
La segunda vuelta de las elecciones para las gobernaciones en Bolivia implica nuevos retos para el sistema político. Un análisis de los resultados electorales.
Julio Ascarrunz*
Elecciones regionales
El pasado 11 de abril se definió quién ocuparía el máximo cargo ejecutivo de los gobiernos departamentales en Bolivia.
El 7 de marzo se definieron casi todas las autoridades departamentales, regionales y municipales, pero las gobernaciones de cuatro departamentos tuvieron que definirse en una segunda vuelta electoral. Ninguna de las candidaturas cumplió las exigencias definidas por la ley para estos casos.
Según la legislación vigente, un candidato debe superar la mayoría absoluta de votos (50 % más uno) o lograr una votación con más del 40 % y tener una diferencia de al menos 10 % sobre el segundo candidato para ganar la elección. En caso contrario se hace una nueva votación entre las dos candidaturas más votadas.
La contienda fue entre Chuquisaca Somos Todos (CST), Jallalla en La Paz, Unidos Por Tarija y el Movimiento Tercer Sistema (MTS); todos ellos contra el Movimiento al Socialismo (MAS) en cada uno de los departamentos.
El partido de gobierno acabó entre el primer y segundo lugar en la competencia de los departamentos. En los municipios ganó 240 alcaldías, aunque con votaciones más bajas que en las elecciones de 2015.
El 7 de marzo se definieron casi todas las autoridades departamentales, regionales y municipales, pero las gobernaciones de cuatro departamentos tuvieron que definirse en una segunda vuelta electoral.
Este es un escenario agridulce para el “masismo” y la oposición. El primero ganó las elecciones en la mayoría de unidades territoriales, aunque sus votos bajaron considerablemente. Los segundos lograron arrebatar nichos claves como la mayoría de las capitales de los departamentos.
El mapa electoral dejó de ser abrumadoramente azul (que indicaba un control mayoritario del MAS), pero no pasó al control de otra fuerza política; ahora puede verse un mapa multicolor que denota un sistema de partidos altamente regionalizado.
Durante este proceso electoral fueron claves los niveles de participación electoral y votación efectiva y las tendencias que permiten explicar porqué el MAS perdió en los cuatro departamentos. Estas elecciones dejan algunos desafíos en torno a la gobernabilidad.

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Participación electoral
Para la segunda vuelta la participación política disminuyó un 5 % en comparación con la primera vuelta en los cuatro departamentos donde hubo doble votación. Esta tendencia es contraria al reciente caso ecuatoriano donde la segunda vuelta tuvo mayor presencia de votantes.

Hay que mencionar que los valores de la disminución de la participación no están arrastrados por una tendencia en los departamentos con mayor densidad poblacional como La Paz, sino que estas disminuciones se distribuyen de distintas maneras a lo largo del país.
Los datos muestran que la participación en el departamento de Tarija fue la que menos disminuyó: las mesas donde la asistencia a las urnas fue mayor que en la primera vuelta alcanza el 18,6 %.
Mientras que el porcentaje en los tres departamentos restantes fue mínimo: un 3,8 % en Chuquisaca, un 3 % en La Paz y un 6,7 % en Pando. Pero en ninguno de los departamentos la proporción de mesas electorales con mayor participación alcanza para revertir la tendencia general.
Las votaciones inválidas también desempeñaron un papel importante. En Bolivia el voto es obligatorio y el ausentismo electoral se sanciona, por eso se piensa que muchas personas asisten a las urnas, pero no emiten un voto efectivo por ninguna de las fuerzas políticas.

Los porcentajes de las mesas electorales con más votos no válidos en la segunda vuelta que en la primera son bajos en los casos de Chuquisaca, Tarija, y Pando (particularmente en el primero).
Pero el departamento de La Paz exhibe una tendencia distinta: el electorado que no eligió entre ninguna fuerza política es mayor para la segunda vuelta electoral que para la primera.
En este caso, un tercio de las mesas electorales decidieron invalidar su voto antes que elegir entre las dos opciones que quedaron en competencia; casi el 94 % de estas mesas estaban entre las ciudades de La Paz (71 %) y El Alto (23 %).
El departamento de Chuquisaca es el que menos invalidó la votación en la segunda vuelta en comparación con la primera. En apenas el 3,7 % de las mesas electorales el voto blanco y nulo recibió más votos en la segunda vuelta que en la primera.
Fallos de coordinación del MAS
El panorama previo a la primera vuelta era incierto. Se enfrentaban dos ideas opuestas: la conjunción del voto antimasista y la coordinación del MAS con otras fuerzas que públicamente le brindaron su apoyo.

Al final la oposición se impuso, aunque las razones de este suceso cambian de acuerdo al departamento. Si se contrastan las diferencias entre la primera y segunda vuelta del MAS y de la respectiva oposición (Jallalla en La Paz, CST en Chuquisaca, Unidos en Tarija, y MTS en Pando), es claro que no todas las votaciones por el MAS disminuyeron respecto de la primera vuelta.
Por ejemplo, en Pando su votación aumentó en un 63,3 % de las mesas electorales, en Tarija lo hizo en un 90,7 %, en La Paz en un 81 % y en Chuquisaca en un 70 %. Estas mejoras tuvieron un promedio de 6,1 % en Chuquisaca, un 6,8% en La Paz, un 8,6 % en Tarija y un 10,6 % en Pando.
Pero los avances del partido del presidente Arce se vieron minimizados por las votaciones de las oposiciones. En todos los departamentos, el candidato opositor al MAS obtuvo un mejor rendimiento que en la primera vuelta.
Además, los promedios de avance de las votaciones también son más altos con un 14,5 % en Chuquisaca, 31,6 % en La Paz, 17,4 % en Tarija y 18 % en Pando. Estos datos son indicios de que la coordinación estratégica de las oposiciones tuvo más éxito que la del oficialismo.
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Gobernabilidad
Una vez definidas las correlaciones del poder político, el escenario es más complicado. Las cuatro gobernaciones opositoras que vencieron al MAS en la segunda vuelta tendrán que enfrentar un gobierno dividido donde son minoría entre sus respectivas Asambleas Legislativas Departamentales.
Sin embargo, esta realidad no es exclusiva de estos cuatro departamentos. En Beni el partido del gobernador tiene un 25 % de la representación legislativa y en Santa Cruz el oficialismo departamental (CREEMOS) y la primera oposición departamental (MAS) tienen el mismo porcentaje de representación legislativa.
Estas tendencias muestran la necesidad de reformas electorales que transformen esos sistemas, la proporcionalidad de sus resultados y los efectos que producen. A las debilidades y rezagos de la gestión departamental como la falta de recursos se suman los problemas de gobernabilidad. El futuro de la autonomía departamental no es esperanzador.