La prevención de esta epidemia se ha dejado en manos de cada persona y su tratamiento en manos de las EPS. Estas medidas son insuficientes y vuelven a poner en evidencia que en Colombia no tenemos un sistema de salud pública.
Mario Hernández Álvarez*
La epidemia
El lunes de esta semana la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la expansión de la epidemia del virus Zika como “una emergencia de salud pública de importancia internacional”.
La infección no es mortal en sí misma y la mayoría de los pacientes presentan síntomas leves que no obligan a consultar al doctor. Entonces ¿por qué se declaró la emergencia? La respuesta está en la asociación observada entre el aumento de casos de niños nacidos con microcefalia (una cabeza muy pequeña debido al poco desarrollo del cerebro durante la gestación) y la epidemia de zika, en especial en Brasil. Se habla también de una relación entre esta infección y casos del síndrome de Guillain-Barré, una inflamación de los nervios que produce parálisis progresiva de las piernas hacia la cabeza y que puede ocasionar la muerte por parálisis de los músculos respiratorios.
En todo caso hay mucho de exageración. En Brasil, de los 4.783 casos sospechosos de microcefalia reportados hasta el 30 de enero, se han han estudiado a fondo 3.670. Entre estos, solo 404 han tenido confirmación de ser “microcefalia u otras alteraciones del sistema nervioso central y solo 17 han tenido relación con zika”.
En estas condiciones no se entiende por qué el doctor Fernando Ruiz, viceministro de Salud y Servicios de Salud, afirma que “de acuerdo con las proyecciones que hemos hecho es inminente que surgirán casos de este tipo y al finalizar este año existe la posibilidad de que existan entre 450 y 600 casos de microcefalia”.
Lo que dice la OMS
![]() El Ministro de Salud, Alejandro Gaviria Uribe, ha advertido a las colombianas sobre la conveniencia de posponer embarazos durante los primeros seis meses del año. Foto: Ministerio de Salud |
El informe de los expertos de la OMS concluye que la expansión se debe a la ausencia de defensas de las personas que no habían tenido contacto previo con el virus y a la presencia del mosquito Aedes aegypti, transmisor de este virus y de otros como el del dengue, el chikungunya y la fiebre amarilla, en muchas regiones del mundo.
Por lo tanto, dice la OMS, se necesita “una respuesta internacional coordinada para mejorar la vigilancia y la detección de las infecciones, las malformaciones congénitas y las complicaciones neurológicas, para intensificar el control de los mosquitos, y para acelerar el desarrollo de pruebas diagnósticas y de vacunas que protejan a las personas en riesgo, especialmente durante el embarazo”.
En todo caso hay mucho de exageración.
El informe habla poco de las causas profundas de este tipo de problemas -las llamadas Enfermedades Transmitidas por Vectores (ETV)- y sobre por qué éstas han aumentado durante los últimos años. Sin embargo, el reporte sí muestra el tamaño de los retos que impone la epidemia a los Estados y las sociedades que deben superarla.
Veamos, entonces, cuáles son esas causas profundas y qué tan preparados están el Estado y la sociedad colombianos para afrontar este nuevo embate sanitario.
Las causas
Es obvio que si no hay defensas, un virus se reproduce más fácilmente en el organismo y aparece la enfermedad. Pero el hecho de que el contacto con el virus se produzca a través de la picadura de un mosquito impone otras reflexiones.
Para empezar, la presencia del Aedes aegypti en muchas regiones del mundo ha aumentado porque el calentamiento global ha creado mejores condiciones para su reproducción. En estas condiciones, están expuestas muchas más personas hoy que hace veinte años. Adicionalmente, el fenómeno de El Niño es cada vez más prolongado e intenso. No en vano, hace diez años se afirmaba que el mosquito no se reproducía en alturas mayores a los 1.800 metros sobre el nivel del mar. En la actualidad se encontró que el límite ascendió a 2.200 metros, de suerte que casi el 80 por ciento de la población colombiana quedó incluida en el grupo de riesgo.
Está claro que el cambio climático no es natural, sino que está asociado con la forma depredadora de producir y consumir dentro del capitalismo contemporáneo. Si seguimos en esta senda estarán dadas las condiciones para el mantenimiento de las ETV y su control será cada vez más difícil.
Otro agravante de la situación es el predominio del llamado consumismo individual de salud, ligado con el “complejo médico industrial y financiero”, que nos ha llevado a la idea de buscar la “bala mágica” para cada enfermedad y nos hace abandonar cada vez más la prevención y la construcción colectiva de mejores condiciones de vida.
En el ámbito nacional, es claro que no todos se enferman por igual, y que la incidencia del zika y de todas las ETV varía mucho entre subpoblaciones, pues es obvio que estas se concentran en las áreas más pobres o con peores condiciones de vida. En efecto, la presencia de estas enfermedades es mucho mayor donde:
- No hay acueducto,
- Existe una pésima recolección de basuras,
- Hay malas condiciones de vivienda,
- Se ve una educación precaria,
- No hay programas de salud pública, y
- Existe un mínimo acceso a servicios de salud de calidad y oportunos.
Brasil es tal vez el país donde mejor se ha demostrado la distribución desigual de esta enfermedad, pero es posible identificar esta relación en todos los países afectados en América Latina y el Caribe.
La presencia del Aedes aegypti en muchas regiones del mundo ha aumentado porque el calentamiento global ha creado mejores condiciones para su reproducción.
No basta entonces con medidas de autocuidado para afrontar un asunto de tanta complejidad. Se necesita una respuesta coordinada entre el Estado y la sociedad. Lastimosamente, Colombia no está en las mejores condiciones para lograrlo.
El abandono de la salud pública
![]() Aedes Aegypti, mosquito transmisor de varias enfermedades tropicales entre ellas el Zika. Foto: Sanofi Pasteur |
Dos tendencias del sector salud colombiano han debilitado cada vez más la capacidad de respuesta del Estado y de la sociedad frente a problemas como las ETV.
- Por una parte se ha dado un proceso de descentralización que acabó con los programas nacionales de control de estas enfermedades, antes manejadas por la Dirección Nacional de Campañas Directas y el Servicio de Erradicación de la Malaria (SEM). Ahora la responsabilidad se le entregó a los municipios y departamentos, que muchas veces no tienen las condiciones técnicas ni financieras para mantener y mejorar estos servicios.
- Por otra parte se decidió separar las responsabilidades en el sector salud, de manera que de la atención individual se encargan las Empresas Promotoras de Salud (EPS) y de la salud pública los entes territoriales es decir, los municipios y los departamentos. Esta parece una maravillosa combinación entre Estado y mercado. Sin embargo, todos los días se demuestra la inoportuna respuesta de las EPS a las demandas de atención de la población, especialmente de aquella en las áreas que tienen las peores condiciones y donde proliferan el zika y las demás ETV.
¿Podrán las EPS colombianas cumplir algunas de las más importantes indicaciones de la OMS en caso de sospecha de zika esto es, con:
- Atención prioritaria de sintomáticos,
- Verificación oportuna en el laboratorio entre tres y cinco días,
- Seguimiento de las gestantes infectadas como embarazo de alto riesgo, incluyendo la medición ecográfica periódica del perímetro craneal del feto para tomar la mejor decisión con las familias afectadas,
- Seguimiento de las potenciales alteraciones neurológicas?
Sinceramente no creo.
Por otra parte las instituciones de salud pública, que están absolutamente desmanteladas técnica y financieramente en los municipios y departamentos, ¿podrán detectar y controlar los criaderos de mosquitos, hacer fumigaciones cuando sea necesario, realizar el seguimiento de espacios públicos, educar a la comunidad y elaborar un programa participativo de prevención domiciliaria? Tampoco lo creo.
En estas condiciones resultan por lo menos insuficientes las “recomendaciones” del Ministerio de Salud y Protección Social, dirigidas al comportamiento individual, y que no tocan a las limitaciones estructurales del sistema de salud y de la salud pública en el ámbito territorial.
Este no es un asunto de voluntades. La prevención individual puede ayudar, pero sin duda es marginal si no se actúa en contra de las causas profundas de un problema tan complejo. Avanzamos en la dirección equivocada. La epidemia de zika está mostrando las enormes debilidades del sistema de salud colombiano, supuestamente premiado por sus logros en salud pública, como afirma el ministro Alejandro Gaviria. Es hora de cambiar de rumbo.
* Médico, especialista en Bioética, magíster y doctor en Historia, profesor asociado del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina y coordinador del Doctorado Interfacultades en Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia.