El narcotráfico ya no es el viejo “cartel” sino la red ilícita alrededor de un personaje que teje alianzas con todo tipo de agentes ilegales…y quizá con políticos prestantes. Quedan muchas preguntas en el aire.
César Alarcón Gil
Viejos y nuevos liderazgos
Suele creerse que han quedado atrás los liderazgos delincuenciales del estilo de Pablo Escobar o los hermanos Rodríguez Orejuela. Y en efecto: aquellas grandes organizaciones — con distintos grados de articulación interna, diferentes tipos de vínculos políticos, distintos énfasis entre el enfrentamiento militar o la negociación de “acuerdos” alcanzados a base de una mezcla de intimidación y corrupción — han dado paso a organizaciones más pequeñas – y no por ello menos eficientes para el tráfico de droga.
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Pero esta afirmación resulta ser algo simplista. Al estudiar los liderazgos delincuenciales, mejor sería tener en cuenta cuatro condiciones que combinan la estructura con la coyuntura:
-En primer lugar está la trayectoria personal del individuo que por diversos medios llega a convertirse en líder; algunas de las variables de peso son aquí la familia, la región y la época.
-En segundo lugar está la relación del individuo con su entorno, esa especie de economía política de la región, o de conciencia territorial que condiciona su interrelación con la clase política y otros dirigentes locales, pues no todos ellos han actuado de forma similar frente a los traficantes. Los políticos y dirigentes no actúan igual si el “narco” es considerado como traficante “pura sangre” o si se encuentra cobijado por organizaciones paramilitares o guerrilleras.
-En un tercer nivel aparece el campo político, donde se define si la clase dirigente acepta, rechaza o tramita la relación con estos liderazgos delincuenciales. Aquí caben tanto las alianzas construidas de abajo para arriba (cooptación o captura) como las construidas de arriba para abajo (subordinación o arbitraje).
-En un cuarto nivel estaría el momento sociopolítico en su dimensión más amplia, pues la dirección, intensidad y escala de estas condiciones difícilmente es lineal y varía de acuerdo con la región y el agente social dominante. Es fácil apreciar que los momentos que hicieron posible las carreras de Pablo Escobar en Medellín o la de los hermanos Rodríguez Orejuela en Cali fueron muy diferentes de los que rodearon la carrera de otros líderes como Wilber Varela, alias Jabón — primero en Cali, en expansión después — Don Berna, Sebastián, Valenciano — en Medellín — o el “Loco” Barrera — Llanos Orientales primero, en expansión después.
En su último libro Garay y Salcedo [1] señalan la insuficiencia de los términos de uso común para el estudio de individuos, grupos u organizaciones que cometen actos delictivos de forma concertada e inclusive sistémica. “Crimen organizado”, “carteles” y “mafias”son palabras que se usan con ligereza y poca precisión: el simple hecho de asignar un nombre a un fenómeno social implica definirlo y cargarlo de connotaciones profundamente políticas.
Para evitar esas dificultades, Garay y Salcedo analizan el modus operandi de esos grupos o individuos, y proponen el concepto de redes ilícitas donde se incluye no solo al agente que opera desde la ilegalidad, sino a todos los involucrados en el funcionamiento de la red. Existe así una compleja “coordinación de intereses y acciones individuales y grupales”, donde factores como la fuerza, la confianza, el conocimiento y la economía sirven para facilitar los flujos.
Con los unos y los otros
Pues bien: pocos agentes como Daniel “el Loco Barrera” han ejemplificado tan nítidamente el funcionamiento del tráfico de drogas mediante redes ilícitas.
Desde joven, en la década de 1980, de Daniel Barrera se incorporó como “cocinero” y proveedor de materias primas para las FARC en San José del Guaviare.
Tras el asesinato de su hermano Omar, Barrera ejecutó una cruenta venganza. Desde entonces recibió el mote de “el loco”, como un reconocimiento de su potencial en un entorno dominado por la violencia -que sin embargo no puede ejercerse de modo indiscriminado, so pena de perder la confianza del agente social que controla la región: es pues posible que su “locura” se refiriera más al arrojo que a la demencia
En todo caso Barrera no tardó mucho en despuntar como un hombre eficiente y confiable en el manejo de insumos y coordinación de rutas para sacar la cocaína del Meta: ya en la década de 1990 colaboraba con los frentes 14, 7, 10 y 16 de las FARC.
En sus andares por la región logró conectarse con Géner García Molina (alias John 40), con Tomás Medina ( alias “El Negro Acacio”) e incluso con el temido “Mono Jojoy”, quien reconoció en un correo electrónico rescatado de su computador que Barrera era una persona confiable y que había sido leal con la guerrilla.
Y no era para menos. Barrera compraba la cocaína producida en los territorios dominados por las FARC, extendía préstamos y facilitaba camionetas para los desplazamientos logísticos. Pudo conseguir propiedades y tierras para la guerrilla en pleno proceso de paz en la época de Pastrana. Y lo mejor de todo: en silencio.
Pero la red construida por Barrera no termina ahí. Tras el surgimiento de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y el proceso de formación de bloques que le siguió, Daniel “el Loco” Barrera estableció vínculos estratégicos entre los productores cercanos a las FARC y los nodos de comercialización que se encontraban en el Valle, Antioquia, Nariño y la Costa Atlántica.
Se menciona al Bloque Vencedores del Arauca (liderado por los Mellizos Mejía Múnera) y el Bloque Centauros encabezado por Miguel Arroyave. Este bloque en particular dominó vastas zonas del oriente del país, y atrajo los reflectores mientras Barrera seguía trabajando en forma discreta.
Esta habilidad particular para navegar y conectar con éxito a grupos ilegales aparentemente antitéticos confirmó lo endeble de las ideologías subyacentes a la lucha armada, cuando se trata de dinero.
El propio Barrera fue definido con notable precisión por un analista de inteligencia entrevistado por los medios: una particular combinación de Wilber Varela, de Mono Jojoy y de Vicente Castaño. Una evolución compleja que fue acumulando fuerza, confianza, conocimiento y un gran poder económico.
Personaje nacional
La evolución del país y del conflicto armado, junto con el impacto de la política antidrogas fueron llevando a Barrera a posiciones cada vez más destacadas.
Tras el asesinato de Arroyave (en 2004) y la desmovilización de grupos paramilitares bajo el gobierno Uribe (2003 – 2006), un grupo de excombatientes creó en 2006 la “Cooperativa de Seguridad de Meta y Vichada” – mejor conocida como “los macacos”- una alianza para apoderarse de las rutas, pistas y laboratorios que Barrera poseía en el Meta. El grupo armado asociado con “el Loco” Barrera — el Ejército Revolucionario Popular Anticomunista (ERPAC) — defendió con éxito los territorios en disputa. Además de un número considerable de muertos – se estima en alrededor de 300 –, el resultado fue desplazar muchas familias asentadas en Puerto López, Puerto Gaitán y Cubuyaro.
Este conflicto no fue muy visible debido a lo recóndito de la región disputada. Pero Barrera ya no pudo seguir manejando un perfil bajo. El presidente Uribe se encargó de ello en noviembre del 2006, cuando en un Consejo Comunal en Villavicencio pidió la captura y judicialización de Daniel “el Loco” Barrera”.
Resulta sorprendente la magnitud de la red ilícita de Barrera: llegó a controlar alrededor del 40 por ciento de la cocaína comercializada desde Colombia, además de conquistar grandes segmentos de tráfico y consumo en Bogotá.
¿Por qué Venezuela?
Señalado desde la Presidencia, perseguido por elementos honestos de la Policía Nacional y con redes de protección cada vez más endebles, Barrera decidió irse a vivir a Venezuela, desde donde siguió dirigiendo el negocio desde 2008.
Daniel Barrera trató de recuperar su bajo perfil, tal vez aprovechando el enfrentamiento político entre Chávez y Uribe. “El loco” intentó pasar por un venezolano común y corriente. Dirigía su poderosa red ilícitadesde teléfonos públicos ubicados en lugares diversos. Se desplazaba en automóviles poco ostentosos, frecuentemente conducidos por mujeres. Usaba ropa poco llamativa y asumió la apariencia de un ganadero respetable.
Transcurrieron cuatro años antes de su captura, fruto de una operación coordinada desde Washington por un general colombiano, con información de inteligencia británica y estadounidense y ejecutada por autoridades locales.
Muchas preguntas quedan en el aire: ¿Cómo pudo operar Barrera durante tanto tiempo en Venezuela? ¿Cuál pudo ser el grado de involucramiento de las élites políticas locales? ¿Qué tanto pudo influir la relación Santos – Chávez para impulsar este nuevo aire en la cooperación antidrogas? ¿Qué tratará de demostrar Chávez favoreciendo activamente capturas como la de Barrera y de alias Valenciano, entre otros? ¿Qué tanto podrá revelar Barrera en cuanto al funcionamiento de su red ilícita y a sus vínculos con políticos colombianos? ¿Finalmente, Barrera será extraditado a Colombia o a Estados Unidos?
Muchas preguntas, pocas respuestas. Narcotráfico en Colombia: versión 2012.