El proceso de La Habana: la hora de la verdad - Razón Pública
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El proceso de La Habana: la hora de la verdad

Escrito por Hernando Gómez Buendía
Hernando Gomez Buendia

hernando gomez buendiaAunque los medios torcieron la noticia, De la Calle hizo anuncios decisivos sobre el avance de las negociaciones. Lo del cese bilateral antes del acuerdo es puro ruido, pero el acuerdo final se está acercando.             

Hernando Gómez Buendía*

humberto de la calle

Las buenas malas noticias

El 73 por ciento de los encuestados desaprueba la gestión del presidente, y el principal  negociador del gobierno admite que “el proceso de La Habana está en su peor momento”.   

Las muestras de la crisis parecen contundentes:

  • El estancamiento de la negociaciones (han pasado 13 meses desde el último acuerdo sustantivo),
  • El recrudecimiento de las hostilidades  (Junio fue el mes más violento de las FARC en tres años y las Fuerzas Armadas respondieron con igual intensidad),
  • La voz preocupada de los países garantes y facilitadores del acuerdo, y
  • El casi-ultimátum de Humberto de la Calle (“Yo sí quiero decirles a las FARC con toda seriedad: esto se puede acabar”).

Y sin embargo creo que bien miradas las cosas habría que decir

  • Que todo esto es parte del extraño conflicto -y de la paz extraña- de Colombia,
  • Que el proceso ya entró en la recta final hacia el acuerdo, y
  • Que ambas partes están tratando seriamente de superar la crisis.   

Claridades y avances decisivos

Comienzo por la entrevista del pasado domingo a De la Calle, que se ocupó casi toda del avance en las negociaciones aunque los medios dijeron lo contrario. Y esto a pesar de que se trate de avances importantes.

1. Además de los tres pre-acuerdos sustantivos, el proceso ya muestra resultados tangibles: “Hay 470 municipios donde no se han presentado homicidios este año. En este momento tenemos la tasa de secuestros más baja de los últimos 14 años”.

Las temidas curules para las FARC no necesariamente serán parte del acuerdo

2. Sobre el tema más difícil de la agenda – el de justicia penal para los guerrilleros- se conoció por fin la posición del gobierno, que además parece ser “vendible” a la opinión pública, a  la comunidad internacional y a la guerrilla, así:

-No habrá rebaja de penas (se aplicarían “las que dictan las leyes vigentes”), lo cual debe tranquilizar a la ciudadanía e incluso es más duro que la fórmula del Centro Democrático  (Zuluaga, recordemos, proponía seis años como máxima condena).

-No habrá amnistía general, y serán acatados el Tratado de Roma y los de la Corte Interamericana.

-Los guerrilleros en cambio recibirán cuatro beneficios:

  • El de selectividad. Sobre la base del Marco Jurídico para la Paz, se escogerán apenas “los hechos más graves, para que sirvan como patrón o referencia: una masacre, secuestros, violencia sexual”.
  • El de imparcialidad, mediante el mecanismo realmente novedoso de una “comisión independiente” que  escogería los casos en cuestión, 
  • El de alternatividad, o sea que la condena “podría reducirse a una pena alternativa que se pague en condiciones de dignidad, sin rejas ni piyamas rayadas”, y
  • El de no extradición, porque “en Colombia quien decide sobre extradiciones es el jefe del Estado” y porque “el proceso ha encontrado más apoyo afuera que aquí adentro”.     

No menos elocuente en este punto fue el anuncio velado de que ya hay cierto acuerdo: “Eso es lo que hemos llamado justicia transicional, que ya las FARC, en un paso que les reconozco, han dicho que están dispuestas a aceptar”.

3. Sobre el tema igualmente sensible de la participación de los exguerrilleros en política, De la Calle

– Repitió lo que es obvio así la mayoría de la gente prefiera no verlo: que las FARC se desmovilizan para hacer política, de suerte que “tenemos que prepararnos para obrar con generosidad en ese momento”.

– Y aclaró que las temidas curules para las FARC no necesariamente serán parte del acuerdo (y en efecto el pre-acuerdo respectivo habla de “circunscripciones de paz”, donde los exguerrilleros tendrían que competir con otros candidatos).

Cualquiera pues que haya oído o leído la entrevista concluirá que el acuerdo final está al alcance de la mano. Y esta inferencia queda confirmada por el anuncio conjunto de este mismo domingo, en el sentido de que "las delegaciones hemos decidido hacer todos los esfuerzos para llegar sin demora a la firma de un acuerdo final". 

La Delegación de Paz del Gobierno Nacional para los Diálogos de Paz en La Habana, Cuba.

La Delegación de Paz del Gobierno Nacional para los Diálogos de Paz en La Habana, Cuba.
Foto: Oficina del Alto Comisionado para la Paz

¿El almendrón

Pero las encuestas sugieren que la paz se aleja en lugar de acercarse: según Gallup, y por primera vez desde que comenzaron las conversaciones, son más los colombianos que prefieren la solución militar a la vía negociada.

Esto se debe a la escalada de las FARC una vez suspendieron la tregua, que incluyó acciones de tanto impacto como la de Tumaco. No sin razón entonces  revivió el clamor para acabar la violencia, y el cese al fuego se ha convertido en centro del debate nacional.

Es un debate emotivo y bastante confundido, porque ese cese no puede examinarse sin ir al fondo del extraño conflicto colombiano. Y de ese fondo resultan tres grandes paradojas que desembocan en la crisis actual. Para decirlas en pocas palabras:  

1.La paz se va a firmar porque esta vez las FARC están decididas a firmarla. Después de 50 años de guerra y gracias finalmente a las políticas de Uribe, los comandantes se convencieron de que no pueden llegar al poder por la vía militar. Por eso optaron por negociar en serio, y sin las treguas ni despejes de La Uribe o el Caguán.

Es sencillo: el despeje o la tregua bilateral tenían que ser vigilados por una fuerza distinta del Ejército y la guerrilla, porque de otra manera cada parte diría que la otra incumplió y esto pondría fin a las conversaciones. Lo que pasó con los diálogos de Betancur y de Pastrana.    

2.Negociar en medio de la violencia es el Talón de Aquiles del proceso entre Santos y las FARC, lo que la mayoría de la gente no acepta (y lo que Santos no ha logrado explicar). Pero también – y aún más importante- “negociar en medio del conflicto” fue la clave para sentarse a dialogar en serio, la innovación esencial de La Habana, lo que lo blinda del fracaso que sufrieron los supuestos intentos de La Uribe y el Caguán.  

3.Añadamos el drama de las FARC: cada uno de sus goles militares es un autogol político. La suya no ha sido una “guerra regular” donde dos ejércitos combaten de frente (como quizás fueran los ataques del “Mono Jojoy” a bases militares), sino una guerra de guerrillas (de emboscar y asesinar policías) y sobre todo una guerra degradada de ataques criminales en contra de civiles.

En vez de simpatías, estos actos despiertan el repudio popular. Pero si la guerrilla dejara de matar policías, de secuestrar o de volar oleoductos, sencillamente dejaría  de existir: ¿o a quién le importarían 8 mil campesinos uniformados pero completamente inofensivos? 

El cese al fuego

Atrapados en esas paradojas, y urgidos por las encuestas, tanto las FARC como el gobierno dicen estar dispuestos al cese del fuego bilateral y hacen anuncios u ofertas que agrandan la confusión.  

Miremos a las FARC:

1. Cada vez que la guerrilla dispara está bloqueando su futuro político. Por eso cuando intenta pasar a la política, el costo de sus actos militares se vuelve insostenible. Por eso las guerrillas han declarado muchas treguas a lo largo de su historia, y por eso al acercarse la firma del acuerdo el cese al fuego se les vuelve más valioso.

Fue lo que ofrecieron en Diciembre pasado. Y cumplieron. Pero el Ejército siguió sus operaciones, hasta que en el proceso de capturar a un narco que al mismo tiempo era jefe guerrillero se produjo el ataque de las FARC donde murieron los once soldados. Esta es su disyuntiva: o se resignan a recibir golpes militares  hasta que las “liquiden”, o interrumpen su tregua y responden con violencia y un gran costo político. Es una especie de neurosis severa, donde la única manera de ejercer presión le hace daños crecientes al paciente.

2. El daño ahora fue el bajonazo del proceso en las encuestas. Por eso las FARC anunciaron un nuevo cese unilateral a partir del 20 de Julio. Esta medida será sin duda un gran alivio: bajo el cese anterior, la violencia disminuyó cerca de 90 por ciento. Pero la tregua:

  • Es apenas temporal. Aunque el plazo inicial de un mes se extendería ahora a cuatro meses, no se trata de un cese “indefinido” como el de Diciembre.
  • Fue recibida con el escepticismo predecible, y esta vez abonado por la ruptura del 22 de Mayo y la supuesta “alianza con el ELN para perpetrar acciones terroristas”.
  • En vez de la suspensión de bombardeos que Santos antes ofreció en compensación, hoy el gobierno se limita a decir que “tomará medidas” desde el 20 de Julio y “en correspondencia con la suspensión de acciones ofensivas por parte de las FARC".
  • Y  en todo caso sostener una tregua unilateral seguirá siendo difícil por las ya dichas razones militares.

3. Aunque aceptaron “negociar en medio del conflicto”, las FARC insisten en proponer el cese al fuego bilateral. Lo hacen por una razón política: esta propuesta tiene  gran recibo en la opinión y es además la misma que suscriben los movimientos por la paz.  Lo hacen por una razón militar: cuando una va perdiendo es conveniente parar la pelea.

Pero ni Santos puede asumir el costo político de dejar de perseguir a la guerrilla, ni a los militares que van ganando les interesa detener la pelea. Miremos pues al gobierno:

Una especie de neurosis severa, donde la única manera de ejercer presión le hace daños crecientes al paciente.

1. En el intento de retomar la iniciativa mediática -y de quitarle una bandera a las FARC- el presidente decidió hablar del “cese bilateral definitivo antes de la firma del acuerdo”. Este, ni más ni menos, sería el bálsamo que callaría a los críticos y que daría un triunfo al “sí” en el referendo: ¿qué tal que desde hoy y para siempre se acabaran las emboscadas, los atentados, los asesinatos y los bombardeos?

2. Pero el diablo está en los detalles, y entre los tuits, discursos, instrucciones y entrevistas del presidente y de su jefe negociador, tan solo quedaba en claro que no habrá cese al fuego. O que desde ahora tendrían que cumplirse tres condiciones que no pueden cumplirse:

  • Que las FARC den garantía de que “asumen su responsabilidad en materia judicial”;
  • Que el cese sea verificable “nacional e internacionalmente”, 
  • Que el cese sea del fuego y de las hostilidades -“secuestro, extorsión, narcotráfico (¿?)”-;

La primera condición es imposible porque ponerse a disposición de los jueces implicaría  bajar del monte sin armas. La segunda es imposible porque el Ejército no sería un árbitro imparcial y traer a los cascos azules tomaría mucho tiempo. Y la tercera es imposible porque las FARC, como dije, dejarían de existir en el momento en que dejen de disparar, extorsionar y traficar con drogas.

3. En su afán de conquistar opinión, De la Calle dijo incluso que la propuesta de Uribe – “concentrar las FARC en una zona rural durante el proceso de paz”- le parecía “sumamente constructiva”. Pero añadió que “se puede discutir si es oportuna”, o sea que la idea de Uribe es insensata porque las FARC no se van a auto-encerrar sino después del acuerdo final ratificado y vigilado por alguna entidad supranacional.

En resumen: el cese al fuego es un deseo legítimo y urgente de la ciudadanía. Y sin embargo el cese bilateral y definitivo antes del acuerdo final es un auténtico contrasentido.  Tanto así que en el “histórico” acuerdo de hoy domingo no se anuncia el cese al fuego, sino la decisión de acelerar su estudio, o sea  de “acordar sin demoras los términos del cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, y dejación de las armas, incluyendo el sistema de monitoreo y verificación".

El Presidente Santos acompañado de la Cúpula Militar.

El Presidente Santos acompañado de la Cúpula Militar.
Foto: Presidencia de la República

Los mensajes

Cuando la popularidad del presidente cae a 22 por ciento, hay urgencia evidente de cambiar la imagen.

Pero el nuevo mensaje no debe ser engañoso porque eso no es ético o – cuando menos- porque a poco andar se verá el incumplimiento y el daño de opinión será más grave todavía. La opción de la verdad parece más compleja pero siempre es más simple, y en este caso la verdad es que el conflicto no se puede acabar antes de que se acabe el conflicto.

Por eso en vez de tanta palabrería, el presidente ha debido limitarse a lo que acaban de afirmar sus delegados: que van a acelerar el proceso para llegar a un acuerdo sobre el último punto de la agenda – precisamente el de ponerle fin a las hostilidades-.   

También por eso sobran las propuestas de Vargas Lleras, Alejandro Ordoñez, la Alianza Verde y otros muchos espontáneos para ponerle un plazo a las negociaciones: sería poner una fecha fija para seguir la guerra permanente.

  • ¿Por qué no hablar entonces de las cosas que sí son viables en el corto plazo – del “des-escalamiento” del conflicto que esta misma semana comenzaron juntos el Ejército y las FARC en materia de desminado humanitario, dónde caben otros varios capítulos – y donde en hora buena esta mañana se anunciaron nuevos desarrollos-?
  • ¿Por qué no pedirle al mando militar que explique las dificultades técnicas de un cese al fuego, el tiempo que tomaría prepararlo y el hecho -verdadero- de que tenemos generales y almirantes negociando sobre este punto en La Habana – desde hoy asesorados por la ONU y UNASUR-?    
  • ¿Por qué no hablar de los avances que enumeró De la Calle y que sí nos acercan a la paz?

¿Por qué, en resumen, no hablar con la verdad?

 

Director y editor general de Razón Pública. Para ver el perfil del autor, haga clic en este enlace.     

 

 

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