Coincidencias curiosas y quizás sorprendentes, que sin embargo dicen mucho sobre porqué se matan los mexicanos…y también los colombianos.
Carlos Resa Nestares*
Una mirada distinta
La violencia se suele analizar en el contexto de variables económicas y políticas, como la pobreza, la política sobre drogas, los conflictos ideológicos, la desigualdad, o el Estado de derecho…
Es natural: se buscan soluciones, no una reformulación del drama que se cree cubierto por los medios de comunicación a los que se desdeña como sensacionalistas.
Cuando se incluye el ámbito social o cultural más general en el análisis de la violencia, este suele servir apenas para sectorizarlo y micro-estudiarlo: la violencia sobre las mujeres, la violencia contra los sindicalistas, o el “crimen organizado” -esta palabra enigmática que vino a reemplazar lo que antes era fácil de decir: “el difunto andaba-con-malas-compañías”-.
Sin embargo, hay actividades sociales y patrones de comportamiento que tienen una marcada influencia sobre la violencia y que a menudo pasan desapercibidos.
Cosa de machos
![]() Selección de fútbol mexicano. Foto: Sistema Nacional de Noticiarios – México |
El más evidente de estos patrones: la violencia es casi completamente monopolizada por la mitad de la población. Es asunto de hombres.
En México el 95 por ciento de los condenados por homicidio doloso entre 2003 y 2012 fueron varones. Y el 89 por ciento de las víctimas de homicidio entre 1900 y 2016 también fueron hombres.
Pese a la franca universalidad de los hombres en el recuento de asesinos y asesinados, la biología no predice su sino. La testosterona fomenta la agresión sí, pero también estimula la cooperación.
Fechas y horas
La violencia es por naturaleza incompatible con el sueño. Y por evidencia parece que también es refractaria al horario de oficina.
Los mexicanos se asesinan con mucha más intensidad por la noche que por la mañana, más los fines de semana que los días laborables y alcanza las cotas más altas en las fiestas extraordinarias.
Los mexicanos se asesinan con mucha más intensidad por la noche que por la mañana, más los fines de semana que los días laborables.
En México los cinco días con más asesinatos del año entre 1998 y 2016 fueron, por este orden, las cinco festividades más tradicionales: el día de Año Nuevo, Navidad, la Independencia, la Virgen de Guadalupe y el Día de Muertos. En cada uno de esos días se acumularon más de mil homicidios, cuando el promedio diario fue de 842. Año Nuevo duplica la cifra de asesinatos de un día cualquiera del año.
Por contra, los dos días más tranquilos del año se situaron al final de las dos quincenas de enero, el mes de la frugal cuesta, mientas la población suele estar más apurada del bolsillo (en México los asalariados suelen cobrar por quincenas.)
Días del año con más y menos asesinatos en México, 1998-2016 (total)
Fecha |
Celebración |
Asesinatos |
1 de enero |
Año Nuevo |
1.646 |
25 de diciembre |
Navidad |
1.293 |
16 de septiembre |
Independencia |
1.213 |
12 de diciembre |
Virgen de Guadalupe |
1.029 |
2 de noviembre |
Día de Muertos |
1.023 |
14 de enero |
Primer final de quincena de enero |
706 |
29 de enero |
Segundo final de quincena de enero |
679 |
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
Los fines de semana también van coronados en México de singular virulencia. Los domingos entre 1998 y 2016 tuvieron un 42 por ciento más homicidios que de lunes a viernes. En sábado los asesinatos aumentaron un 15 por ciento con respecto a la semana laborable.
Todos los días de la semana los asesinatos alcanzan su punto mínimo entre las 5:00 y las 7:00 de la mañana (menos los domingos que es entre 9:00 y 10:00) y a partir de ahí el número de homicidios va creciendo a lo largo del día a un ritmo crecientemente acelerado.
La cosecha de violencia de las noches del sábado al domingo es extraordinaria. Entre las 23:00 del sábado y las 3:00 del domingo se contabilizaron 3.259 asesinatos cada hora entre 1998 y 2016. En cambio, se produjeron 1.252 asesinatos por hora en la jornada laboral de lunes a viernes de 9:00 a 17:00 horas.
O los asesinos profesionales en México trabajan solo cuando el resto de la gente está descansando. O los mexicanos son incapaces de hacer dos cosas al mismo tiempo: trabajar y matarse.
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.
Las elecciones…disminuyen los muertos
Otra fiesta, “la fiesta de la democracia”, tiene un vínculo distinto con la violencia.
El primer domingo de julio cada tres años se celebran elecciones legislativas (salvo en 2015, que se adelantaron al primer domingo de junio). Cada dos convocatorias se acompañan de la elección de presidente de México.
Ese domingo de elecciones resulta ser el más pacífico cada trienio. En las seis jornadas electorales entre 2000 y 2015 se sumaron 236 homicidios. Esto implica una reducción de los asesinatos del 20 por ciento con respecto al siguiente domingo más tranquilo en los mismos tres años, y del 32 por ciento sobre el domingo promedio.
Mientras las urnas permanecen abiertas, entre las 8:00 y 18:00 horas, el descenso de la violencia es formidable: del 21 por ciento.
Podría ser que el extra de seguridad pública en la jornada electoral inhiba los asesinatos. Podría ser que las urnas proporcionen a los mexicanos un entretenimiento que los aleja de la violencia. O podría ser que en México, como en buena parte de América Latina y a diferencia de casi el resto el mundo, el fin de semana electoral vaya acompañado de la ley seca.
Fútbol y muertos
Con harto más atractivo que la política, el fútbol es el pasatiempo audiovisual preferido de los mexicanos, sobre todo de sus varones. Los Campeonatos del Mundo cada cuatro años son los que más audiencia televisiva aglutinan. Su impacto sobre la violencia no es despreciable.
En los veinte partidos de la selección mexicana en los últimos cinco Mundiales (desde Francia 1998 a Brasil 2014) los homicidios disminuyeron en la antesala del partido y se desplomaron en la primera parte de los partidos. Pero el efecto cambió de signo durante la segunda mitad del partido y en las horas posteriores con una eclosión de violencia.
Comparado con la misma hora del mismo día de la semana del mismo año, el número de homicidios se redujo en 14 por ciento durante las cuatro horas previas al partido y en un 6 por ciento en las veinticuatro horas anteriores.
Durante la primera hora del partido, la disminución de la violencia fue del 46 por ciento. En la segunda hora del partido, que se corresponde con la segunda mitad del partido y los minutos posteriores a su conclusión, el número de homicidios casi se triplicó en comparación con la primera.
Y la intensidad de este aumento varió dependiendo del resultado. La victoria de la selección mexicana fue acompañada de una disminución del 15 por ciento en la violencia esperable. Si México pierde, la violencia aumenta en un 39 por ciento, como si la frustración tuviese consecuencias mortales.
La gente se recalienta
Hay un elemento más consustancial a los humanos que se asocia con la violencia. En el imaginario colectivo opera la idea de que el calor nos vuelve más agresivos: “Se le calentó la sangre” o “es de sangre caliente” funcionan como eufemismos de conductas violentas. Y cuando se observa un mapamundi, el rojo de las tasas de homicidio se vuelve más intenso en las zonas más próximas al Ecuador.
Los estudios médicos, psiquiátricos y de laboratorio sobre el comportamiento humano, sin embargo, son mucho menos concluyentes al asociar temperatura ambiente y violencia, de donde se deduce que hay algún matiz cultural responsable de tatuar el calor con la tinta de la violencia.
La Grafica anterior confirma que la violencia aumenta considerablemente cuando aumenta el calor. Cuando el termómetro estaba por debajo de diez grados centígrados, hubo 8,8 asesinatos por cada cien mil habitantes, mientras que cuando el calor pasaba de los treinta grados, la tasa se disparó hasta los 13,3 asesinatos por cada cien mil habitantes.
Esto podría deberse simplemente a que la temperatura también se asocia con cambios en otras actividades rutinarias de la vida: por ejemplo, solemos dormir más en las horas de frio y por eso habría menos muertes en las horas más frías.
Pero si tomamos siempre las mismas horas del día, resulta ser que el impacto de la temperatura sobre la violencia no sólo persiste sino que tiene la máxima significación estadística. Un aumento de diez grados centígrados eleva la tasa en 1,2 asesinatos por cada cien mil habitantes. La tasa de homicidios a 35 grados es un 40 por ciento mayor que cuando la temperatura marca 5 grados.
Humano, demasiado humano
![]() Bandera de México Foto: Capital 21 |
En definitiva, la violencia no es un ente maléfico aislado del resto de la sociedad, sino que la acompaña en su compás más cotidiano y en su esfera más íntima.
La violencia dramatiza sus actitudes machistas. Se mueve al ritmo de sus fiestas. Se altera con la selección nacional de fútbol. Es sensible a las elecciones. Oscila con el frío y con el calor.
Tomadas en conjunto podría decirse que la violencia sigue una receta sacada del cajón de refranes de la abuela: “el ocio es la madre de todos los vicios”, incluido el muy nocivo vicio de asesinar.
La paradoja es que el grupo social que pone más empeño en matarse entre sí, los hombres de entre 15 y 45 años, son una franca minoría social, pero al mismo tiempo componen el grueso de la fuerza de trabajo remunerado.
* Profesor asociado de Economía Aplicada en la Universidad Autónoma de Madrid. Doctor en Administración de Empresas. Consultor de la Oficina de las Naciones Unidas sobre Drogas y Delincuencia. Miembro de la International Association for the Study of Organized Crime. Miembro del Observatoire Géopolitique de la Criminalité Internationale. Miembro del proyecto «The economics of civil war, crime and violence» del Banco Mundial.