Cómo llegó a ser el “presidente eterno”, cómo hace para mantenerse vigente y por qué es el único líder importante de la derecha en Colombia.
Javier Duque Daza*
Uribe el salvador
Su séquito lo reitera sin cesar: sin Álvaro Uribe Colombia se habría hundido. Que las guerrillas estaban en las goteras de Bogotá; que medio país estaba en sus manos y la otra parte la manejaban los paramilitares; que el país estaba al borde del abismo; que la economía iba mal; y que Andrés Pastrana dejó un país secuestrado y entregado a las FARC.
La salvación venía de Antioquia. Uribe, líder-salvador, adoptó un discurso radical frente a los actores armados y propuso como solución derrotar a las guerrillas. Esto atrajo a sectores de la opinión pública afectados por décadas de violencia, a la prensa, a los gremios, a empresarios cuyos negocios decaían por la inseguridad, a finqueros y a propietarios rurales que habían sido víctimas de secuestros.
También adoptó un discurso contra los partidos y la clase política —a la cual pertenecía—. Prometió un referendo para “purificar las costumbres políticas”. Tomó ventaja de la desconfianza en los partidos y presentó su candidatura mediante un movimiento nuevo que era solo una etiqueta sin una organización de base.
Esto no le impidió aceptar el apoyo de decenas de políticos de todo tipo que se le acercaron cuando ascendió en las encuestas. Finalmente, un candidato que criticaba a los partidos los aceptó a todos. Se sumaron a su campaña:
- El Partido Conservador;
- El Movimiento Nacional Conservador;
- Un sector importante del Partido Liberal;
- El partido Cambio Radical;
- Organizaciones cristianas; y
- Ex guerrilleros del M-19 y del Ejército Popular de Liberación (EPL).
Prometió salvar y modernizar la economía, recuperar la confianza inversionista y rescatar el campo. Que los ganaderos, los cafeteros, los arroceros y los bananeros tendrían paz y prosperidad.
Le creyeron y lo eligieron. Ganó en 2002 y de nuevo en 2006. Y tal vez lo habrían vuelto a elegir en 2010 si la Corte Constitucional no hubiera frustrado su aspiración de ser presidente eterno, antes de que lo bautizaran como tal.
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Líder único de la derecha
Desde entonces, Uribe ha sido el político más importante del país. Ha logrado aglutinar sectores conservadores y tradicionales, y ha obtenido mayorías en varias elecciones a la Presidencia. De hecho, se ha convertido en el único líder de la derecha. Las razones son varias:
- La falta de líderes importantes en este lado del espectro ideológico. De la diáspora de políticos liberales, conservadores y de otras agrupaciones que arribaron a sus toldas solo han llegado subalternos y figuras de segundo orden. En su partido nadie tiene la dimensión suficiente para disputarle el liderazgo.
- Los otros partidos de derecha —el Conservador, Colombia Justa y Libre— son pequeñas agrupaciones parlamentarias que se pliegan a sus decisiones; Andrés Pastrana es un político nulo: ni cuenta, ni moviliza, ni piensa. Otros partidos cercanos, como el de la U y Cambio Radical son oscilantes y de este último Germán Vargas Lleras sigue siendo una promesa frustrada.
- Por su estilo caudillista y su forma altamente personalizada de ejercer el liderazgo no permite que otros sobresalgan más allá de lo que él define y permite. Impulsa a ciertos personajes, pero limita su alcance. Él es quien define y decide en última instancia.
- Se ha arrogado el derecho de determinar e impulsar a quien considera el más idóneo para que asuma la presidencia y defienda su legado, lo que en México se llama el dedazo y aquí es “el que diga Uribe”. Así ocurrió con Santos en 2010, con la frustrada candidatura de Andrés Felipe Arias, con Óscar Iván Zuluaga y con el actual presidente Duque.
- El Centro Democrático es su invención, su vehículo de poder, su partido. Él es el presidente vitalicio, su senador más votado, su imagen está en el eslogan, en el tarjetón, en todas partes. Sus congresistas le hacen círculo, se arruman en torno a él, escuchan y obedecen al jefe indiscutido, al patrón.
- Ha gobernado y cogobernado más que cualquier otro político en Colombia. Prolongó su gobierno por cuatro años manipulando las instituciones y comprando apoyos. Intentó quedarse un tercer periodo y cuando no pudo decidió quién sería su sucesor. Actualmente ejerce de copresidente y en lugar de fortalecer la autonomía de su pupilo la entorpece, lo hace ver diminuto, disminuido, casi ausente.
![]() Foto: Facebook: Centro Democrático |
Estilo e imagen populista
Uribe se ha mantenido vigente también por su estilo de hacer política, diferente del de los políticos tradicionales que gobernaban desde Bogotá.
Usa un lenguaje que crea la ilusión de cercanía con la gente. Los trata de hijitos y de amigos, se toma fotografías, los saluda, hace como que los escucha. Realiza encuentros comunitarios en pueblos y veredas, da entrevistas a emisoras y periódicos locales, visita universidades privadas y confesionales, reza con curas y con cristianos.
En la campaña presidencial de 2000-2002 replicó a nivel nacional lo que había hecho en sus campañas en Antioquia mediante cientos de “Talleres democráticos” donde se reunía con la gente de pueblos y comunidades y exponía sus programas.
Finalmente, un candidato que criticaba a los partidos los aceptó a todos.
Luego, cuando ganó la Presidencia, puso a funcionar los “Consejos Comunitarios de Gobierno”, una forma de participación en eventos dirigidos por él y con presencia de ministros, viceministros, funcionarios, alcaldes y gobernadores, a quienes pedía rendir cuentas y responder las preguntas en vivo y en directo.
Estas prácticas de “democracia directa” gozaban de amplia difusión, antes con transmisión en directo para todo el país por un canal estatal, con boletines de prensa que eran reproducidos en la mayoría de los medios nacionales. Ahora con las redes sociales y el infaltable Twitter.
Por fuera de la presidencia ha mantenido la misma forma de hacer política. Así ejerció la oposición a los dos gobiernos de Santos —el “traidor”—, arengando, incitando, criticando el proceso de paz, tergiversando, mintiendo a veces y profetizando el advenimiento del “castrochavismo”. Se le vio en protestas callejeras y apoyando paros y manifestaciones, que antes calificaba de terroristas.
A Uribe se le ve en campaña permanente, para él y para sus candidatos. No descuida su caudal, su popularidad, sus voticos.
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Entramado de soporte
Pero ser el líder-salvador, populista y jefe de la derecha no le basta para mantener su vigencia. Uribe sigue presente y ejerce mucho poder porque dispone de un potente entramado.
Desde la campaña de 2002 ha tenido el apoyo de grupos económicos y de la mayoría de los gremios —sobre todo los de ganaderos y grandes agricultores—. Esto se traduce en la financiación de sus campañas y las de sus apadrinados.
Asimismo, se ha cuidado de mantener una bancada en el Congreso. Durante sus dos gobiernos contó con una coalición mayoritaria que le permitió aprobar todas sus iniciativas a cambio de concesiones y gabelas. Y aun durante los primeros cuatro años de oposición a Santos tuvo congresistas que lo apoyaron.
Después contó con su propio partido, que en la actualidad es el que tiene un mayor número de congresistas (52), además de la presidencia, los ministerios y altos cargos que se ha cuidado de entregar a allegados de sus socios políticos y retribuyendo a quienes le han servido, como Alejandro Ordóñez, Vivian Morales, Francisco Santos y Jaime Castro.
Sus políticas sociales focalizadas y de asistencialismo le dieron cierta base social, que aún después de terminado su segundo gobierno le siguió reportando altos índices de favorabilidad en las encuestas. Y su política de seguridad condujo a una mayor presencia del Estado en el territorio y mayor seguridad para los propietarios de tierras, empresarios y sectores de clases medias que habían sido víctimas de chantajes y secuestros.
Cuenta también con el respaldo de muchos medios de comunicación, algunos de los cuales son abiertamente partidistas y propagandísticos. En el exterior hay medios que le hacen eco y comparten sus ideas, como el diario El Mundo de España y The Wall Street Journal, que publican sus columnas y las de los suyos.
Hay muchos portales en internet creados expresamente como espacio de propaganda y para desprestigiar a sus contradictores. Igual ocurre con las redes sociales. Uribe es el colombiano que más seguidores tiene en Twitter (más de 5 millones). Hay decenas de cuentas encargadas de hacer eco de sus mensajes, crear falsas noticas y manipular a la gente. Amenazan y son agresivos e intolerantes.
Cuando tiene problemas legales —lo cual ocurre con frecuencia— cuenta con los mejores abogados que el dinero y el estatus pueden pagar. Resulta difícil que prosperen los procesos en su contra, muchos de ellas engavetadas en la Comisión de Acusaciones de la Cámara.
Aunque ha perdido respaldo, las encuestas lo siguen favoreciendo, especialmente frente a los demás expresidentes, todos impopulares.
Con toda esta red de respaldo, bien podría resbalarse y hasta caerse. Pero no le pasará nada. Y si le pasara, ya han anunciado que incendiarán al país: “Uribe se respeta”, dice el coro.
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El juego de los espejos
Además, Uribe ha demostrado astucia para defenderse.
Desde su primera candidatura resurgieron acusaciones que vinculaban a su padre, a él y a sus familiares con el clan Ochoa y el cartel de Medellín y a su hermano con el grupo paramilitar “los doce apóstoles”. Lo acusaron también de haber favorecido a los narcotraficantes cuando fue director de la Aeronáutica Civil; de apoyar a grupos paramilitares cuando fue gobernador de Antioquia y de la proximidad a su campaña de personas vinculadas con el narco-paramilitarismo.
Durante y después de sus dos gobiernos se sumaron acusaciones por los falsos positivos; por intentar desprestigiar opositores, periodistas y magistrados de la Corte Suprema; por nombrar y mantener en el DAS a personas cercanas al paramilitarismo; por la yidis-política; y por el escándalo de Agro Ingreso Seguro.
Él reconoció sus vínculos y los de su padre con la familia Ochoa solo por sus actividades como caballista y negó cualquier relación con Pablo Escobar. Sobre la Aeronáutica civil, reitera que las autoridades determinaron en 1988 que no existían indicios que lo comprometieran.
No descuida su caudal, su popularidad, sus voticos.
También recordó la decisión a su favor por parte de la Corte Suprema de Justicia en 1996 sobre las Convivir, que definía como “verdaderas empresas de seguridad para el campo” sin vínculos con grupos paramilitares.
![]() Foto: Facebook: Centro Democrático |
Uribe dice que su obsesión siempre ha sido la verdad, pero no contribuye a esclarecerla. Es ambiguo frente a otras acusaciones, y en contravía de su afirmación de que siempre le habla de frente al país, elude, niega y se esconde:
- Negó haber dado o haber ordenado dar prebendas por el asunto de la reelección;
- Defendió a los “buenos muchachos” nombrados en su gobierno y que terminaron condenados por graves delitos;
- El DAS no hizo nada malo según él; tampoco su clon Arias se robó un peso ni ayudó a robar;
- Frente a la Corte Suprema se muestra como la víctima de una “justicia politizada” y no como el persecutor que la agredió; y
- En el actual proceso sobre manipulación de testigos dice que, si hubo pagos indebidos, los hizo su abogado, sin preguntarle a él y sin que él lo supiera.
¿Uribe para siempre?
Sus seguidores quisieran que así fuera. Líder eterno, presidente eterno. Sus opositores y críticos quieren lo contrario: ya no más Uribe, lo quieren jubilado. Ya no más “el que dijo Uribe” ni el que dirá Uribe.
En todo caso, no es cierto que los colombianos se dividan entre los que lo quieren y los que lo odian. Muchos están al margen de esa fractura, más bien cansados de tanto ruido y tanto ajetreo ampliado por las redes.
Tal vez también todos estemos cansados de leer y de escribir sobre Uribe.
* Politólogo, Ph.D., profesor de la Universidad del Valle.