El Tour de Francia y los escarabajos colombianos - Razón Pública
Inicio TemasEconomía y Sociedad El Tour de Francia y los escarabajos colombianos

El Tour de Francia y los escarabajos colombianos

Escrito por David Quitián

Logo oficial del Tour de Francia.

David Quitián¿Cómo ha llegado Colombia a convertirse en una potencia mundial del ciclismo? ¿Cómo se construyó en el país una afición fiel y apasionada por cada pedalazo de los nuestros?

David Quitián*

Colombia en Francia

En 1983 los colombianos empezaron a correr el Tour de Francia y desde entonces nunca han faltado. Los primeros equipos que viajaron desde Colombia para competir en la ronda gala eran una mezcla de profesionales y aficionados que corrían bajo la misma divisa: primero Pilas Varta, luego Café de Colombia y finalmente Manzana Postobón.

Disputar esta carrera europea con ciclistas criollos y patrocinio nacional impulsó el seguimiento apasionado de los colombianos que, primero por radio y después por televisión, siguieron durante las años ochenta y noventa las incidencias de los escarabajos en jornadas como las del Tourmalet, Morzine, el Pavé, hasta la llegada a Paris y su paseo por los Campos Elíseos.  

Los escarabajos son la más exitosa representación social deportiva de Colombia.

El tricolor en la camiseta de Lucho Herrera en esa épica etapa de 1984 en Alpe d’Huez, las pancartas y camisetas de pepas rojas de los premios de montaña, auspiciadas por el producto emblema del país: Café de Colombia, y el poderío del team de las gaseosas (que se dio el lujo de contratar extranjeros para apoyar a los escaladores) fueron evidencia del desarrollo del ciclismo colombiano y justificación del orgullo nacional. Este orgullo fue ratificado por la representación social del país como “patria de ciclistas, de escaladores, bautizados como “escarabajos” desde la década del cincuenta por el locutor Carlos Arturo Rueda.

Ser escarabajo es ser colombiano

Nairo Quintana durante la 18va etapa del tour.
Nairo Quintana durante la 18va etapa del tour.
Foto: Georges Ménager

Escarabajo es el que trepa bien la montaña en bicicleta. El primero de todos –que inspiró el apodo- fue el invencible antioqueño Ramón Hoyos (ganador de cinco Vueltas a Colombia); sin embargo, el mote solo era conocido en el país.

Las participaciones en Europa, y específicamente el título del santandereano Alfonso Flórez Ortiz en el Tour de l’Avenir de 1980,  internacionalizaron esa “marca de origen” para referirse a los colombianos que, dada su habilidad para subir y su torpeza para sortear el llano, los descensos y embalajes, recibieron este rótulo en el lote internacional.

Cinco aspectos llaman la atención sobre el concepto “escarabajo”:

  1. Su origen mediático (radial),
  2. Su favorable acogida popular,
  3. Su permanencia en el tiempo,
  4. Su carácter excepcional (no existen otras naciones que tengan un mote similar), y
  5. El hecho de que aplique solo en el extranjero: es exótico llamar así a algún ciclista dentro del país.

Los escarabajos son la más exitosa representación social deportiva de Colombia: ningún otro deporte nacional tiene una personalidad tan bien definida en términos de auto-representación (“cómo nos vemos”) y de reflejo (“cómo nos ven”). Por ello significa tanto en términos de identidad (lo que somos) y alteridad (lo que no somos). De ahí el fervor popular, las altas audiencias de las competencias europeas y las exacerbadas expresiones de orgullo y decepción según sea el desempeño en las pruebas.

Europa como suelo heroico

Esas manifestaciones públicas se han portado como las planimetrías de las etapas ciclísticas: son de profunda amargura cuando se dan pérdidas de tiempo, caídas o retiros, situaciones que son presentadas como rasgo de un país definido negativamente por los decepcionados como de “gente incapaz” que no puede ante los grandes retos o frente a rivales europeos.

Esta visión contrasta con la del júbilo inmortal en los 15 triunfos de etapa, los cuatro pódium (Parra, 1989; Nairo Quintana 2013, 2015 y este de 2016) y los nueve títulos de camiseta (cinco de montaña y cuatro de mejor novato) que han cosechado los nuestros en el Tour. Nuestra nación es como un oscilograma dibujado en los pedales del caballito de acero.

Se acude al recurso del grito como sinónimo de lo épico. 

Y solo se consagran los corredores que triunfan en alguna de las tres grandes competencias europeas: la Vuelta a España, el Giro de Italia y el Tour de Francia. Este último es más importante que los mundiales de ciclismo dada su antigüedad (113 años), su tradición (103 ediciones), los televidentes que suma (más de 100 países compraron la señal), los premios que paga (el campeón recibe 500.000 euros) y los seguidores que aglutina a la vera de las carreteras (unos dos millones por edición).  

Ciclismo y medios: la “estética Caracol”

El mito de origen de las grandes carreras está asociado con los medios: en Colombia, el diario El Tiempo fue protagonista de la primera edición de la Vuelta a Colombia (1951) y la emisora Nueva Granada (después RCN) conectaría la competencia con la nación a través de las ondas hertzianas.

De igual forma, el Tour nace a partir de la revista L’Auto-Vélo, antecesor del actual L´Équipe, en 1903, y desde entonces su popularidad ha estado ligada a los medios impresos y después a los radiales y televisivos.

La singularidad colombiana fue la radio: ella pudo sortear de mejor manera, dada su naturaleza, el control partidista de los años cuarenta y las dictaduras militares y civiles de finales de los cincuenta y los setenta. Entre otras cosas, porque la radio deportiva era la única en donde se permitía improvisar (desde el Bogotazo se prohibieron los programas sin libreto). Así aparecieron las grandes figuras del pedal, narradas por locutores como el “Colorado” Rueda e idealizados por todos los oyentes esparcidos por el territorio nacional. De esa forma la nación se imaginó en clave de escarabajos a través de la radio.

Al lado del “Zipa” Forero, “Don Coraje” (Miguel Samacá), el “Príncipe estudiante” (Hernán Medina), el “Tigrillo de Pereira” (Rubén D. Gómez) y el “Cóndor de Cundinamarca” (Álvaro Pachón) se consagraron las voces que narraban sus hazañas: el “Padrino” Alberto Piedrahita, el “viejo requeté macanudo” Julio Arrastía Bricca, el “Comandante” Castro, el licenciado Héctor Urrego y el “poeta Rubencho” (Rubén Darío Arcila).   

Estos locutores crearon y modelaron el estilo de narración radial deportiva colombiana, con una impronta definida como una narrativa épica y desgarrada que necesita héroes que se imponen a la naturaleza y rivales en relatos agónicos. Esta radio promovió y contagió la televisión, donde todavía –en todos los deportes- se mezcla imagen con relato y se acude al recurso del grito como sinónimo de lo épico.

Esa es la actual propuesta televisiva (y narrativa) del Canal Caracol que, en controvertida negociación, se quedó con los derechos de transmisión del Tour, sacando del camino al canal público Señal Colombia que no abandonó las transmisiones de ciclismo en las épocas de menos triunfos y ahora se quedó sin la cereza del pastel: la ronda francesa. Dos reproches son lícitos para el canal de los Santodomingo:

  • Actuaron con lógica monopólica ya que ellos son los reyes del rating en novelas, noticieros y entretenimiento (amén de ser los amos del fútbol de la Selección con el Gol Caracol), lo que nos somete al imperio de la “estética Caracol”.
  • Obraron con desmedido oportunismo: solo ante el favoritismo de Nairo Quintana compraron los derechos y trajeron a una estrella extranjera de la narración: la mexicana Georgina Ruiz Sandoval, Goga.

Un reclamo más: su apuesta estética no es novedosa y pierde ante la preocupación creativa de Señal Colombia. Ni juntar al mejor relator nacional con la mejor internacional, sumándole la experticia testimonial de Santiago Botero, fue algo capitalizado en provecho de una mejor transmisión para los televidentes.

Tour 2016: hubo más que Nairo

El ciclista tunjano Winner Anacona.
El ciclista tunjano Winner Anacona.
Foto: Georges Ménager

Los logros más importantes para Colombia en el Tour de Francia 2016 fueron:

– La presencia de Nairo Quintana en el podio final (su tercero en tres participaciones);

– La victoria de etapa y los dos segundos lugares de Jarlinson Pantano, y

– El corajudo sacrificio de gregarios como Sergio Luis Henao (Sky) y Winner Anacona (Movistar).

Con Nairo Quintana hubo una gran transformación de las percepciones en los titulares del prensa y redes sociales a lo largo de la competencia: primero fue presentado como favorito al título dados sus dos subtítulos previos, pero la fortaleza del británico Chris Froome y la superioridad del equipo Sky, sumadas a la falta de arrestos físicos de Nairo en los momentos definitivos, produjeron un clima de desconcierto (¿por qué lo dejó ir?) y decepción (¿por qué no ataca?).

Este desconcierto fue resuelto por el propio Nairo, quien expresó sus molestias de salud pero resistió hasta el final, asegurando un sitial de honor en el podio de los mejores. La historia de Nairo fue distinta a la del caleño Jarlinson Pantano, quien llegó sin expectativas, como un gregario más del equipo IAM Cycling, pero fue animador de varias etapas, participó en varias fugas y disputó tres etapas: ganó una y fue segundo en dos.

Lo de Henao y Anacona se resume su gestión: el primero fue uno de los coequiperos estrella del campeón Froome y el segundo fue uno de los artífices del título por equipos de la escuadra española Movistar.

Con estos cuatro pedalistas Colombia estuvo presente en el Tour: disputando título y triunfos parciales. En ambos escenarios la expectativa se cumplió. El ciclismo nacional sigue participando de la élite mundial; ya no enviamos equipos colombianos, sino que los nuestros son contratados como “capos” o gregarios de poderosas escuadras internacionales.

Así, el ciclismo colombiano resiste la hegemonía europea (y norteamericana) que es monopólica en las clasificaciones de las grandes vueltas y del ranquin de la Unión Ciclística Internacional (UCI), en las que estamos (en la categoría individual y como nación) en los primeros cinco lugares del escalafón mundial.

 

* Sociólogo y magíster en Antropología de la Universidad Nacional radicado en Rio de Janeiro, donde hace un doctorado en antropología en la Universidad Federal Fluminense, profesor de la UNAD de Colombia y miembro fundador de la Asociación Colombiana de Investigación y Estudios Sociales del Deporte (ASCIENDE).

@quitiman

 

Artículos Relacionados

Dejar un comentario

Este sitio web utiliza cookies para mejorar tu experiencia. Leer políticas Aceptar

Política de privacidad y cookies