Para bien o para mal, es indudable que Santos es el presidente de la paz y que su gran desafío es encontrar un sucesor que no arruine ni congele ni ignore sus acuerdos con las FARC. Pero lograr esto es un rompecabezas.
Fabián Alejandro Acuña*
La paz sí es de Santos
Sobre el gobierno de Juan Manuel Santos -que este sábado semana completó siete años- se han analizado ya muchos aspectos: la economía, la salud, las pensiones o el empleo, además de la educación y la infraestructura (temas estos que el propio presidente destaca en su entrevista de hoy domingo).
Pero Santos no será recordado por sus aciertos o errores en estas materias sino por ser el presidente que firmó los acuerdos de paz con una de las guerrillas más antiguas y poderosas del mundo.
Durante la campaña para el plebiscito sobre el acuerdo entre el Gobierno y las FARC, por las redes sociales circularon muchísimas parodias cuyo guión era el mismo: mencionar problemas como el sistema de salud, la movilidad en las ciudades, el paro de maestros y acompañarlos con la frase “¿ésta es la paz de Santos?”.
Por su parte el Centro Democrático diseñó su campaña para hacer “que la gente saliera a votar verraca” contra el Gobierno, y para eso apeló a todo tipo de engaños.
Y de su lado varios de los sectores que acompañaron el proceso de La Habana escogieron como lema el de “Acuerdo de paz, Sí; Gobierno de Santos, No”.
Pues aunque a muchos les cueste aceptarlo, “ésta sí fue -y sí es – la paz de Santos”. Acabar el conflicto con las guerrillas -y especialmente con las FARC- era uno de los objetivos primordiales de todos los presidentes de Colombia desde el Frente Nacional.
Algunos lo intentaron por la vía de la represión:
- Guillermo León Valencia, con el bombardeo de Marquetalia en 1964;
- Julio César Turbay con el Estatuto de Seguridad, y
- Álvaro Uribe con la Seguridad Democrática (aunque haya olvidado que intentó varios acercamientos secretos para negociar con las FARC y estaba dispuesto a darles curules en el Congreso y despejarles los municipios de Florida y Pradera).
Otros buscaron la salida negociada del conflicto:
- Belisario Betancur con el acuerdo de la Uribe en 1984;
- Virgilio Barco con la negociación con el M19 y el EPL;
- César Gaviria con varias guerrillas (FARC, ELN, disidencia del EPL);
- Ernesto Samper que intentó negociar con el ELN, y
- Andrés Pastrana con los diálogos del Caguán.
Pero Santos fue el único que logró firmar un acuerdo impensable con las FARC y por esta razón le fue otorgado el Premio Nobel. Otra cosa es saber si este Acuerdo fue el más adecuado, o el mejor posible, o el que tendría menos costos y más beneficios para Colombia.
El último año de gobierno
![]() Expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana. Foto: Conexión Capital |
Pero por eso mismo el principal reto –y la mayor urgencia- para lo que resta del periodo de Santos es la llamada “implementación” o por mejor decir, el desarrollo y cumplimiento de los acuerdos con las FARC.
Aunque a muchos les cueste aceptarlo, “ésta sí fue -y sí es – la paz de Santos”.
Por eso resultaba indispensable tramitar una serie de reformas a través del “fast track”. Había que blindar la “implementación” del Acuerdo contra la turbulencia propia de un año pre-electoral, cuando las coaliciones tienden a fragmentarse debido a que algunos optan por distanciarse del gobierno para reacomodar sus fuerzas -mucho más cuando se trata de un gobierno tan poco popular como el de Santos-.
Aunque recientemente se aprobaron las circunscripciones especiales para la paz, queda un camino difícil para la reforma política y los proyectos legislativos relacionados con el primer punto de la agenda de La Habana (“reforma rural integral”), además de la reglamentación de la Justicia Especial para la Paz. Asimismo el Centro Democrático ya anticipó reparos y bloqueos en el Congreso.
El trámite legislativo de lo que resta del Acuerdo es una obvia prioridad para el último año de gobierno. Pero el mayor desafío que Santos y quienes le acompañan en la defensa de ese Acuerdo es lograr una coalición amplia que asegure su mantenimiento y ulterior desarrollo bajo el próximo presidente.
Coalición anti-acuerdo
La difícil elección presidencial de 2014 y el resultado adverso en el plebiscito hicieron evidente que el uribismo todavía cuenta con una gran aceptación entre la ciudadanía, y aunque aún no existe un nombre que congregue las huestes uribistas para las próximas elecciones, sí hay un lema que expresa su apoyo incondicional: “al que diga Uribe”.
Dentro de la coalición anti-acuerdo también figuran líderes del Partido Conservador que han acompañado al uribismo desde antes: el expresidente Pastrana y la exministra y excandidata presidencial Martha Lucía Ramírez, quien ha demostrado que logra convocar muchos votantes de un sector independiente -no parlamentario- del conservatismo. A esta coalición se suma el exprocurador Alejandro Ordoñez, quien mantiene audiencia en sectores religiosos, católicos y cristianos.
El exministro de defensa Juan Carlos Pinzón era una de las opciones para competir por la candidatura del partido del gobierno, pero hizo públicas sus reservas acerca del acuerdo con las FARC. Aunque Pinzón no cuenta con un electorado importante, su nombre definitivamente no estará incluido en la coalición pro-paz, ya que con seguridad él se siente más cómodo en la coalición anti-acuerdo.
Ahora, ¿podríamos ubicar en la coalición anti-acuerdo al exvicepresidente Vargas Lleras? Aunque se mantiene silencio acerca de la candidatura, Cambio Radical ya ha venido manifestando su sentir acerca del Acuerdo en los medios de comunicación y en el trámite legislativo. Igualmente, los últimos pronunciamientos del exvicepresidente demostraban sus distancias con el acuerdo.
Coalición y candidaturas pro-paz
![]() Campaña por el NO en el plebiscito. Foto: Canal Capital |
La pregunta ahora es si de veras existe una coalición en favor de la paz.
No existe un nombre que congregue las huestes uribistas para las próximas elecciones, sí hay un lema que expresa su apoyo incondicional: “al que diga Uribe”.
Los nombres de quienes podrían tomar la candidatura para darle continuidad al proceso de desarrollo y consolidación de lo acordado en La Habana -y si continúa la negociación con el ELN- son diversos y además están dispersos.
Por ahí resuenan algunos partidos oficialistas como el Partido de la U, el Liberalismo (que aún tiene pendiente la elección de su candidato único) y un sector del Partido Conservador que extrañamente ha manifestado su intención de seguir apoyando el acuerdo. Por otro lado se encuentran las fuerzas de centro, centro izquierda e izquierda:
- el Partido Verde tiene como candidata a la senadora Claudia López y cuenta con el apoyo de Antonio Navarro;
- el Polo Democrático Alternativo (PDA) ha declarado al senador Robledo como candidato oficial.
Además, por parte de algunos movimientos políticos contamos con:
- el exalcalde Gustavo Petro -quien se encuentra en los primeros lugares en las encuestas-,
- el exgobernador Sergio Fajardo,
- la exsenadora Piedad Córdoba y
- la exministra de trabajo Clara López -exdirectora del PDA-.
- Humberto de la Calle también se encuentra en lista, pero su candidatura aún no se concreta en el Partido Liberal o a través de firmas.
Pre-candidatos no faltan, pero no se vislumbra un nombre que logre congregar las fuerzas pro-paz ni que herede las banderas específicas del gobierno Santos. Por el contrario, las divisiones internas -algunas “irreconciliables”- y las posiciones políticas opuestas entre los precandidatos hacen difícil pensar en una coalición en torno a una sola figura.
El desafío de la sucesión
Heredar las banderas del gobierno no es un reto fácil para ningún candidato, y ni siquiera lo es cuando ese gobierno cuenta con un muy amplio margen de apoyo popular.
Al finalizar el segundo periodo de Uribe, cuando la Corte Constitucional frustró su deseo de una segunda reelección, la coalición de fuerzas uribistas se vio en la difícil tarea de encontrar un nombre que las congregara.
De aquí surgió la pugna entre varios aspirantes por el “guiño” de Uribe para heredar sus “tres huevitos” (seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social). Por el “guiño” pasaron el exministro Andrés Felipe Arias y Noemí Sanín desde el conservatismo, Vargas Lleras y Santos desde el liberalismo, e incluso el exalcalde Antanas Mockus. Finalmente, el entonces exministro Juan Manuel Santos se quedó con el guiño, pero una vez en el gobierno se distanció de Uribe y acabó siendo tildado de traidor.
En definitiva, en este último año ya es muy difícil llegar a mejorar la percepción ciudadana sobre el desarrollo, el empleo y la economía del país. Además de avanzar en el proceso de implementación de los acuerdos, el principal desafío de Santos es consolidar una coalición que defienda sus acuerdos con las FARC, más todavía cuando la oposición amenaza con “hacerlo trizas en 2018”.
*Docente-investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, miembro del Grupo de Investigaciones de Partidos y Sistemas de Partidos en América Latina –GIPSAL-ALACIP
@acuna_fabian