panorama actual recuerda los choques entre Donald Trump y la prensa en Estados Unidos, o las pugnas entre los Kirchner y el poder judicial argentino.
Como Bolsonaro ha afirmado en repetidas ocasiones que los medios están contra él, existe más de una red de televisión interesada en convertirse en la versión brasileña de “Fox News” en caso de que, como se espera, el candidato conquiste la presidencia el próximo 28 de octubre. En cuanto a Haddad, su eventual victoria pondría los ojos de la población brasileña sobre el proceso de Lula da Silva y, de tomar un rumbo inesperado, la ira de sus opositores no se haría esperar.
¿Cómo paliar la crisis?
![]() Sistema de votación en Brasil. Foto: Gobierno de Brasil |
Pese al desolador escenario electoral, existen algunas estrategias que permitirían reducir o, al menos controlar, la crisis política que se avecina.
Si Bolsonaro es elegido, debería pronunciarse a favor de los derechos humanos como se espera de cualquier jefe de Estado. Sólo así logrará controlar el caos y demostrará que su polémica retórica no era más que estrategia electoral. De no hacerlo, numerosos grupos organizarán manifestaciones llamando la atención de instituciones internacionales que podrían tomar represalias económicas, políticas y sociales en contra de Brasil.
Si el elegido es Haddad, debería marcar diferencias claras con Lula da Silva y Dilma Rouseff. Para ello tendría que convertir la lucha contra la corrupción en una de sus banderas políticas y asumir la tarea de reformular las nefastas políticas económicas que instauraron sus antecesores.
Si bien estas decisiones reducirían la crisis política que se avecina, no serán suficientes para frenarla por completo, porque estas elecciones ya han dejado pérdidas irrecuperables: además de presentar los programas o propuestas de gobierno más pobres desde la caída de la dictadura, las campañas han agudizado la polarización de los votantes y promovido el aumento de la violencia política. No en vano, después de siete meses, el asesinato de la activista Marielle Franco sigue impune.
Está en manos del próximo gobierno defender el respeto a la vida, la tolerancia y la justicia, principios básicos de cualquier sociedad que se jacte de llamarse democrática.
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*Doctor en Sociología de la Universidad Federal do Rio de Janeiro, Brasil, especialista en Sociología Política y Cultura.