¿Fenómeno del Niño, cambio climático, o el invierno de siempre? ¿Por qué llueve tanto y por qué el país no logra prevenir los desastres producto de las condiciones ambientales extremas?
Gonzalo Duque-Escobar*
¿Por qué las lluvias?
El invierno, sus lluvias torrenciales y sus tormentas eléctricas ya cobran decenas de vidas, entre ellas las de 30 habitantes de Rosas, víctimas del deslizamiento ocurrido el 22 de abril en la vereda Portachuelo (Cauca), y a las que se suman, entre otras, las de Antioquia, Santander y Caldas.
Esto puede resultar extraño si se considera que estamos en medio de lo que se conoce como “El Niño”, un fenómeno climático que se presenta con cierta frecuencia. El Niño se caracteriza por un calentamiento inusual de las aguas del pacífico ecuatorial y sus consecuencias en Colombia suelen ser la disminución de la probabilidad de lluvias en las regiones andina y caribe y las consecuentes sequías.
En efecto, es El Niño y no La Niña —que en cambio suele producir abundancia de lluvias— lo que estamos enfrentando. Pero los eventos registrados por el IDEAM (Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales) en lo corrido de abril no son propiamente las sequías esperadas: 34 movimientos en masa, 32 inundaciones, 25 vendavales, 17 crecidas o desbordamientos torrenciales y 3 tormentas eléctricas.
![]() Foto: Gobernación del Valle |
Esto nos enseña que los efectos de “El Niño” no son siempre los mismos y esta vez su debilitamiento coincidió con el advenimiento del equinoccio el 21 de marzo pasado, que marca el inicio de la primera temporada húmeda del año en la Colombia andina. En pocas palabras, empezó lo que en el país conocemos como invierno.
¿Y entonces El Niño qué?
El Niño y La Niña son fenómenos que conforman ENSO (El Niño Southern Oscillation), un patrón climático cíclico no periódico conocido hace más de un siglo. Ambos fenómenos tienen graves consecuencias climáticas en buena parte del mundo.
Para determinar que existe alguno de los dos fenómenos, la temperatura superficial del océano pacífico en un área geográfica determinada debe ser por lo menos 0.5°C mayor o menor que la normal, lo que indica una anomalía térmica. Si las aguas están más cálidas de trata de un fenómeno de El Niño. Por el contrario, si están más frías, es un fenómeno de La Niña.
La magnitud de esa anomalía es también lo que determina la intensidad del fenómeno. Si la diferencia entre la temperatura normal y la registrada en el momento es de 0.5 a 1°C el evento es «débil»; si es de 1 a 1.5°C el evento es moderado; si es de 1.5 a 2°C será un evento fuerte; y una diferencia por encima de 2°C será un evento extraordinario.
Imagen 2: Pronóstico para el ENSO 2019 del CPC/IRI favorable para una fase cálida, con una probabilidad que varía del 94% en Marzo- Abril- Mayo al 51% en Noviembre- Diciembre- Enero.
Actualmente la temperatura del Pacífico es más cálida de lo normal, por lo que, como ya dije, enfrentamos un fenómeno de El Niño que, sin embargo, está avanzando hacia condiciones débiles.
Según lo anterior, la causa de las tragedias hay que buscarla, más bien, en el calentamiento global, que puede causar eventos climáticos de carácter extremo y, como ya dije, en las lluvias que normalmente acompañan el inverno en la cuenca Cauca-Magdalena, y que probablemente se prolonguen hasta cuando llegue la temporada seca con el solsticio del 21 de junio.
Si las aguas están más cálidas de trata de un fenómeno de El Niño. Por el contrario, si están más frías, es un fenómeno de La Niña.
No obstante, de acuerdo con los pronósticos del Centro de Predicciones Climáticas y el Instituto Internacional de Investigación del Clima del pasado 11 de abril, hay un 65% de probabilidad de que regrese la amenaza de sequía porque las condiciones de El Niño, aunque débiles, prevalecerán durante el verano del 2019 del hemisferio norte.
Esto quiere decir que este año el país deberá enfrentar los desastres climáticos tanto por lluvia como por sequía. La forma de hacerlo es resolver la vulnerabilidad ambiental, que es la causa común de los desastres. ¿Pero a qué se debe esa vulnerabilidad?
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Los efectos del invierno y la deforestación
Las desafortunadas consecuencias del actual invierno no son menos preocupantes que la amenaza de desabastecimiento de agua que normalmente es característica de El Niño y en ambos casos es la deforestación la que empeora los efectos. Por eso resulta tan preocupante que, del 53,5% de la superficie del país que está cubierta de bosques, cada año deforestamos entre 150 y 250 mil hectáreas en lugar de incrementar la superficie boscosa —como lo hacen Chile y Costa Rica—.
La vegetación generalmente cumple la función de control hídrico y regulación de las lluvias, pero la deforestación que sufre el país conduce a la pérdida de regulación hídrica en el 75% de las fuentes de agua. En los lugares más secos, esto se traduce en riesgo de desabastecimiento para 318 cabeceras municipales durante las temporadas secas de El Niño, y en cualquier invierno significa que 318 jurisdicciones estén en riesgo por inundación, avenidas o deslizamientos.
Imagen 1- Colombia, Amenaza por remoción en masa (Ingeominas) y Degradación de suelos por erosión (IDEAM)
En caso de lluvias extremas como las del último mes, la degradación ambiental que el país sufre actualmente tiene efectos devastadores:
- Deslizamientos y flujos de lodo como los que se presentan en la Depresión Momposina, donde para adecuar tierras para cultivos u otras actividades se han secado las ciénagas.
- Inundaciones lentas en planicies deprimidas o zonas de ciénaga, e inundaciones súbitas causadas por avenidas o crecientes de ríos. Estas inundaciones se dan —como en el caso de Mocoa y Salgar—a lo largo de la geografía andina donde hay cuencas deforestadas o donde los cauces de montaña encuentran ocupados sus valles de salida.
Dado lo anterior y previendo las funestas consecuencias de las persistentes lluvias, el IDEAM ha declarado el estado de emergencia en 569 de los 1122 municipios del país —entre ellos 432 ubicados en la Región Andina—. Por ente territorial, 22 localidades fueron declaradas en nivel de alerta roja, 198 en naranja y 349 en amarilla, según el nivel de riesgo.
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Desastres naturales y desplazamiento
Los desastres naturales que afectan a Colombia también suceden en otras partes del mundo. De hecho, a nivel global estos ocasionan en promedio 100 millones de desplazados cada década, que se suman a 33 millones que también abandonan su territorio, pero debido a conflictos armados y violencia ocasionada por los seres humanos. Sin embargo, en Colombia el desplazamiento —sobre todo de zonas rurales a zonas urbanas—, sea cual sea la causa, es una problemática que atenta contra las metas del desarrollo nacional.
Según la Agencia de la ONU para los Refugiados, en 2017 el número de desplazados en Colombia ascendió a 7,7 millones. Y según el DPN, entre 2006 y 2014 de cada cuatro colombianos uno resultó afectado por desastres climáticos. Esta situación es común en América Latina y el Caribe, dadas las amenazas naturales propias del medio tropical, y las condiciones sociales y ambientales de un desarrollo precario.
Imagen 3: Colombia: Vulnerabilidad al cambio climático (PMA), y Mapa de Coberturas y Clima (La Historia con Mapas).
¿Qué hacer?
Por eso es importante una gestión integral del riesgo, que a partir de una organización de carácter participativo emprenda acciones eficientes para conocer, planear y transformar su medio ambiente en un medio ecológicamente sólido y compatible con su cultura, atendiendo de forma eficaz y oportuna la oferta y demanda del medio ambiente amenazado, con las limitaciones que imponen el ecosistema y el contexto socio económico.
Aunque Colombia cuenta con el Plan Nacional de Gestión del Riego de Desastres 2015-2025, aún enfrenta grandes retos relacionados con la contaminación y degradación ambiental, el uso conflictivo del suelo y, sobre todo, la degradación de espacios boscosos y corredores verdes de la estructura ecológica del territorio.
Imagen 4: un territorio ecológicamente sólido y compatible con la cultura, como construcción social e histórica expresa los procesos de una relación dialéctica entre dos sistemas: el natural y el social.
Son muchos los factores que durante décadas han contribuido a que Colombia sea vulnerable a los eventos climáticos extremos y más tratándose de un medio ambiente tan complejo y habitado por diversas culturas. Todo esto obliga a atender a las deficiencias de una forma de planificar el territorio que ha sido propicia a modelos de ocupación del territorio conflictivos, que socializa los costos —entre los cuales están los desastres recientes— y privatiza los beneficios de la explotación del patrimonio natural.
Para que esa gestión del riesgo se haga realidad, hay que:
La causa de las tragedias hay que buscarla, más bien, en el calentamiento global.
- Utilizar herramientas estadísticas y de probabilidad para la prevención, resultando vitales los mapas de amenaza;
- Implementar alertas tempranas para los fenómenos que puedan afectar a las poblaciones; y
- Preparar a las personas y contemplar la planificación participativa de acciones rápidas y eficaces para restaurar los servicios y controlar o mitigar los daños al hábitat y al medio transformado.
En materia de planificación, se deberán establecer no sólo un plan general diseñado en función del riesgo de cúmulo —de importancia para las autoridades—, sino también el correspondiente plan operativo diseñado en función del riesgo específico —de interés para el usuario—, coordinado con el anterior para dar respuestas a las inquietudes y necesidades locales.
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![]() Foto: Presidencia de la República |
De forma más general, para enfrentar la adaptación al cambio climático, deben emprenderse estrategias como:
- Resolver las disrupciones de un modelo productivo que atenta contra su estructura ecológica;
- Expandir las figuras de conservación para preservar los ecosistemas en áreas críticas; y
- Zonificar el territorio y planificar el uso del suelo y del patrimonio hídrico.
Por último, será muy importante llevar a cabo acciones para la investigación de la amenaza y de educación ambiental como estrategias fundamentales para lograr una apropiación social del territorio, mediada por la cultura ambiental.
*Profesor de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Manizales.
**Razón Pública agradece el auspicio de la Universidad Autónoma de Manizales. Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor.