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Elecciones en Estados Unidos: ganó la polarización

Escrito por Guillermo Calvo Mahé
Guillermo Calvo Mahé

Las elecciones demostraron que la población de Estados Unidos está más dividida que nunca: la mitad respalda a Trump, y la otra mitad lo detesta.

Guillermo Calvo Mahé*

Una batalla decisiva

Con sus 78 años cumplidos, Joe Biden va a ser el presidente más viejo en la historia de Estados Unidos.

Por eso muchos creen que no acabará su mandato y cederá el puesto a la vicepresidenta Kamala Harris. Si ocurriera esto, Harris podría permanecer en la Presidencia durante otros dos períodos, lo cual permitiría que la izquierda impusiera su agenda y, en especial, que los demócratas recuperaran el control de la Corte Suprema de Justicia—donde los republicanos tienen hoy una ventaja de seis a tres magistrados—; y no es muy exagerado decir que el futuro de la Corte es el futuro mismo de la sociedad norteamericana.

Donald Trump por su parte se niega a aceptar la victoria de su contrincante, y anuncia acciones legales para demostrar que las elecciones fueron fraudulentas. Pero es muy poco probable que tenga éxito porque no hay ninguna prueba que respalde sus afirmaciones.

Una campaña de desprestigio

Los últimos cuatro años cambiaron para siempre la forma de hacer política en Estados Unidos, pues no hubo un solo día cuando los demócratas, los principales medios de comunicación (con la notable excepción de Fox News), las grandes encuestadoras, las plataformas digitales más importantes del mundo, y parte de los republicanos tradicionales y de la burocracia federal no lanzaran críticas y acusaciones contra Trump.

Durante los últimos cuatro años pasó algo nunca antes visto en Estados Unidos: The New York Times, The Washington Post, CNN, Facebook, Google, Twitter, Instagram y las familias de expresidentes republicanos como los Bush emprendieron una campaña de desprestigio contra el presidente electo. Durante 1457 días, Trump fue objeto de críticas incesantes y muchas veces infundadas.

Pese a la campaña de desprestigio, la presión mediática, las encuestas amañadas y el hecho de que los demócratas recogieron más dinero que los republicanos para la campaña presidencial (gracias a las donaciones de los más grandes billonarios), Trump estuvo muy cerca de extender su estadía en la Casa Blanca por otros cuatro años. Contra todo pronóstico, el presidente obtuvo más votos de lo esperado y logró un apoyo sin precedentes entre los latinos y los afroamericanos, dos poblaciones tradicionalmente demócratas.

De hecho, Trump tal vez habría ganado de no ser por la participación de la candidata del Partido Libertario Jo Jorgensen, lo cual es sumamente paradójico, pues en 2016 los demócratas criticaron la participación de partidos independientes alegando que si Jill Stein, la entones candidata del Partido Verde, no hubiera participado en las elecciones, Hillary Clinton se habría quedado con la Presidencia.

La campaña de desprestigio contra Trump incluyó acusasiones falsas que lo tildaban de “títere ruso”. Si bien el presidente es un tipo grosero, desagradable, presumido y peleón, nunca se comprobó que hubiera entrado en tratos con Putin para ganar las elecciones en 2016.

A finales de 2019, los demócratas intentaron destituirlo valiéndose de un proceso de impeachment que no logró su cometido, pero sí dificultó que combatiera la pandemia y sembró las semillas de su derrota. Aunque Trump manejó mal la pandemia, es preciso añadir que en un país federal, la responsabilidad sobre estos asuntos recae tal vez principalmente sobre los gobiernos estatales y no sobre el gobierno federal.

Foto: Facebook Donald Trump Sorprende el aumento en la votación de Donald Trump a pesar de todo lo que se dice y existe en su contra.

Los aciertos y descaches de Trump

Casi todos los aspectos criticables de la administración de Trump ya estaban presentes en las administraciones anteriores (incluyendo las demócratas). Por ejemplo, el polémico muro fue idea de Bill Clinton, y las jaulas en las que encarcelaron a niños migrantes fueron construidas y utilizadas por dicha administración (aunque, según los demócratas, Trump las haya utilizado expresamente para disuadir a los padres que traen o envían a sus hijos a Estados UInidos).

En el ámbito de las relaciones internacionales, las inhumanas sanciones que recaen sobre Venezuela fueron impuestas por Barack Obama, y las guerras en Afganistán, Yemen, Siria y Libia fueron promovidas por administraciones anteriores a la de Trump.

Si bien es cierto que en el conflicto entre Irán e Israel Trump apoyó abiertamente a los israelitas y que no se manifestó contra los gobiernos de facto que violaron los procedimientos democráticos en Ecuador y Bolivia, también es cierto que las administraciones neoliberales y neoconservadoras anteriores hicieron cosas muy parecidas, y todo indica que no habrá grandes cambios en la administración de Biden.

En materia económica, la administración de Trump consiguió logros históricos hasta que llegó el coronavirus. Por ejemplo, el índice de desempleo entre los afroamericanos y latinos cayó considerablemente durante su mandato. Con respecto a aranceles y tratados de libre comercio, Trump tomó decisiones que, pese a los escándalos, casi siempre beneficiaron a Estados Unidos. Seguramente, la administración de Biden representará un retroceso en ese sentido, pues la familia del nuevo presidente es muy cercana y ha sacado provecho económico de varias empresas nacionales e internacionales.

La disputa por el Senado

Los demócratas controlarán la Cámara de Representantes, pero la carrera por el Senado aún no termina y todo indica que los republicanos serán mayoría, pues hasta ahora han ganado dos curules más que sus adversarios. El Senado es fundamental porque allí se firman los tratados internacionales y se escogen los funcionarios del gobierno federal y los jueces federales.

Durante su campaña presidencial, los demócratas prometieron aumentar el número de miembros de la Corte Suprema para equilibrar la balanza, pero es difícil que lo logren sin el Senado. Vale la pena recordar que el Franklin Roosevelt lo intentó sin éxito cuando era presidente en 1937.

Polarización y armas

La victoria de los demócratas es producto de una coalición inédita conformada por dos grupos dispares ideológicamente que comparten un odio profundo hacia Trump. El primer grupo está conformado por la clase financiera, la industria de armamentos, los grandes medios de comunicación, los dueños de las grandes empresas digitales, los billonarios y los funcionarios de Estado que quieren que vuelvan las políticas neoliberales y neoconservadoras de siempre.

El segundo grupo está conformado por jóvenes socialistas seguidores de Bernie Sanders y del ‘squad’ conformado por las congresistas Alexandria Ocasio-Cortez de Nueva York, Ilhan Omar de Minnesota, Ayanna Pressley de Massachusetts y Rashida Tlaib de Michigan. Este grupo aboga por reducir los gastos militares, desmontar la policía y eliminar el racismo, la xenofobia, la misoginia, la inequidad y la desigualdad. Además, promueve cambios radicales en las políticas relacionadas con el medio ambiente, la salud y la educación. Lo más probable es que acabe por distanciarse de la administración Biden porque las ideas del nuevo presidente son mucho más tradicionales que las de Sanders.

Las elecciones demostraron que Estados Unidos está más polarizado que nunca: la mitad del país quiere a Trump, y la otra mitad lo detesta. Lo más grave es que el país más poderoso del mundo también está más armado que nunca: además de los grupos de ultraderecha que defienden el porte de armas, el movimiento de izquierda Acción Antifacista (Antifa) compuesto por afroamericanos pobres y jóvenes blancos educados, adinerados y consentidos, ya cuenta con varias milicias en todo el país. Este grupo ha cometido actos vandálicos durante protestas pacíficas y cuenta con el apoyo de varios líderes demócratas.

El panorama es sumamente desesperanzador, pues tanto los militantes de izquierda como los de derecha están furiosos y sienten que sus derechos están siendo vulnerados por el bando contrario.

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