Este libro narra de manera conmovedora el genocidio de la UP, un hecho desconocido e incluso negado por muchos. Ahora que comienza el posconflicto y que los líderes sociales se ven amenazados, recordar esta historia parece más pertinente que nunca.
Tatiana Alfonso*
El baile rojo: relatos no contados del genocidio de la UP
Yesid Campos Zornosa
Bogotá: Ícono
2014
Una historia olvidada
Hace varios años, en una clase que dictaba en una universidad privada en Bogotá, decidí discutir el asesinato de los militantes de la Unión Patriótica (UP) como parte de una clase de sociología del derecho. Este ejercicio quería demostrar, entre otras cosas, que muchas de las muertes en el conflicto armado colombiano respondían a patrones sistemáticos de exterminio por razones políticas o económicas. ¡Cuál sería mi sorpresa cuando ninguno de mis estudiantes había oído sobre la existencia de la UP y mucho menos sobre los asesinatos de sus militantes!
En ese entonces encontré el documental El baile rojo en una versión por partes en YouTube. Esto me permitió mostrar a los estudiantes la historia de la UP. Me ocupé por un tiempo de buscar materiales sobre el caso y noté que su desconocimiento no era solo un tema generacional, de posición política o de clase social. Parecía que el país se había ocupado poco de recordar el caso de la UP o quería olvidarlo.
Algunos años después supe que el documental tenía una versión escrita que, con el mismo título, reconstruía la historia del exterminio de los militantes de la UP. Ahora decido reseñar el libro porque, no obstante el paso de los años, hoy parece más actual que nunca dado que el actual “posconflicto” está siendo acompañado de violencia sistemática contra líderes sociales que luchan por sus derechos territoriales.
La narración
![]() Cineforo: El Baile Rojo, en memoria por el genocidio a la Unión Patriótica. Foto: Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte |
El baile rojo es un proyecto escrito y audiovisual que resultó de la iniciativa entre Yesid Campos, autor del libro, y la organización Reiniciar, una de las pocas entidades no gubernamentales que se ha ocupado de esclarecer los asesinatos de los militantes de la UP.
El proyecto es descrito por el autor como el producto de “métodos y técnicas de investigación aportados por la antropología visual” para recuperar, preservar y divulgar la memoria sobre la intolerancia y la violencia política en Colombia. Y el libro se presenta como un estudio de caso de un fenómeno más amplio y generalizado de violencia política en Colombia.
El libro se presenta como un estudio de caso de un fenómeno más amplio y generalizado de violencia política en Colombia.
Comienza con un prólogo de Gonzalo Sánchez, probablemente la voz más reconocida en los ejercicios de memoria histórica de nuestros conflictos hoy en día. Sánchez señala que el genocidio de la UP pudo ocurrir gracias a tres rasgos fundamentales de la política colombiana:
- El sistema de partidos políticos tradicionales que se protege a sí mismo con la eliminación del adversario;
- La capacidad del sistema político para ocultar atrocidades bajo el manto de la democracia; y
- La dejación de armas, las amnistías y la participación política de baja intensidad como soluciones al conflicto armado.
Después, el libro utiliza la voz directa de las víctimas para demostrar la existencia de un patrón sistemático de exterminio por razones políticas, el silencio del Estado frente a ello, la impunidad, la impotencia y la inmovilidad política. El libro parte de la idea de los documentos vivos como fuente de la historia. Esto es, las narraciones de aquellos cuyas vidas se cruzaron con la violencia política y sobrevivieron.
Para ello recoge los testimonios de sobrevivientes y familiares de los muertos y desaparecidos de la UP y los presenta en nueve capítulos. La reconstrucción de la historia de cada entrevistado parte de detalles íntimos sobre la manera como vivían los entrevistados mismos o los hijos de los asesinados, para ir mostrando cómo sus vidas se politizaron.
La politización de los militantes que sobrevivieron fue castigada mediante la intimidación o la violencia. Los familiares entrevistados también sufrieron intimidación y fueron forzados a cambiar el rumbo de sus vidas.
La narrativa es sencilla para el lector que –en vez de ideas abstractas sobre la guerra- puede inferir de las palabras de los militantes y familiares lo que el Estado omitía, lo que los agresores hacían, los aliados y agentes de la violencia y el resultado político y personal. En ese sentido, el libro es inductivo, y mientras conmueve al lector por la intimidad de la narración lo invita a sacar sus propias conclusiones.
No todo es inducción, por supuesto. En la introducción el autor contextualiza las historias y explica que la UP surgió en mayo de 1985 como resultado del acuerdo de “cese al fuego, tregua y paz” que firmaron el gobierno colombiano y las FARC el 28 de marzo de 1984.
En el recuento, el autor explica cómo en este nuevo partido convergieron insurgentes, comunistas, artistas, sindicalistas, liberales y conservadores que buscaban reformas políticas para llegar a una paz democrática. La solución negociada incluía la participación política del nuevo partido, que en sus primeras elecciones logró 14 congresistas, 18 diputados y 335 concejales en todo el país. Esto convirtió a la UP en un claro contendor para los partidos políticos tradicionales.
A pesar del respaldo ciudadano, entre 1985 y 1988 se cometieron 630 homicidios contra miembros de la UP y se rompió el acuerdo entre el gobierno y la guerrilla. Después de toda la estela de violencia y del asesinato de dos de los candidatos presidenciales del partido, la Corte Constitucional expidió una sentencia donde ordenaba al sistema de justicia investigar y sancionar a los responsables. Algunos pronunciamientos de la Defensoría del Pueblo y la indignación de algunos sectores de opinión fueron la respuesta, pero los asesinatos continuaron.
En 1993, varias ONG entablaron una demanda ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en representación de la UP. El proceso avanzó y en 1997 la CIDH admitió la demanda; en 1999 los demandantes y el Estado colombiano firmaron un acuerdo para una solución amistosa y acordaron aclarar los hechos.
En 2002, el Consejo Nacional Electoral le quitó la personería jurídica a la UP por no haber reunido el mínimo de votos para seguir existiendo como partido. En 2006, la solución amistosa se fue a pique y las ONG siguieron registrando homicidios, desaparición forzada y atentados en contra de personas vinculadas a la UP hasta el año 2007.
El autor concluye que el caso de la UP ha sido “ignorado por la institucionalidad y desconocido por la sociedad en general” y que estas omisiones se oponen a la preservación de la memoria de un actor político de la historia del país.
Las lecciones
![]() Manifestaciones en Bogotá por víctimas del genocidio a la UP. Foto: Secretaría General de Bogotá |
El método de narración del libro sirve para conmover y demostrar el terror de la violencia política y sus motivos. Es una estrategia retórica útil, en particular para un caso que ha sido negado e ignorado durante tantos años. Su poder se revela cuando, al terminar el libro, el prólogo y la introducción parecen tímidos frente a los testimonios de las víctimas.
El autor concluye que el caso de la UP ha sido “ignorado por la institucionalidad y desconocido por la sociedad en general”.
El baile rojo tiene la virtud de ser un documento producido por un ejercicio de memoria propia cuando la memoria oficial no quiso reconocer la historia. El uso de los “documentos vivos” como herramienta de la memoria es novedoso, interesante y emocionalmente contundente. Sin embargo, aunque conmueve y apela a la empatía de quienes no han sido víctimas directas al mostrar la crudeza de la violencia, deja la impresión de que es de baja magnitud y que los casos han sido pocos.
Aún más complicado: nos deja perplejos, sin alternativas para evitar que estos episodios se repitan y con la pregunta de cómo explicar y demostrar el patrón sistemático en otros casos, como el actual. Estas preguntas son importantes justo ahora, cuando vemos caer cada día a un líder que, creyendo en el proceso de paz y en el famoso posconflicto, sigue luchando por sus derechos a la tierra y a la paz.
La memoria histórica tiene una doble función. Por un lado, construir narrativas sobre el pasado. Por otro lado, contribuir a evitar la repetición de los hechos. En este sentido, El baile rojo es un documento que uno debería tener siempre a la mano en Colombia porque la violencia contra quienes se salen del molde de los partidos políticos y los privilegios de clase nunca ha cesado.
El lema “basta ya” que ha acompañado los reclamos frente al asesinato de nuestros líderes sociales debe complementarse con un “nunca más” que venga de los ejercicios de memoria histórica sobre los muertos que hemos dejado en nuestras múltiples guerras. De lo contrario, dará igual entender los motivos de la violencia y solo nos estaremos resignando a aceptar los hechos.
* Estudiante de doctorado en Sociología de la Universidad de Wisconsin-Madison.