Los gobiernos de América Latina han perdido las doce elecciones presidenciales que hemos tenido desde el 2019. ¿Será el turno de Colombia?
Hernando Gómez Buendía*
Un fantasma recorre a América Latina: es el fantasma del voto de castigo, que está cambiando abruptamente el rumbo de todos los países en nuestro vecindario.
Veamos si es así. Las elecciones más recientes fueron las de Honduras, donde la izquierdista Xiomara Castro derrotó al candidato oficialista con la bandera de la anticorrupción. Una semana antes había sido Chile, donde Gabriel Boric, candidato del cambio, derrotó al ultraderechista Kast después del triunfo abrumador de la izquierda en la elección de la Constituyente.
El año pasado también tuvimos elecciones en Perú, donde Pedro Castillo, un “socialista del siglo XXI”, derrotó a Fujimori y al establecimiento. En Ecuador, el empresario Guillermo Lasso acabó por ganarle al correísmo que, bien o mal, había elegido al presidente desde 2007. Y acá tendríamos la excepción aparente, Nicaragua, pero solo porque Ortega se robó las elecciones de noviembre.
Durante el 2020 fueron elegidos otros dos presidentes en América Latina. En la República Dominicana, el empresario derechista Abinader se impuso sobre Castillo, favorito del gobierno. En Bolivia resultó elegido Luis Arce, del Movimiento al Socialismo, contra el gobierno fruto del golpe de Estado que había anulado la tercera reelección de Evo en 2019: dos timonazos en menos de once meses.
Otros cinco países habían tenido elecciones en 2019. Uruguay, donde el Partido Nacional le ganó al Frente Amplio que venía gobernando desde 2004; Panamá, dónde Cortizo, del izquierdista PRD se impuso sobre el oficialista Roux; El Salvador, donde Bukele barrió al Frente Sandinista que estaba en el gobierno desde 2009; Argentina, donde Fernández, del peronismo, derrotó a Macri que buscaba reelegirse; y Guatemala, donde Giammattei derrotó a la ex primera dama Sandra Torres.
El hecho es contundente: ninguno de los doce gobiernos en ejercicio ha ganado las elecciones presidenciales desde 2019. ¿Por qué está pasando esto?
Cada caso es distinto, pero no hay que ir muy lejos para encontrar estas dos cosas en común: el fin de una bonanza exportadora y una pandemia muy mal manejada.
-El malestar popular —y las derrotas del oficialismo— venían en ascenso desde 2014, cuando acabaron las bonanzas de petróleo, gas y cereales que habían mantenido en el poder a Lula, o a Correa, o a Morales, o a Chávez. Las tasas de crecimiento y los gastos sociales del Estado cayeron en picada y las calles se llenaron de protestas.
-En América Latina hemos tenido la tasa de mortalidad por Covid más elevada del mundo, una caída del 8% del PIB en 2020, un repunte de apenas 3,7% en 2021 y aumentos sin precedentes en desempleo y pobreza. Peor todavía: mientras que Europa y Estados Unidos gastan sumas gigantescas, los gobiernos de esta región han destinado apenas un 3,2% del PIB a compensar los daños de la pandemia.
Este año vendrán las elecciones en otros tres países: Costa Rica, donde un candidato de la derecha evangélica aventaja al candidato oficialista; Brasil, donde Lula lleva las de ganarle a Bolsonaro, que pretende reelegirse; y Colombia, donde el 70% de la gente dice estar descontenta con el gobierno de Duque.
¿Quién sería nuestro fantasma?