El gol que logró unir una nación fragmentada - Razón Pública
Inicio TemasArte y Cultura El gol que logró unir una nación fragmentada

El gol que logró unir una nación fragmentada

Escrito por David Quitián
Jugadores de la Selección Colombiana de Fútbol.

David QuitianEl gol que marcó Yerry Mina ante los ingleses no sólo fue un hito futbolístico, sino también simbólico: fue un grito contra la desigualdad y la violencia que le devolvió la esperanza a un pueblo sumergido en la incertidumbre.

David Quitián Roldán*

Una mina llamada Yerry

Faltaban dos minutos para la eliminación, se jugaba el tiempo de reposición de octavos de final de la Copa Mundo Rusia 2018. Colombia caía 1 x 0 ante Inglaterra, cuando el árbitro estadounidense ordenó el tiro de esquina. El estadio entero se puso de pie y toda la hinchada de América Latina, también.  Los once de Pékerman subieron a cabecear: hasta el arquero David Ospina atravesó la cancha para sumarse. Y ahí se produjo el júbilo más inmarcesible del último tiempo en el país: un gigante de ébano martilló con furia la pelota que se incrustó en la red superior del arco inglés, y generó un grito globalizado, un precioso verso de tres palabras: Gol de Colombia.

Cabezazo prodigioso en lo futbolístico y también en lo simbólico: un triunfo sobre la pobreza, la exclusión y el olvido. Es la respuesta valerosa del Cauca abandonado y del pueblo afrocolombiano oprimido. El medio cuerpo de ventaja que le sacó Yerry Mina al zaguero Harry Maguire expresa la resistencia inquebrantable del Pacífico colombiano a la indolencia estatal, a la indiferencia del país urbano, al ensañamiento de la violencia practicada en los territorios.

Cabezazo prodigioso en lo futbolístico y también en lo simbólico: un triunfo sobre la pobreza, la exclusión y el olvido.

Encuentro aéreo con el balón que manifestó la rebeldía de un país y de una región que, a través del fútbol, desafía la supremacía de las naciones industrializadas. Área sudamericana etiquetada como periférica en otros ámbitos que, mediante estilos de juego como la garra y la gambeta, logró equiparar fuerzas deportivas con los equipos representativos de la metrópoli, guardianes prusianos del orden mundial, que ven a los de esta orilla, a los “sudacas”, como los rivales a vencer.

El impacto que tras rebotar en el césped y pasar delante del rostro de Kieran Trippier, logró eludir las manos voladoras del arquero Pickford constituye un gesto de rebeldía ante el estigma internacional que pesa sobre la nación colombiana: es el salto resiliente de los cuerpos forjados para el trabajo honrado; para el deleite estético de los sibaritas del deporte, y no para el amasamiento de fortunas narcotraficantes ni para la entronización de la guerra.

Gol parido en la entrañable Guachené, que fue posible gracias a Necoclí: allí nació el autor del tiro de esquina, Juan Guillermo Cuadrado, afrocolombiano como Yerry, que también debe al potrero los primeros trucos de su sapiencia futbolera. Gol anotado en honor a los inventores del fútbol, a quienes lo trajeron al país hace más de un siglo, a los que nos derrotaron hace 20 años en el Mundial de Francia 98, a la antítesis perfecta de nuestra idiosincrasia caribeña y tropical.

Gol de América Latina

Celebración por el gol de Yerry Mina ante Inglaterra.
Celebración por el gol de Yerry Mina ante Inglaterra.
Foto: @FCFSeleccionCol – Twitter

Salto de antílope que superó el segundo piso que los ingleses siempre reclamaron como suyo: frentazo que venció la hegemonía del juego aéreo que desde el principio de los tiempos balompédicos ha distinguido al fútbol británico. Anotación marcada en la agonía de un mano a mano, que debía definir un clasificado a fase de cuartos.

Gol in extremis, rubricado en el minuto 93 por el defensa que tenía estampado el agorero número 13 en su uniforme, que fue celebrado por tres cuartas partes del estadio ocupadas por colombianos; pero también por una cantidad no despreciable de hinchas globales que desde la época de Maturana hasta los de Pékerman, simpatizan con el fútbol del toque- toque.

Por las estremecedoras narraciones de gol de los periodistas latinoamericanos, quienes no escatimaron expresiones de ánimo para los muchachos de la selección, es posible afirmar que el gol de Mina produjo un sentimiento de fraternidad en toda América Latina: el empate fue festejado en todos los rincones de su territorio.

Dos países demostraron su entrega por la causa colombiana: los argentinos, quienes lucharon contra los ingleses por las Islas Malvinas (episodio que tuvo su revancha simbólica en el partido de la mano de Dios en México 86) y los brasileros, que alentaron al equipo nacional en recuerdo de la solidaridad del pueblo colombiano ante la tragedia aérea del Chapecoense en noviembre de 2016.

Esta celebración colectiva latinoamericana recuerda otro gol de proporciones similares: el que Freddy Rincón le marcó a los alemanes en la fase de grupos del Mundial Italia 90. Éste ocurrió en medio de un partido agónico en el que dominaban los germanos y fue producto de trabajo en equipo: involucró la genialidad del “Pibe” Valderrama, la mística del «Bendito» Fajardo, el empuje de Leonel Álvarez y el talento cimarrón de “la espiga” de Buenaventura, el gran Rincón.

Recordando a Andrés Escobar

Anotación de cabeza que fue presentada por la prensa nacional, como la materialización de otras revanchas: la del “Tigre” Falcao, de discreto rendimiento en su paso por la Premier League (en el Manchester United y el Chelsea) y del propio Yerry Mina con el Barcelona; equipo catalán del que ha sido suplente.

Gol de un suplente, porque en el debut del Mundial Yerry estuvo en la banca; gol de un jugador que juega atrás, defendiendo; gol de un zaguero que desafía el canon y se convierte en ariete, en goleador, con tres tantos; ubicándose apenas detrás de James Rodríguez (artillero de Brasil 2014), en el histórico de anotadores tricolores en los mundiales de la FIFA.

Es el salto resiliente de los cuerpos forjados para el trabajo honrado; para el deleite estético de los sibaritas del deporte, y no para el amasamiento de fortunas narcotraficantes ni para la entronización de la guerra.

Empate que sitúa a Mina en el mismo nivel del otro defensa legendario del balompié criollo: Andrés Escobar. Juntos le marcaron a los súbditos de la Corona, en juegos que terminaron con empate a un gol: Andrés, el 24 de mayo de 1998 en la icónica cancha de Wembley en Londres, y Yerry el 3 de julio de 2018, en la capital rusa, en la vigésimo primera edición de la copa Mundo.

Coincidencia que se potencia con un dato sorprendente: el reciente partido de octavos de final ante los británicos, se celebró un día después de los 24 años del asesinato de Andrés Escobar en Medellín. Crimen en el que su autogol ante los estadounidenses en la Copa USA 94, fue un elemento incidental. Así, el gol de Mina puede ser leído como un homenaje para el auténtico mártir del fútbol colombiano.

Otra vez los gringos

Recibimiento de la Selección Colombia por parte de sus seguidores en Bogotá.
Recibimiento de la Selección Colombia por parte de sus seguidores en Bogotá.
Foto: Alcaldía Mayor de Bogotá

Para figuras como Radamel Falcao García, el empate se logró pese a la FIFA y la sospechosa designación del árbitro estadounidense Mark Geiger, juez que venía de cumplir una sanción y que redujo la comunicación dentro del campo de juego a la lengua de los ingleses.

Árbitro que actúa en la MLS, una liga de fútbol considerada de poco peso e historia, que no ayuda mucho en la preparación mental y profesional para obrar con idoneidad en instancias de alta presión y desafío como la fase de “mata- mata” del Mundial.

Juez de cuya nacionalidad siempre se sospecha en Colombia, así lo dicta la representación social que se tiene de los estadounidenses en nuestro país. De ellos siempre se desconfía por exceso o por defecto. Sea porque siempre hacen más de lo que tienen derecho con nuestro país o porque se hacen los de la vista gorda cuando si debieran actuar. Imaginario sintetizado en la expresión “¡Gringo tenía que ser!”.

Gol de la esperanza

Golazo de la Colombia profunda, marcado en tiempos de asesinatos de líderes sociales y de zozobra por el cambio de gobierno y las consecuencias que ello pueda ocasionar en el desarrollo del acuerdo de paz en las regiones que fueron –son– escenarios del conflicto.

Gol que no encubre esas violencias, sino que las enfrenta de forma original, al hacer evidente el potencial artístico, deportivo e innovador de los habitantes del territorio. Gol de un pueblo que se resiste a sucumbir ante la barbarie de las balas y proclama las diferencias como parte primordial de la riqueza cultural: el fútbol como escenario de disputa simbólica.

Decir que la Selección de fútbol es la cortina de humo para tapar los problemas que afligen a la sociedad colombiana y que es la estrategia de los poderosos para entretener al pueblo (con “pan y circo”) es hacer “fuego amigo” simplificando al extremo la realidad nacional.

La Selección nos enseña que aún existen proyectos que nos unen como nación, como un solo pueblo que debe luchar por el derecho a la paz y la felicidad; sentimiento último que así fuese fugaz, experimentamos todos los que vimos aquel maravilloso momento en el que Yerry hizo posible el milagro de responderle con la misma moneda a los ingleses.

*Doctor en Antropología. Profesor, investigador de la Corporación Universitaria del Meta- Unimeta. Texto que hace parte del proyecto “El Mundial en mi ciudad: prácticas, rituales, performances y discursos animados por la Copa Rusia 2018”. 

 

Artículos Relacionados

Dejar un comentario

*Al usar este formulario de comentarios, usted acepta el almacenamiento y manejo de sus datos por este sitio web, según nuestro Aviso de privacidad

Este sitio web utiliza cookies para mejorar tu experiencia. Leer políticas Aceptar

Política de privacidad y cookies