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Elecciones en Ecuador: de la incertidumbre al caos

Escrito por Mauricio Jaramillo-Jassir
Mauricio Jaramillo

Los resultados de la primera vuelta por la Presidencia fueron muy reñidos. Quiénes son los candidatos y qué puede pasar en la segunda vuelta.

Mauricio Jaramillo Jassir*

Extrañas elecciones

En la década de 1990, Ecuador se acostumbró a la inestabilidad que buena parte de medios y analistas etiquetaron como “crónica”. Este país tuvo una larga sucesión de protestas multitudinarias y salidas abruptas de mandatarios que resultaron en numerosos cambios, unos profundos y otros superficiales.

Pero después de la transición a la democracia (1979), no hay registro de una elección con niveles de incertidumbre que se puedan comparar con los de este 7 de febrero.

El proceso se llevó a cabo en medio de varias circunstancias atípicas:

  1. La pandemia hizo que muchos pidieran aplazar las elecciones. Esto fue denunciado por la Unión por la Esperanza, plataforma de Andrés Arauz que contó con el respaldo del exmandatario Rafael Correa.
  2. Las elecciones fueron una prueba de la influencia real del correísmo, tras cuatro años amargos del gobierno de Lenín Moreno.
  3. El partido indígena Pachakutik volvió a la contienda electoral con probabilidades de ganar, como no sucedía desde la década de los noventa.

La crisis del correísmo

La política ecuatoriana del último tiempo está marcada por la crisis de la Alianza PAIS, el partido que llevó a Rafael Correa al poder. Alianza PAIS significó diez años de cambios, polarización y, para muchos, la advertencia de un periodo autoritario.

En las elecciones de 2017 se impuso Lenín Moreno, quien nunca fue el protegido de Correa, sino un aliado circunstancial en los orígenes del proceso. Una vez en el poder, Moreno se desmarcó del estilo de su antecesor y además desmanteló sus reformas en cuanto le fue posible.

Después de la transición a la democracia (1979), no hay registro de una elección con niveles de incertidumbre que se puedan comparar con los de este 7 de febrero.

Desde hace dos años se preveía el regreso de Correa, aunque en términos legales esto no fuera posible: sobre Correa pesa una condena por el presunto delito de recibir dinero a cambio de contratos. Este y otros procesos contra el expresidente están llenos de inconsistencias o contradicciones. El aparato judicial está claramente politizado, como lo reconocen varios medios independientes.

Por eso es difícil pensar en un retorno del correísmo tal como el propio Correa lo había preparado antes de dejar el cargo hace cuatro años.

En 2015, Alianza PAIS cometió un grave error: aprobó en la Asamblea Nacional (el poder legislativo) la reelección presidencial indefinida, que entraría en vigor a partir de la elección de 2021.

Una de las primeras decisiones de Moreno fue convocar a una consulta popular y derogar la reelección indefinida. Según los críticos de la reelección indefinida, este modelo allanaba el camino para una forma de autoritarismo sin antecedentes en el sistema político ecuatoriano.

El puntero: Arauz

El correísmo se fue diezmando con el paso del tiempo. Sus dirigentes (Jorge Glass, Ricardo Patiño, Gabriela Rivadeneira…) empezaron a ser objeto de investigaciones judiciales, y así surgió la candidatura de Andrés Arauz.

Arauz era miembro del equipo económico de Correa y responsable junto con Patricio Rivera, Ximena Amoroso y Fausto Herrera, del milagro económico ecuatoriano que logró:

  • reducir la pobreza de 51% al 35%;
  • reducir el coeficiente de Gini del 0,55 al 0,45, y
  • crear un sistema tributario que no dependía del endeudamiento para financiar los programas sociales.

Pocos conocen a Arauz y apenas se menciona que fue alumno de Correa o que es un inexperto debido a su edad (36 años). Pero se trata de una figura que pretende renovar el movimiento, pues una de las críticas al correísmo es la falta de cambio generacional.

Su perfil es el de un tecnócrata formado en pleno ascenso de la ola correísta y conocedor de los alcances y limitaciones de la política económica y sobre todo monetaria de Ecuador. Esto último es particularmente importante en un país que está dolarizado desde 2000.

Esta semana, en la primera vuelta de las elecciones, Arauz obtuvo la mayoría. Los resultados demuestran que la Unión por la Esperanza es la principal fuerza política de Ecuador.

Lasso y su aparatoso aterrizaje en la segunda vuelta

La llegada del empresario Guillermo Lasso a la segunda vuelta es sorpresiva. Según los resultados parciales del Consejo Nacional Electoral (CNE), el candidato del partido indígena Yaku Pérez ocupaba el segundo, lugar con una cifra cercana a los 1. 750.000 votos (19,38%) —unos 30 mil más que Lasso—.

Pero las últimas actas electorales que se registraron fueron las de la provincia de Guayas, centro económico del país y en los últimos años, bastión del anticorreísmo y del emprendimiento empresarial.

No era de extrañar que Lasso tuviera ventaja en esta zona, donde acumuló un alto número de actas electorales con “novedad”, es decir con alguna inconsistencia, pues podía faltar la firma de un jurado de votación, había problemas en el escaneo de los formatos para la transmisión de resultados o reclamos de organizaciones políticas.

El perfil de Arauz es el de un tecnócrata formado en pleno ascenso de la ola correísta y conocedor de los alcances y limitaciones de la política económica

Lasso alcanzó unos 1.820.000 votos (19,74%) y superó por poco a Yaku Pérez, después del conteo de estas actas. Por esto se retrasó el conteo de las últimas actas, lo que llevó a que el país se sumiera en una angustiosa incertidumbre por conocer el rival de Arauz para la segunda vuelta.

Pérez convocó manifestaciones en las sedes del CNE para evitar lo que consideraba un fraude. La situación se superó por una reunión entre Lasso y Pérez donde se determinó la mejor forma de verificar los votos a través de un reconteo.

Las manifestaciones están paralizando al país en medio de una de las peores crisis económicas de la historia, y la presencia de Lasso en la segunda vuelta parece inevitable.

Foto: Facebook: Guillermo Lasso - La llegada de Guillermo Lasso a la segunda vuelta fue una gran sorpresa.

Las alianzas

A diferencia de Pérez, Lasso ha mostrado su voluntad de diálogo. Su propósito es mantener dentro de las márgenes del diálogo cualquier controversia sobre la votación, además de despejar el camino para un acercamiento con Pachakutik y otras fuerzas de cara a la segunda vuelta.

Lasso es consciente de que con el voto de los indecisos y de los indígenas podría derrotar a Arauz el próximo 11 de abril. Su apuesta es convocar, como en las protestas de 2019, a todos los segmentos que vean con desconfianza y hasta temor el retorno del correísmo al poder.

En años anteriores, las alianzas políticas han sido decisivas para el éxito o el fracaso de los políticos ecuatorianos. En las protestas de hace dos años, cuando todo indicaba que el presidente Moreno correría la suerte de Abdala Bucaram, Jamil Mahuad o Lucio Gutiérrez (destituidos por la presión en las calles) un pacto heterodoxo entre los indígenas y la derecha guayaquileña le acabó dando un estrecho margen de gobernabilidad para completar su periodo.

Todo se gestó con tal de evitar el regreso directo o indirecto de Correa. Tal es el ánimo que pretende revivir Lasso para convertirse en presidente de Ecuador, un viejo anhelo pues por tercera vez se presenta en una contienda y parecería ser la primera vez que tiene una opción real. En el pasado, Lasso se enfrentaba con un establecimiento en pleno apogeo de la Revolución Ciudadana, con índices superlativos e inéditos de aprobación para un gobierno en la era democrática.

En 2013 Correa lo superó en primera vuelta con una ventaja de 35 puntos y hace cuatro años en segunda vuelta, Moreno lo derrotó por una corta distancia. Si Lasso no pudo derrotar a la izquierda ecuatoriana en ese momento, no parece que lo vaya a hacer fácilmente ahora.

Perspectivas de la izquierda

En 2015, la derrota de Daniel Scioli, candidato del kirchnerismo y la llegada de Mauricio Macri a la presidencia de Argentina mostraron el declive la izquierda latinoamericana. Este declive se confirmaría en 2016, con la derrota de Evo Morales en el referendo cuyo resultado le debía impedir optar por un tercer mandato (o segunda reelección) y meses más tarde con la destitución de Dilma Rousseff.

En todo caso, la crisis en Venezuela sigue siendo una carta de la derecha para mostrar que los proyectos progresistas conducirán, tarde o temprano, a un escenario similar de desabastecimiento, destrucción de la capacidad industrial nacional, autoritarismo y aislamiento regional.

En el caso ecuatoriano, a esto se suman los indecisos que pudieron ver el proyecto de Correa con simpatía por la estabilidad macroeconómica y política, pero que temen la radicalización de su discurso en los últimos años.

Por eso, el principal “enemigo” de la Unión por la Esperanza de Arauz parece ser el mismo Rafael Correa, cada vez más activo y radical en redes sociales. Correa puede opacar los intentos del candidato por sumar votos a través de un llamado a los consensos.

En la Asamblea Nacional, la Unión por la Esperanza tiene una mayoría simple (poco más de 31%), lo que la obligará a hacer coaliciones, como ocurrirá con quien obtenga la presidencia.

El principal “enemigo” de la Unión por la Esperanza de Arauz parece ser el mismo Rafael Correa, cada vez más activo y radical en redes sociales

Al margen de quién llegue a la presidencia, el próximo mandatario deberá gobernar apelando a los consensos, pues cualquier imposición puede empujar al Ecuador a las calles, tal como sucedió en la década de los noventa.

De igual forma, los comicios de abril serán decisivos para la relación de fuerzas izquierda-derecha en la región. Un triunfo del correísmo puede revivir la integración regional seriamente debilitada por los intereses contingentes y desarticulados de los gobiernos de derecha, cuyo legado en la regionalización es lamentable.

Cualquier revés para Arauz significará un Ecuador ensimismado, pragmático y seguramente alejado de los problemas regionales.

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