Ha ganado tres elecciones presidenciales y tiene el mayor número de congresistas, pero este partido va hacia un grave retroceso electoral -que se debe a su propia naturaleza- y que en vano están tratando de evitar con dos “micos” en la reforma política.
Juan Pablo Milanese*
El partido cartel
En 1995, Richard Katz y Peter Mair inauguraron la revista Party Politics con un trabajo cuya idea central los convirtió en dos de los autores más influyentes en el estudio de los partidos políticos.
Esa idea vino a contradecir la opinión de muchos académicos y de la gente del común, en el sentido de que los partidos son sobre todo intermediarios entre el Estado y la ciudadanía vale decir, organizaciones que representan grupos o intereses sociales opuestos y que pretenden llegar al poder para llevar a cabo un determinado “proyecto de país”.
Este tipo de partido concentra sus energías en la captura del aparato estatal y la captación de fondos públicos.
Según Katz y Mair sin embargo, los partidos reales no cumplen esa intermediación sino que se dedican a asegurar su propia supervivencia mediante el acceso a los dineros públicos y a la burocracia estatal. Fue así como nació el concepto de “partido cartel”.
Lejos de la versión idealizada del “partido de masas” (que representa a un sector social bien definido y tiene un alto contenido ideológico), este otro tipo de partido concentra sus energías en la captura del aparato estatal y la captación de fondos públicos (idealmente de forma legal). Esto hace que los límites entre el partido y el Estado se vuelvan difusos y aún que tiendan a desaparecer.
Katz y Mair señalaron también que los partidos cartel operan con mayor facilidad en el contexto de “pactos” de convivencia inter-partidaria – o donde más allá de los naturales conflictos existentes en cualquier sistema político, se mantienen acuerdos que garantizan la cooperación y, en consecuencia, la subsistencia de la mayoría de los actores políticos relevantes-.
Cualquier similitud con la realidad colombiana no es pura coincidencia.
Etiqueta exitosa
![]() Partido de la U. Foto: Congreso de la República de Colombia |
El Partido Social de Unidad Nacional (o Partido de la U) fue una de las nuevas y más exitosas etiquetas que surgieron tras el marcado retroceso de los dos partidos tradicionales en las elecciones del 2002 (que ya había comenzado a observarse en los comicios regionales del 2000).
Desde el punto de vista electoral, el partido de la U funcionó durante una década como una muy eficaz confederación de dirigentes regionales que garantizó un acceso extraordinario a los recursos del Estado. De hecho podría decirse que en este caso se produjo de manera muy sencilla y eficiente la interpenetración entre un partido y el Estado de la que hablan Katz y Mair.
De esta manera, el partido de la U pudo vanagloriarse de haber ganado tres elecciones presidenciales sucesivas (la segunda de Uribe en 2006 y las dos de Santos), además de ser el que tiene un mayor número de congresistas en Colombia.
Dos propuestas penosas
Y sin embargo el comienzo del ocaso de la U parecería estar acercándose de manera inexorable (e incluso podría haber comenzado en las elecciones del 2015). Una muestra de esto son las propuestas radicadas por dos de sus congresistas dentro del Proyecto de reforma política y electoral que (al menos en teoría) se derivó del Acuerdo de La Habana:
- La primera propuesta, presentada por Sandra Elena Villadiego, pretende autorizar, por única vez, a congresistas, diputados y concejales a “inscribirse en un partido distinto al (sic) que los avaló, sin renunciar a la curul o incurrir en doble militancia”.
- La segunda propuesta, de Amando Benedetti, permitiría a cualquier partido o movimiento que goce de personería jurídica presentar listas en coalición para cargos legislativos. Esta posibilidad fue abierta por el Acuerdo de La Habana pero se refería exclusivamente a los partidos pequeños o movimientos significativos de ciudadanos y no a organizaciones como el Partido la U.
Para decirlo en términos escuetos: la senadora Villadiego quiere que sus colegas de la U puedan buscar asilo momentáneo en otros partidos sin que sean sancionados, y el senador Benedetti quiere que pueda hacer alianzas para mantener su presencia en el Congreso.
Partido en apuros
![]() Senadora del partido de la U, Sandra Villadiego. Foto: @AmigosdeSandraV |
Pero ¿por qué se presenta este declive?
Justamente porque el Partido de la U puede considerarse como un arquetípico partido cartel, e incluso como una versión refinada de este tipo de partido. La U es una fuerza construida desde y para el Gobierno:
- “Desde”, porque a nadie se le escapa su origen, directamente asociado con la figura de Álvaro Uribe y su reelección, y
- “Para”, por la continuación de su presencia burocrática y su acceso a los dineros públicos bajo los dos gobiernos de gobierno de Juan Manuel Santos.
¿Cómo sobrevive un partido con estas características en una coyuntura como la actual? Le es muy difícil. La falta de un candidato con real proyección presidencial, más la jefatura de un presidente impopular y ya próximo a perder su poder, convierten al partido de la U en una colectividad huérfana, en un actor de reparto que se aleja de su hábitat natural, esto es, de los espacios donde tuvo sus reales recursos de poder.
La senadora Villadiego quiere que sus colegas de la U puedan buscar asilo momentáneo en otros partidos.
Esa pérdida de acceso al fisco y a la burocracia también lo distancia de los intermediarios capaces de gestionar los votos. Y a todo esto se suman los enredos judiciales que amenazan a muchos de sus dirigentes – incluyendo a los dos principales electores de Santos en 2014,
los senadores ‘Ñoño’ Elías y Musa Besaile, en relación con el caso de Odebrecht y el escándalo de la justicia-.
En estas circunstancias el partido de la U muy bien podría estar herido de muerte para las próximas elecciones, especialmente si – como parece- en estos comicios llegara a producirse un cambio sensible en el peso de los distintos partidos dentro del sistema.
Un salvavidas poco probable
![]() Miembros del Partido de la U Foto: Ministerio de Interior |
La posibilidad de que se apruebe la reforma política y electoral es bastante remota: los miembros de la Comisión respectiva de la Cámara se encargaron de dejarlo bien en claro cuando el Gobierno radicó su proyecto.
Pero aún sin la reforma, los resultados de las elecciones próximas harán que muchos políticos se retiren de un partido perdedor como la U y se inscriban o regresen, por ejemplo, al Partido Liberal – o en todo caso habrá un reacomodamiento de las fuerzas políticas, dentro y fuera del Congreso.
Este es un escenario muy riesgoso para muchos políticos de la U, especialmente para los candidatos “medianos” al Senado (es decir los que no tienen un caudal electoral muy grande) y para muchos que aspiran a la Cámara de Representantes, que son los más vulnerables a la disminución de los votos del partido.
Estos políticos son justamente los que más necesitan la garantía extraordinaria del transfuguismo (“opción Villadiego”), que les permitiría saltar a otras listas, confiando en su intuición y en sus cálculos matemáticos.
La “opción Benedetti” es mucho más elegante y políticamente más viable (aunque tampoco es probable que resulte aprobada). Permitiría ocultar la debilidad del partido detrás de las coaliciones y ofrecería una salida más institucional (y una transición ordenada), en lugar de un “sálvese quien pueda”. Sin embargo, esta opción no resuelve el problema de aquellos dirigentes “medianos”, quienes tendrían que entrar a competir con los socios de la alianza.
De modo pues que el partido de la U va camino de desaparecer y que los salvavidas que han ideado sus congresistas no alcanzarán a salvarlo.
* Doctor en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de Bolonia (Italia), Jefe del Departamento de Estudios Políticos y profesor asociado del Departamento de Estudios Políticos de la Universidad Icesi de Cali.
@milangacali