El legado de Gabriel García Márquez: cenizas sobre el mar - Razón Pública
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El legado de Gabriel García Márquez: cenizas sobre el mar

Escrito por Nicolás Pernett

El nobel de literatura Gabriel García Márquez en el año 2009.

Nicolas PernettNo se dejan de producir noticias sobre García Márquez. Lo último fue la llegada de sus cenizas a Cartagena. Sin embargo, ¿para qué es usada hoy la memoria de nuestro más grande escritor? ¿Su presencia mediática se traduce en más lectores?

Nicolas Pernett*

García “marketing”

Las cenizas de Gabriel García Márquez reposarán a partir de ahora en Cartagena, en el Claustro de La Merced, actual edificio de posgrados de la Universidad de Cartagena. En el edificio se ha construido un mausoleo con un busto del escritor, y se espera que el antiguo convento se convierta en un lugar turístico más entre los circuitos de la muy visitada Cartagena de Indias.

No es la primera vez que la memoria de un escritor se usa como atractivo turístico para una ciudad. Muy conocidos son en Dublín los tures del Blomsday que se hacen cada año para reproducir las acciones de la novela Ulises de James Joyce, y muy visitadas son las casas-museo donde vivió Pablo Neruda en Santiago, Valparaíso e Isla Negra, en Chile, donde el turista puede encontrar desde objetos personales del poeta hasta suvenires coleccionables.

Nada se opone a que Colombia haga lo mismo con su celebridad más universal, y parece que Cartagena ha ganado el concurso para quedarse con la sede del “realismo mágico” y explotarlo comercialmente. Ni Aracataca, donde el peregrino del culto garciamarqueano no puede a veces ni encontrar agua para lavar sus pies, ni Bogotá, donde las mariposas amarillas mueren por la contaminación vehicular, han podido consolidar rentables proyectos de turismo de proyección internacional en torno a García Márquez.

Cartagena, por el contrario, no solo cuenta con recorridos que evocan las escenas de algunas de las novelas ambientadas en esta ciudad, sino que tiene el prestigio de haber sido elegida por el propio Gabo para ser la sede de su escuela de periodismo y el lugar de emplazamiento de su casa más querida. Y el mausoleo y la cátedra sobre García Márquez que abrirá la Universidad de Cartagena vienen a sumar nuevas atracciones a este bazar literario.

En este tema no hay que llamarse a engaños. No se está hablando de una divulgación reflexiva de su pensamiento ni de una comprensión más profunda de su obra. Estamos hablando de mercadeo turístico puro y duro, únicamente destinado a que más personas viajen a Colombia e incentiven la economía con sus compras de recuerdos y chucherías (y, tal vez, también se animen a leer algunas de sus páginas).  

Si el país tuvo entre sus hijos a uno que significó tanto para tanta gente, no es reprochable que lo use ahora como anzuelo para atraer entusiastas de todo el mundo, siempre y cuando eso no signifique una deformación exagerada de su personalidad ni una simplificación complaciente de su literatura.

Estación de tren de Aracataca.
Estación de tren de Aracataca.
Foto: Haceme un 14

No quedar mal con nadie

Con la decisión de traer los restos del escritor a su país de origen, su familia también parece estar haciendo un acto de equilibrio político después de que poco tiempo después de su muerte el país se escandalizara (puerilmente como en todos nuestros escándalos) por la noticia de la venta de sus archivos personales a la Universidad de Texas.  

A pesar de que la sola idea de un destino tan glorioso como el que tuvo, hubiera hecho reír al García Márquez de 21 años que llegó por primera vez a Cartagena, es un hecho que el destino le deparó el extraño sino de convertirse en uno más de los símbolos patrios que se enumeran entre las posesiones de la Mamá Grande:

“(…) los derechos del hombre, las libertades ciudadanas, el primer magistrado, la segunda instancia, el tercer debate, las cartas de recomendación, las constancias históricas, las elecciones libres, las reinas de la belleza, los discursos trascendentales, las grandiosas manifestaciones, las distinguidas señoritas, los correctos caballeros, los pundonorosos militares, su señoría ilustrísima, la corte suprema de justicia, los artículos de prohibida importación, las damas liberales, el problema de la carne, la pureza del lenguaje, los ejemplos para el mundo (…)”.

Y como símbolo patrio su nombre y legado se han convertido en un objeto de disputa entre los chovinistas de siempre que no le perdonan las elecciones de su vida, vivida por tanto tiempo por fuera de nuestras fronteras. Por eso la decisión de traer sus restos a una ciudad colombiana parece tener mucho de estrategia para no desairar los egos de un país tan preocupado por presumir de sus pocos orgullos.

Sin embargo, es innegable que García Márquez llegó a convertirse en un auténtico emblema universal, querido desde Irán hasta Cuba, y tal vez uno de los síntomas de madurez cultural del país algún día sea comprender que ese hermanamiento global, hecho en el país sin fronteras de la literatura, nos sirve para conectarnos con el ancho mundo que desconocemos y dejemos de recelar lo que consideramos únicamente nuestro. García Márquez fue un regalo de la especie humana para la especie humana, no solo un embajador de Colombia ante el mundo.

Plaza central del Claustro de San Agustín, de la Universidad de Cartagena.
Plaza central del Claustro de San Agustín, de la Universidad de Cartagena.
Foto: Wikimedia Commons

Lo que importa es leer

Nuestro problema sigue siendo que estas actividades comprensiblemente coexistentes con el fenómeno cultural de un escritor tan famoso (su uso como atractivo turístico, las luchas por la “propiedad” de su memoria, los bustos en bronce y los homenajes presidenciales) terminan sustituyendo el más importante acto de todos: leerlo. Y creemos que su legado sigue vivo, simplemente porque no se ha dejado de hablar de García Márquez.

La realidad, sin embargo, es que es muy posible que en el futuro sean otros países los que aprovechen mucho más a García Márquez que nosotros, simplemente porque lo leen más. Mientras en Colombia muchos siguen viviendo del cuento de sus parrandas, es en otras latitudes donde se hacen las tesis más interesantes sobre su labor periodística o las valoraciones más iluminadoras sobre sus novelas, y es en los metros subterráneos de esos países donde todavía se ven a jóvenes lectores embrujados por el descubrimiento de su prosa magistral.

Sin duda sus libros se siguen vendiendo en Colombia, pero el desconocimiento casi total de su obra parece seguir siendo la constante. Para comprobarlo no hay sino que ver la inmensa cantidad de supuestas frases de García Márquez que circulan por las redes sociales llenas de ridículos mensajes de autoayuda o de acaramelados y complacientes versos, que tantos incautos toman como una genialidad más del premio nobel colombiano, cuando cualquiera que haya posado sus ojos sobre algunos de sus libros los vería como un timo más del internet.

Alguna vez el historiador Eduardo Posada Carbó dijo que los colombianos no eran buenos lectores, pero sí eran buenos lectores de García Márquez. Yo no estoy tan seguro.  

* Historiador.   

@HistoricaMente

 

 

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