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El legado del Plan Colombia

Escrito por Javier Revelo

El Presidente Santos junto al Primer Mandatario norteamericano Barack Obama.

Javier ReveloEl Plan Colombia ha modelado la política nacional en los últimos lustros. Sin embargo, son escasos los análisis sobre el tema. Este libro es una de las pocas excepciones, y analiza tanto el Plan como la relación de Colombia con la potencia del norte.

Javier Revelo Rebolledo*

El Plan Colombia. La intervención de Estados Unidos en el conflicto armado colombiano (1998-2012)
Diana Marcela Rojas
Penguin Random House y Universidad Nacional de Colombia, IEPRI.
2015

Pocos estudios

En febrero de este año los presidentes Juan Manuel Santos y Barack Obama anunciaron que Estados Unidos no solo seguiría enviando dinero a Colombia, sino que los recursos aumentarían. Paz Colombia fue el nombre que le dieron a esta estrategia.  

La nueva iniciativa tiene el reto de evitar los errores y acentuar los aciertos del Plan Colombia. Este es un punto de partida importante para comprender las consecuencias restrictivas que impone una alianza incondicional con Estados Unidos.

Los estudios sobre el Plan son escasos, fraccionados y bastante parcializados. Por eso el último libro de Diana Marcela Rojas, El Plan Colombia. La intervención de Estados Unidos en el conflicto colombiano (1998-2012), es una notable excepción al presentar un análisis balanceado sobre su diseño, historia e impactos.

La intervención norteamericana  

El Expresidente Pastrana junto a alias “Tirofijo” y alias “El Mono Jojoy” durante los diálogos de paz en El Caguán.
El Expresidente Pastrana junto a alias “Tirofijo” y alias “El Mono Jojoy” durante los
diálogos de paz en El Caguán.
Foto: Centro de Memoria Paz y Reconciliación

Según la autora, en los años ochenta y especialmente en los noventa el país parecía ir a la “deriva”. En esta época las guerrillas se fortalecieron, el país se convirtió en el primer productor mundial de cocaína, la influencia política de los carteles aumentó y las acciones de los grupos paramilitares se intensificaron.

Como plantea Rojas, este panorama cambió radicalmente entre 1998 y 2012, época en la cual la intervención de Estados Unidos se profundizó por medio del Plan Colombia. El dinero que Estados Unidos envió entre 1998 y 2012, agrega Rojas, solo es comparable con las cantidades recibidas durante la Alianza para el progreso. El Plan Colombia, dice la autora, no fue solo una estrategia militar en contra del narcotráfico y las guerrillas; fue también un “vasto programa de reconstrucción institucional”.

A pesar de su relevancia, esta estrategia es poco conocida por la opinión pública y ha sido poco estudiada por la academia. Este es precisamente el vacío que la autora busca llenar y, con este fin, hace una juiciosa revisión de literatura secundaria, documentos oficiales y no oficiales y archivos de prensa.

En breve, el libro muestra que el Plan Colombia tuvo tres fases con énfasis diferentes. A partir de la ya clásica distinción de Joseph Nye entre el poder “duro” y el poder “blando”, Rojas estudia las tres fases de la estrategia, dividiendo claramente sus componentes militares y no militares.

En los noventa el país parecía ir a la “deriva".

El primer capítulo estudia la primera fase (1998-2002), cuando se definieron y formularon los ejes centrales: acompañar el proceso de paz del Caguán y reestructurar las Fuerzas Militares para que fueran más eficaces en la lucha antinarcóticos.

El segundo capítulo describe las dos fases siguientes. Durante la segunda fase (2002-2006), los ejes centrales fueron la guerra contrainsurgente (ya no solo antinarcóticos) y la desmovilización de los grupos paramilitares. La tercera fase (2006-2012) se dedicó a  consolidar los resultados iniciales, fortaleciendo dimensiones no militares de la construcción Estatal, y a la nacionalización de las estrategias.

El tercer capítulo presenta un balance preliminar del Plan Colombia para comprender sus errores y aciertos. La autora acepta que los balances tanto de los gobiernos como de los críticos tienen algo de verdad. No obstante sugiere que los primeros se enfocan en los resultados logrados y los segundos en los medios empleados, en los costos humanitarios y en las tareas pendientes.

Rojas plantea que gracias al Plan Colombia el país ya no está a la deriva y que el Estado se ha fortalecido. A pesar de ello, agrega, ni las guerrillas, ni las drogas, ni la desigualdad, ni la corrupción han desaparecido.

Aciertos y ausencias

Base de coca incautada por la Policía Nacional en el municipio de Curillo, Caquetá.
Base de coca incautada por la Policía Nacional en el municipio de Curillo, Caquetá.
Foto: Policía Nacional

Si bien el libro explícitamente expone un análisis reposado y juicioso sobre la gestación, ejecución y efectos del Plan Colombia, me atrevería a decir que es mucho más que eso.

Es también una historia detallada de las relaciones entre Estados Unidos y Colombia que pasa no solo por el conflicto armado y la política antinarcóticos, sino por el desarrollo económico y social y por las estrategias de construcción estatal. El libro es una fuente obligada para comprender las consecuencias de la intervención de Estados Unidos en el país.

Con todo, el libro tiene al menos dos limitaciones.

  • Aunque el relato está organizado a partir de las categorías de Joseph Nye, carece de una clara propuesta teórica o conceptual. Esta, sin embargo, puede ser una crítica injusta porque, al parecer, ese no es el objetivo de la autora.
  • El relato se enfoca en el análisis de los componentes del Plan Colombia, en sus objetivos, sus giros y efectos, pero deja de lado el proceso político que llevó tanto al diseño como a la ejecución del mismo. En cierta medida es un estudio de política pública que descuida el proceso político nacional.

Del Plan Colombia al Paz Colombia

La intervención de Estados Unidos en el conflicto colombiano ha sido muy importante porque los recursos económicos han llegado (y seguramente llegarán) con dos condiciones innegociables: la lucha contra las drogas y la liberalización del mercado. Dichas condiciones se han convertido en el marco de acción que tiene el gobierno colombiano para enfrenar los desafíos de un post-acuerdo con las FARC.

Aquí aludiré solo en la primera condición: la guerra contra las drogas. Desde sus inicios, el Plan Colombia fue, como lo muestra Rojas, una ambiciosa estrategia antinarcóticos. Este aspecto ha permanecido en el tiempo a pesar de que las estrategias concretas y enfoques han cambiado.

Todo parece indicar que al aceptar el dinero norteamericano, los gobiernos colombianos han apoyado sin condición la guerra contra las drogas y, como resultado, han bajado la voz en el debate internacional que hoy por hoy está poniendo en tela de juicio los pilares mismos de una guerra perdida.

Nuestras guerras recicladas son el resultado de una guerra perdida que, además, no es nuestra. 

El gobierno colombiano tiene el reto de construir Estado en los territorios con semejante prohibición de por medio. Con un negocio tan jugoso, no todos los armados se han sentado a negociar y no todos los guerrilleros se desmovilizarían, como ocurrió con los grupos paramilitares. Sin cuestionar la ley, la utopía terca consiste en cambiar la realidad para que la ley se cumpla.

Sabemos que el mercado es ilegal porque la ley así lo dice y sin esa prohibición el negocio no sería tan jugoso. Por eso, ¿qué tal si se cambia la ley para legalizar lo prohibido? Una decisión como estas, por supuesto, no es una cuestión nacional.

No obstante, el gobierno colombiano debería aprovechar la oportunidad del proceso de paz para sumarse de forma decidida al debate sobre la legalización de las drogas (o su regulación). Son colombianos quienes mueren en la guerra contra las drogas y la existencia misma de la prohibición perpetúa nuestra guerra. Pero me temo que el gobierno no asume una postura crítica (o lo hace tímidamente) para no arriesgar el flujo de dólares.

Mucho no se sabe

Termino este ensayo con una breve reflexión. Me acerqué al libro porque desde hace tiempo estoy en busca de un balance ponderado sobre los efectos del Plan Colombia. No obstante, según la misma autora, este balance no existe. Imagine mi decepción al leer de una de las personas que más saben y más han escrito sobre este tema que el “balance detallado y ponderado de los diez años que abarca el Plan Colombia está aún por hacerse y es motivo de polémica”.

Sin un balance como este es difícil evitar los errores y potenciar los aciertos del pasado. La improvisación de nuestras élites y la falta de reflexión sobre el pasado es algo que, como mínimo, desconcierta.

Este libro es entonces un excelente punto de partida para entender qué debe y no debe repetir el plan Paz Colombia. Esto es así porque nuestras guerras recicladas son el resultado de una guerra perdida que, además, no es nuestra.

 

* Candidato a doctor en Ciencia Política de la Universidad de Pennsylvania.

 

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