Tan injusto y dañino es suponer que la izquierda se reduce a la guerrilla, como creer que la derecha se reduce a Álvaro Uribe. Por eso estas elecciones le abrieron una ventana de oportunidad a la derecha moderada. ¿Será capaz de aprovecharla?
Elecciones agresivas
Colombia acaba de pasar por una de las contiendas electorales más duras y agresivas de los últimos 60 años.
Una vez concluido el Frente Nacional (1958-1974), que puso fin a “la Violencia” entre el Partido Liberal y el Conservador, las campañas por la presidencia se habían visto amenazadas por factores externos como la narcoviolencia de los años 90, el asesinato de varios candidatos (Galán, Pizarro, Jaramillo, Pardo Leal), o el ingreso de dineros del narcotráfico a una campaña presidencial, lo cual puso en peligro la gobernabilidad y condenó a Colombia como “Estado fallido”.
Pero esos problemas fueron causados por agentes externos a la mecánica electoral propiamente dicha. La diferencia es que hoy se ven amenazadas la legitimidad del sistema político y de las ideologías, ambos patrimonio indispensable para cualquier régimen democrático.
Esta lógica esencial de un sistema democrático está en crisis en Colombia, por culpa de dos actores: de las FARC y Álvaro Uribe.
Lo que sucedió en las últimas elecciones vino desde adentro: acabar con el buen nombre y la reputación personal del contendor se instauró como otra forma de competir por el poder. Prevalecieron las rencillas personales, y se airearon especies como decir:
- “Santos nos está engañando otra vez. Le está entregando el país a las FARC. Pretende convertir a Colombia en otro régimen Castro-Chavista”.
- “Zuluaga quiere que volvamos al pasado. Quiere más guerra, más sangre, y prolongar nuestro desangre otros 50 años”.
Los famosos asesores de campaña, extranjeros en su mayoría, no repararon en el hecho de que sus estrategias podrían minar la institucionalidad, cuando otros órganos del Estado -como la Fiscalía y la Procuraduría- se vieran implicados en controversias de tipo electoral.
Del mismo modo se agravó la polarización sobre la base del falso dilema de la guerra o la paz, cuando la realidad es que ni el 45 por ciento de los colombianos que votaron por Zuluaga quiere la guerra, ni el 52 por ciento que votó por Santos tendrá la paz una vez sea firmado el acuerdo con las FARC en La Habana.
De igual manera, a estos estrategas no les importó poner en vilo la reputación de personas como Óscar Iván Zuluaga o Juan Manuel Santos, siendo así que hay un abismo entre un Sepúlveda a un Assange, o entre un Santos y un Samper.
![]() La ex-candidata presidencial, Marta Lucía Ramírez. Foto: OEA – OAS |
Álvaro Uribe y las FARC
En cualquier democracia las ideologías son esenciales para configurar los partidos políticos y para que la población votante perciba a estos partidos como los canalizadores de sus intereses, necesidades o visiones de país.
Esta lógica esencial de un sistema democrático está en crisis en Colombia, por culpa de dos actores: de las FARC y Álvaro Uribe. Ni las FARC debe ser la representación de la izquierda en Colombia, ni Uribe de la derecha.
Este otro falso dilema le ha traído grandes problemas al sistema político:
- Es una lógica que agobia y arrincona a los partidos, movimientos y personas que son o se sienten de izquierda, pero se ven obligados a explicar continuamente que “condenan con C mayúscula a las FARC” y que “de ninguna manera reivindican sus acciones criminales”.
- Y por el otro lado, ¿dónde pueden ubicarse las personas que se sienten de derecha sin sentirse avergonzadas y sin ser uribistas o enemigas de la paz?
Es sumamente importante hacer esta reflexión ahora, justo después de la reciente contienda electoral. Para empezar debemos aprender a distinguir entre las ideologías partidistas y las políticas públicas necesarias para construir nación y garantizar a todos los colombianos lo mínimo requerido para vivir en paz y dignamente.
En este sentido sigue siendo urgente el “acuerdo sobre lo fundamental” – lo cual no implica por supuesto suprimir o silenciar las diferencias ideológicas-. Tenemos que ponernos de acuerdo sobre unas reglas de juego mínimas, y desde allí sí sentar posiciones diferentes o enmarcadas en las ideologías de los partidos.
La conclusión de la campaña por la Presidencia nos obliga a dejar de pensar en las elecciones y a ocuparnos, con toda responsabilidad, de los temas acuciantes de la agenda pública.
Esto es tan cierto para los excandidatos (en particular para el triunfador) como para los partidos políticos, los empresarios, la sociedad civil organizada, los medios de comunicación, los líderes sociales, y todos los ciudadanos, sin cuyo concurso es imposible construir cualquier proyecto de nación.
![]() El asesinado candidato presidencial por el M-19, Carlos Pizarro Leongómez. Foto: Wikimedia Commons |
La derecha es posible
Como dije más arriba, es vital reivindicar la existencia de una derecha partidista en Colombia. Esto incluye al Centro Democrático, que muy seguramente obtendrá personería jurídica y se consolidará en las elecciones locales venideras. Pero también se vislumbra la reestructuración del Partido Conservador a partir del resultado electoral de Marta Lucía Ramírez.
De entrada es necesario y casi obligatorio desuribizar a la derecha. Sin duda alguna Uribe pasará a la historia como uno de los presidentes más importantes, y todos coincidimos en que el marcó un antes y un después en la política; pero no todos pensamos que ese giro haya sido necesariamente por las razones más favorables para la democracia colombiana.
Uribe sin duda fue y sigue siendo un caudillo, pero su figura es tan fuerte y avasalladora que opacaría cualquier liderazgo distinto del de él en su partido. Zuluaga muy loablemente acaba de posesionarse como director del Centro Democrático, pero basta con ver a Uribe a su derecha para saber quién es el director real de la colectividad.
Pero el poder de Uribe va más allá del Centro Democrático. Uribe podría tomarse todo el espacio del centro a la derecha del espectro político si Ramírez no reclama el liderazgo del Partido Conservador que ella obtuvo en las urnas.
La derecha moderada colombiana necesita un espacio legítimo donde se pueda ubicar ideológicamente, como el que representa Marta Lucía Ramírez, y que el Partido Conservador debería capitalizar a partir de los 2 millones de votos que obtuvo su candidata. ¿Cuántos otros votantes se abstuvieron de acompañar a Ramírez o a Zuluaga debido a las resistencias que despierta la figura de Uribe?
Hoy Uribe es un senador electo, y deberá proceder como tal. Lo cual implica que sea tratado por los medios de comunicación, por sus colegas y por la opinión en general como un senador más.
Por eso es sorprendente que después de los discursos del candidato perdedor -donde admitió con altura su derrota- y del ganador – donde invitó a la unidad nacional- los medios le abrieran un espacio en igualdad de condiciones al senador Uribe para ratificar su calidad de jefe de la oposición – en un discurso contrario al de su propio candidato Zuluaga-.
Tenemos que ponernos de acuerdo sobre unas reglas de juego mínimas, y desde allí sí sentar posiciones diferentes o enmarcadas en las ideologías de los partidos.
La derecha colombiana podría hacer lo mismo que hizo en España el Partido Popular (PP): aglutinar a la derecha civilista pues, como en toda democracia, la española necesitaba un espacio legítimo y no estigmatizado después de la guerra y de la larga la dictadura de Franco. La derecha colombiana tendría una ventaja que no tuvo el PP, y sería crear dos escenarios igualmente legítimos:
- Una derecha más radical representada por el Centro Democrático.
- Una derecha moderada en el Partido Conservador con Marta Lucía Ramírez a la cabeza.
Esto será viable solo si Ramírez hace respetar su liderazgo en el partido (una tarea difícil pero no imposible) y si Uribe ejerce la oposición de manera leal, constructiva y no personalista. Así, podrán surgir liderazgos tan importantes y legítimos como el de Zuluaga y el de Ramírez, quienes también fueron grandes ganadores de la contienda presidencial pasada.
* Politóloga de la Universidad de los Andes con maestría en Políticas Públicas de la Universidad de Oxford. Analista habitual de Portafolio. Desde 2006, directora ejecutiva del Instituto de Ciencia Política y directora de la revista Perspectiva.
@marcelaprietobo